Se aconseja escuchar el vídeo mientras se lee
La sabiduría de pueblos indígenas dice que cuando vivimos un evento traumático (la muerte de un ser querido, un accidente, traición, aborto, guerra, secuestro, etc.) el impacto puede romper un pedacito de nuestra alma. Ese pedacito asustado huye porque no quiere vivir esa situación y se esconde en algún sitio en que se sienta seguro. Al escaparse, se lleva consigo algo de nuestro ser: alegría de vivir, salud, seguridad, sensualidad, fuerza personal, etc. Por lo que para que nuestra alma vuelva a estar completa será necesario ir a buscar el fragmento que huyó y al encontrarlo, hablarle con mucha compasión y amor para quitarle el miedo, la culpa, el susto, darle fe y esperanza hasta convencerlo de volver a casa.
A esta herramienta se le llama: Recuperación del alma o Viaje chamánico. Y fue en un ritual como éste en donde me di cuenta que un pedacito de mi alma se había asustado tanto durante el aborto que huyó llevándose parte de mi seguridad personal. Para que ese pedacito de mí volviera a su sitio trayendo lo que se había llevado, yo tendría que ir a buscarlo y al encontrarlo tendría que escucharlo como se escucha a un niñito asustado hasta que sacara todo su miedo. Luego lo tendría que convencer, con mucho amor, de volver a casa. Sólo entonces yo recuperaría la seguridad perdida y mi alma volvería a estar completa.
Ese día supe que había llegado el tiempo de cerrar el círculo de aquel aborto arrumbado.
Fragmento de una carta que al escribirla me ayudó a dar el primer paso para cerrar el círculo.
(Antes de iniciar la lectura te invito a sintonizarnos: cierra los ojos unos instantes y respira profundamente tres veces, relajate. gracias):
Querida Jacaranda:
Desde que tomé la decisión de cerrar ese círculo abierto que nos separa, intenté muchas cosas para acercarme a ti pero no fue fácil, tu presencia era apenas perceptible. Sabía que estabas allí por mi actitud defensiva ante el tema del aborto y por el enojo que me provocaba cuando alguien trataba con superficialidad el tema. Pero no podía sentirte ni percibir otras sensaciones que nos unieran. Aún así, seguí adelante.
Un rayito de luz empezó a alumbrarte cuando, en un taller de padres en duelo, me pidieron escribirte una carta de despedida. Pero una carta necesita dirigírsele a alguien y yo ni siquiera sabía tu nombre.
Una madrugada apareciste en mis sueños. Soy Jacaranda, dijiste. En esa textura de los sueños en que todo se sabe sin que nadie lo explique, supe que eras tú. Fue entonces que descubrí que habrías sido mujer y que habías decidido llamarte Jacaranda. Te dije que ese era un nombre de árbol no de niña, pero tú repetiste con tranquilidad: Soy Jacaranda. No insistí. En ese momento en que un tenue rayito de luz alumbraba una parte de ti, no quise moverme, ni respirar, ni pensar, temía que el más leve impulso te desvaneciera, como sucede en los sueños. Y nada deseaba más que conocerte.
Esa madrugada supe que tú no eres la nada, que nunca fuiste la nada porque, más allá de cualquier polémica religiosa, política o científica; más allá de que hayas sido potencialidad o hecho consumado, habitaste mi cuerpo por varias semanas despertando un torbellino de sentimientos que nunca me dejé sentir.
Esa madrugada supe que había llegado el tiempo de conocerte y conocerme, comprenderte y comprenderme. Descubrir quién eras tú y quién soy yo.
Había llegado el tiempo de recorrer juntas las etapas de un camino que nos llevaría a cerrar con amor el círculo que teníamos pendiente.
REFLEXION
¿Estoy dispuesta/o a: ir a buscar ese pedacito asustado de mi alma?
¿Estoy dispusta/o escucharlo sin juzgarlo ni justificarlo ni culparlo?
¿A convencerlo con mucho amor de regresar para que mi alma vuelva a estar completa?
**Fragmento del libro: Abracé una Jacaranda y te dije adiós.
Amor y paz
AGÜITA