En el artículo Did West Africans live in the Four Corners Region of the United States from 12th Century? (‘¿Vivieron africanos occidentales en la región estadounidense de Four Corners a partir del siglo XII?’), publicado en Ancient Origins hace algunas semanas, ya hablé de las inscripciones Mande halladas en la región de Four Corners, situada en el Sudoeste de los Estados Unidos. En él comentaba cómo los Mande (grupo étnico de África Occidental) que formaban parte de la expedición del explorador africano Mansa Abubakari dejaron numerosas inscripciones en todo el Sudoeste de los Estados Unidos, así como en otras regiones de toda América.
El ‘Rey Viajero’ Mansa Abubakari II: el más grande explorador africano de la Historia
La región de Four Corners aparece en rojo en este mapa. Comprende los estados de Colorado, Utah, Arizona, y Nuevo México (Estados Unidos).
Estas inscripciones no son las únicas de origen Mande halladas en América. Otras interesantes inscripciones, descubiertas en la región de Four Corners, son las enigmáticas Losas de los Elefantes.
LAS ENIGMÁTICAS LOSAS DE LOS ELEFANTES
E. B. Sayles ofrece una descripción detallada de las Losas de los Elefantes en su libro Fantasies of Gold (‘Fantasías del oro’). Sayles formaba parte del personal del Museo Estatal de Arizona; escribió por primera vez sobre las losas en un folleto oficial titulado ‘Las Losas de los Elefantes’.
Sayles repasa en su obra numerosos hallazgos realizados en la región de Four Corners, como la antigua jarra decorada con elefantes del valle de Montezuma, descubierta por Frederick Bennett Wright en 1885. Wright aseguraba haber encontrado la jarra en unas ruinas situadas en el valle de Montezuma “a la vista” del lugar en el que fueron halladas las Losas de los Elefantes.
Las Losas de los Elefantes fueron descubiertas por un muchacho en el año 1910 en unas ruinas nativas americanas de Flora Vista, Nuevo México. Edwin Sayles, del Museo Estatal de Arizona, asegura que las Losas de los Elefantes llegaron a este museo en el año 1950.
Jarra con un elefante hallada en el valle de Montezuma (Colorado)
Las Losas de los Elefantes son dos: la de menor tamaño mide 15 x 15 centímetros. Denominaremos a esta pieza ‘Losa de los Elefantes 2’. La losa de mayor tamaño, con ocho líneas de inscripciones, mide 15 centímetros de ancho por 35,5 centímetros de largo.
¿ELEFANTES EN AMÉRICA?
Brad Steiger, en su libro Mysteries in Time and Space (‘Misterios del tiempo y del espacio’) se refiere a las Losas de los Elefantes halladas en Flora Vista, en las que aparecen tanto dibujos de elefantes como inscripciones.
Existen algunas evidencias de que podría haber habido elefantes en el Sudoeste de los Estados Unidos en épocas posteriores a la prehistoria.
Thomas Jefferson, padre fundador de los Estados Unidos y además paleontólogo de vertebrados, escribía en 1781 o 1782: “Un tal Stanley, hecho prisionero por los indios cerca de la desembocadura del Tanissee [río Tennessee], narra cómo tras ser transferido en varias ocasiones de una tribu a otra, fue llevado durante un largo trecho cruzando las montañas al oeste del Missouri [¿Montañas Rocosas?] hasta un río “que fluye […] en dirección oeste; que estos huesos abundaban allí, y que los nativos le contaron que el animal al que pertenecían aún existía en las regiones del norte de sus tierras, y que por su descripción juzgó que se trataba de un elefante. Se han descubierto recientemente huesos del mismo tipo algunos pies por debajo de la superficie del suelo, en salinas abiertas en el North Holston, afluente del Tanisee, en una latitud en torno a los 36° y medio.””
El descubrimiento de huesos de elefante en Tennessee y más al oeste no constituyen las únicas evidencias de la presencia de elefantes en los Estados Unidos. Se han encontrado, además muchos motivos en el arte rupestre que parecen ser elefantes, desde Utah hasta Florida.
Bednarik y Tuohy creen que las imágenes de elefantes de Yellow Rock, estado de Nevada, fueron realizadas en la década de 1840. Layton, por su parte, cree que estos petroglifos en los que aparecen elefantes heridos son “auténticos”, y que su creador o creadores fueron realmente testigos del suceso.
La tradición nativa americana documentada por Jefferson, así como la jarra hallada en el valle de Montezuma (Colorado) dejan bien claro que las Losas de los Elefantes son piezas arqueológicas reales y no falsificaciones. Las inscripciones Mande de las Losas de los Elefantes dan testimonio de que cuando los Mande vivían en Flora Vista había elefantes en los alrededores. La losa indica por tanto que fueron los malienses los que llevaron a los elefantes desde África hasta América.
UN ANTIGUO PUEBLO DE AMÉRICA
Brad Steiger ha sugerido que estas inscripciones fueron escritas en fenicio, pero los signos no se asemejan a esta escritura. El Dr. David Imhotep asegura por su parte que las Losas de los Elefantes fueron escritas por africanos.
Cuando los españoles llegaron a Arizona, parece ser que hallaron comunidades de raza negra. En el año 1775, el padre Francisco Garcés descubrió hombres de raza negra, claramente africanos, viviendo en una comunidad cercana al territorio de los indios Zuñi, en Nuevo México.
El padre Garcés exploró Arizona y California. Había sido destinado a la misión de San Xavier del Bac, que se encuentra cerca de Tucson, Arizona.
Según el antropólogo francés A. de Quatrefages, el padre Garcés se encontró con dos razas, una de piel negra y la otra de piel roja, que hablaban lenguas diferentes. El padre Garcés afirma que le contaron que “les noirs etaient les anciens habitants du pays”, es decir, que los negros eran los antiguos habitantes de aquel país.
En 1528, el explorador español Cabeza de Vaca, acompañado de Estebanico el Moro, también conocido como Estebanico el Negro, nativo de Azamor, ciudad que se encuentra en lo que hoy es Marruecos, descubrió numerosos pueblos que habitaban el Sudoeste de los actuales Estados Unidos, en su búsqueda de las Siete Ciudades de Cíbola. Se contaba de las Siete Ciudades de Cíbola que eran centros urbanos en los que se podían encontrar enormes cantidades de oro.
En Nuevo México y Arizona, Cabeza de Vaca halló numerosos grupos étnicos que hablaban múltiples lenguas. Debido a la naturaleza plural de estas sociedades, sus gentes solo podían comunicarse mediante un lenguaje de signos. Ceram, en su obra Los primeros americanos observa que “En realidad, los habitantes de aquellas comunidades indígenas, como sabemos ahora, eran miembros de una cantidad extraordinariamente variada de tribus. Hablaban igualmente una amplia variedad de lenguajes diferentes, y su trasfondo histórico era también diferente.”
Cabeza de Vaca cuenta que uno de estos grupos étnicos se llamaba Mendica. Este nombre es casi idéntico a la palabra Mandinka (Malinke), el nombre de uno de los pueblos de lengua Mandinga.
DESCIFRANDO LAS INSCRIPCIONES
Las inscripciones de las Losas de los Elefantes están escritas en el antiguo alfabeto Vai, utilizado por los malienses para registrar sus mensajes cuando llegaron a América. Los malienses navegaron hasta América en torno al año 1310. Los mandingas fundaron el Imperio de Mali.
El alfabeto Vai cuenta con más de 200 signos silábicos. Su origen se remonta al Período de los Carros (en torno al 1200 a. C.), cuando los Mande dejaron inscripciones en las proximidades de las rutas que recorrían los carros desde Fezzan (Libia) hasta Dar Tichitt y el valle del río Níger.
La escritura Mande era muy popular en épocas antiguas. Pero desde la adopción del Islam por los Malinké y los Bambara, los hablantes de Mande aprendieron a utilizar esta escritura únicamente cuando pertenecían a las sociedades secretas Mande. Además de encontrarse en las rutas de los antiguos carros, los arqueólogos también descubrieron signos Mande en la gruta de Goundaka, en las regiones de Bandagara y la zona central de Níger.
Ahora ya podemos leer las Losas de los Elefantes, escritas en lengua Malinké-Bambara, hablada en el Imperio Malí de Mansa Abubakari:
Figura 1: Losa de los Elefantes
Transcripción:
Ga gya (‘pájaro’) Kpa nde ngbe Ka go ne
Sama (‘elefante’) ga ka bi kpa
Ni ngbe nde kai Sama gya (‘Sol’) (ga kpa)
Pe kpe gbe nge gya
De kpa ne mbe nde bi-nu gya
Gya pe nd’ gyi ngba kai ga
Gyi nde p’ du ke nu
Ga gyi (‘Sol’)
Traducción:
El desierto es cálido. Las aves numerosas, blancas, justo como el Go (un tipo de ave) de nuestra lengua. Los elefantes están enfermos y furiosos. En la actualidad hay bastantes (elefantes enfermos). (Pasamos) la vida retirando nuestros elefantes enfermos, secos por el sol. Muchos están enfermos. (Los elefantes muertos) son arrojados (a una fosa/enterrados) y sepultados en el terreno llano adyacente al lecho del río (en) la zona seca — la zona inundada. Mi existencia en la actual habitación familiar es austera. (En) la tierra seca adyacente al lecho del río labramos el terreno para el cultivo (y) partimos la tierra. Dividimos en parcelas la llanura para excavar y construir la habitación familiar. Calor, sol, agua.
Figura 2: Losa de los Elefantes 2
Transcripción de la Losa de los Elefantes 2:
Dè ki (‘pájaro’) gba Sama (‘Elefante’) bo-kpo gbe-kpe ka-kpo dè be (‘Oso’).
Traducción:
Tierra sin cultivar, cazamos pájaros, cocinamos el elefante, (es) fácil asarlo, crece maíz en el llano, en tierra árida y sin cultivar. También hay osos.
La mención de osos en la Losa de los Elefantes 2 es interesante, ya que el Oso Negro habita en los desiertos de Arizona.
Las Losas de los Elefantes nos hablan de que Flora Vista era una región árida. Nos damos cuenta de que los malienses de Flora Vista utilizaban los Sama, los elefantes, como fuente de alimento, ya que muchos de ellos morían por el calor. El autor de la Losa de los Elefantes asegura que los malienses cultivaban Ka, maíz en lengua Mande. También nos cuenta cómo los malienses construyeron una ‘habitación familiar’.
La jarra del valle de Montezuma, en el estado de Colorado, podría proceder de las ruinas de esta ‘habitación familiar’, construida por los antiguos malienses.
Resulta interesante el hecho de que el autor de las inscripciones de las Losas de los Elefantes se refiera a estos animales como “nuestros elefantes enfermos”, lo que sugiere que los malienses podrían haber introducido los elefantes en el Sudoeste norteamericano. La Losa de los Elefantes 1 también nos deja bien claro que “[Los elefantes muertos] son arrojados (a una fosa/enterrados) y sepultados”. Este relato se corresponde con la información aportada por Jefferson en la que da testimonio de la existencia de enterramientos de elefantes en Tennessee. Jefferson escribió: “Se han descubierto recientemente huesos del mismo tipo algunos pies por debajo de la superficie del suelo, en salinas abiertas en el North Holston, afluente del Tanisee, en una latitud en torno a los 36° y medio.”
Transcripción de la inscripción de la Losa de los Elefantes
Resumiendo, el pueblo Mande habitó en el Sudoeste norteamericano. Probablemente fueran la tribu de los Mendicas (Mandinka) con la que entró en contacto Cabeza de Vaca en el año 1530. Estos malienses probablemente realizaron las inscripciones de las Losas de los Elefantes para dar testimonio de algunas de las actividades que desarrollaron en Flora Vista
La población de la cultura maya durante el período clásico, que abarca del año 300 al 1000 de nuestra era, era de 13 millones de habitantes. El Mayab abarcaba casi toda Guatemala, el oeste de Honduras, Belice, y lo que actualmente son los estados de Yucatán, Quintana Roo, Campeche y parte de Chiapas y Tabasco, en México.
2.Los mayas elaboraron un calendario mucho más preciso que los de las civilizaciones que les fueron contemporáneas y, sin dudas, fue el calendario más perfecto de Mesoamérica. Por ejemplo, para que el calendario maya sufriera un desfasamiento tendrían que pasar más de nueve mil años y no cuatro mil, como sucedió con el calendario gregoriano. La civilización maya desarrolló el único calendario venusino (basado en la posición de Venus en el cielo) que la humanidad ha conocido. Este calendario estaba relacionado con el calendario lunar llamado tzolkin y con el calendario solar llamado haab que, al ser combinados, daban como resultado las múltiples cuentas con las que se regían los mayas para organizar las actividades agrícolas y de apicultura, para establecer las estaciones del año y para celebrar las festividades religiosas.
3. El lingüista e historiador Tzvetan Todorov afirmó que la sociedad maya estaba basada en la disciplina. “La palabra clave de la sociedad mesoamericana es orden”. Como ejemplo, tenemos la forma de trabajo que conocida como “tequio”, que es el trabajo comunal que todos los habitantes de un pueblo deben hacer en favor de este, para lograr así que la comunidad siempre se encuentre en desarrollo.
4. Los mayas tenían abogados, “ah mahan tsa” en lengua maya, que participaban a la hora de aplicar justicia. El abogado maya era en realidad una persona conocedora de las leyes y de las costumbres, que asesoraba al demandante en el momento de presentar sus pruebas y realizar alegatos. También existía la figura de los jueces, llamados “batab”, quienes resolvían los juicios en la POPILNA o POPOLNA, “casa del pueblo”, que era el lugar de reunión de los hombres para discutir negocios, preparar las ceremonias y organizar las danzas y los cantos rituales.
5. Las técnicas de observación astronómica que practicaban los sacerdotes mayas aún son estudiadas por los científicos actuales. Sus hallazgos sobre las posiciones del Sol, de la Luna y de Marte, así como los registros de los eclipses, han sido uno de los pilares de la astronomía moderna. Como ejemplo, tenemos las grandes construcciones que realizaron en sus ciudades, los gigantescos relojes astronómicos que indicaban a través de juegos de luces y sombras el cambio de las estaciones del año. La pirámide de Kukulcán en Chichén Itzá es uno de los grandes ejemplos de la experiencia maya. La estructura se edificó sobre un punto exacto de la tierra en el que cada equinoccio se refleja un juego de luces y sombras en las escalinatas de esta, que dan la sensación de que la serpiente emplumada, kukulcán, desciende de la construcción anunciando el nuevo año.
Los círculos de las cosechas de Santa Teresinha, Brasil, se ven en una foto sin fecha.
Fotografía cedida por Édison Caetano John Roach para National Geographic News 04 de enero 2010
Cientos de círculos, cuadrados y otras figuras geométricas, una vez ocultos por pista forestal en una sociedad antigua previamente desconocida que floreció en el Amazonas, según un nuevo estudio.
Las imágenes de satélite de la cuenca superior del Amazonas tomada desde el año 1999 han revelado más de 200 movimientos de tierras geométricas que abarcan una distancia superior a 155 millas (250 kilómetros).
Ahora, los investigadores estiman que cerca de diez veces el número de estas estructuras, de propósito desconocido, puede existir sin ser detectados en la cubierta forestal de la Amazonia.
Por lo menos uno de los sitios ha sido fechado en torno al año 1283, aunque otros pueden datar ya en el año 200 a 300, dijo el coautor del estudio Denise Schaan, antropóloga de la Universidad Federal de Pará, en Belém, Brasil .
Dado que estas sociedades desaparecidas se había ido sin grabar, investigaciones previas habían sugerido que los suelos en el Alto Amazonas eran demasiado pobres para apoyar la agricultura extensiva necesaria para esos grandes asentamientos y permanentes.
“Hemos encontrado que esta imagen está mal”, dijo Schaan. “Y hay mucho más por descubrir en estos lugares.”
De amplio alcance Cultural
Las formas recién descubiertas son creadas por una serie de trincheras cerca de 36 pies (11 metros) de ancho y varios metros de profundidad, con los bancos adyacentes de hasta 3 pies (1 metro) de altura. Caminos rectos conectan muchos de los movimientos de tierra.
Excavaciones preliminares en uno de los sitios en el 2008 reveló que algunos de los movimientos de tierra estaban rodeados por montículos bajos que contienen cerámica doméstica, carbón vegetal, fragmentos de piedra de moler y otras pruebas de la habitación.
Pero, ¿quién construyó las estructuras y funciones de lo que servían sigue siendo un misterio. Las ideas van desde edificaciones defensivas de los centros ceremoniales y casas, según los autores del estudio.
También es posible que las estructuras sirvieran para diferentes propósitos a través del tiempo, señaló William Woods, geógrafo y antropólogo de la Universidad de Kansas en Lawrence que no participó en la investigación.
Lo que más sorprendió al equipo de investigación es que los terraplenes aparecen en las dos llanuras de inundación de la región y las tierras altas.
En general, las fértiles llanuras aluviales del Amazonas han sido sitios populares para las civilizaciones antiguas, mientras que las tierras altas más escasas han sido pensadas para ser en gran parte desprovista de gente, dicen los investigadores.
Es más, el movimiento de tierras en ambas regiones son de un estilo similar, lo que sugiere que fueron construidas por la misma sociedad.
“En la arqueología amazónica siempre se tiene la idea de que usted encuentre los diferentes pueblos en diferentes ecosistemas”, dijo el coautor del estudio Schaan.
“Y así fue un poco raro de tener una cultura que se aprovecharía de los diferentes ecosistemas y ampliar en una región tan grande.”
Los sitios de tierras altas parecen haber sido el hogar de unas 60.000 personas, Schaan y sus colegas sugieren en su artículo, publicado este mes en la revista Antiquity.
Esa cifra se basa en estimaciones de la organización social y laboral que han sido necesarios para construir las estructuras insinuadas por los movimientos de tierra restantes.
De acuerdo con la Universidad de las maderas de Kansas, la estimación de la población es razonable, aunque aproximada, ya que poco se sabe acerca de estos complejos.
Las respuestas pueden surgir como investigadores siguen excavando las formas recién descubiertas en los próximos años.
Sin embargo, Woods está impresionado por la posibilidad de que tanta gente podría haber vivido una vez en una región que se creía deshabitado.
“Tradicionalmente, si a usted le han pedido a un antropólogo o arqueólogo cuántas personas vivían [en estas tierras altas del Amazonas], se diría que casi a cero”, dijo.
“Y esto es asombroso que no hay 60.000 personas haciendo un ir de él donde no se supone que hay.”
Un equipo de arqueólogos ha desenterrado dos tumbas mayas intactas en las antiguas ruinas de Holmul (Guatemala). Los descubrimientos realizados en el interior de estas tumbas guardan relación con hallazgos anteriores, y arrojan luz sobre la famosa historia de una poderosa dinastía de reyes mayas cuyo símbolo era la cabeza de una serpiente.
Las tumbas han sido descubiertas unas 300 millas (482 kilómetros) al norte de Ciudad de Guatemala, en el yacimiento arqueológico y antigua ciudad maya de Holmul. Ambas tumbas están datadas entre los años 600 d. C. y 750 d. C., período en el que esta civilización precolombina dominaba estas tierras, justo antes de su decadencia. Aun así, Guatemala representa una parte muy importante de la historia maya, en la que aún quedan muchos misterios por resolver, como por ejemplo por qué colapsó esta civilización. Los investigadores creen que las excavaciones de las numerosas ruinas mayas conocidas podrían ser la clave para desvelar la historia oculta de los mayas.
Según The Guardian, las tumbas “escaparon milagrosamente” a los túneles excavados por los saqueadores por debajo de dos pirámides mayas. Además, en el yacimiento se descubrieron dientes con incrustaciones de jade, una tibia humana con inscripciones y un sorprendente colgante del dios del sol maya.
En el interior de una de las tumbas fue hallada una enigmática pieza de una dinastía maya conocida como “Cabeza de Serpiente” por su emblema. La cabeza de la serpiente era el símbolo de la familia que reinó durante varias generaciones unas 100 millas (161 kilómetros) al norte de las tumbas descubiertas recientemente en Holmul. Esta familia de ‘reyes serpiente’ estaba en guerra con otro clan rival.
Los recientes hallazgos evidencian que estos reyes expandían su poder al igual que las familias nobles en la Europa medieval.
Arqueólogos han descubierto dos tumbas al norte de Guatemala debajo de dos pirámides mayas que pueden llenar los huecos que existen en la historia de los reyes de la dinastía de la serpiente, según ha publicado The Guardian. Las tumbas fueron encontradas en los restos de la cuidad antigua de Holmul, que se ubica a unos 500 kilómetros al norte de la capital guatemalteca. Los arqueólogos afirman que los elementos hallados en ambas tumbas, entre ellos una tibia humana inscrita, dientes con incrustaciones de jade y un colgante de un «rey de la serpiente», tienen un elevado valor para la historia del pueblo de maya.
El arqueólogo Francisco Estrada-Belli comentó a The Guardian que es «un hallazgo muy, muy excepcional» y que los especialistas planean seguir buscando entierros en el área. La pieza más preciosa entre las encontradas es el colgante de jade de la segunda tumba, que evidentemente fue construida para uno de los «reyes de la serpiente», como se denominaba la dinastía por el símbolo de su linaje. Estrada-Belli afirma que es «el primer hallazgo de este tipo», dado que contiene una inscripción que confirma que el artefacto pertenecía a un rey de una ciudad lejana.
«Este es el collar de Yuknoom Ti Chan, el rey sagrado de Kaanul», reza la inscripción. Yuknoom Ti Chan fue uno de los reyes de la dinastía de la serpiente y su ciudad, Kaanul, en aquella época se ubicaba a 160 kilómetros del lugar donde fueron halladas las tumbas. La inscripción da evidencia de que los reyes de la serpiente querían conquistar Holmul y luchaban por ello con otras dinastías. «Se parece mucho a “Juego de Tronos” o a la Europa medieval», concluye Estrada-Belli, quien agrega que «esta joya nos dice que las influencias de la dinastía eran bastante penetrantes».
Diversas excavaciones efectuadas en Guatemala, han sacado a la luz, dos tumbas intactas que han escapado al saqueo de estos últimos 1300 años
Las tumbas, datan de la época anterior al colapso de la civilización Maya y en su interior se han encontrado tesoros que revelan la existencia de una guerra civil entre “reyes serpiente” y un reino rial.
Utilizando tecnología Laser desde Helicópteros, consiguieron realizar un minucioso mapa de la zona que revelo la existencia de dichas tumbas, se espera que con esta novedosa técnica, se descubran más estructuras.
El arqueólogo Francisco Estrada-Belli, de la universidad de Boston, comento en “The Guardian”
“…Estamos viendo la punta del iceberg…”
“…Vamos a tener que reescribir todos los libros de historia maya y de su compleja civilización, en estos momentos solo tenemos el 1% pese a llevar 100 años investigándola…”
La datación de las tumbas, se ha fechado entre el 650 al 700 d.C. Y se han localizado en la región de Petén, a 500 Km al Norte de la ciudad de Guatemala
La primera de las tumbas, está situada en una cámara dentro de una estructura piramidal y contiene el esqueleto de alguien de mediana edad.
Las incrustaciones en los dientes de ciertas piedras como jades, hematites, turquesas, cuarzos, serpentinas y cinabrios, revelan que pertenecía a la nobleza o la élite.
La segunda tumba encontrada, contiene también los restos de lo que parece ser una persona de mediana edad y está ubicada en otra pirámide, asimismo, tenía en su interior una serie de ornamentos decorativos.
Al parecer, y según el Epigrafista del equipo descubridor, Alexandre Tokovinine, las placas de jade encontradas, mencionan a una familia de reyes que gobernó a los mayas poco antes de su colapso, el emblema utilizado en el sello real, era la cabeza de una serpiente.
Se piensa que la dinastía de los reyes serpiente, entraron en guerra civil, aparentemente, por la disputa del trono, según algunos datos, este conflicto comenzó entre hermanos.
Nota de JL
Como vemos, nuevamente las dinastías reptiles parecen surgir con cada nueva investigación en las diversas partes del globo, la pregunta es ¿siguen esas dinastías entre nosotros y con más poder que nunca?, la respuesta a mi juicio es obvia.
Como “uros” o “urus” conocemos a una etnia distribuida por diversos territorios de Perú, Bolivia y Chile. Una etnia que, en el pasado, ocupó territorios más extensos y que hablaba una lengua denominada uruquilla, chhiw lüsñchi chhun o uchun maa taqu («nuestra lengua madre»). Un idioma que, lamentablemente, hoy se encuentra extinto y al que se relaciona con el actual chipaya, hablado en algunas partes de Bolivia. Hace unos 500 años que perdieron su lengua original. Cuando fueron conquistados por el imperio Inca, tributaban a ese imperio y, con frecuencia, fueron hechos esclavos.
Los urus se llamaban a sí mismos kjotsuñi, que traducido al castellano quiere decir hombres lacustres, y su origen étnico, diferente al de aimaras y quechuas, se remonta a épocas anteriores a los incas. De hecho, ellos no se consideraban hombres sino “urus”: la raza primigenia de América. Algunos expertos como Luis Lumbreras, sostienen que provienen de una migración directa procedente de la Polinesia, formando un grupo humano con un origen independiente al que fue ocupando América del Sur. Otros, sin embargo, defienden que descienden de los primeros pobladores de América.
Los urus originales no se consideraban a sí mismos hombres, sino la raza primigenia de América.
Rendían culto a figuras como el puma, el cóndor y la serpiente, pero su deidad principal era la luna, representada en los dibujos con que decoraban su cerámica hallada en Tiahuanaco. Se cree que dicho culto se debía a que la luna les servía para iluminarse durante sus jornadas de caza y pesca nocturnas. También adoraban al sol, a las estrellas y a numerosas divinidades protectoras de ríos, lagos, tierras, cosechas y ganados.
Por su parte, el profesor Juan B. Palao Berastain asegura que sus datos biológicos –comprobados a través del estudio de su ADN – indican que provienen de la Amazonía y que pertenecen al grupo de los Arawak. Según algunos estudios, el primer enclave donde se establecieron fue en las márgenes del lago Uru-Uru, y con el tiempo fueron perdiendo su pureza étnica al mezclarse con quechuas y aimaras.
Mapa explicativo de la localización geográfica de las poblaciones Uru en la actualidad.
Aunque por regla general se los describe como simples pobladores lacustres, dedicados a la pesca, lo cierto es que en el pasado también practicaron la agricultura y la ganadería en tierra, fuera de su ámbito lacustre tradicional. En la actualidad continúan manteniendo la tradición de la pesca artesanal, secando los peces al sol para conservarlos. También se dedican a la caza de aves silvestres y a la recolección de huevos de pato. Además, los hombres son hábiles constructores y conductores de balsas de totora, y las mujeres expertas tejedoras.
LOS URUS PERUANOS Y SUS ISLAS FLOTANTES
En Perú, los urus se caracterizan por habitar numerosas islas flotantes que se remontan a épocas prehispánicas y se localizan en la bahía de Puno, en el lago Titicaca. El número de familias que ocupa cada isla es bastante variable. Por regla general oscila entre tres y diez. Entre dichas islas destacan Tupiri, Santa María, Tribuna, Toranipata, Chumi, Paraíso, Titino, Tinajero y Negrone.
Tan llamativas islas flotantes son construidas sobre bloques de raíces de totoras (del quechuat’utura) o juncos, una planta perenne acuática, común en esteros y pantanos de América del Sur, cuyo tallo mide entre uno y tres metros, según las variedades. Estas raíces, al entrar en descomposición producen gases, que al quedar atrapados en la maraña de raíces ayudan a la flotación. Luego, por encima de estos bloques de raíces, colocan sucesivas capas de totora seca, sobre la cual construyen sus viviendas con el mismo material.
Gran parte de la dieta y la medicina de los urus también gira en torno a la totora. De hecho suelen comer el extremo sumergido y blanquecino de la caña del que obtienen el tan necesario yodo con el que previenen el bocio. Asimismo, cuando sienten dolor envuelven la parte del cuerpo dolorida con cañas. También suelen elaborar un té a base de flor de caña.
Mujer uru moliendo maíz sobre una isla flotante de totora.
La mayoría de las islas se halla dentro del área de la Reserva Nacional del Lago Titicaca y preservan su originalidad. En algunas, debido al incremento de población se han construido escuelas y algunos servicios.
Como “uros” o “urus” conocemos a una etnia distribuida por diversos territorios de Perú, Bolivia y Chile. Una etnia que, en el pasado, ocupó territorios más extensos y que hablaba una lengua denominada uruquilla, chhiw lüsñchi chhun o uchun maa taqu («nuestra lengua madre»). Un idioma que, lamentablemente, hoy se encuentra extinto y al que se relaciona con el actual chipaya, hablado en algunas partes de Bolivia. Hace unos 500 años que perdieron su lengua original. Cuando fueron conquistados por el imperio Inca, tributaban a ese imperio y, con frecuencia, fueron hechos esclavos.
Los urus se llamaban a sí mismos kjotsuñi, que traducido al castellano quiere decir hombres lacustres, y su origen étnico, diferente al de aimaras y quechuas, se remonta a épocas anteriores a los incas. De hecho, ellos no se consideraban hombres sino “urus”: la raza primigenia de América. Algunos expertos como Luis Lumbreras, sostienen que provienen de una migración directa procedente de la Polinesia, formando un grupo humano con un origen independiente al que fue ocupando América del Sur. Otros, sin embargo, defienden que descienden de los primeros pobladores de América.
Los urus originales no se consideraban a sí mismos hombres, sino la raza primigenia de América. (David Stanley/CC BY-SA 2.0)
Rendían culto a figuras como el puma, el cóndor y la serpiente, pero su deidad principal era la luna, representada en los dibujos con que decoraban su cerámica hallada en Tiahuanaco. Se cree que dicho culto se debía a que la luna les servía para iluminarse durante sus jornadas de caza y pesca nocturnas. También adoraban al sol, a las estrellas y a numerosas divinidades protectoras de ríos, lagos, tierras, cosechas y ganados.
Por su parte, el profesor Juan B. Palao Berastain asegura que sus datos biológicos –comprobados a través del estudio de su ADN – indican que provienen de la Amazonía y que pertenecen al grupo de los Arawak. Según algunos estudios, el primer enclave donde se establecieron fue en las márgenes del lago Uru-Uru, y con el tiempo fueron perdiendo su pureza étnica al mezclarse con quechuas y aimaras.
Mapa explicativo de la localización geográfica de las poblaciones Uru en la actualidad. (Public Domain)
Aunque por regla general se los describe como simples pobladores lacustres, dedicados a la pesca, lo cierto es que en el pasado también practicaron la agricultura y la ganadería en tierra, fuera de su ámbito lacustre tradicional. En la actualidad continúan manteniendo la tradición de la pesca artesanal, secando los peces al sol para conservarlos. También se dedican a la caza de aves silvestres y a la recolección de huevos de pato. Además, los hombres son hábiles constructores y conductores de balsas de totora, y las mujeres expertas tejedoras.
A los aborígenes aónikenk se les conoce también como Tehuelches y Patagones. Su territorio abarca desde el río Santa Cruz, hoy república Argentina, hasta el estrecho de Magallanes. Se piensa que esta etnia llegó a la zona magallánica alrededor de 12.000 años a.c. según algunos investigadores la palabra “aónikenk”, en su propia lengua, significaría “gente del sur”.
Su modo de vida:
Los Aónikenk fueron tribus nómades pedestres, cazadores-recolectores que se desplazaban por las estepas de la Patagonia en busca de animales para cazar y alimentarse. Antes de conocer el caballo hacían largos recorridos a pie, pero cuando los europeos trajeron este animal los aónikenk se transformaron en hábiles jinetes, los adoptaron como medios de transporte y pasaron a ser nómades ecuestres.
Se cuenta que al llegar la primera expedición de Hernando de Magallanes, en 1520, se produjo el encuentro entre un europeo y un aborigen austral. Éste habría sido un aónikenk al que Antonio Pigafetta describe como un hombre alto, corpulento y pies muy grandes. De ahí vendría también la denominación de Patagones.
Su estatura promedio llegaba al 1.80 m.
Hombres y mujeres eran robustos, de espaldas anchas, rostro grande, labios gruesos, nariz corta y ancha, ojos oscuros y pequeños. Tenían la piel cobriza, cabellos negros, lacios y largos hasta los hombros. Se pintaban el rostro de colores rojo, negro y amarillo cubriéndolo con líneas en una mezcla de grasa y tierras. Además, a veces se tatuaban el rostro o los brazos con finos cortes en loa piel que luego teñían con cenizas y tierras de color.
La familia Aónikenk:
Los Aónikenk formaban tribus compuestas de varias familias. El padre de familia ejercía autoridad en el hogar y a él debían obediencia la mujer y sus hijos e incluso también sus yernos y nueras.
Al llegar a la edad de casarse las muchachas se pintaban el rostro con una línea que corría desde el centro de la nariz hasta las orejas y desde allí se unía en el mentón. De esta forma manifestaban su interés en el matrimonio. El petrendiente “compraba” una esposa pagando con pieles de guanaco, sacos de plumas de ñandú o una cierta cantidad de tiempo de caza.
El matrimonio se consideraba aceptado cuando el padre entregaba a su hija al pretendiente que cumpliera con la dote y llevaba a la novia a su nueva vivienda. De ahí en adelante la mujer pasaba a ser posesión del marido. La distribución de las tareas era un tanto desigual. La función principal del hombre era cazar y traer el alimento al hogar. La mujer cocinaba, cuidaba de los niños, preparaba las pieles para las vestimentas, recolectaba leña, buscaba el agua, armaba, desarmaba y transportaba las viviendas, antiguamente a pie, posteriormente en las ancas de sus caballos. En el idioma de los aónikenk abundaba en consonantes, sobro todo de la letra k. como por ejemplo:
Aiken: lugar o paradero
Kon-aiken: lugar de vientos
Kaj: capa
Kau: toldo
Shotel-aiken: lugar de flechas
Sus vestimentas:
Los nativos aónikenkes o tehuelches usaban la piel de guanaco para cubrirse. Los hombres llevaban grandes capas, llamadas Kaj o Quillango, usando el cuero hacia fuera y la piel hacia adentro; las pintaban con motivos de zigzag, líneas y grecas en colores rojo, azul, amarillo y negro. No llevaba amarras, sino sólo se cruzaba en el pecho y se sujetaba con las manos. Las mujeres se cubrían con un manto largo que ajustaban sobre los hombros con un broche de metal, a menudo de plata. Bajo esta capa llevaban una camisa larga, sin mangas. Hombres y mujeres se adornaban con aros, prendedores, collares y cintillos de plata, cuero, conchas, huesos o plumas, e incluso algunos hombres se perforaban la nariz para colocarse una argolla. Como calzado llevaban botas o botines de piel de guanaco o zorro.
Sus viviendas:
Por ser un pueblo nómade, las viviendas de los aónikenk eran toldos livianos, cubiertos pieles fáciles de armar y desarmar, a los cuales llamaban Kau. La entrada era abierta y se protegía del viento con un trozo de piel a modo de puerta. El interior estaba dividido por pieles colgantes creando así varios compartimientos. La mujer elegía el lugar de instalación de la vivienda, parando en el lugar elegido por varias semanas o meses. A estos paraderos les llamaban “aiken”.
Sus alimentos:
El alimento fundamental fue la carne de guanaco y de ñandú asada al palo sobre las brasa. De estos animales usaban la piel, las plumas, sus huesos, su carne y sus huevos. Después que conocieron al caballo lo incorporaron también a su dieta alimenticia. Casi no comían pescado, tampoco vegetales y frutos puesto que en las estepas patagónicas no es fácil encontrar estos productos y los Aónikenk o tehuelches no lo consideraban indispensables. Sin embargo, fueron grandes consumidores de “yerba-mate” y tabaco.
Sus armas y herramientas:
Antes de la llegada de los europeos sus armas eran el arco y la flecha, pero cuando conocieron el caballo, no sólo cambiaron sus hábitos de caza sino también sus armas. Usaron con preferencia las lanzas, los lazos y las boleadoras, que eran pequeñas bolsas de cuero rellenas con piedrecillas o piedras del tamaño de un huevo y atadas a largas cuerdas. Cabalgando a gran velocidad en un caballo lanzando las boleadoras apuntando a las patas de los guanacos y ñandúes. También usaban estas armas contra los enemigos en los combates. Al tomar contacto con los colonizadores conocieron los sables, machetes e incluso las armas de fuego.
Los aónikenk fueron hábiles artesanos del cuero. Elaboraron monturas, correas y lazos y todo tipo de aperos para el caballo, incorporando así herramientas metálicas como formones, limas y hachas que trajeron los expedicionarios y colonos.
El baile y la música de los aónikenk:
Los aónikenk fueron, por lo general, personas alegres que se divertían celebrando fiestas y ceremonias en las que bailaban, bebían y comían hasta cansarse. A estas fiestas se les llamaba camarucos. Uno de los bailes típicos fue el “baile de los avestruces”, interpretado solo por hombres, mientras la mujeres acompañaban cantando alrededor de una fogata. Se pintaban el cuerpo de blanco, se vestían con un taparrabo y en la cabeza llevaban un tocado de plumas de ñandú. En el pecho se cruzaban un grueso cinturón de campanillas para llevar el ritmo de la música.
Uno de los instrumentos típicos se llamaba Kool, que era un pequeño arco de madera con cuerdas de crin de caballo. Se tocaba como un violín con un hueso de guanaco o ñandú. Este hueso se podía tocar también como flauta.
Sus creencias:
Para los aónikenk existían seres superiores que gobernaban todo lo que sucediera en la tierra y el universo. Uno de los más importantes era el Elal, creador de la vida, los animales y el mundo natural. Elal los protegía de gualicho, un ser malvado, causante de las desgracias que ocurrían a los hombres y a quien los aónikenk le tenían temor.
Creían en una vida futura, por lo tanto cuando morían envolvían el cadáver en una capa de piel de guanaco y lo enterraban junto a su caballo que lo acompañaría en su viaje al otro mundo. Podían sacrificar varios caballos, enterrados separadamente, por si el viaje era demasiado largo. Junto al difunto colocaban sus pertenencias valiosas y alimentos para el viaje.
¿Qué sucedió con ellos?
Los aónikenk o tehuelches también sufrieron el impacto de la cultura del os europeos. Sin embargo, aunque incorporaron más fácilmente las nuevas costumbres, tampoco se libraron de las enfermedades contagiosas, como la viruela, la tuberculosis. Al crearse las fronteras entre Chile y Argentina y comenzar la colonización perdieron sus tierras y no pudieron seguir desplazándose libremente por las pampas magallánicas. Finalmente los descendientes de aónikek que existían en chile a mediados de siglo XX., se mestizaron con los colonos o con miembros de otras etnias y hoy solo queda allí el recuerdo de algunas de sus costumbres y el nombre de ciertos lugares que evocan su lengua.
La instalación de las primeras estancias y luego de las grandes compañías (en especial inglesas o de algunos terratenientes) los fueron confinando a cada vez menos sitios en que instalarse … hasta terminar en algunos lotes o campos en que no eran mal vistos. Muchos pioneros “blancos” convivieron normalmente con ellos e incluso los empleaban en “sus” campos. Pero especialmente a algunos terratenientes les significaban una molestia, ya que ocupaban las tierras y empezaban a alimentarse de un animal nuevo en la zona … “el guanaco blanco” o para nosotros las ovejas. Aparecen así las primeras historias trágicas que podrá leer en páginas subsiguientes.
LA IMPORTANCIA DEL GUANACO
Las más antiguas pinturas en la roca muestran estilizaciones de guanaco que delatan que existían desde los tiempos más remotos. Parece que hacia el final de las glaciaciones, mas o menos hacia el 8000 A.C., se produjo un cambio climático de la tierra que trajo modificaciones en la fauna y en la flora.
pequeña punta de flecha
Desaparecieron las grandes especies animales, de las que la Patagonia fue panteón, y quedó dueño de todo el ámbito nada menos que el guanaco, a quien Pigafetta describió como animal “con cuerpo de camello y orejas de mula y relincho de caballo.”
Sólo el ñandú o avestruz americano compartía ese señorío animal; de tal modo que la caza de guanacos y avestruces corría siempre pareja y se hacía en forma conjunta. Pocos hombres arriaban muchos animales, utilizando técnicas arteras, hasta formar un rodeo, antes de entrar a usar las boleadoras de una, dos o tres bolas.
Tehuelches dedicados a tareas rurales (Libro “Patagonia Vieja”)
Los últimos tehuelches se van mezclando con los primeros obreros rurales que van llegando al territorio de Santa Cruz o bien se van segregando en mínimas comunidades indígenas … o peor aún caen diezmados sin remedio por las enfermedades, el alcohol o el exterminio como el caso de Onas y Yámanas. En las dos páginas subsiguientes encontrará relatos del exterminio de los pueblos Tehuelche y Ona. Prevenimos que los mismos pueden impresionarle y que fueron hechos reales (si bien puede discutirse sobre alguno que otro detalle).-¿Leyenda? -dirán muchos-; ¿cuento? ¿calumnia? -Tal vez; pero si de poco tiempo a esta parte no han sido enterrados, ahí están, en Cabo Domingo, formando un verdadero hacinamiento los huesos “pelados” de las víctimas. (José María Borrero ” La Patagonia Trágica ” año 1929).-
El siguiente es el relato original que desarrolla en su libro “La Patagonia Trágica”, un curioso protagonista de Rio Gallegos en aquellos años como lo era José María Borrero.
Ultimas tolderías tehuelches (foto de 1890).”Los únicos, los verdaderos primeros pobladores de Santa Cruz y Tierra del Fuego fueron los indios onas y tehuelches, a quienes ellos se encargaron de destruir y hacer desaparecer por medio de las balas, del veneno y del alcohol para quedar a sus anchas dueños y señores, como hoy son, dc las inmensas extensiones de tierra que explotan y que alcanzan a varios millones de hectáreas.
A cambio de unas cuantas botellas de whisky, ginebra, caña y aguardiente, de la peor especie, licores adulterados y de ínfimo precio se obtenían de pieles variadas y ricas, cerda, plumas de avestruz, oro también en polvo y pepitas y toda clase de productos, que los indios les entregaban!
Los primeros codiciosos pronto se dieron cuenta de que las numerosas tribus que poblaban la Patagonia y Tierra del Fuego, constituían para ellos un doble y grave peligro; primero, el de que les comieran las ovejas, de carne siempre más exquisita que la del guanaco y los mariscos, que constituían la base de su alimentación; segundo, el de que civilizados los indios poco a poco por contacto con ellos mismos merced a la tenaz y humanitaria labor de los misioneros salesianos, que ya para esa época realizaban su epopeya de evangelización en aquellas apartadas regiones, y apegados al terruño, como eran, reclamaran su parte de tierras acordándose de que eran argentinos, y amparados en sus antecedentes, historia y tradiciones, la consiguieran de los respectivos gobiernos, privándoles a ellos una gran parte del fruto de sus depredaciones.
Entonces resolvieron destruirlos en masa y los destruyeron, antes de que el mundo civilizado se apercibiera de su nefasta labor.
Foto del tehuelche “Soldado Viejo” quien frente a su toldería tocaba la diana vestido con el uniforme, recuerdo de haber sido el primero en hacer la conscripción.En las proximidades del río Santa Cruz y explotando una estancia de su propiedad, estancia que para mayor sarcasmo se denomina “El Tehuelche”, vive un inglés viejo, muy viejo ya, cuyo nombre no tengo escrúpulo alguno en decirle, porque él mismo, con la mayor naturalidad y como “chiste” especial refiere en algunas ocasiones, principalmente cuando está “tomado”, los hechos de que me hago eco; se llama Mister Bond.
Míster Bond cuenta, en ocasiones con orgullo y siempre como “chiste” especial que él personalmente fue “cazador de indios” y que por “méritos” propios ascendió a capitán de una cuadrilla de cazadores. Que al principio les pagaban a él y a sus compañeros de “faena” una Libra esterlina por cada “par de orejas” de indio que entregaban. Que como entre los cazadores había algunos demasiado blandos de corazón, que a veces se conformaban con cortar las orejas a sus víctimas sin matarlas, y como los “patrones” se apercibieran de la trampa por haber visto algunos indios desorejados se cambió el sistema y desde entonces no se pagaba la libra esterlina, sino a cambio de la cabeza, los testículos, los senos o algún otro órgano vital de eso que constituía la “gran caza” de la Patagonia.
Este míster Bond hizo asesinar en un solo día durante las masacres del año 1921, acusándolos de bandoleros, a diecisiete honrados trabajadores de campo, a algunos de los cuales adeudaba fuertes sumas en concepto de salarios por trabajos, que habían verificado en su estancia; fue una macabra “liquidación de cuentas” coma tantas otras que idénticamente se produjeron y que se detallarán en la segunda, parte de esta obra titulada Orgía de sangre.
Dibujo de navegante de 1670 en el estrecho de Magallanes.En cierta ocasión y en un punto de Tierra del Fuego, que se denomina “Spring Hill”, quedó varada una ballena. No se sabe si la marea la arrastró o si fue llevada de propósito. Lo cierto del caso es que fue vista primero por los perseguidores de indios y manipulada por ellos con toda clase de venenos.
Descubierta la ballena por varias tribus de onas, y golosos como son éstos de la grasa del cetáceo, se dieron el gran banquete y allí quedó el tendal de muertos, como si se hubiera librado una gran batalla; se calculan en unos quinientos o más; fue un día de “caza máxima” (un descendiente e historiador de la familia Braun argumentará años después que en realidad fue por causa del botulismo ya que era demasiado difícil el hecho de encontrar una ballena, ir por el veneno y “prepararla” en medio del oleaje).
.Por lo demás estas atrocidades se cometían con tan cínico desparpajo que esos mismos abnegados misioneros salesianos, cuya obscura y maravillosa obra de civilización no acabará nunca de admirar y agradecer la Humanidad, pudieron sorprender a una “cuadrilla” de cazadores de indios, tal vez la misma a que se refiere el episodio anterior; retratarla con una cámara fotográfica en actitud de acecho y caza y con el cadáver de un indio al pie.
Esta es una de las fotos mas crueles que puedan verse. Poper con otros cazadores en plena faena. A su pies yace asesinado un ona. (Gentileza Sr. Luis Paez)La fotografía del caso, precioso documento que constituye una prueba indubitable de la verdad de los acontecimientos que le relato, fue publicada sin escrúpulo alguno, con la valentía propia de quien no teme investigaciones ni elude responsabilidad en un álbum editado por la Orden Salesiana en la “Tipografía Salesiana” de Turín, durante el año 1907, con la siguiente inscripción al pie: Esta instantánea de algunos cazadores de indios en la Tierra del Fuego- hace comprender mejor que nada las miserables condiciones en que viven los fueguinos y la grandeza de los beneficios allí aportados por los Misioneros Salesianos.
El fundador de las estancias de José Menéndez, en Tierra del Fuego, era un inglés llamado Mac Klenan, a quien se conocía más por el sobrenombre de “Chancho Colorado”.
Hombre de alma atravesada y de perversos instintos, resultaba “Chancho Colorado” el tipo ideal para fundar estancias en aquellas épocas, en que el primer trabajo a realizar -trabajo de “roturación”- era la destrucción y exterminio de los indios, como para formar una “chacra” se extirpan y destruyen previamente árboles, raíces y malas hierbas.
Él fue quien organizó el trágico banquete de Cabo Domingo, cuyos horrorosos detalles erizan el cabello y espantan el ánimo del hombre mejor templado.
A este fin y valiéndose de diversos astutos emisarios, que suavemente se introducían en las “tolderías” de los indios, siempre mansos y confiados, les prometió cesar en la persecución sangrienta que tenía iniciada, ofreciéndoles al mismo tiempo una paz duradera en condiciones, al parecer, ventajosas. Él los proveería de “guanacos blancos” (así llamaban los indios a las ovejas), en cantidad suficiente para que pudieran comer, a condición de que verificaran sus correrías en pos de los verdaderos guanacos, que constituían la base de su alimentación, más al Sur, sin penetrar en las tierras por él ocupadas y sin perturbar, en consecuencia, la vida de las majadas en los campos en que pastaban.
Tehuelche lisiada por las calles de Rio Gallegos. Nótese la curiosidad de los caminantes y el nombre en inglés del comercio al fondo (foto Casa Roil).Aceptaron alborozados esta proposición y para sellar el convenio organizó “Chancho Colorado” una fiesta pantagruélica, que para los infelices indios debió vestir caracteres de verdadero banquete.
Después de algunas horas de comer y beber sin tregua, encontráronse los cuatrocientos o quinientos indios, que entre hombres, mujeres y niños habían concurrido a la “fiesta”, ahítos, cansados, hartos y borrachos, sobre todo borrachos, hasta no poder tenerse en pie.
Había llegado el momento propicio, la ocasión tan solícitamente buscada; en ese mismo instante comenzó y con toda rapidez se verificó la espantosa carnicería tan diabólicamente concebida.
Apostados Mac Klenan (a) “Chancho Colorado” y diez o doce de sus satélites en los cerros y montículos cercanos, a que antes me he referido, abrieron fuego contínuo y graneado con sus armas de repetición sobre aquel montón de seres indefensos y embrutecidos-¿Leyenda? -dirán muchos-; ¿cuento? ¿calumnia? -Tal vez; pero si de poco tiempo a esta parte no han sido enterrados, ahí están, en Cabo Domingo, formando un verdadero hacinamiento los huesos “pelados” de las víctimas.
Y para concluir voy a relatarle a usted algo increíble, fantástico, un hecho concreto que la más exaltada imaginación no podría producir por mucho que se la torturara.
Uno de los cazadores, que cobraban la libra esterlina consabida por cada cabeza de indio que presentaban, uno de los secuaces y cómplices del famoso “Chancho Colorado”, tuvo la visión remota de una mayor ganancia que la “libra esterlina”. Valiéndose de las mañas más inverosímiles, consiguió astutamente apoderarse de una familia completa de onas vivos, compuesta de once personas, entre hombres, mujeres y niños.
Puesto de acuerdo con el patrón de un buque ballenero francés, obligó a los pobres e infelices onas a embarcarse en la “ballenera”, que de inmediato levó anclas y puso rumbo a Francia, en cuyas costas desembarcó su rara y exótica carga, no sin que en la travesía hubieran arrojado a las profundidades del mar los cadáveres de dos de los desdichados “fueguinos”, que murieron…
Una vez en Francia, y conducidas a París, donde se celebraba la Exposición Universal del año 1889, las víctimas fueron introducidas en una jaula de hierro rodeada de una gran carpa, sobre la que flameaban banderas y gallardetes conjuntamente con letreros alusivos, que excitaban la curiosidad del público y atraían innumerables espectadores, que pagaban cinco a diez francos por contemplar aquel grupo de “caníbales” (así se les anunciaba).
Y he aquí cómo y de qué manera “nueve ciudadanos argentinos” – pues nunca los “fueguinos” han dejado de serlo- fueron públicamente exhibidos como “antropófagos”, comedores de carne humana, en la Ciudad Luz, en el cerebro del mundo, en la entraña de la civilización y del progreso. Y más todavía robusteció la creencia arraigada de que se trataba de verdaderos “antropófagos” el hecho de verles devorar ansiosamente pedazos de carne cruda, que a la vista del público y con ademanes teatrales se les arrojaba después de haberles sometido a largo ayuno y sabias y metódicas dietas; como antes le dije, la ilusión era completa, el negocio fabuloso, y al parecer, sin riesgo de ningún género.
Pero, amigo mío, son inescrutables los designios de la Providencia, y muy ocultos, aunque seguros, los caminos seguidos por Dios; poco tiempo duró la impunidad del criminal sujeto y vea en qué forma curiosa fue descubierto.
El reverendo padre José María Beauvoir, abnegado misionero salesiano, hoy un venerable anciano octogenario, que acompañó al general Roca el año 1879 en la conquista del Desierto, pasó largos años en Tierra del Fuego desarrollando su acción evangelizadora entre los indios onas y alacalufes. Hombre inteligente y progresista como era, y, sobre todo, amante del estudio, no tardó en penetrar el folklore ona, llegando a dominar en tal forma el idioma de los indígenas, que escribió un diccionario ‘ona-castellano “, que podrá usted encontrar en cualquier librería.
Pues bien, el año 1889 tocóle providencialmente al padre Beauvoir disfrutar de las vacaciones, que de tiempo en tiempo concede la orden salesiana a sus componentes y aprovechó tales vacaciones para regresar a Europa y visitar a su familia. Cumplidos los primordiales deberes afectivos y amante del estudio, como antes dije que era, pronto sintió la comezón de visitar la Exposición Universal de París y contemplar y admirar los progresos de la inteligencia humana en las ciencias, en las letras, en las artes, en las industrias, que allí se manifestaban en estupendo alarde.
Después de largas y continuadas correrías por el recinto de la Exposición, tropezó en su camino con una gran carpa, en cuyo frente había enormes letreros, en los que se leía: “Indios caníbales, antropófagos”.
Despertada su curiosidad, y más todavía por sus largos años de permanencia entre diversas tribus de indios, pagó la correspondiente cuota, penetró a la carpa, y… ¡cuál no sería su sorpresa al ver de primera intención quillangos (capas de hechas de piel de “chulengo”, es decir cría de guanaco ) que constituían la única vestidura y abrigo de los supuestos “antropófagos”!
Trémulo de horror y pleno de indignación, acercóse sigilosamente el buen padre Beauvoir hasta los barrotes de la jaula y aprovechando la ausencia momentánea del celoso guardián que los custodiaba, quien, por otra parte, no podía en modo alguno sospechar lo que iba a ocurrir, entabló con los “enjaulados” el siguiente diálogo:
-¿Qué hacen aquí? ¿Cómo llegaron?
-Nos cazaron y nos trajeron.
-¿Quién?
-Unos cazadores de allí.
-¿Quieren volver?
-Sí, sí. (Con lágrimas de ternura y alegría).
-Disimulen entonces, estén tranquilos; yo los libertaré; yo los llevaré.
-Gracias.
-Adiós.
-Adiós.Y con el alma palpitante de gozo por la buena obra que iba a realizar, compensando así los esfuerzos desarrollados para estudiar y comprender el idioma ona; allá fue el valiente y bravo misionero en busca de ayuda eficaz, de auxilio pronto, de socorro inmediato para salvar, para liberar, para rescatar a sus pobres indígenas vilipendiados. Y a fe que pronto encontró el auxilio buscado, y bien eficaz por cierto http://www.santacruz.gov.ar/cultura/biblioteca/patagoniarebelde/tehuelches.htm
Diccionario Tehuelche-Castellano
A
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Aamen : Búho ( Bubo virginianus nacurutú).
Aano / Aanón : Piche (uaedyus pichy pichy).
Ache : Mate.
Aéimen : Contar (números).
Agschem : Espíritu malo.
Agschenke : Máscara.
Aibeten : Murciélago.
Aienchorrenk : Jorobado.
Aike / Aiken: Vivir, morar, lugar donde se vive, paradero.
Aiken : Ver.
Aikenchen : Ciego.
Aiksh : Despierto.
Ail : Zorro colorado.
Airrtk : Cutis.
Aish : Hablar.
Aiush : Demente, loco.
Aiueshke : Enloquecer.
Ajemankenke : Escribano.
Ajen : Pintura, pintar.
Ajenue : Lápiz de color.
Ajken : Manantial.
Ajkn : Cuerpo.
Ajnun : Pintado, dibujado.
Akantek : Rosado.
Akel : Espina de algarrobo.
Alash : Correr.
Algó : Nombre propio femenino (“La que trae fruta de lejos” ).
Aljmaip : Dibujar.
Al : Gente, hombre (genérico).
Alenk : Hombre, varón.
All : Cerebro.
Allen : Idioma.
Alnkau : Gruta.
Allnk maip : Figura.
Allotoi : Pedir.
Aluen : Luz de luna.
Alueune : Escopeta.
Am : Grasa.
Amakáik : Nombre propio femenino (“Que tiene fuego, vida” ).
Amchue : Pito.
Amel : Niño, nene.
Amkeniketfaust : Desear.
Ane : Madre.
Anken : Estómago.
Anko : Padre.
Aoni : Sur.
Aonken : Sur.
Aorke : Sistema de cacería en cerco.
Ape : Plato.
Arantek : Rosado.
Archer : Bot. Zulupe (Ephedra)
Arenk : Seco.
Argüineshk : Declarar.
Ariskáiken : Tiempo de los guanaquitos , primavera.
Arke : De a pie.
Arresh : Desmayo.
Arshenekoij : Picana de avestruz asada.
Ashene : Maduro.
Asher : Vida.
Ashetenkoi : Picana de avestruz a la piedra.
Ashkan : Olla.
Ashpareo : Papa, tubérculo.
Ashtenkoij : Picana de avestruz asada.
Átele : Nombre propio femenino (“Ojos claros como el agua” ).
Ationk : Temprano.
Atpech : Fiesta de la primera menstruación.
Aubenk : Pato espejo.
Auek : Otro.
Auihorurish : Desafiar.
Auken : Cazar.
Aukenk : Marido , cazador.
Aukjesh : Desembarcar.
Aumkenk : Extranjero.
Aun : Peón, cautivo.
Aunkenk : Extranjero.
Aukol : Muñeca (anat.).
Aur / Aura : Pluma.
Axshem : Mit. Espíritu malo que vivía en un manantial.
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B
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Bai : Abuelo.
Baoenme : Fusil.
Batason : Nombre propio femenino.
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C
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Camusu : Ondear el pasto alto como si flameara.
Cápar : Nabiza silvestre, pequeña, muy dulce.
Cat iam : Cómo te llamas?
Chaakon : Hormiga.
Chacon : Hormiga.
Chaink : Grande.
Chakel : Peludo (Chaetophractus villosos).
Chaki : Guanaco macho y viejo.
Chaksel : Verdura.
Chakanme : Víbora.
Chakemer: Pato overo chico.
Chalí : Otra.
Chalten : Montaña sagrada. Azulado.
Chambal : Totora.
Chamel : Botas.
Chamenk : Enano.
Chamken : Espalda.
Chamtero : Chorlo (Oreópholus ruficollis).
Chank : Cañadón chico.
Chanum : Vizcacha (lagídium vizcacio boxi)..
Chapiten : Travesaños del toldo.
Char : Anat. Húmero
Charren : Llenar.
Charrenk : Lleno.
Chascot : Crudo.
Chat : Frutilla.
Chaunk : Desnudo.
Chautr : Hongo amarillo de los árboles (cyttaria).
Cheecre : Calandria.
Cheelkenue : Juego de niños.
Chej : Lana.
Chekarr : Escarcha.
Chekarren : Escarchar.
Chekorke : Rosado.
Chelelon : Mariposa.
Cheljelen : Const. las tres Marías.
Chemajen : Pintar las manos.
Chemkamj : Perforar con lezna manos y brazos.
Chen : Mano.
Chenchojken : Dorso de las manos.
Chenke : Sepultura (palabra de origen mapuche).
Cheperr : Insectos.
Cherchen : Trabajar.
Chergé : Bot. Corinto, parrilla.
Cherro : Piojo.
Chertejen : De lujo.
Chescheiush : Cortar.
Chescheuenk : Sajarse brazos, cara y piernas.
Cheten : Langosta.
Chetjarre : Loro, cotorra (cyanolyseus patagonus patagonus) .
Chetjen : Guanaquito, chulengo.
Cheuj : Hígado.
Chikrok : Zanjones.
Cho : Estiércol, ano, culo.
Choche : Un, uno.
Choche Seuen : día , un sol.
Chochej : Coipo (miocástor coypus melánops).
Choche ka vrr : Once.
Chochgenche : Novia.
Choekechek : Pichón.
Choiols : Constelación de la Cruz del Sur. Rastro de avestruz en el cielo.
Chojken : Dorso, espalda.
Chokechek : Pichón.
Chokeken : Meseta.
Chokorkomeneke : Descalzo.
Chol : Caballo oscuro.
Chopen : Loco.
Chote : Pato barcino.
Clachem : Contagioso.
Coguai / Coguoi : Caballo
Cormer : Embarazo.
Corpen : Junco, juncal, zorrino macho, macho que anda solo.
Coté : Desatar.
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Y agrego algunas frases que tenía transcriptas, con algun tiempo más tengo otras para transcribir, pero no prometo fechas
Aikén ush goln, jámeken nau : Vimos a un puma matar una guanaca.
Joiuen teuepen ma yike : Historia del pecho colorado con las visitas.
Nash ush haugesch sesh nau meric : Mañana nosotros cazaremos, habrá muchos guanacos allá.
Kater kat koonek : Marcas en madera de calafate.
Kake le keoto tálenke : Niños traigan agua y leña.
Matrs ueni talenk : Hagan botes chicos.
Tauke joshen, kau áineken jótenkel : Viento fuerte, aflojen los tientos de los toldos.
Ua ingue euken Kooloue : Hola cacique Kooloue.
Yeper oóiu ca sheuen, yeper gétenk : Carne de avestruz del gordo, carne buena.
Diccionario
Fuentes:
– Obras Completas de Ramón Lista
– Aborígenes de La Patagonia , José Maria Beauvoir
– Vida y Leyendas Tehuelches , Mario Echeverría Baleta
– Vida entre los Patagones , George Musters
Háblame de amor, cacique (Modesto Inacayal, el último de los grandes tehuelches)
Cuán difícil parece el intento de armonizar las guerras con los sentimientos buenos. Pienso de qué forma y de qué manera se puede extractar como en un movimiento quirúrgico y preciso un destello entre las inmensidades de lo oscuro.
El sur del país, la Patagonia, es un sitio lleno de belleza natural e interminable, donde el viento es el señor en el momento en que lo desee y donde las nevadas y las montañas son tierra y cielo en uno solo. No es un paisaje edulcorado, simplemente es intensamente bello. Cualquiera que percibiese el silencio estepario o el ronquido arrullado de arroyuelos de montaña, o el turquesa aniñado de sus ríos y hasta el frío poderoso que vence cualquier abrigo, seguramente entenderá de una vez por todas cuáles son los confines indefinidos la magia.
En esos espacios, allá al sur había nacido Modesto Inacayal aproximadamente en 1833. Era hijo de sangre real (como decimos los occidentales) o de caciques bravos. Su padre se llamaba Huincahual y era un viejo pehuenche (algo discutido aún) que controlaba sus tolderías y sus tierras con la sapiencia de los años y la bravura de sus lanceros. De su madre se sabe poco, aunque algunos viajeros atinan a decir que las mujeres casadas abandonaban el de solteras para siempre y tal vez por eso no se la describía con tanta certeza. En fin, cosas de culturas que debieran ser nuestras pero que aún no conocemos del todo.
Lo cierto es que Inacayal heredaba terrenos sin demarcar, horizontes abiertos y hasta las nevadas perennes de los inviernos sureños. Hay varias narraciones de viajeros que lo conocieron y hablaron de él: Pascasio Moreno, Lemhan Niestche, Tomas Harrington. Pero por alguna razón de simpatía elijo un viejo texto recuperado por la Biblioteca Nacional de Chile y que narra el viaje de un chileno intrépido llamado Guillermo Eloy Cox Bustillos.
Conociendo al cacique
Aquel viajero, asombrado de los bosques valdivianos y de la Patagonia toda emprendió un viaje de aventurero por tierras inhóspitas y por supuesto, ajenas. Con sus relatos y experiencias publicó un libro que escasamente se consigue, con el nombre de Viaje en las regiones Septentrionales de la Patagonia 1862-1863.
Durante esos meses, aquella fortuna de la creación le fue revelada seguramente evangelizando sus ánimas; y aunque no es aquí la intención hablar de este sujeto ni tampoco de las motivaciones políticas o geográficas que lo motivaran, al menos puedo permitirme una sonrisa con atisbos crueles al imaginar aquel pálido hijo de galeses intentando pronunciar mapuche: Trureupan, Curi Laufquen, Huentrupan, Quilquihue, Caleufú y así tantos más. Es dulce el mapuche, y difícil de recordar. Nunca fue escrito por sus dueños, solo por algunos blancos que intentaron la obligada traducción. Como si pudiera asirse en el entendimiento la sensación de la belleza.
Pero ya en las tolderías, Cox decía de Inacayal: “Me agradó al momento, tiene el ademán franco y abierto, la cara inteligente y sabe de castellano; de cuerpo rechoncho pero bien proporcionado. Le dije que había sentido mucho no haberle visto en mi primer pasaje por las orillas del Quem Quemtreu; que lo que había oído hablar de él me había inspirado mayor deseo de conocerle y tenía la esperanza de que me llevaría consigo hasta Patagónica. Me contestó que lo haría con mucho gusto, porque podía servirle en calidad de secretario en sus negociaciones con el comandante de Patagónica; y diciendo esto mandó que le trajeran las cartas que había recibido de ese pueblo.
El propio Cox termina admirando las destrezas del cacique, su habilidad y su encanto feraz. Dice de Inacayal: “Me gustaba ver a nuestro amigo Inacayal montado en su caballo overo, con freno guarnecido de plata, con grandes copas y estribos del mismo metal; las piernas forradas de sumeles nuevos, el pie armado de grandes espuelas de plata, chiripá de paño fino y una chaqueta de oficial de caballería argentino que le había regalado el Gobierno del Plata”.
Carajo con el jinete de la Patagonia. Por cierto que no parecía un criminal ni un feroz sujeto. ¿Y por qué habría de serlo? Después de todo tan solo era un hombre, en esos dominios que los dioses previeron para él, benditos por la hermosura y la libertad de la ausencia de alambrados. Un tipo común, del frío y de a caballo, hijo de Huincahual, amigo de Foyel y de Sayhueque, propietario de cientos de caballos, de estirpe y linaje… un hombre nomás.
El paraíso perdido. La campaña del desierto. Borges e Inacayal
¿Quién podría concebir una especie de contacto (aunque fuera en ideologías o desencuentros) entre un cacique patagónico y un genio invidente? Quién sabe, solo a veces el rompecabezas de la historia y sus pormenores nunca contados podrían encontrarlos.
Para Inacayal, de repente la extensión comenzó a desaparecer, a perderse en terrenos mensurados y entregados en dominio a quien sabe quién. Ellos, los antiguos, poco podían hacer ante los mismos fusiles que exterminaron pieles rojas en el Norte. La bravura, el honor y la determinación de aquellos guerreros de poncho y lanza quedarían (sencillamente) vencidos.
Es que la conquista del desierto consumía los recursos del Estado nacional para equipar tropas, mantener caballada, extender fronteras, facilitar la colonización y al paso exterminar tribus e indios impertinentes que ocupaban el lugar. Tropas regulares, soldados con entrenamiento suficiente para utilizar armas de fuego y un concepto de exterminio tan novedoso como eficaz hicieron de los colores del paraíso un rojo de muerte inevitable, atroz, imperecedera.
El Ejército del Estado arrasó aquellos sitios, y ese edén silvestre que parecía destinado a la inmortalidad simplemente se transformaba en el poderoso recuerdo de tiempos hermosos.
¿Y Borges? Hay un poema suyo que tituló Posesión del ayer. Recuerda allí las cosas extraviadas, las sensaciones que dejaran de perdurar, las sencillas y las graves. Dice así:
“Sé que he perdido tantas cosas que no podría contarlas y que esas perdiciones, ahora, son lo que es mío. Sé que perdido el amarillo y el negro y pienso en esos imposible colores como no piensan los ven. Todo poema, con el tiempo, es una elegía. Nuestras son las mujeres que nos dejaron, ya no sujetos a la víspera, que es zozobra, y a las alarmas y terrores de la esperanza. No hay otros paraísos que los paraísos perdidos”.
Y en eso, los caminos del escritor y del cacique no se bifurcan sino que coinciden, se unen, tropiezan, se sueldan. Los paraísos adquieren la forma de cada uno de los hombres del mundo, pasados y vividos…pero los que se pierden siempre son dolorosos, casi en identidad de condiciones para los mismos sujetos.
La última travesía
El cacique Inacayal fue uno de los últimos grandes jefes en darse por vencido. Hacia 1884, corrido por la zona de los lagos del sur y en compañía del cacique Foyel, resulta vencido en una batalla que puso fin a la Campaña del Desierto. Así las cosas, hambrientos y sin pertrechos ni alimentos Inacayal y Foyel se entregan en el fuerte de Junín de los Andes.
Eran guerreros y tal vez, como cualquiera supondría o deseara, serían tratados como camaradas. Después de todo, las armas sirven siempre para lo mismo: atacar o defenderse sin importar quién las use. Pero nada de eso pasó: Inacayal y su familia fueron apresados, sus parientes diezmados y sus pocas pertenencias destruidas.
Lo llevaron en el buque Villarino, junto a otros caciques con sus familias. Los dejaron tirados en la zona de astilleros sin territorios, guerras, dioses ni tampoco paraísos. Los sedujeron con alcohol y otras extravagancias occidentales, nada más que para abandonarlos a la buena de nadie y culparlos de vagancia.
Fueron considerados como curiosidades o rarezas, llevados al culto Buenos Aires simplemente para ser vendidos como sirvientes, como menesterosos esclavizados en manos de sujetos que entendían las cosas de una forma muy diferente. ¡Ay, Dios… habiendo tanta miseria y estos pobres infelices librados a cualquier destino! No hubo distingos ni contemplaciones, lo mismo era una mascota que el hijo con su madre, o sin ella.
Vivir y morir
El cacique había sido un hombre noble, seguro y recto. Cuando los blancos aparecían indagantes sobre sus dominios del sur, siempre los recibió con respeto y acertado juicio. Quizás por eso le valió el reconocimiento de muchos de ellos y sobre todo la amistad del perito Moreno.
Quiso la casualidad que cuando Inacayal y su familia penaba en Buenos Aires monitoreada por el Ejército, el propio Moreno lo llevó a habitar en el Museo de La Plata. Parece una gratificación de amigos, pero no estoy tan seguro. Porque ellos habitaban los sótanos, entre la humedad y los encierros que acumulaban en sus almas el desconcierto y la pena. ¿Cómo si no podrían sentirse aquellos seres humanos acostumbrados a convivir con la creación en su plenitud, encerrados entre paredes y formoles?
Su estancia allí no eran vacaciones. Eran exhibidos a los visitantes y científicos, humillados con fotos denigrantes y desnudeces procaces, asustados entre muestras del cuaternario y huesos desarticulados de especies desaparecidas.
Quiso toda esa desazón (tan lejos de los dioses pampeanos) que la mujer de Inacayal enfermara de muerte. Nada pudo hacer (casi diría que nada quiso) la ciencia de los hombres blancos para salvarla y así nomás, ella se murió.
Curtieron sus huesos, estudiaron sus órganos, reconocieron sus dientes y cabellera, pelaron su cuerpo y con unas etiquetas, metieron los restos en una vasija. La dejaron en una estantería como una muestra más, entre animales y fósiles, descarnada, como un objeto descartable con simple valor científico.
Dicen que el cacique Inacayal, aquel señor de la Patagonia, pasaba horas y días observando la vasija con el cuerpo de su mujer. Mirando el ánfora quizás a la espera del milagro de la resurrección, consumía sus pocas reservas físicas y la nada espiritual. Mascullando la bronca de un guerrero prisionero y de un hombre cautivo, murmuraba frases ininteligibles durante todo el tiempo.
Así fueron diezmando sus ternuras, entregando sus descendencias y mutilando sus afectos. Pienso en el dolor del alma, ese que corroe con una fuerza indetenible hasta mutilar para siempre, el mismo que difícilmente pueda reconvertirse en fortaleza y lleva a la desesperación y el hastío. El cacique Inacayal enfrentó este dolor con la misma valentía con que supo combatir tribus y soldados de línea.
Pero no pudo. Un día de setiembre de 1888, sobre la parte alta de la escalera monumental del Museo de Ciencias Naturales de La Plata donde vagaba y divagaba ausente, el gran cacique (sostenido por un par de indios) se irguió inhiesto sobre los mármoles. Se arrancó aquellas ropas de sus captores y con el bronce de su piel en ardor de fuego y cicatrices castrenses, realizó posturas y ademanes de veneración al Sol y algunos dioses que nunca conoceremos. Eso es un ritual, una serie de movimientos que preludian las proezas aunque esta se llame muerte.
Inacayal se invocó, quiero creer que sintió en su alma la satisfacción del invencible (después de todo, solamente lo habían derrotado); y entonando canciones e himnos en su idioma ancestral e intraducible, las escaleras recibieron su rodante cuerpo.
A la noche, había muerto.
* SERIE:
Caciques, cautivas y algunos héroes sin recuerdo: Serie realizada en exclusiva para Diario UNO a partir de la documentación obrante en diferentes reservorios (Archivo General de la Nación, Biblioteca Nacional de la República Argentina, Archivo General de la Provincia de Entre Ríos, Archivo Histórico Patrimonial de Valparaíso y otros).
* APUNTES:
los restos de Inacayal fueron exhibidos en el mismo museo de La Plata. Recién en 1994 se restituyeron los restos a la comunidad originaria. Sin embargo, fueron encontradas en las galerías del Museo el cerebro, el cuero cabelludo y la oreja izquierda que no fueron remitidas en su momento. Aún se lucha por la restitución de estos restos pendientes del cacique Inacayal.
Arroyo Seco 2 es un yacimiento arqueológico situado a 5 kilómetros de la ciudad de Tres Arroyos, Argentina. Ubicado en una lomada, entre el Arroyo Seco y una laguna pequeña, fue descubierto por aficionados a la arqueología en la década delos años 70 del pasado siglo. Desde entonces, ha sido cuna de algunos de los hallazgos más importantes de la región, llegando hasta dataciones de hace 12.500 años. En él se han descubierto restos humanos, mamíferos del Pleistoceno y abundante instrumental lítico. De hecho se han recuperado 46 esqueletos humanos de diversos enterramientos individuales y múltiples, entre los que se incluyen algunas osamentas infantiles y algunos ajuares funerarios formados por collares, adornos, dientes de zorro y pigmentos minerales.
Ahora, según informaciones publicadas por el portal Noticias de la Ciencia, el análisis radiocarbónico –que mide las concentraciones del elemento químico carbono 14– de un hueso de caballo y otros materiales confirma una datación aún más antigua: 14 mil años. Las conclusiones de este estudio se publicaron días atrás en la revista PLOS ONE.
Si bien el material óseo se encontró hace ya algunos años, por medio del presente estudio fue sometido a un método de datación radiocarbónica mediante el uso de un acelerador de partículas en Estados Unidos.
“Estoy a cargo de las excavaciones de ese lugar desde hace tres décadas, y si bien no se han encontrado restos humanos de esta antigüedad, este hueso largo de caballo americano extinto tiene marcas muy claras de acción antrópica: una fractura producto de un golpe contra un yunque. (…) Lo que se analizó de manera muy precisa es el colágeno del hueso, y el resultado indica que vivió hace 14 mil años, lo cual reconfirma la hipótesis de presencia humana ya en ese entonces”, ha explicado Gustavo Politis, investigador superior del CONICET y director del Instituto de Investigaciones Arqueológicas y Paleontológicas del Cuaternario Pampeano (INCUAPA, CONICET-UNICEN), donde dirige un grupo dedicado al estudio de la región pampeana.
Radio de un ejemplar de Equus neogeus (caballo prehistórico extinto) datado en el 12170 a. C. con un margen de error de 45 años. Tres vistas del hueso en las que se señalan los impactos. (B) Vista detallada de muescas y hendiduras en la superficie de los huesos. Las líneas punteadas señalan la máxima profundidad y anchura de las marcas.
Aunque el científico afirma que eso es mucho tiempo para la datación más antigua conocida de la ocupación humana en esta región del planeta, reconoce que tampoco es algo insospechado.
“Primero, porque ya habíamos encontrado otras piezas de esa antigüedad, específicamente restos de un megaterio, un perezoso gigante que habitó América durante ese período. Y en segundo lugar, por el antecedente de Monte Verde, un sitio arqueológico chileno aproximadamente de la misma antigüedad y que se estudia hace 30 años,” ha aclarado Gustavo Politis.
Gustavo Politis, en el centro y de espaldas, dirigiendo los trabajos en las excavaciones del yacimiento arqueológico Arroyo Seco 2.
Unos primeros grupos humanos que estarían formados por cazadores-recolectores nómadas que habrían vivido en pequeños campamentos. Hasta el momento nunca se han encontrado restos de proyectiles de piedra, que sí han aparecido en cantidad en yacimientos más recientes.
“Creemos que Arroyo Seco está vinculado a la primera expansión humana desde el nordeste asiático en América. No creo que sea lo más antiguo; ya que conforme avanzan las investigaciones podrían aparecer registros anteriores, pero hay que tener en cuenta que no eran sitios de ocupación prolongada, y por lo tanto es difícil visibilizarlos. (…) Quizá utilizaban puntas de lanza de madera, y por eso no se han conservado. Lo que sí se ha podido determinar es que esta gente hacía visitas frecuentes a las sierras de Tandilia, distantes a 150 kilómetros, para proveerse de materia prima. Entonces seguramente emplearían algún instrumento cortante, imprescindible si cazaban y comían grandes mamíferos”, continúa reflexionando el experto.
Muestra de piezas líticas halladas en niveles asociados con fauna extinta: (a) rascador lateral, cuarcita; (b) escama retocada, cuarcita; (c) escama retocada, cuarcita; (d-e) rascadores hechos con guijarros de playa redondeados; (f) guijarro con talla bipolar. Todos estos materiales fueron recuperados en la zona inferior de las unidades Y y S, y en la zona superior de la unidad Z.
Según explica Politis, las evidencias de Arroyo Seco 2, junto con las recuperadas en Patagonia y Chile, muestran el final de la expansión del Homo sapiens en el mundo.
“Son datos que contribuyen a la idea de que los seres humanos llegaron a América después de la última glaciación, producida hace entre 22.000 y 18.000 años. Creemos que empezaron a arribar desde Asia cuando los hielos se fueron derritiendo, bordeando litoralmente la costa pacífica en algún medio de navegación hasta lo que hoy es EEUU y México, y de ahí se expandieron relativamente rápido por el continente”, ha apostillado finalmente el arqueólogo.
Tlaltecuhtli es una deidad precolombina perteneciente al período Post-Clásico mesoamericano (ca. 1200-1519) a la que rendían culto los mexicas y otras culturas de habla náhuatl. Nos referimos a ella como diosa porque, aunque su nombre es masculino en la lengua náhuatl, en la mayoría de representaciones se exponen, claramente, sus características femeninas. De hecho, se la suele representar en la típica posición de una mujer parturienta a la hora de dar a luz.
Esta diosa de la antigua Mesoamérica era conocida gracias a varios manuscritos coloniales mexicanos y a la Histoire du Méxique, una compilación sobre la cultura mexicana escrita a mediados del siglo XVI. La tradición describe a Tlaltecuhtli como un monstruo marino que vivió en el océano después del cuarto diluvio, como una encarnación del caos. Quetzalcóatly Tezcatlipoca, bajo la forma de serpientes, la partieron por la mitad, arrojando una de las mitades hacia arriba para crear el cielo y las estrellas y lanzando la otra mitad hacia abajo para que se convirtiera en la tierra.
Ilustración de Quetzalcóatl en el Códice Borgia
“Posteriormente, los dioses hicieron con las partes de su cuerpo todas las cosas de vida: su pelo se convirtió en árboles, flores y hierbas; su piel, en los prados; sus incontables ojos, en pozos de agua; sus bocas, en grandes ríos y profundas cuevas; y sus narices en montañas. El mito describe que a la diosa de la tierra se la oía llorar en las noches porque sufría enormemente, rogando ser alimentada con corazones y sangre humanos, la única medicina que aliviaba su dolor. (…) El precio de tal ruptura fue que Tlaltecuhtli, como la primera víctima de la creación, exigió que otras víctimas la alimentaran. Tlaltecuhtli, a través de su muerte y resurrección, se convierte así en el símbolo de la renovación constante mediante el sacrificio”, explica la doctora Diana Magaloni Kerpel, ex directora del Museo Nacional de Antropología, en la propia página web del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) de México.
Por tanto, Tlaltecuhtli era la encargada de devorar los cadáveres: la carne y la sangre eran su alimento. Luego paría el alma de cada persona para que pudiera iniciar el viaje al Mictlán, si moría de forma natural; al Tlalocan, si sucumbía en una muerte relacionada con el agua; o rumbo al sol, si eran mujeres fallecidas durante el parto, guerreros o tlatoanis. Sin embargo, pesar de ser una de las deidades más veneradas por los mexicas, Tlaltecuhtli no desempeñaba un gran papel en su religión. De hecho no se la ve aparecer más que en el calendario adivinatorio, mientras que su nombre es mencionado en algunas invocaciones, en las que se le prometen sacrificios.
Hace diez años, el 2 de octubre del 2006, de entre los restos del antiguo centro ceremonial deMéxico-Tenochtitlán, resurgió Tlaltecuhtli, tras llevar más de 500 años sepultada. Aquel día, un equipo de especialistas perteneciente al Programa de Arqueología Urbana del INAH descubrió la mayor escultura mexica recuperada hasta hoy con sus 4,17 x 3,62 metros, 40 centímetros de espesor y cerca de 12 toneladas de peso. Tan colosal monolito de piedra fue extraído en la intersección de las calles República de Argentina y Guatemala, en el Centro Histórico de la Ciudad de México. Actualmente, el monolito de Tlaltecuhtli ocupa un lugar central en el Museo del Templo Mayor (MTM) de Ciudad de México.
El monolito de Tlaltecuhtli representa a un ser antropomorfo femenino, de cuerpo entero, del que se puede percibir su anatomía con toda nitidez a excepción de la cadera y el bajo vientre, ocultos bajo una falda corta. Los brazos, abiertos hacia el exterior, se doblan en ángulo recto hacia arriba para quedar en alto. Sus piernas también se despliegan hacia afuera con los muslos en diagonal, dirigidos hacia los codos pero flexionados hacia abajo, a la altura de las rodillas, reflejando, como si de un espejo se tratase, el gesto de los brazos. Tan peculiar posición asombra a los especialistas y estudiosos de todo el mundo. Entre las posibles interpretaciones destacan la que la vincula con la postura de un batracio y la que la identifica con un alumbramiento. Por ello fue que, a partir del 2006 y de su descubrimiento, se reforzó la teoría de Tlaltecuhtli como una deidad femenina con cabellos rojizos y rizados.
El monolito de Tlaltecuhtli se encuentra expuesto en el Museo del Templo Mayor de Ciudad de México.
La enorme pirámide, oculto a la vista, tiene una base de cuatro veces el tamaño de la Gran Pirámide de Giza. En tamaño, esta pirámide se compara con NUEVE piscinas de tamaño olímpico. Los investigadores no tienen idea de quién construyó esta estructura masiva, pero las leyendas dicen que fue erigido por los Gigantes.
Mientras que la gran pirámide de Giza es una estructura antigua maravillosa que con derecho tiene el nombre de la gran pirámide de Egipto, no es la pirámide ‘más grande’.
De hecho, hay muchas otras pirámides masivas repartidos por todo el mundo que, como la gran pirámide de Giza, es una prueba de que hubo civilizaciones avanzadas en la antigüedad.
Durante cientos de años, esta enorme pirámide ubicada en México se mantuvo oculto a la vista en el interior de una montaña. Oculto a la sociedad, cubierto por la hierba, los árboles y las capas profundas del suelo, la Gran Pirámide de Cholula es considerado el monumento más masivo que se haya construido en la superficie de nuestro planeta.
La pirámide es tan grande que la Gran Pirámide de Giza se ve como una construcción fácil.
Con una base de veces el tamaño de la pirámide de Giza, la Gran Pirámide de Cholula es realmente una hazaña impresionante logrado en el pasado distante.
En la parte superior de la masiva pirámide, los conquistadores españoles encabezados por Hernán Cortés, construyeron una pequeña iglesia sin saber que debajo de ella había una masiva pirámide como ningún otro en la Tierra.
De hecho, no fue hasta 1910 cuando se descubrió la gran pirámide de Cholula.
Según los arqueólogos, la Pirámide de Cholula se encuentra en las cercanías de Tenochtitlan, una de las ciudades antiguas más importantes -y capital del antiguo Imperio Azteca.
La enorme pirámide situada en la actual Puebla es de 450 metros de ancho y 66 metros de altura y se compara con el tamaño de NUEVE piscinas de tamaño olímpico. En otras palabras, es masiva.
Curiosamente, según los investigadores, no sólo es la gran pirámide de Cholula la pirámide más grande del planeta, se cree que es el monumento más grande construido hasta la fecha.
La gran pirámide de Cholula es llamado por los locales, Tlachihualtepetl, que traducido significa ‘montaña artificial. «Curiosamente, debido al hecho de que una iglesia fue construida por los exploradores españoles en el pasado, se considera como la estructura más antigua continuamente ocupada Centroamérica.
La edad exacta de la masiva pirámide sigue siendo un enigma, pero de acuerdo a los investigadores, cuando Hernán Cortés y sus tropas llegaron a México la gran pirámide de Cholula estaba ya por miles de años cubiertos por la vegetación.
Sin embargo, hay algunos que creen que la Gran Pirámide era tan sagrado e importante para la gente antigua de Cholula que cubrían la pirámide con el suelo a propósito con el fin de ocultarlo de los conquistadores españoles.
Sin embargo, si el mero tamaño de la Gran Pirámide de Cholula no es fascinante, entonces el hecho de que esta estructura no es una sola pirámide, sino seis estructuras construidas una encima de la otra debe serlo sin duda.
Todavía hay muchos misterios sobre la pirámide. Los investigadores estiman que la estructura creció en diferentes etapas mientras diversas civilizaciones antiguas mejoraron diversas partes del mismo.
Los investigadores estiman que la Gran Pirámide de Cholula fue erigida en algún momento alrededor de 300 a.C., pero eso sigue siendo uno de los enigmas centrales que rodean el monumento.
Según las leyendas antiguas, un gigante construyó esta estructura masiva.
El nombre Cholula significa “agua que cae en el lugar de la vida”. Según la mitología, fue construida por el gigante Xelhua, que logró salvarse del diluvio universal.
A continuación, un extracto de la obra Cholula 2000 tradición y cultura del escritor Rodolfo Herrera Charolet (1995):
“… En la época del diluvio moraban sobre la tierra los gigantes, muchos perecieron sumergidos en las aguas, algunos quedaron convertidos en peces y sólo siete hermanos se salvaron en las grutas de la montaña Tlaloc… Xelhua el gigante fue al sitio que después se llamó Cholollan y con grandes adobes fabricados en Tlalmanalco, sitio muy distante, y conducidos de mano en mano por una fila de hombres tendida entre ambos puntos comenzó a construir la pirámide en memoria de la montaña en donde fue salvado. Irritado Tonacatecutli padre de todos los Dioses que la obra amenazaba con llegar a las nubes lanzó el fuego celeste y con una gran piedra en forma de sapo mató a muchos de los constructores dispersándose los demás, y no pasó adelante la construcción…”
‘Chachapoya’ significa algo similar a la “gente de las nubes”, por la zona húmeda y nublosa en la que vivieron
Sarcófagos de Karajia, de la cultura Chachapoyas
En el área que actualmente ocupa el departamento de Amazonas de Perú, en una zona totalmente boscosa, se desarrolló la cultura de los chachapoyas. Se trata de un pueblo preincaico que existió entre los años 700 y 1470, aunque sus raíces históricas se hunden más profundas en el tiempo. Así lo demuestran los testimonios de arte rupestre de las paredes rocosas de cuevas de la provincia de Utcubamba. Como ocurrió en casi todas las Indias, sucumbieron con la llegada de los españoles que diezmaron su población con las enfermedades desconocidas que traían del viejo continente, hasta hacerlos casi desaparecer.
Aunque la palabra que los defines pueda sonarnos algo grotesca, etimológicamente “chachapoya” significa algo similar a la “gente de las nubes”, por la zona húmeda y nublosa en la que vivieron. También recibieron otros apelativos como los sachapcollas o collas silvícolas.
Habitaron las tierras del margen derecho del río Marañón, al sureste de los bracamoros, aunque su centro neurálgico giraba en torno al valle del río de Utcubamba, topónimo que se traduce como el “territorio de los agujeros o cuevas”. Posiblemente se extendieron por el sur hasta el río Abiseo, afluente del Huallaga, donde se levanta la ciudadela de Gran Pajatén.
Los textos que nos ha legado el Inca Garcilaso de la Vega indican que el territorio de los Chachapoyas, teniendo en cuenta que una legua equivale a unos cinco kilómetros, era tan extenso que le “pudiéramos llamar reino porque tiene más de cincuenta leguas de largo por veinte de ancho, sin lo que entra hasta Muyupampan que son treinta leguas de largo”.
El territorio que ocuparon, efectivamente, se extendía de norte a sur por casi 400 kilómetros desde el río Marañón, en la zona de Bagua, hasta la cuenca del río Abiseo, donde se halla la ciudadela de Gran Pajatén, y hasta el río Chontayacu más al sur aún. Por tanto, habitaron toda el área septentrional del actual departamento de Amazonas, ciertas zonas del noroeste de San Martín y algunas partes del extremo oriental de La Libertad.
La cultura Chachapoyas, como tal, posiblemente tuvo sus orígenes a comienzos del siglo VIII y floreció a partir del XI. Se tiene constancia de que en 1470 perdieron su independencia política, al caer en manos de los incas, y de que posteriormente se comenzaron a difuminar con la llegada de los españoles al Perú.
Por tanto, los chachapoyas fueron conquistados por los incas, en la época en la que Tupac Inca Yupanqui gobernaba el imperio, y luego por los españoles. Elcronista Cieza de León, natural de Llerena (Badajoz), los describió físicamente indicando que “son los más blancos y agraciados de todos cuantos yo he visto en las Indias que he andado, y sus mujeres fueron tan hermosas que por serlo, y por su gentileza muchas de ellas merecieron ser de los incas y ser llevadas a los templos del sol”. Además “andan vestidas ellas y sus maridos con ropas de lana y por las cabezas solían ponerse llautos, que son señal que traen para ser conocidas en todas partes”.
Según algunas estimaciones, su población pudo rondar los 400 mil habitantes, aunque con la llegada de los españoles se redujo a unos 20 ó 30 mil, principalmente por el contagio de las nuevas enfermedades que traían los conquistadores. Posteriormente se fueron diluyendo en el tiempo hasta perder su rastro.
Los yacimientos arqueológicos más representativos que nos han llegado, fundamentalmente, son unas grandes aglomeraciones de edificios circulares construidos en piedra situados en la provincia de Chachapoyas. Destacan los deOlan, en el distrito de Marical Castilla; La Congona, en el de Leimebamba; yPurunllacta, en el de Cheto en el Monte Peruvia.
Por otro lado, en la provincia de Luya, destaca la fortaleza de Kuélap que se encuentra en distrito de El Tingo en el departamento de Amazonas. Esta monumental construcción se emplaza en la cima de una montaña, a unos 3000 metros sobre el nivel del mar, sobre una plataforma de potentes muros levantados con piedras uniformes y careadas. Según parece, la mayor parte de los 400 recintos que se emplazan sobre la enorme plataforma pudieron ser depósitos de alimentos. Es más, para autores como Kauffman Doig, es posible que Kuélap fuera un importante centro administrativo agrario, donde también se pudieron realizar ciertos rituales propiciatorios para la fertilidad.
Y, por último, en el actual departamento de San Martín sobresale la ciudadela de Gran Pajatén. Está compuesta por unas 26 estructuras circulares de piedra, numerosas terrazas y escaleras. Sus edificios principales están decorados con mosaicos de pizarra que muestran aves y motivos geométricos humanos.
Sin embargo, no sólo tenemos constancia de los yacimientos en los que desarrollaron su vida los chachapoyas, sino también de los que les sirvieron como lugar de descanso eterno. Principalmente, conocemos dos formas funerarias diferentes: los sarcófagos y los mausoleos. Los sarcófagos son sepulcros unipersonales que reproducen el contorno humano. Destacan los que se encuentran en el departamento de San Martín. Asimismo, los mausoleos son monumentos funerarios como los que se encuentran en La Petaca, en el distrito de Leimebamba.
Ambas formas funerarias se caracterizaban por emplazarse en cavernas naturales o excavadas en laderas verticales inaccesibles. Destacan los sarcófagos de Carajía, los mausoleos de Revash, la Laguna de los Cóndores, Los Pinchudos, los mausoleos de Tingobamba o los de Ochin.
Cabe subrayar que los chachapoyas eran buenos artesanos. Se han encontrado muestras de que eran grandes tejedores, como los restos de la orilla derecha del río Pisuncho, los de Carajía o los de la Laguna de las Momias, entre otros lugares. Además hay evidencias de que decoraban los mates con figuras pirograbadas, esculpían la piedra, tallaban la madera y realizaban pinturas murales excepcionales, como las de San Antonio en la provincia de Luya.
Por último, indicar que la cerámica de los chachapoyas era algo tosca, tanto en su manufactura como en su decoración, que se limita a motivos acordonados o “achurados”. Aparecen otros tipos de cerámica por sus territorios, como una negra bien alisada de la alfarería chimú u otras procedentes de zonas como Cajamarca, que pudieron ser fruto de posibles intercambios comerciales.