Países del hemisferio norte han sufrido temperaturas extremadamente altas durante este verano boreal.
Desde Reino Unido hasta Escandinavia o Japón, se espera que el calor persista durante el resto del mes.
En Estocolmo, donde comenzaron a llevarse registros mensuales de la temperatura en 1756, este julio ya es considerado como el más caliente de la historia.
En el resto de Suecia, la ola de calor ha causado incendios forestales que se han extendido tanto hacia el norte que han alcanzado el Círculo Ártico.
Las autoridades japonesas acaban de declarar una situación de desastre natural, debido a que las altas temperaturas han obligado a miles de personas a ingresar en los hospitales afectados por un golpe de calor.
En el sur de California, el este de Canadá, en Argelia y Noruega los termómetros han roto los registros históricos.
Mientras en Omán la temperatura nocturna más fresca fue de 42,6 C.
En Grecia, al menos 74 personas murieron en incendios en la región próxima a Atenas.
Pero, ¿cuáles son los lugares del mundo que han experimentado un verano más caliente de lo normal?
A lo largo de julio, muchos países han registrado un calor por encima del promedio para esta época del año.
El color azul de estos gráficos indica temperaturas más bajas que el promedio regional para el periodo 1981 – 2010, mientras que el rojo señala dónde han sido más altas.
Los lugares en los cuales el verano boreal ha sido mucho más caliente son:
Reino Unido, Noruega, Suecia, Canadá (en su zona oriental), partes del este de la región rusa de Siberia, Japón y alrededor del Mar Caspio.
Las regiones que han registrado temperaturas más frías de lo habitual son:
Partes del sur de Europa, incluyendo España y Portugal, zonas del norte de Siberia en Rusia y las regiones ubicadas más al sur de América del Sur.
Sobre la base de la información utilizada para elaborar el mapa, recolectada por el Servicio Copérnico sobre Cambio Climático, el julio más cálido del que se tenga registro en Europa fue el de 2010. Entonces la temperatura se ubicó dos grados por encima del promedio.
Es posible que julio de 2018 sea uno de los más calientes que se haya vivido en Europa pero es improbable que llegue a ser el primero de la lista.
¿Y cómo fue en junio?
Globalmente, el mes pasado fue el quinto junio más caliente desde 1880, de acuerdo con los Centros de Información Ambiental de Estados Unidos.
El primero en esa lista fue junio de 2016, cuando la temperatura global se ubicó 0,91C por encima del promedio.
Era el cuadragésimo segundo junio consecutivo con temperaturas por encima del promedio, de acuerdo con su data (de 402 meses consecutivos con este fenómeno).
La desaceleración de la circulación del agua en el Atlántico no es causada por el calentamiento de la superficie del océano, sino que es parte de un ciclo regular que afectará a las temperaturas en las próximas décadas, según un nuevo estudio de la Universidad de Washington y la Universidad Oceánica de China publicado en la revista Nature este miércoles.
«Los científicos esperaban que la circulación del agua en el Atlántico disminuyera su velocidad en el largo plazo como consecuencia del calentamiento de la superficie, pero la realidad es que solo disponemos de mediciones directas desde abril de 2004. Y la disminución medida desde entonces es 10 veces mayor de lo esperado», declaró Ka-Kit Tung, uno de los autores del estudio y profesor de matemática aplicada en la Universidad de Washington.
«Muchos se han centrado en el hecho de que está disminuyendo muy rápidamente, y que si esta tendencia continúa superará un punto de inflexión y provocará una catástrofe, como una edad de hielo. Resulta que nada de eso sucederá en el futuro cercano. El fenómeno puede, en cambio, ser parte de un ciclo natural y hay indicios de que el declive ya está terminando», añadió.
Un ciclo gigante
Sin embargo, los resultados tienen implicaciones en el calentamiento de la superficie. La velocidad de la corriente determina cuánto calor de la superficie es transferido al océano profundo, y una circulación más rápida enviaría más calor a las profundidades del Atlántico, según el estudio.
Los científicos informan que, si la corriente se ralentiza, almacenará menos calor yes probable que la temperatura del aire en la Tierra aumente más rápidamente de lo que lo ha venido haciendo de media desde el año 2000.
La circulación meridional de retorno del Atlántico (AMOC) tiene un gran impacto sobre el clima, pues redistribuye el calor e incide sobre el ciclo del carbono. Por ello, los cambios en su ciclo tienen efectos sobre la cantidad de calor que deja nuestra atmósfera. El nuevo estudio usa los datos recogidos a través de flotadores Argo, embarcaciones medidoras de la temperatura, registros de las mareas, imágenes satélite de la superficie marítima y los datos del propio AMOC; y los investigadores consideran que todo ello sugiere que su fuerza fluctúa como parte de un ciclo de autorrefuerzo de, aproximadamente, unos 60 o 70 años de duración.
Las autoridades iraníes creen que Israel está detrás de los cambios climáticos en el país. Así lo afirmó el jefe del Departamento de Defensa Civil iraní, general de brigada Gholam Reza Jalali, citado por la agencia Tasnim.
Según el militar, varios centros científicos iraníes han confirmado que las condiciones ambientales adversas en Irán se deben a una intervención extranjera.
Una parte del Océano glacial Ártico se ha calentado tanto debido al calentamiento global que ya podría considerarse como una parte del Océano Atlántico, alerta un estudio del Institute Of Marine Research de Noruega.
La parte más afectada es el Mar de Barents, el espacio donde el Atlántico se encuentra con el océano Ártico. El agua caliente del Atlántico desemboca en el Ártico como una capa de agua cálida que viaja debajo de capas de agua fría.
En el Ártico interior, una capa de hielo perenne y una atmósfera fría y densa mantienen las capas oceánicas superiores lo suficientemente frías como para que el agua más caliente no pueda mezclarse con ellas, señala el estudio.
Sin embargo, esta situación está cambiando debido al calentamiento global: en el Mar de Barents, las temperaturas suben más deprisa que en cualquier otra parte del Ártico, no sólo en la atmósfera, sino también en la superficie oceánica, provocando que la pérdida de hielo marino en invierno sea la mayor de todo el Ártico.
Sigrid Lind, autora principal del estudio, señala en un comunicado que «menos entrada de hielo marino desde el Ártico interior ha causado una pérdida de agua dulce del 40 por ciento en el norte del mar de Barents, lo que provoca una estratificación más débil y una mayor mezcla vertical con la capa profunda del Atlántico».
LIMA (Sputnik) — El Gobierno de Perú declaró en estado de emergencia a 27 provincias de 11 departamentos por un lapso de 60 días a causa de las bajas temperaturas registradas en las zonas registradas altoandinas del país.
«Declárese el Estado de Emergencia por peligro inminente a consecuencia de la ocurrencia de heladas y nevadas, en distritos de diversas provincias de los departamentos de Apurímac, Ayacucho, Arequipa, Cusco, Huancavelica (sur); Huánuco, Junín, Pasco (centro); Moquegua, Puno y Tacna (sur)», se lee en el decreto supremo publicado en el diario oficial El Peruano.
Nuestro planeta ha vivido los 20 meses de enfriamiento más intenso desde 1916, según calculó un periodista australiano a partir de información difundida por la NASA.
Las temperaturas medias mundiales han descendido casi medio grado en los últimos 20 meses, según ha difundido el comentarista Rowan Dean a través del canal Sky News Australia.
En una emisión del pasado fin de semana, este hombre aseguró que “la Tierra se ha hecho 0,454 ºC más fría desde que Donald Trump fue elegido” presidente de Estados Unidos, según estadísticas que la NASA publicó el pasado abril.
Así, Dean destacó que “es el período de enfriamiento en 20 meses más rápido desde 1916” y se trata de “otro triunfo de Trump”, a pesar del escepticismo que genera la percepción respecto al cambio climático que el mandatario norteamericano ha manifestado en numerosas ocasiones.
Sky News Australia
✔@SkyNewsAust
.@rowandean: Earth has cooled 0.454 degrees Celsius since Donald Trump got elected. That’s the fastest 20 month cooling period since 1916. Another Trump triumph.
Los científicos de la misión Operation Ice Bridge de la Administración Nacional de la Aeronáutica y del Espacio de Estados Unidos (NASA, por su acrónimo en inglés) descubrieron en el Ártico extrañas formas de agujeros de hielo de origen desconocido, 23 de abril de 2018, 23 de abril de 2018.
De acuerdo con informes de la NASA, un dispositivo especial instalado en un avión que rastreaba la región polar, confirmó que la cantidad de hielo se había reducido en comparación con el año 2013. Al medir el hielo, los científicos notaron unos grandes agujeros y afirmaron que antes no los había en esa zona.
“Definitivamente es un área de hielo delgado, ya que se puede ver el rafting con los dedos cerca de los agujeros y el color es lo suficientemente gris como para indicar poca capa de nieve”, aseguró el científico de la NASA Nathan Kurtz durante la exploración.
Una de las explicaciones potenciales más interesantes es que los huecos son el resultado de animales como focas o osos polares que cavan a través del hielo. No se observaron animales durante la misión, por lo que, si crearon un patrón extraño, se han ido desde entonces.
Imagen de la temperatura de superficie del Atlántico Norte simulado por el modelo CM2.6. / Remik Ziemlinski (NOAA GFDL)
La circulación meridiana del océano Atlántico, fenómeno por el que se conoce la redistribución de calor del sur al norte, ha disminuido un 15% desde la última mitad del siglo XX, según una investigación internacional en la que participa la Universidad Complutense de Madrid (UCM) y que acaba de publicarse en Nature.
“Analizamos datos y modelos de muy alta resolución que demuestran que hay un patrón de temperaturas en el Atlántico que deja claro que la circulación del océano en el Atlántico ha disminuido”, indica Alexander Robinson, coautor del estudio, investigador de la facultad de Ciencias Físicas de la UCM y del Instituto de Geociencias (CSIC-UCM).
Este trabajo logra registrar el mayor debilitamiento de la circulación meridiana del Atlántico en los últimos mil años a partir del análisis de la temperatura de la superficie del océano con los datos desde el siglo XIX y de los modelos de alta complejidad.
Entre 2012 y 2015, una sequía extraordinariamente intensa, sin precedentes en los últimos 1.000 años, provocó la muerte de 100 millones de árboles, según el servicio forestal estadounidense. Episodios similares, aunque a menudo de menor magnitud, se han observado en prácticamente todos los biomas de la Tierra, incluyendo las selvas tropicales y, por supuesto, los bosques de nuestro entorno mediterráneo. En nuestro entorno, estos episodios de decaimiento afectan principalmente a especies que tienen su límite sur de distribución en la cuenca mediterránea, como el pino silvestre o el haya. ¿Qué indica este fenómeno y qué relación tiene con nosotros y con el cambio global?
Es difícil sobreestimar la importancia de los bosques. Desde el punto de vista cultural muchos historiadores sostienen que la madera ha sido el material más importante en la historia de la civilización, por encima de la piedra o los metales. La madera ha sido el elemento de construcción por excelencia y también la principal fuente de energía a lo largo de la historia de la humanidad. Todavía hoy, nuestra energía procede en su mayor parte de combustibles fósiles, formados a lo largo de millones de años a partir de restos vegetales.
Desde una perspectiva más biofísica el papel de los bosques es también formidable: albergan la mayor parte de la biodiversidad de la Tierra, controlan el clima y los ciclos biogeoquímicos globales, incluyendo el del carbono y el del agua. Los bosques con su transpiración retornan a la atmosfera más de la mitad de la precipitación que cae sobre los continentes en forma de agua o nieve. En otras palabras: circula más agua a través de los troncos de los árboles que a través de todos los ríos de la Tierra juntos. En buena medida los bosques dan forma al planeta tal como lo conocemos.
A largo plazo, la distribución de los bosques viene determinada por el clima. No encontramos bosques de manera natural en lugares donde las condiciones son demasiado frías, como las cimas de las montañas, o demasiado secas, como los desiertos. El tipo de bosque depende también del clima: no existen selvas lluviosas fuera del clima cálido y húmedo de los trópicos, ni podemos esperar que crezcan hayedos bajo el clima seco del sur de España.
A lo largo de la historia de la Tierra la distribución de los bosques ha cambiado siguiendo los cambios en el clima. Algunos de estos cambios ocurrieron hace millones de años, como los que atestiguan los bosques fósiles en distintos lugares del mundo, que a menudo muestran troncos petrificados de árboles tropicales en lo que ahora son desiertos prácticamente sin vegetación. Otros cambios son mucho más recientes y ocurrieron mucho más rápido. Hasta hace unos 4.500 años amplias zonas de lo que actualmente es el desierto del Sahara estaban cubiertas por praderas y bosques tropicales. Un cambio en el clima modificó el régimen hidrológico de la zona y propició la transición hacia el desierto desprovisto de vegetación que actualmente conocemos. Centenares de ejemplos similares, aunque no siempre tan dramáticos, se han documentado en otras regiones. La conclusión es clara: si cambia el clima, cambian los bosques.
Y si hay alguna cosa de la que estamos seguros es de que estamos modificando el clima. Por desgracia, el cambio climático está aquí para quedarse. Por supuesto hay todavía mucha incertidumbre en cuanto a cuál va a ser la magnitud del cambio. Ésta dependerá en buena medida de la progresión de nuestras emisiones de gases de efecto invernadero, pero también de la propia respuesta de los bosques.
Un sumidero de dióxido de carbono
Casi un tercio de las emisiones antrópicas de dióxido de carbono, principal causante del calentamiento global, son absorbidas por ellos. Si no fuera por este sumidero la magnitud del cambio climático sería mucho mayor. Sin embargo, todas las evidencias apuntan a que esta capacidad de sumidero de los bosques se reducirá a medida que las condiciones sean más cálidas y más secas, pudiendo incluso llegar a revertirse.
Las sequías extremas que padeció la Amazonía durante los años 2005 y 2010, por ejemplo, provocaron que el conjunto de la selva tropical amazónica se convirtiera en una fuente neta de dióxido de carbono; es decir, en un contribuyente neto al calentamiento global. Lo mismo se observó en extensas zonas del continente europeo durante la ola de calor del verano de 2003.
Los bosques, pues, son protagonistas del cambio climático por partida triple: como origen de los combustibles fósiles que utilizamos y por tanto de nuestras emisiones de dióxido de carbono, como reguladores de la concentración de este gas en la atmósfera, y como sistemas particularmente sensibles a los cambios en el clima.
¿Qué hace que los bosques sean tan sensibles a la sequía? Las plantas necesitan agua en grandes cantidades para mantener su funcionamiento. En condiciones favorables, un solo árbol puede llegar a transpirar cientos de litros de agua en un solo día. Toda esta agua es absorbida del suelo y transportada a través de los troncos hasta las hojas, donde casi toda se evapora a la atmósfera (una pequeña parte se utiliza en la fotosíntesis).
La energía solar, que provoca la evaporación del agua en las hojas, es la que genera la fuerza de succión necesaria para subir el agua hasta las copas de los árboles, que pueden llegar a estar a más de 100 metros del suelo. A mayor temperatura mayor es la capacidad evaporativa de la atmósfera y, por tanto, mayores los requerimientos hídricos de las plantas.
Se está implantando un nuevo proyecto de cámaras de combustión para salvar el lugar más seco de la Tierra.
China está probando una tecnología innovadora que producirá suficientes partículas capaces de formar nubes extensas en el territorio de la meseta del Tíbet, de 1,6 millones de kilómetros cuadrados, informa el periódico South China Morning Post.
Según los expertos que trabajan en el proyecto, el sistema ubicado en la cima de la meseta tibetana, será capaz incrementar la caída de lluvia en la región hasta en 10.000 millones de metros cúbicos por año, el 7% de todo el consumo de agua de China. Decenas de miles cámaras serán construidas en distintos puntos de la zona y quemarán combustible sólido para producir yoduro de plata, que, a su vez, creará nubes. Las precipitaciones en forma de lluvia y nieve serán posibles gracias al aire húmedo que, al enfriarse, se enfrenta con partículas de la atmósfera y juntos crean gotas de agua.
“A veces la nieve comenzaba a caer casi inmediatamente después de encender la cámara. Era como estar en el escenario de un espectáculo de magia“, ha señalado el investigador líder del sistema que se negó a ser nombrado debido a la delicadeza del proyecto, según South China Morning Post.
El futuro del proyecto es incierto
El trabajo está siendo desarrollando por la estatal China Aerospace Science and Technology Corporation, un importante contratista espacial y de defensa. El día a día de la operación de las cámaras se podrá guiar con ayuda de datos precisos en tiempo real y recopilados de una red de 30 satélites meteorológicos. Aparte, se utilizarán aviones, drones y artillería para ‘sembrar’ nubes, maximizando así el efecto del sistema de modificación del clima.
Hay que destacar que China es el primer país que emplea esta tecnología a gran escala. El precio del proyecto se valora como relativamente bajo. Sin embargo, según expertos, su realización aún es bastante discutible. En opinión de Ma Weiqiang, investigador del Chinese Academy of Sciences Institute of Tibetan Plateau Research, Pekín podría no aceptar el proyecto, ya que interceptar la humedad en los cielos sobre el Tíbet podría tener un efecto dominó y reducir las lluvias en otras regiones de China.
La meseta del Tíbet es considero uno de los lugares más secos de la Tierra. La mayoría de las áreas reciben menos de 10 cm de lluvia al año, a pesar del gran volumen de corrientes de aire húmedo que pasan sobre la meseta cada día. Debido a eso, el territorio está definido como “un desierto” por el Servicio Geológico de EE.UU.
Científicos que han ido a la Antártida a investigar el deshielo y el ecosistema marino se han llevado una sorpresa… Hay más hielo del que creían…
La primera sorpresa se la ha llevado un barco de investigación científica que pretendía llegar al lugar en donde se desprendió un iceberg el año pasado, la zona del A68… No pudieron, pues había tanto hielo que el barco no pudo llegar a la zona…
La segunda sorpresa fue cuando un equipo de científicos perforó la barrera de Ross para ver como afectaba el deshielo desde abajo… De nuevo se toparon con ese amigo que no debería estar, EL HIELO…
Susan Crockford, posiblemente la mejor experta en osos polares del mundo, reveló recientemente datos que sugieren una realidad distinta a la que han pronosticado ambientalistas, según publicó en febrero en su “Informe sobre el estado del Oso Polar de 2017”.
En medio de muchas voces clamando sobre la fatalidad climática, el informe asevera que “las poblaciones de osos polares están estables, cuando no creciendo”.
Lo que algunos medios liberales informan es que los osos mueren de hambre por el delgado hielo marino del verano, según Breibart.
Según Crockford, “el número de osos polares se ha mantenido estable o ha aumentado ligeramente desde 2005, a pesar de que el hielo marino del verano desde 2007 alcanzó niveles no esperados hasta mediados de siglo: la disminución prevista del 67% en el número de osos polares no ocurrió”.
“La resistencia del oso polar debería haber significado el final de su uso como un ícono preciado del destino del calentamiento global, pero no fue así”, dijo Finacial Post, que agrego, “El alarmismo no va a desaparecer sin una lucha”.
Parte de esta lucha implica un choque científico sobre la transparencia en la ciencia en cuanto a la situación del oso polar.
Las presas abundantes y la adecuada cantidad de hielo marino en primavera y a comienzos del verano desde 2007 parecen explicar por qué el número de osos polares no ha disminuido, como podría haberse esperado como resultado de los bajos niveles de hielo marino en el verano.
El informe de Crockford indica que el mayor cambio en el hábitat del hielo marino desde 1979, lo experimentaron los osos polares del mar de Barents, y el menor cambio lo experimentaron los que viven en la Bahía del sur de Hudson, la región más meridional habitada por osos.
Luego “por lo que se sabe, el récord de la baja cantidad de hielo marino en marzo de 2017 no tuvo ningún impacto en la salud o supervivencia del oso polar”, expone el estudio.
Algunos estudios muestran que los osos pesan menos que en los años ochenta, pero ninguno mostró un aumento en el número de ejemplares muriendo de hambre o demasiado delgados como para no reproducirse.