El astrofísico fue galardonado por el descubrimiento del primer planeta fuera del sistema solar, 51 Pegasi b, en 1995. Hoy, se conocen 4.000, y los exoplanetas han revolucionado nuestra comprensión de la naturaleza
En un instante, el anuncio del Instituto Karolinska de Estocolmo convirtió a este científico anónimo, retirado de la investigación desde 2007, pero que lleva 50 años dedicado a la ciencia, en una especie de estrella del rock. Al menos por un día. Nadie lo diría por su aire afable pero tímido, o por las sandalias con las que acudió al Centro de Astrobiología (CSIC-INTA) para hablar sobre vida en exoplanetas y atender a este periódico.
El suizo, uno de los inauguradores de la época en la que la ciencia ha descubierto que casi todas las estrellas de nuestra galaxia tienen planetas, y que puede haber millones de tierras ahí fuera, se ha querido mantener fiel a su agenda, y dedicarse un día más a la divulgación científica. Entre sus logros está el haber puesto a punto la metodología para cazar mundos y haber participado en el hallazgo de alrededor de 300 exoplanetas, aunque reconoce que no lleva la cuenta. En los noventa, la valentía que tanto Queloz como él tuvieron les llevaron a proponer la existencia de un gigantesco mundo gaseoso muy cerca de una estrella a 50 años luz de la Tierra, cuando ningún modelo contemplaba esta opción.
-¿Cómo se siente después de haber recibido el premio?
Para mí es enorme haber recibido este premio. He conseguido bastantes, pero ninguno ha tenido el impacto psicológico del Nobel. Es un reconocimiento inmenso y me hace muy feliz porque para el público general el campo de los exoplanetas es extremadamente importante. Lo discuten todos mis colegas, pero también en todos los medios y revistas; me invitan a dar charlas para niños. Así que creo que el Nobel es una forma de reconocer este interés del público.