Quienes tienen la fortuna de ser padres, seguramente saben lo complicado y también desesperante que puede llegar a ser el tener que calmar a un niño cuando éste se encuentra enojado, llorando o haciendo berrinche. La mayoría no está seguro de lo que en realidad desean o simplemente no se toman el tiempo de averiguarlo y lo que más fácil se les hace es darles algo para que se entretengan y dejen ese comportamiento desquiciante.
Una golosina e incluso un juguete parecen ser buenas opciones, sin embargo, ¿qué pasa con aquellos padres que optan por prestarles el celular o la Tablet?. Para aquellos padres que piensan que el darles un aparato electrónico es la solución, les tengo una simple sugerencia: ¡dejen de hacerlo inmediatamente!.
Un grupo de investigadores han hecho un estudio sobre esta acción y han determinado que sin darse cuenta los padres están afectando gravemente el desarrollo de personalidad de sus hijos.
Ser padres no será fácil pero sería bueno practicar más la paternidad y estrechar lazos con ellos, no alejarlos con esas acciones que a la larga con su práctica podría causar un daño irreversible en ellos.
Desafortunadamente, cada vez son más los padres que recurren a esta ¨solución¨ cuando ya no saben qué hacer con la actitud de sus hijos. Fácilmente se rinden y no optan por la opción de tratar de tranquilizarlos, hablar con ellos o consolarlos, simplemente se inclinan por la ¨salida fácil¨. Sin embargo ignoran que este acto de rendición sólo traerá consecuencias que no están visualizando hoy.
JAMA Pediatrics reveló un estudio en donde se centraban en este tema, relata que lo más habitual para los papás es relajar o calmar a los pequeños usando el televisor, un celular, computadoras o tablets y todo se deduce a que en realidad tienen muy poco control sobre ellos y no saben de qué manera lidiar con el temperamento energético de éstos.
La doctora de la Universidad de Boston y autora de dicho estudio mi, , reveló haber advertido muchas veces a los padres que esta acción está mal, porque además de truncar el desarrollo de la personalidad, también están afectando el desarrollo del lenguaje, ya que el niño pasa más tiempo jugando con aparatos que interactuando con personas.
Hay personas que contrastan esta versión diciendo que el uso de smartphones y tablets ayuda a los niños a hablar y mejorar su vocabulario, sin embargo, Radesky contratacó argumentando lo siguiente: ¨si estos dispositivos se convierten en un método habitual para calmar y distraer a los niños, ¿ellos serán capaces de desarrollar sus propios mecanismos de autorregulación?¨ definitivamente el querer ¨distraer¨ a los niños que se aburren o lloran con un aparato, les impide poder generar su propia forma personal de entretenimiento.
No obstante y pese a contradicciones, la doctora Radesky señaló que el abuso de estos dispositivos durante la infancia, podrían interferir con su desarrollo de la empatía, sus habilidades sociales y de resolver los problemas, que generalmente se obtienen de la exploración, los juegos no estructurados y la interacción con amigos.
Así podemos determinar que el dar un aparato electrónico a nuestros hijos para tranquilizarlos, definitivamente no es la mejor opción, el que se tranquilicen depende de ti y de sus capacidades. La mejor opción es tratar de calmarlos a través de las palabras, escucharlos y atenderlos, ya que estos a su vez mejorarán sus ansiedades y aprenderán a controlarse poco a poco. Tal vez tomará tiempo, pero ningún camino es fácil cuando realmente vale la pena.
La clave de la felicidad parece estar relacionada con utilizar todos nuestros sentidos y prestar atención a la información que nos llega a través de ellos: desarrollar una consciencia presente y plena. Numerosos estudios de la Psicología positiva han puesto de manifiesto que el bienestar psicológico se alimenta de la capacidad de focalizar nuestra mente en lo que está pasando en el momento determinado en el que te encuentras.
Vivir el instante presente requiere un trabajo constante y progresivo de nuestra mente, una mente que no ha sido entrenada tiende por naturaleza a la dispersión. Vivimos para lo próximo que nos va a ocurrir, y esto nos lleva a numerosos desajustes emocionales.
Cuando nuestra mente vive constantemente preocupada sobre el futuro, la ansiedad se apoderará de nuestro presente. y cuando nuestra mente viva anclada en el pasado, será la tristeza y la desesperanza quien se apoderará de nuestros días.
Las personas somos frágiles cuando no paramos de hacernos preguntas sobre el pasado y el futuro, y somos fuertes cuando experimentamos sin miedo nuestro día a día. El pasado y el futuro solo existen en nuestros pensamientos, por lo tanto, lo verdaderamente real está en el presente.
Vivir acorde al presente modifica nuestro cerebro
El Dr. Andrew Newberg, un neurocientífico de la Universidad Thomas Jefferson, y Mark Robert Waldman, un experto en comunicaciones, indican que vivir la vida enfocada en el presente puede cambiar nuestro cerebro. La palabra presente tiene el poder de influir en la regulación de la tensión física y emocional.
Cuando nos enfocamos solo en las tareas presentes,podemos cambiar la forma en la que nuestro cerebro funciona. Enfocando la vida de esta manera estaríamos potenciando el razonamiento cognitivo, el cual contribuye al fortalecimiento de las áreas de nuestros lóbulos frontales.
Utilizar palabras positivas enfocadas en lo que estamos realizandoactiva los centros de motivación del cerebro, conduciéndolos a la acción. En el extremo opuesto, cuando usamos palabras recordando el pasado o anticipándonos a lo que vamos a hacer, ciertos neuroquímicos como el cortisol, contribuyen a la gestión del estrés y la ansiedad.
Cuando utilizamos palabras negativas para recordar nuestro pasado se activa en nuestro cerebro el centro del temor, la amígdala. Cuando estas palabras se convierten en pensamientos se activa el miedo, aunque las situaciones que lo provocaron no estén presentes.
Los seres humanos estamos programados inicialmente para preocuparnos. Es parte de nuestro cerebro primitivo que nos protege de situaciones de peligro. De hecho, lo que hace 10.000 años era fundamental para nuestra supervivencia, en la actualidad sufre de un sobreuso que solo nos genera una angustia frente a lo que en la realidad aún no podemos actuar, porque aún no existe y hay probabilidades de que no llegue a existir nunca.
Sepa siempre qué es lo que está haciendo en todo momento, ahí se encuentra el verdadero poder.
La felicidad solo podemos experimentarla en el momento presente
Podemos imaginar que algún día seremos felices o recordar periodos en que los fuimos, pero la verdad es que solo podremos serlo en el momento que estamos viviendo. Esto no significa que no tengamos que fijar metas ni organizar nuestras vidas, sino que hacerlo no debe trasformarnos en unos porcastinadores a la hora de sumergirnos en la realidad que nos rodea, ya sea para disfrutarla o para trasformarla.
Aceptar las cosas tal como son, sin juzgarlas y focalizándolas en nuestra mente en el momento presente, es una manera de controlar los pensamientos errantesque nos alejan de la consciencia plena. Si no podemos evitar que surjan, al menos tenemos que dejarlos pasar cuando aparezcan, sin aferrarnos a ellos.
Recordad las circunstancias negativas del pasado disminuye nuestro entusiasmo, nuestro optimismo y, por tanto, nos agría el momento actual, limitando nuestro potencial y dispersando nuestra energía. Incluso los recuerdos de circunstancias positivas, si son recurrentes, afectan al gozo del momento presente, ya que conllevan un sentimiento de nostalgia, aquella idea de que cualquier tiempo pasado fue mejor.
El presente es el único lugar en el que podemos actuar sobre la realidad, en el que nuestros días son realidades y donde encontramos las oportunidades. El primer paso para conectarnos a él pasa por controlar actos tan presentes y tan naturales como la respiración. Solo con este acto de consciencia nuestros sentidos se abrirán.
Nikola Tesla (1856-1943) es famoso por ser pionero en las investigaciones sobre electricidad y robótica, así como por sus numerosos inventos, entre otros, la llamada bobina de Tesla.
No obstante, el científico e inventor serbio también se hizo famoso por sus raras obsesiones y por su comportamiento un tanto extraño. Por poner un ejemplo, ¿conoces a muchas personas que se hayan enamorado de un pájaro? Bueno, pues él sí. A continuación, recopilamos esta y otras peculiaridades sobre la figura de este hombre, considerado uno de los grandes olvidados de la ciencia.
1. Tesla estaba obsesionado con el número tres. Está claro que era un genio, pero eso no quita que fuera excéntrico. Era un completo maniático del número tres: se lavaba las manos tres veces seguidas e incluso rodeaba un edificio tres veces antes de entrar. En definitiva, se le podría haber diagnosticado un trastorno obsesivo-compulsivo (TOC).
2. Odiaba las perlas. No soportaba verlas; las odiaba tanto que se negaba a hablar con mujeres que llevasen esta joya. Nadie sabe a qué se debía esta aversión, pero también podría tener su explicación en el TOC.
4. Vivió en una habitación de hotel. Tesla vivió muchos años en Nueva York y pasó su última década alojado en el Hotel New Yorker. Su habitación era la 3327, una suite doble en la 33ª planta. Fue ahí donde desarrolló su pasión por las palomas, que trataremos a continuación.
La casa donde nació Nikola Tesla (a la izquierda) y la iglesia donde su padre oficiaba misa en Smiljan. Los dos edificios se incendiaron durante las Guerras de Yugoslavia y el Gobierno croata posteriormente las reconstruyó.
5. Tenía un extraño cariño por las palomas. Hay mucha gente que echa de comer a las palomas del parque. Pero la obsesión de Tesla no acababa ahí. Él buscaba a palomas enfermas y las llevaba a su habitación de hotel. Una de ellas, en concreto, le robó el corazón. De hecho, esto fue lo que escribió sobre ella: “Quería a esa paloma al igual que un hombre ama a una mujer, y ella también me quería a mí. Me daba razones para vivir”.
6. Creía en la eugenesia. Parece ser que Tesla pensaba que algunas personas, sencillamente, no eran adecuadas para tener descendencia. Según Smithsonian.com, en 1935 publicó un artículo en una revista en el que afirmaba:
El año 2100 verá la eugenesia universalmente establecida. En épocas pasadas, la ley que rige la supervivencia del más fuerte más o menos eliminaba las razas menos deseables. Luego la nueva sensación humana de compasión comenzó a interferir con el funcionamiento implacable de la naturaleza. Como resultado de ello, seguimos manteniendo vivos y criando a los no aptos. El único método compatible con las nociones de civilización y raza para evitar la reproducción de los no aptos es la esterilización y la orientación intencionada del instinto de apareamiento. Varios países europeos y algunos estados de la Unión Americana esterilizan a los criminales y a los dementes. Esto no es suficiente. La tendencia de opinión entre los eugenistas es que tenemos que hacer que el matrimonio sea más difícil. Ciertamente, a nadie que no sea un padre deseable se le debe permitir la producción de una progenie.
7. Afirmaba haber inventado el “rayo de la muerte”. Puede que a Tesla le encantaran los animales, pero no todo en él era amor y cariño. De hecho, defendía ser el inventor de un rayo de la muerte que bautizó como “Teleforce” que, teóricamente, “enviaba a través del aire rayos concentrados de partículas con una energía tan potente que podía aniquilar a una flota enemiga de 10.000 aviones a una distancia de más de 320 kilómetros desde las fronteras de una nación y causar la muerte de ejércitos enteros”.
Puede que a muchos les sorprenda, pero educar niños obedientes no trae como resultado dar al mundo niños felices. La obediencia se consigue casi siempre a través del miedo, así que lo más conveniente es educar personas que entiendan desde bien temprano qué es el respeto, la reciprocidad y esa empatía construída a través del afecto sincero.
Es muy posible que algunos papás y mamás no estén de acuerdo con este enfoque. Es más, a muchos de nosotros nos han educado bajo los pilares de esa psicología conductista donde hacer algo malo traía como resultado recibir un castigo severo, y hacer algo bueno, por su parte, hacía que recibiésemos una recompensa.
Los premios y los castigos no siempre son efectivos. En especial, porque en el mundo de los adultos la sociedad no siempre nos recompensa con algo bueno solo “por portarnos bien”. Los niños NO deben orientar su comportamiento en base a simples gratificaciones.
Es necesario que entiendan por sí mismos las propias raíces del buen comportamiento, del respeto y la nobleza y que lo practiquen de forma espontánea.
La obediencia basada en el miedo y la infelicidad
Empecemos aclarando conceptos importantes. Al igual que la obediencia transmitida a través del miedo ocasiona malestar en el niño, también la permisividad ocasiona infelicidad. El primer niño solo verá muros a su alrededor y el segundo, al no ver límite ninguno en su entorno, no sabe qué se espera de él en cada instante.
Los extremos en la crianza tampoco son buenos. Así pues, conviene primero delimitar qué entendemos por un “niño obediente”.
Niños que solo son obedientes en casa
Este es un tipo de conducta muy habitual que ven los maestros y profesores en las aulas. Niños que en clase abusan de otros, que no respetan y que muestran una conducta que dista mucho de cómo es su comportamiento en casa.
Cuando los profesores hablan con los padres, estos no terminan de entender -ni de creer- que sus hijos actúen de este modo porque en casa “son muy obedientes”.
El problema reside en lo siguiente: cuando educamos con el miedo y el castigo los niños obedecen, pero no llegan a profundizar en el concepto del respeto. Actúan por obligación no por comprensión. De ahí, que en la escuela, al sentirse libres de la presión familiar tiendan a canalizar ese miedo y esa rabia en conductas disruptivas.
No es lo adecuado. En ocasiones, incluso podemos ver también el caso contrario. Niños educados en una crianza severa a través de la obediencia muestra en otros escenarios comportamientos cerrados, temerosos y defensivos. El miedo no educa, el miedo daña su equilibrio emocional.
Formas en que se suelen educar niños obedientes
Hay muchos modos de educar a un niño y cada familia, tendrá sin duda sus principios, sus valores y sus esquemas sobre lo que desean transmitir a sus hijos. Ahora bien, la obediencia basada en sumisión no es saludable ni pedagógica. Veamos los riesgos que suele traer consigo esa crianza basada en la obediencia más dominante y severa:
Los niños no se atreven ni saben expresar sus emociones porque cualquier acto espontáneo es sancionado.
El niño al que se le enseña a guardar silencio, a esconder sus lágrimas porque “llorar es de débiles” o a quedarse quietos porque “molestan”, acaban desarrollando una represión emocional y personal muy peligrosa.
La obediencia busca también “proteger” al niño de posibles peligros. Un niño obediente es una persona que no cruzará la zona de confort del hogar y que estará apegado a esa burbuja paterna y materna.
El niño obediente educado en el miedo, no se atreve a explorar, no descubre, no se siente seguro para abrirse a los demás. El miedo es lo opuesto a la felicidad. Es necesario cambiar esquemas, educa en respeto no en miedo.
Educar en respeto, educar en felicidad
No es lo mismo “cállate y quédate quieto que lo único que haces es molestar” que decir “¿puedes guardar silencio ahora, por favor? Mamá está hablando por teléfono”.
El lenguaje educa, la actitud es pedagógica y servir de modelo es la clave de toda crianza. Si bien es cierto que todos queremos tener niños que nos hagan caso, es necesario que entiendan siempre por qué deben hacernos caso y qué sentido tiene actuar siempre con respeto hacia los demás.
Toma nota de estas claves en las que reflexionar sobre el valor de la educación basada en el respeto:
Ofrece responsabilidades a tu hijo. Es necesario que desde bien temprano aprenda la importancia de hacer cosas por él mismo y hacerse cargo de sus objetos personales. Poco a poco se sentirá orgulloso de sí mismo al darse cuenta de que es capaz de hacer muchas cosas y de que nosotros, confiamos en ellos.
Razona con tus hijos sobre toda norma que establezcas en casa. Explícale por qué debe cumplirse. Habla con tus hijos y establece una comunicación respetuosa donde atender todas sus preguntas.
Cuando haga algo mal no grites ni humilles (“eres torpe”, “eres el niño más malo del mundo”). En lugar de intensificar la negatividad, enséñale a hacer las cosas bien.
Entiende sus emociones y enséñales a canalizar y a entender esos procesos internos. Por ello, te pueden ser de gran utilidad libros como “La crianza feliz” de Rosa Jové, o “Infancia, la edad sagrada” de Evania Reichert.
La ciencia especial que se dedica al estudio de los patrones en los dedos se llama dermatoglifia. Ayuda a entender cómo el patrón de tus huellas dactilares se relaciona con tu carácter y comportamiento.
Este patrón de huellas digitales dice una personalidad tranquila y balanceada. Este tipo de personas son muy comprensivas, les gusta ayudarles a los demás y hacen amigos con facilidad. Son muy puntuales y responsables pero pocas veces muestran iniciativa.
Las personas con este patrón de huellas por lo general obtienen la información mediante la comunicación con otras personas. Son emocionalmente predecibles y abiertas. Se destacan por su excelente salud, aunque en su infancia pueden ser bastante enfermizas. Hablando de termperamento, una persona con presillas en sus dedos es sanguínea. No soporta el trabajo aburrido y monótono que no le interese. Si este patrón aparece en todos sus dedos, indica una gran imaginación y cierto distanciamiento de la realidad. Sobre este tipo de personas dicen que «no son de este mundo».
Las personas con este tipo de patrón son enérgicas y seguras de sí mismas.Su seguridad se revela en todo: en su porte, manera de caminar y gesticulación. A veces es imposible hacerlos cambiar de parecer y aceptar que están mal, defienden sus opiniones y decisiones hasta el final. Prevalece el pensamiento concreto. Les resulta difícil adaptarse a los cambios del espacio exterior y escuchar las opiniones de las demás personas. Experimentan las sensaciones a través de alguna actividad práctica. Sin embargo, para solucionar tareas muchas veces prefieren involucrar a otras personas.
El temperamento de estos individuos es colérico. Les gusta la música y el arte. Por lo general, tienen expresiones faciales muy artísticas.
En una situación difícil deben estar ocupadas en algo, hacer algo, es decir, distraerse con alguna acción práctica. No soportan el sentimentalismo en las relaciones pero son muy leales y nunca dejan a los suyos.
Las personas con torbellinos en sus dedos son explosivas pero se calman rápido. Son personas creativas, apreden todo muy rápido y analizan lo que sucede alrededor.A menudo empiezan a hacer varias tareas a la vez pero las dejan a la mitad y pierden interés rápidamente. Son inestables e impredecibles emocionalmente, ocultan sus sentimientos y preocupaciones. Tienden a aislarse y analizarse a sí mismas. Muchas veces no están conformes con lo que son y dudan de todo. Buscan sensaciones en su interior, y la información en fuentes escritas.
El temperamento de personas así es flemático. Su manera de hablar no es muy expresiva, son callados y un poco lentos a la hora de hablar. Si el dedo índice de cualquiera de las manos tiene torbellinos, estas personas son pensadores innatos. Tienen habilidades para ser programadores informáticos, abodagos o científicos.
En resumidas cuentas, las personas con torbellinos tienen una conducta variada y complicada, y muchas veces no conocen su potencial.
La resiliencia se define como la capacidad de hacer frente a una situación adversa y salir reforzado de dicha situación. Es la base para que utilicemos los problemas que se presentan como un aprendizaje que nos ayude a mejorar. La resiliencia se pone a prueba en situaciones prolongadas de estrés o sufrimiento, como puede ser la pérdida inesperada de un ser querido, sobrevivir a una catástrofe natural, malos tratos en la infancia, etc.
En el otro extremo del continuo del concepto resiliencia se podría situar el desarrollo de un trastorno de estrés postraumático. En la vivencia de un episodio traumático, cada individuo tiene diferentes formas de afrontar lo ocurrido. Además se puede valorar de manera diferente el mismo hecho.
Según D´Alessio, la resiliencia emocional englobaría al conjunto de los rasgos de la personalidad y a los mecanismos cognitivos desarrollados por un individuo que le confieren protección ante situaciones adversas, impidiendo el desarrollo de un trastorno mental.
La resiliencia desde el punto de vista neurobiológico
El cerebro es la central del sistema biológico responsable de la resiliencia y regula los mecanismos neurobiológicos, psicológicos y cognitivos del individuo vinculados con la respuesta al estrés. El funcionamiento del cerebro es dinámico y puede modificar su estructura en función de las necesidades percibidas gracias a la neuroplasticidad.
La recuperación de la neurogénesis en el giro dentado junto con la remodelación dendrítica hipocampal constituyen los principales cambios estructurales vinculados con la resiliencia y que se pueden ver alterados durante el estrés prolongado. Los factores que hacen que cada individuo reaccione de manera distinta a un mismo estímulo potencialmente estresante tienen distinta naturaleza: genéticos, circunstanciales, relacionales, etc.
En los individuos resilientes, las variables constitucionales, biológicas y genéticas interactúan con las variables ambientales y las conductas aprendidas para resolver determinadas situaciones adversas. Lo hacen evitando o previniendo un trastorno psiquiátrico. Así, no se puede hablar de una sola variable que haga a un sujeto resiliente.
Factores influyentes
Existen numeroso factores que influyen en la resiliencia y en la manera de afrontar las situaciones adversas. Por ejemplo, se ha observado que las situaciones de alto cuidado materno en la infancia la favorecen. Las personas que han recibido este cuidado son más resistentes al estrés, necesitando eventos altamente estresantes para que el organismo desencadene la misma respuesta que en otro individuo.
El estrés es un mecanismo fisiológico necesario para que nuestro organismo se ponga en marcha, para realizar actividades o para responder a estímulos exteriores amenazantes o peligrosos. Pero el estrés crónico puede propiciar cambios en el cerebro perjudiciales al tener mayores niveles de hormonas del estrés (cortisona y adrenalina).
El aprendizaje durante la infancia es otro de los factores que pueden influir. El desarrollo de estrategias de afrontamiento a los problemas desde una edad temprana también puede favorecer el desarrollo de la resiliencia.
La adversidad como aprendizaje
La resiliencia no solo da una salida a traumas o problemas que en otras personas pueden propiciar el desarrollo de enfermedades o problemas graves. También se caracteriza por dar un refuerzo que emana de la propia experiencia negativa. De aceptar lo que se ha vivido y utilizarlo para seguir adelante, hacerla una experiencia significativa que no se olvida, se transforma.
Vivir una experiencia traumática siempre va a tener impacto en nuestra vida, y una implicación negativa al tratarse de una situación altamente estresante. Se trata de transformar ese dolor en fuerza para seguir adelante y tener una vida plena. Muchas víctimas de catástrofes o experiencias similares utilizan su experiencia para ayudar a personas que viven la misma situación.
Aceptar que no podemos cambiar lo que ha ocurrido y que no siempre tenemos el control de lo que nos ocurre son estrategias que pueden ayudar a superar diferentes dificultades que se presenten. No tener miedo a pedir ayuda a las personas más cercanas o que han pasado por lo mismo y confiar en nuestras capacidades pueden ser estrategias muy efectivas.
El ritmo de vida que ha impuesto la sociedad puede llegar a ser agobiante. Inmersos en numerosos compromisos y responsabilidades, es fácil perder de vista las cosas más importantes. De hecho, pasamos gran parte de nuestra vida sin ser conscientes de que, a medida que pasa el tiempo, menos oportunidades tenemos para remediar los errores cometidos, por lo que es esencial encontrar un equilibrio aquí y ahora que nos permita satisfacer nuestras necesidades y, a la vez, ser más felices. Así podremos mirar al futuro con ilusión y encaminarnos hacia él con la certeza de que no tendremos grandes arrepentimientos.
El pasado no existe, el futuro es incierto, solo tenemos el hoy
1. Descuidar a los amigos. El tiempo pasa y postergamos todas aquellas cosas que no son urgentes. Como resultado, nos vemos atrapados en un sinfín de pequeñas tareas que en realidad no nos aportan mucho pero que se convierten en un agujero negro por el que se escapa nuestro tiempo. Como resultado, nos vamos alejando de los amigos, de manera que nuestro círculo social se va reduciendo cada vez más. Sin embargo, es importante no descuidar a esas amistades sinceras y profundas, a los amigos de la infancia y la juventud, para que un día, cuando lo necesites y mires a tu alrededor, no te encuentres solo.
2. Darse por vencido en una relación de pareja. Después de la fase de enamoramiento llega la etapa de compromiso y trabajo duro, que es precisamente cuando las personas suelen tirar la toalla. De hecho, prácticamente todos hemos roto con una persona significativa que, al cabo del tiempo, nos hace preguntarnos qué habría pasado si no nos hubiéramos dado por vencidos tan pronto. Por eso, cuando creas que una relación merece la pena, haz todo lo posible antes de tirar la toalla y, lo que es aún más importante, vívela plenamente ya que de esta forma, si en algún momento llega a su fin, no tendrás nada de qué arrepentirte.
3. No controlar el nivel de estrés. El ritmo de trabajo y las obligaciones familiares pueden llegar a asfixiarnos. Sin embargo, inventamos pretextos para no prestarle atención a esas primeras señales de estrés y seguimos recorriendo la vida por el carril rápido. Más temprano que tarde ese estrés nos pasará factura porque es una auténtica incubadora de enfermedades. Por eso, para que dentro de 10 años no te arrepientas de no haber parado a tiempo, es importante que aprendas a organizarte, que no te sobrecargues de planes que no puedes cumplir y que te desconectes de vez en cuando para que puedas relajarte y recargar las pilas.
4. No tomar decisiones por miedo. El miedo es la emoción más paralizante que existe, pero no podemos dejar que domine nuestras vidas hasta el punto que dicte nuestras decisiones. Si el miedo al rechazo social, a no ser lo suficientemente bueno, a arriesgar o a equivocarnos son los patrones en los que nos basamos para decidir, podemos estar seguros de que dentro de 10 años nos arrepentiremos de esas decisiones. Por supuesto, no se trata de lanzarse por un acantilado sin paracaídas pero debemos ser capaces de conectar con nuestro “yo” más profundo y descubrir exactamente qué queremos lograr en la vida, encontrar esas cosas que nos apasionan e ilusionan y atrevernos a alcanzarlas.
5. No decir lo que sentimos a las personas que amamos. Creemos que las personas que amamos y estimamos estarán siempre a nuestro lado, pero no es así. En realidad solo compartimos con ellas una parte de nuestras vidas y no sabemos cuándo nuestros caminos pueden separarse. Por eso, es importante expresar nuestros sentimientos, decirles cuánto las estimamos y queremos. Esas palabras son un bálsamo para el alma, fortalecen la relación y evitarán que te quedes en la boca con esas palabras que quisiste decir pero para las que no te alcanzó el tiempo. Di más a menudo: Te amo, Te quiero, Aprecio lo que haces por mí, Eres una persona importante en mi vida…
6. Trabajar demasiado. El trabajo es importante e incluso puede ser una fuente de satisfacción cuando amamos lo que hacemos. Sin embargo, no debe convertirse en la piedra angular de nuestras vidas porque hay mucho más que hacer y disfrutar. De hecho, haber trabajado demasiado, descuidando a la familia y amigos e incluso a uno mismo, es uno de los mayores arrepentimientos de las personas cuando llegan al final de sus vidas. Por supuesto, no se trata de abandonar el trabajo pero sí de asegurarse de que este no absorbe por completo nuestra vida personal.
7. Llevar un estilo de vida poco saludable. Ser sedentarios, acomodarse en el sofá delante del televisor, comer lo primero que tenemos a mano, beber alcohol con frecuencia y sin control así como fumar son hábitos que terminarán pasando factura a tu cuerpo y harán que envejezcas con menor calidad de vida. De hecho, se estima que a partir de los 30 años comienzan a ocurrir una serie de cambios en el organismo que pueden ser irreversibles, por lo que es el momento idóneo para comenzar a cuidarse.
Por último, recuerda que la vida es eso que pasa mientras hacemos otros planes. No dejes para mañana los cambios que te harán feliz hoy.
Es probable que en más de una ocasión te haya sucedido: escuchas un sonido agudo y experimentas un profundo sobresalto, te embarga una sensación de rechazo inconsciente y visceral. Esa reacción se conoce como dentera o tiricia y se produce ante un estímulo que nuestro sistema nervioso cataloga como negativo.
De hecho, existen diferentes situaciones cotidianas que nos hacen cerrar los ojos y taparnos los oídos para intentar acallar ese sonido que tanto nos molesta. Algunos de los sonidos más comunes que provocan ese rechazo son:
– El arrastre de una tiza o de las uñas sobre la pizarra
– El choque entre dos metales
– El roce de la suela del zapato contra el suelo
– Deslizar el dedo sobre un globo inflado
– Morder un trozo de hielo
– Limarse las uñas
– Un cubierto que raya el fondo del plato
El rango de frecuencia que catalogamos como “áspero y doloroso”
Durante décadas los investigadores han intentado hallar la causa de la dentera o tiricia. Ahora sabemos que la mayoría de los sonidos más desagradables para el oído humano se producen entre 2 y 4 kHz, un rango de frecuencia que consideramos “áspero” y que se parece a la octava más alta del piano.
Así lo comprobaron investigadores de la Universidad de Viena, quienes se dedicaron a variar ligeramente el sonido de diferentes ruidos clasificados como desagradables, como pasar las uñas sobre una pizarra o un tenedor raspando un plato, para encontrar las frecuencias consideradas más «dolorosas». Algunos de estos sonidos se atenuaban y otros se amplificaban.
Mientras los participantes se exponían a estos estímulos, también se medían las variaciones en su frecuencia cardíaca, presión arterial y conductancia de la piel, tres indicadores de estrés. Así los investigadores constataron que, efectivamente, los sonidos que provocan ese rechazo visceral se encuentran entre los 2 y 4 kHz.
¿Por qué esta frecuencia provoca esa reacción tan visceral?
Para comprender por qué estos sonidos nos hacen taparnos instintivamente los oídos y producen escalofríos debemos saber qué ocurre en el cerebro. La respuesta llega de la mano de neurocientíficos de la Universidad de Newcastle, quienes escanearon el cerebro de 13 personas expuestas a diferentes tipos de sonidos.
Así descubrieron que mientras más desagradables eran los sonidos, más se activaba la amígdala. La amígdala es una especie de centinela que nos mantiene alerta ante posibles peligros, desatando una respuesta emocional muy intensa de rechazo.
A continuación se activaba la corteza auditiva, para realizar un análisis más profundo de los sonidos, lo cual hacía que el sonido se percibiera de forma aún más penetrante y se intensificara la reacción emocional.
Como nota curiosa, las personas calificaron el sonido de un cuchillo sobre una botella de cristal como el más desagradable, seguido de un tenedor sobre un plato y una tiza sobre una pizarra.
Sin embargo, lo interesante es que algunas de las características acústicas de nuestra voz caen dentro de esta banda de frecuencia. Entonces, ¿cómo es posible que esos sonidos nos resulten tan desagradables?
En este punto, los investigadores vieneses pusieron en marcha la segunda parte de su experimento. Hicieron que los participantes escucharan esos sonidos desagradables, pero a la mitad de ellos les avisaron de lo que escucharían y a la otra mitad les engañaron diciéndoles que escucharían una pieza de música contemporánea.
Así apreciaron que, independientemente de la percepción subjetiva de los sonidos, los indicadores fisiológicos de estrés se alteraron en todas las personas. Esto avala la teoría de que los sonidos que se encuentran dentro del rango de los 2 y 4 kHz desatan una reacción aversiva debido a una vulnerabilidad especial de nuestro oído.
En práctica, todo parece indicar que nuestros conductos auditivos evolucionaron para priorizar precisamente este rango de frecuencia, de manera que pudiésemos distinguir el llanto de un bebé o la voz humana de otros sonidos ambientales. Por eso, al ser nuestros oídos más sensibles, también reaccionan con mayor intensidad a algunos de los ruidos que se encuentran precisamente en ese rango de frecuencia.
Fuentes:
Reuter, C. & Oehler, M. (2011) Psychoacoustics of chalkboard squeaking. The Journal of the Acoustical Society of America; 130 (2545).
McDermott, J. H. (2009) The cocktail party problem. Current Biology; 19(22): 1024-1027.
McDermott, J. H. et. Al. (2009) Sensory noise explains auditory frequency discrimination learning induced by training with identical stimuli. Atten Percept Psychophys; 71(1): 5-7.
Kumar, S. et. Al. (2008) Mapping unpleasantness of sounds to their auditory representation. Journal of Neuroscience; 124(6): 3810-3817.
Un desorden psiquiátrico que padece desde la adolescencia le cambió la vida y la aisló del mundo, al tiempo que la hizo aborrecer su propia imagen. Aunque poco conocido, su trastorno es más frecuente de los que se piensa.
Lucy Wallis BBC News
Alanah piensa que es fea, lo que no podría estar más lejos de la realidad.
Sufre de Trastorno Dismórfico Corporal (BDD, por sus siglas en inglés), una condición que hace que la gente se obsesione con los defectos que percibe en su apariencia.
Se estima que una de cada 50 personas sufre de BDD, aunque muchos de nosotros -incluyendo algunos médicos- no tienen conciencia de su existencia.
«Pensé que era una crueldad para los demás tener que ver mi rostro, que es realmente chocante», explica Alanah, de 20 años de edad.
«Veo marcas alrededor de toda mi cara, que mi mamá me dijo que ella no ve. Veo mi piel llena de bultos y manchas. Veo mi nariz muy grande y torcida, sobresaliendo demasiado; y mis ojos son demasiado pequeños».
Alanah es una joven y bella mujer, pero cuando se mira en el espejo no ve lo que otros ven.
Cuando su condición empeora se mira una y otra vez en el espejo, y se esfuerza en intentar ocultar cualquier defecto que ella crea haber visto. Su rutina de maquillaje puede durar hasta cuatro horas y, aún después de eso, con frecuencia se siente demasiado ansiosa como para salir de casa.
«Mi rutina requería cuatro o cinco capaz de base y de corrector de ojeras. Los ojos siempre tenían que estar muy bien maquillados. Yo seguía retocando cada pequeña imperfección una y otra vez», señala.
Además se empeñaba en eliminar cualquier mancha hasta que su piel se rompía.
Cuando era una niña pequeña de cabellos rizados era feliz al dejarse fotografiar y al aparecer en el álbum de fotos familiar, pero cuando cumplió los 14 años las cosas empezaron a cambiar, por razones que nunca llegó a entender.
«No lo noté en ese momento, pero mirando en retrospectiva me doy cuenta de que era los síntomas del BDD. Por ejemplo, yo estaba en el colegio y estaba muy atenta del entorno. Miraba alrededor para ver si había alguien mirándome, ver si había alguien riéndose, ver quién estaba hablando», dijo.
«En mi colegio había grandes ventanas y yo me miraba en ellas para verificar cómo lucía.Cada vez iba más al baño para mirarme en el espejo», recordó.
Cuando cumplió los 15 años dejó de ir al colegio.
Su madre, Scarlett, la llevaba cada día pero Alanah -pese a su deseo de estudiar- se negaba a bajarse del auto.
Entonces, su madre conduciría de vuelta hasta la casa para luego ir nuevamente a la escuela, pero Alanah seguía negándose a entrar al colegio. Podían hacer hasta ocho intentos cada día.
Esto llevó a la joven a aislarse cada vez más y fue devastador para su madre ver cómo cambiaba su carácter.
«Durante los primeros dos o tres años no sabíamos qué ocurría», dijo Scarlett.
«De ser una estupenda estudiante, con mucha confianza en si misma, simplemente colapsó. No podía salir. Yo tenía que bañarla, darle la bebida. Ella simplemente estaba todo el día en la cama», agregó.
«Es descorazonador porque yo sé que toda madre cree que sus hijos son hermosos, pero es que no hay nada malo en Alanah y creo que cualquiera puede darse cuenta de ello. Lo peor es que como madre, se supone que debes proteger y ayudar a tus hijos, pero yo me sentía inútil al no ser capaz de hacer nada por ella».
Pero Scarlett aprendió.
«Ahora sé que no tengo que luchar con ella si ella dice que es fea. Simplemente debo no seguir con el tema. Eso es lo que ella y yo debo dejarlo así e intentar poner el foco en otras cosas», explicó.
Alanah se molestaba si su madre colocaba alguna fotografía suya en la sala de la casa, por lo Scarlett no tenía ninguna imagen de su hija que mostrarle a los amigos que llegaban de visita a la casa.
Diagnóstico tardío
Pasó mucho tiempo hasta que Alanah fue diagnosticada con BDD. Muchas veces los médicos dijeron erradamente que tenía angustia adolescente o problemas de ansiedad.
Finalmente su condición fue diagnosticada correctamente en la Clínica Maudsley, en Londres. Su recuperación comenzó con una estancia de cinco meses en un centro médico y ahora sigue tratamiento con sesiones regulares de terapia cognitivo-conductual.
Pese a no haber querido que nadie la fotografiara desde su temprana adolescencia, Alanah decidió hacer frente a su condición para una nueva serie de la BBC llamada «No Body’s Perfect» (Ningún cuerpo es perfecto).
Así, posó para el fotógrafo de moda Rankin con el fin de contribuir a crear conciencia sobre el BDD y ayudar a otros a reconocer síntomas de esa condición.
Aseguró que lograr el diagnóstico de BDD es difícil porque hay muy poca conciencia sobre la existencia de este tipo de condición, pero además porque quienes la sufren están tan avergonzados por su apariencia que no hablan de ello abiertamente.
«Mi principal preocupación con mi imagen es mi nariz, pero me tomó tres años de terapia para decirle a mi familia o a mi terapista qué eso era lo que tenía«, dijo.
La sesión de fotografías no iba a ser algo fácil para Alanah, quien normalmente se niega a ser retratada. Algunos días, ella era capaz de hacerse más de 200 selfies y luego los borraba todos.
Rob Wilson, terapista cognitivo-conductual y director de la Fundación sobre Trastorno Dismórfico Corporal, dijo que es frecuente que alguien son BDD intente evaluar su apariencia haciéndose autoretratos, pero dejar que otro les fotografíe les puede causar angustia porque es algo que está fuera de su control.
Según Wilson, el BDD con frecuencia comienza en la adolescencia y en ocasiones puede ser una respuesta al acoso y a las burlas.
También se puede relacionar con algo que hace que la persona se sienta diferente. Así, por ejemplo, alguien que sufre de acné puede sentirse expuesto por ello.
«Siendo adolescentes, a todos nos preocupa cómo nos vemos. Lo que distingue al BDD de esa preocupación común es que la persona tiene que pasar preocupada por su apariencia al menos una hora al día«, dijo.
«Debe causar niveles significativos de sufrimiento, con altos grados de ansiedad, vergüenza o depresión y, además, tiene que ser tan fuerte como para perturbar la vida normal de esa persona», agregó.
Las redes sociales empeoraron la condición de Alanah porque ella constantemente se comparaba con otras personas de su edad, pero Wilson explicó que aunque la obsesión con la imagen que caracteriza la cultura actual ha cambiado nuestro comportamiento poniéndonos a todos a tomarnos selfies en lugar de mirarnos en un espejo, no se puede echar la culpa a las redes sociales.
Indicó que la naturaleza de este desorden significa que una persona cree que tiene un problema físico, en lugar de un problema psicológico, por lo que gastan un montón de dinero en maquillaje y cirugía estética.
Advirtió, no obstante, que sin un tratamiento adecuado puede llegar a tener consecuencias devastadoras.
«Este es uno de los desórdenes psiquiátricos de mayor riesgo, con una tasa de riesgo de suicidio de las más altas, discapacidad funcional y sufrimiento», concluyó.
El proceso terapéutico de Alanah va avanzando favorablemente. Ella ahora estudia Psicología en la universidad y espera luego cursar un doctorado y hacer una investigación sobre el BDD.
El día que hizo la sesión de fotografía para el programa de la BBC debió hacer un esfuerzo al permitir por primera vez que alguien la maquillara y la peinara, además de dejarse fotografiar.
«Hacia el final de la sesión me sentí un poco más cómoda y estoy contenta de haberla hecho», dijo sobre la experiencia.
Una de las fotografías que le tomaron en esa sesión está ahora colgada en la sala de su casa.
Compartimos por su interés un artículo publicado en Ok Diario. No estaría mal que cundiera el ejemplo en España, ¿verdad?
Dicen que la música amansa a las fieras, pero el deporte podría tener unos efectos similares sobre las personas, en concreto con los niños. Y si no que se lo pregunten a los responsables de un colegio estadounidense, que han decidido reemplazar los castigos por el yoga y la meditación.
Se trata de centro escolar Robert W. Coleman de Baltimore. Después de varias pruebas han comprobado los efectos que tienen estas disciplinas sobre los alumnos más problemáticos. Los responsables del colegio han probado esta iniciativa en una aula agradable y colorida, en lugar de hacerlo en una clase vacía y con mal aspecto.
El objetivo que se perseguía era que los niños con mal comportamiento pudiesen disfrutar de “un momento consciente” y hagan ejercicios de meditación y respiración, que correrán a cargo de un psicólogo. Pero aunque parezca mentira, este aula también está abierta para los alumnos que tengan buen comportamiento, que también se merecen su momento de relax. Es posible utilizarla en la hora del recreo.
Los profesores del centro han comprobado que después de implantar este sistema son muchos los estudiantes que prefieren irse a la sala de meditación en vez de jugar en el recreo con sus compañeros en el patio. Esta idea recibe el nombre de ‘Yo holístico’ y ha sido posible gracias a la asociación sin ánimo de lucro Holistic Life, dirigida por Kirk Philips, que ha explicado que los resultados que se obtienen son realmente llamativos.
Una de las épocas en donde los niños se encuentran más agobiados y nerviosos es durante las Navidades, ya que muchos de ellos aguardan con ilusión e incertidumbre el contenido de los regalos. Sin embargo, a partir de realizar esta actividad de meditación empezaron a mostrarse más tranquilos. Esto modelo de relajación fue implantado hace un par de años y desde ese instante no se ha vuelto a expulsar del colegio a ningún estudiante, lo que demuestra los efectos positivos que tiene para el sistema educativo el programa.
Es posible que quizás dentro de mucho tiempo se pueda tener en España.
Reproducimos este interesante artículo del blog ‘Sin las nubes no sería lo mismo’, escrito por Ana Ballesteros: “La forma en la que manejamos nuestras emociones está directamente relacionada con la felicidad que experimentamos. Cuanto más trabajemos en la comprensión y la gestión de nuestros estados emocionales más conscientes seremos y, por lo tanto, más felices”.
Y sigue escribiendo Ana Ballesteros, periodista, profesora de yoga y terapeuta transpersonal:
Es natural que sintamos emociones como la alegría, la tristeza, la ira, el miedo, etc. Lo antinatural es que se activen en situaciones en las que no nos prestan ningún servicio o que no se desactiven cuando ese servicio ya se ha prestado.
El término emoción viene del latín emotĭo, que significa “movimiento o impulso”: es aquello nos mueve hacia algo. Una emoción nos puede alejar de una situación de peligro, acercarnos a otro ser humano, dirigir nuestra atención hacia una causa, distraernos de nosotros de mismos… Lo que hagamos con esa respuesta emocional natural para la que estamos genéticamente programados condicionará enormemente la calidad de las experiencias y las relaciones interpersonales que mantengamos. Cuanto más consciente sea el manejo de nuestro mundo emocional más satisfactorias serán las experiencias y más profundas y enriquecedoras las relaciones.
Un factor clave en la gestión emocional consiste en empezar a detectar aquellas señales que nos indican que vamos camino de no poder manejar con conciencia nuestros estados interiores. De ahí que la técnica fundamental del manejo emocional sea la observación. El trabajo consistiría en reconocer cómo se activan, se desarrollan y se enquistan nuestras emociones, y qué papel juega la mente en ese proceso.
A las emociones hay que aproximarse con curiosidad y paciencia. Aprender a gestionar las emociones es un proceso lento y muchas veces frustrante, pero enormemente eficaz y satisfactorio. Las emociones son la ventana hacia nuestra libertad personal, y el logro de esa libertad interior puede ser una motivación importante para realizar el trabajo. Solo manejando nuestras emociones podremos ser capaces de atravesarlas y descubrir el tesoro que se esconde más allá del tumulto emocional, que no es otro que la serenidad y la paz interior que se experimentan independientemente de lo que suceda dentro o fuera.
Cuando el velo emocional empieza a debilitarse empezamos a ser capaces de observar nuestras emociones como estados pasajeros que no nos arrastran. Aunque nos sintamos tristes o alegres, mantenemos el contacto con un oasis de paz en nuestro interior. Se trata de empezar a estar tranquilos “a pesar de” las emociones y dejar de ser arrastrados por impulsos que drenan nuestra energía y vitalidad y que crean multitud de conflictos con nuestro entorno y en nosotros mismos.
Se puede estar triste y tranquilo. Se puede estar entusiasmado y tranquilo. Se puede estar iracundo y tranquilo. Pero nada de eso puede descubrirse leyendo un libro o escribiendo artículos. La única vía para conseguir ese dominio interior que nos permita liberarnos del yugo emocional y experimentar las emociones de forma “sana” es la observación. Nosotros somos el laboratorio en el que realizar experimentos, pruebas, investigaciones, comprobar resultados, corregir variables, cambiar proporciones, efectuar diagnósticos o modificarlos. Nadie puede hacer ese trabajo por nosotros y nunca podremos conseguir resultados fiables y eficaces sin pasar antes por ese proceso.
He decidido que puedo, debo y me lo merezco. Hoy me vestiré con zapatos nuevos y ánimos renovados para dejar que la vida me despeine a carcajadas, a bailes, a abrazos. Porque todo lo bueno despeina el cabello y alborota el alma y pienso que ya es hora de volver a calzarme con esa sensación casi olvidada.
Todos pasamos por esas épocas en las que de pronto nos decimos “basta”. El cansancio mental o la presión de nuestros entornos nos van arrancando, una a una, cada escama de esas colas de sirena de las que antes disfrutábamos para nadar en libertad por nuestros océanos personales. Sin embargo, decir “basta” no siempre es suficiente para generar el cambio que deseamos.
Frases como “me merezco lo mejor”, “es hora de priorizarme” o “tengo derecho a ser feliz” son como esos adagios que nos repetimos una y otra vez pero que no terminan de ejercer efecto alguno. A pesar de intuir que la vuelta de la esquina la vida puede tenernos guardado algo bueno, no resulta nada fácil dar un paso hacia lo extraordinario, especialmente si nuestra mente se obstina en seguir adherida a lo corriente. A lo previsible.
El cambio hacia lo sublime no necesita cita previa. No hay que pedir turno ni tampoco aguardar a una estrella fugaz para pedirle el deseo. Una vida más feliz solo necesita una cosa: un cerebro más feliz.
El cerebro fatigado y las ventanas cerradas
¿Te has detenido a pensar cuántos pensamientos tenemos a lo largo del día? Los neurólogos adoran este tipo de cuestiones, así que no tardaron demasiado en darnos una respuesta: cerca de 50.000. Sin embargo, cabe decir que casi un 80% de ellos no sirven absolutamente de nada. La mayoría son repetitivos, mecánicos e incluso obsesivos.
El cerebro fatigado es el eco de una mente infeliz. Este tren de pensamientos debilitantes viajan por las vías del “si yo hubiera”, “si los demás me dejaran” o del “me veo incapaz”. En ocasiones, en esas rutas tan infértiles e inhóspitas, la mente culpabiliza a quienes nos envuelven de todas y cada una de nuestras infelicidades. De este modo, alimentamos más aún el motor del cerebro cansado, de esa mente dispersa y sin capacidad de resolución.
Ahora bien, cerrar las ventanas de nuestro cerebro de este modo hará que escuchemos solo el eco de un rumor fantasmal: el que trae el miedo, la indecisión, la desesperanza. Una buena idea para tomar contacto con lo bueno que nos ofrece la vida tiene que ver con una actitud abierta, que permita que se integren en nuestra mente dos procesos fabulosos: el reciclaje y la creación.
Estamos seguros de que en tu propósito por cuidar del medio ambiente y del planeta, reciclas. Nuestra mente también necesita de un “mantenimiento” similar. Una buena parte de nuestros pensamientos no sirven de nada: son nocivos. Así que en lugar de acumularlos debemos proceder a reciclarlos. Para ello, nada mejor que transformar un “no puedo” en un “yo merezco la oportunidad de intentarlo”.
Además de reciclar, tendremos una mente saludable su afinamos a la hora de crear y tratar nuestros pensamientos. Las ideas, los propósitos y las actitudes novedosas crean, refuerzan o debilitan conexiones entre las neuronas de nuestros cerebros. A nuevos pensamientos, nuevas y poderosas emociones para decir adiós a esa mente fatigada de ventanas cerradas.
Lo bueno de la vida: la capacidad de asumir nuevas perspectivas
Para comprender la magia de nuestro cerebro y de nuestras emociones te proponemos hacer un pequeño experimento. Coge una fotografía o una lámina donde haya un bello paisaje. Ahora, pon tu nariz completamente pegada a la imagen. Al intentar focalizar la atención sobre lo que vemos, lo único que alcanzamos a distinguir es un borrón apelotonado y poco evocador.
Nuestra mente cansada funciona de igual modo. Es poco enriquecedor lo que se contempla desde esta perspectiva. Sin embargo, si nos alejamos, poco a poco se irá abriendo un mundo lleno de posibilidades y de bellezas inspiradoras. Tomar distancia de muchas de las cosas que nos envuelven es algo positivo. Nos ofrece la posibilidad de tomar conciencia de que nada, absolutamente nada, tiene tanto poder sobre nosotros como para esclavizarnos.
Claves para ser receptivos a lo bueno que nos pueda traer la vida
La Universidad de California realizó un interesante trabajo sobre la felicidad orientado desde el campo de la neurología que resulta tan práctico como revelador. El estudio se llevó a un libro titulado “Train your brain to get happy“. En él, se nos explica cómo los pensamientos generan cambios en “nuestras células grises” para crear un poderoso tejido emocional donde respira el equilibrio y el bienestar.
Para ser más permeable a las oportunidades de nuestros contextos no basta con decirnos simplemente:“voy a salir a encontrar mi felicidad”. Antes de instalar nuevos pensamientos, hay que derribar los viejos.
A veces, hacerse preguntas nos obliga a poner nuestra atención sobre esos interrogantes y a destinar recursos para resolverlos. Una buena cuestión es como una aspiradora capaz de llevarse lo que no sirve, lo que hace daño. Por ejemplo, en lugar de decirnos “quiero ser feliz”, es mejor preguntarnos “qué me impide ser feliz”. Una vez planteada la cuestión, es momento de reflexionar.
Por otro lado, hay aspectos que debemos tener muy claros. La persona que desea ser más feliz no se compara con los demás. Ni nutre su lenguaje con los tiempos condicionales (“si yo tuviera esto”, “si yo fuera como”, “si los demás se dieran cuenta…”)
Habla en presente, sé firme en tus propósitos y no midas tus capacidades en base a los demás. Cultiva un pensamiento inspirador, vigorizante y creativo. Recuerda ante todo, que solo las mentes abiertas ven lo extraordinario donde otros solo perciben cosas corrientes.