Operación secreta para poner a salvo un arsenal nuclear soviético

Residuos. Toneladas de uranio y plutonio del arsenal de la URSS han viajado por la estepa de Kazajistán hasta un depósito secreto.
Los técnicos trabajaron bajo las condiciones más duras. NNSA
Habría sido el sueño de los rebeldes chechenos o de los espías iraníes, y la pesadilla de más de un gobierno: encontrarse en mitad de la estepa kazaja con un tren cargado del plutonio más potente del arsenal soviético y el uranio más enriquecido.

Pero el ferrocarril, en una de las mayores y delicadas operaciones de la historia nuclear, llegó sin sobresaltos a su destino, una instalación secreta en el noreste de Kazajistán.

La operación, en la que han participado un millar de personas entre ingenieros, científicos y personal de seguridad de EEUU y Reino Unido, además de efectivos de las fuerzas especiales kazajas, ha trasladado varias toneladas de combustible nuclear en 12 convoyes a lo largo del año pasado, todo en el mayor de los secretos.

El último tren partió de Aktau, en el extremo occidental de Kazajistán, y llegó a Kurchatov, en la otra punta del país una semana después, el 15 de noviembre pasado, aunque los detalles se han conocido ahora, ya que las autoridades sólo han reconocido la misión después de darla por acabada.

Entre ambas localidades, 2.993 kilómetros de extensa llanura y muchos peligros que afrontar. Aktau, de apenas 150.000 habitantes, sólo aparece en internet por haber albergado el Complejo de Energía Atómica de Mangistau, una herencia de la era soviética que entró en bancarrota hace años.

Su instalación mas destacada era el BN-350, un reactor nuclear montado en 1973, cuando Kazajistán era una de las repúblicas socialistas soviéticas. La central era multiusos. Generaba electricidad y agua caliente para la ciudad.

También usaba la tecnología de la fisión para desalar el agua, siendo la única potabilizadora nuclear del mundo. Pero su principal cometido era obtener plutonio (Pu-239) para armar los misiles nucleares soviéticos.

La disolución de la URSS y la independencia de Kazajistán dejó en esta enorme república, de mayor extensión que Europa Occidental, un imponente arsenal y una de las mayores reservas de uranio enriquecido del mundo. Los misiles se los devolvió a Rusia, pero no el combustible nuclear.

«BN-350 fue uno de los tres reactores construidos por la Unión Soviética para proporcionar plutonio para su programa de armas nucleares. A diferencia de los otros dos reactores, BN-350 era el único que quedó fuera de Rusia después de la caída de la Unión Soviética», explica Damien LaVera, de la Administración Nacional para la Seguridad Nuclear (NNSA) de EEUU.

Tras la firma de un acuerdo de colaboración entre los gobiernos kazajo y estadounidense, esta organización se encargó de la desmantelación del reactor, finalizada en 1999.

Desde entonces, la electricidad y la calefacción de Aktau se consigue quemando gas natural. El problema es que había 11 toneladas de uranio enriquecido y 3,3 de plutonio, cantidad suficiente para armar 775 armas nucleares, casi arrumbadas en el puerto de Aktau.

«La NNSA proporcionó la asistencia técnica para cerrar el reactor y trasladar el plutonio y el uranio altamente enriquecido a unas instalaciones de almacenamiento seguro a largo plazo», añade LaVera.

CHECHENIA Y DAQUESTÁN

La consigna estaba clara: tal cantidad de material nuclear no podía seguir en Aktau. La ciudad tiene justo en frente, al otro lado del mar Caspio, a la autodenominada república de Chechenia y la no menos conflictiva Daguestán.

La orilla sur de este mar interior pertenece a Irán, cuyo afán por enriquecer uranio es bien conocido. Había que alejar el uranio y el plutonio lo más posible de allí.

Por eso, el Gobierno kazajo decidió enviar el combustible atómico tierra adentro. El lugar elegido era Kurchatov, una pequeña localidad, nombrada así en honor del físico nuclear Igor Kurchatov, el padre de la bomba atómica soviética.

En el pasado, fue el centro de operaciones de Semipalatinsk, la zona donde la URSS realizó cerca de 500 ensayos nucleares. Los trenes, una vez en la estación de Kurchatov, fueron descargados y los contenedores transportados en camiones a un lugar no revelado.

Sin embargo, en un documento del Gobierno kazajo de 2005, se menciona la instalación militar secreta conocida como Baikal 1 como posible ubicación.

La operación ha tenido que superar muchos obstáculos. Aparte del desmontaje del reactor y las pilas de combustible, había que idear un sistema para transportarlas. Se optó por unos sarcófagos de 100 toneladas hechos con hormigón y acero que envolvieran el combustible por capas, a modo de muñecas rusas.

Los contenedores deberían valer tanto para el transporte como de almacén, pero hubo que inventarlo. Un equipo de expertos rusos y ucranianos fueron los encargados de fabricar 60 unidades.

Cada viaje llevaría cinco contenedores en otros tantos vagones de carga también diseñados para esta operación. Con un triple sellado, los bidones estaban fijados al vagón para evitar un robo.

«Los bidones de cien toneladas y los contenedores para el transporte de 15 toneladas habrían presentado una formidable resistencia para cualquiera que hubiese intentado robar el material nuclear», explica Dave Barber, experto de Sandia National Laboratories, organización de seguridad que trabaja para el Gobierno de EEUU.

Barber tuvo que recorrer el trayecto y diseñar un plan contra posibles vulnerabilidades.

«Además, Kazajistán dispuso múltiples niveles de fuerzas de reacción a lo largo de todo el recorrido», añade. Militares kazajos iban a bordo de los trenes para evitar un asalto.

También se apostaron en el trayecto. Sandia, que ha sido la responsable de la seguridad física de la operación, entrenó a tropas kazajas en sus instalaciones del estado de Nuevo México durante cinco semanas.

El tren, que circulaba sin paradas, tenía prioridad de paso en toda la línea férrea, revisada minuciosamente en busca de explosivos.

LLANURA DE HIERBA

«Mi misión era determinar los puntos a lo largo de la ruta que podrían ser aprovechados para robar o sabotear el material nuclear como puentes, colinas, desfiladeros y lugares con mucho arbolado», explica Barber.

«Pero no había de qué preocuparse, todo era estepa, una llanura de hierba. Contamos los pocos árboles que vimos en el camino», añade. Pero el convoy no sólo tenía que hacer frente a un ataque terrorista, también estaba el general Invierno, que sufrieron tanto Napoléon como Hitler.

«Los principales peligros a los que nos enfrentamos fueron debidos al tiempo. El primero de los envíos fue en febrero. La temperatura bajó hasta los -42º durante cinco días seguidos», recuerda Barber.

El trabajo de las máquinas y el comportamiento de los materiales a tan bajas temperaturas eran factores no controlados. Y tras el frío, el verano trajo el deshielo y todo se llenó de barro.

Sin embargo, después de 14 años de trabajos, ya no hay plutonio ni uranio en Aktau.

Ahora descansa en el otro extremo del país supervisado por la Agencia Internacional para la Energía Atómica.

El Gobierno de EEUU se ha gastado unos 167 millones de euros en una operación en la que han participado, además de la NNSAy Sandia, los laboratorios nacionales de Oak Ridge, Idaho, Pacific Northwest o Los Alamos.

También estaban los departamentos de Defensa y Estado, contratistas británicos, rusos y las autoridades kazajas. Hasta esta misión, la NNSA había retirado de la circulación apenas 2,72 toneladas de uranio en todo el mundo dentro de su Iniciativa Global para la Reducción de Amenazas.

Su responsable, Anne Harrington, reconoció en una declaración tras la llegada del último tren, que las dificultades técnicas, climáticas y de seguridad habían sido casi insalvables. «Pero conseguir lo inalcanzable fue un sello distintivo de esta campaña desde el principio», añadió.

Fuente: Publico.es

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