El humor en el antiguo Egipto

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Tal vez el aspecto más conocido de la antigua civilización egipcia sean los ritos funerarios. Sin embargo, la importancia que concedían al más allá no debe llevarnos a pensar que se trataba de un pueblo triste y fúnebre; por el contrario, los antiguos egipcios eran alegres y sentían gran pasión por la vida. Podemos atisbar, incluso, un sentido del humor que se manifiesta de diversas formas, aunque no dispongamos de un material demasiado abundante.
Los egipcios tenían un dios del humor llamado Bes, un enano gordo y con barba, sacando la lengua y feo hasta el extremo de resultar cómico. Se asociaba con la risa, la felicidad, la buena suerte y la alegría de vivir. A pesar de su apariencia demoniaca, representaba el bien. Además de proteger al faraón, Bes protegía también a mujeres y niños, era patrón de los nacimientos, de la sexualidad, el humor, la música y la danza. Por esa razón algunas bailarinas llevaban su efigie tatuada en las nalgas.
Bes tenía su oráculo en Abydos, y se sabe que fue una divinidad principal en Khemenu durante el Imperio Medio. Solo se conoce un templo a él dedicado, a pesar de lo cual era uno de los dioses más populares, y aparecía a menudo en artículos domésticos, en muebles, espejos, cuchillos o amuletos. Cuando un bebé sonreía o reía sin razón aparente, los padres suponían que Bes le estaba haciendo muecas.
Por cierto que uno de los nombres más antiguos de Ibiza fue Ibosim, que traducido del púnico significa Isla de Bes. Este dios llegó a la isla en el 1500 a. C., y su imagen como guardián del sueño aparece allí en cabeceros de las camas, además de mostrarse en las monedas luchando con una serpiente como “Bes, temor de todas las criaturas malvadas”. Y es que, además de proteger contra las pesadillas, también velaba para alejar a las serpientes y animales peligrosos. Originalmente fue conocido como Aha (luchador), porque podía estrangular a osos, leones y serpientes solo con sus manos.
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Una muestra del sentido del humor de los antiguos egipcios la encontramos en el templo de Hatshepsut en Deir el-Bahri, donde aparece representada lavoluminosa figura de la reina de Punt seguida por un pequeño asno. La inscripción dice: “el burro que tuvo que transportar a la reina”. Prueba de que los egipcios encontraban graciosa la escena es que la copiaron muchas veces.
En un buen número de textos los escribas bromean acerca de los demás oficios, que contemplan con superioridad. Incluso en tumbas privadas aparecen burlas sobre algunos de los trabajadores.

Una característica que se repite es la derepresentar animales como ratones o gatos realizando tareas humanas. Aparecen azotando a cautivos o conduciendo carros. Hay un papiro en el que un león y un antílope juegan ante un tablero mientras un gato cuida de los gansos. Se ha sugerido que podría tratarse de ilustraciones para fábulas de animales, pero, si es así, no ha sobrevivido ningún texto. Hay también una ratoncita sentada ante un tocador mientras es atendida por sus servidoras gatas, mientras otra de ellas lleva a su bebé ratón. Un rey ratón, montado en un carro, ataca una fortaleza defendida por gatos. En Tell el Amarna un grupo de monos va en un carro, y el conductor guarda un asombroso parecido con Akhenaton, por lo que cabe imaginar una intención satírica.

En la mitología egipcia también pueden encontrarse ejemplos de su sentido del humor. Muchas de las confrontaciones entre Horus y Seth rozan lo burlesco, como la vez en la que ambos acuerdan un combate naval y Seth es engañado para que construya su barco de piedra, con lo cual se hunde.
Los antiguos egipcios encontraban graciosa, la embriaguez, las bufonadas y la sátira política. También ellos contaban chistes. Se ha querido ver uno de ellos en un relato que aparece recogido en el papiro de Westcar, que data de 1600 a. C., en tiempos de los hicsos. Sería el segundo más antiguo, después deuno sumerio sobre flatulencias y que se remonta al 1900 a. C.
El supuesto chiste egipcio, que circula por ahí hasta la saciedad, dice que para entretener a un faraón que está aburrido se le hace navegar en una barca repleta de muchachas vestidas solo con redes de pescar y se anima al faraón a salir de pesca. Ignoro por qué se ha tomado eso por un chiste, pero no parece que en realidad se trate de tal cosa, si uno se toma la molestia de leer el relato del que está extraído. El papiro narra unos cuentos ambientados en la corte del faraón Keops. Cada uno de los hijos del faraón cuenta uno de ellos. El que nos ocupa es el tercero, y a él pertenece este fragmento:
“Entonces Baufra se levantó para hablar y dijo:
 
—Contaré a Vuestra Majestad una maravilla que ocurrió en tiempos de vuestro antepasado Seneferu, y es algo que hizo el sumo sacerdote.
 
Entonces contó la historia de la joya verde.
 
…[Senefru recorría] cada habitación del palacio en busca de distracciones, pero no encontraba ninguna. Entonces dijo:
 
—Ve en busca del sumo sacerdote y escriba Djadjamankh.
 
Y de inmediato fue llevado ante él. Entonces el rey le dijo:
 
—He recorrido cada habitación de palacio en busca de diversiones, pero no encuentro ninguna.
 
Entonces Djadjamankh le dijo:
 
—Oh, podéis ir al lago de palacio, y cargar una barca con todas las mujeres hermosas de vuestro palacio. Vuestro corazón se alegrará al verlas remar, y al ver los hermosos juncos del lado y los hermosos prados a la orilla del agua. Vuestro corazón se animará con esto, así que prepararé una barca…”
Seneferu reúne veinte jóvenes vírgenes y les da las redes para que se las pongan. Cuando salen en la barca, una de ellas pierde un amuleto muy querido, un pez de turquesa que es insustituible para ella, y no quiere seguir adelante, de modo que el sumo sacerdote hace que las aguas se separen para recuperarlo. Creo que, contrariamente a lo que se afirma, no hay ninguna intención de chiste en todo el relato.
En otro papiro, del año 1200 a. C., aparece el siguiente:
Tres hombres de Adab tenían sed por el camino. Uno poseía el buey, otro la vaca y el tercero el cargamento del carro. El dueño del buey se negaba a ir a por agua porque temía que mientras tanto un león le comiera al animal; el dueño de la vaca tampoco quería porque pensaba que la vaca podría escapársele y perderse en el desierto; el dueño del cargamento no se decidía porque pensaba que, si iba, le robarían el cargamento. Así que fueron los tres juntos.
En su ausencia el buey copuló con la vaca, que parió un ternero que se comió el cargamento. Pregunta: ¿A quién pertenece el ternero?
En el 1114 a. C. un personaje de nombre Tjaroy allude en una carta a su reputación contando chistes. Uno de ellos ha ofendido a su amigo, y Tjaroy no comprende que de pronto reaccione así, si lo conoce desde hace tiempo y sabe cómo es:
“He oído que estás enfadado y que me has vilipendiado por culpa del chiste de aquella carta, aunque fue Henuttawy [su esposa] quien me hizo poner algunos chistes. Eres como la mujer que es ciega de un ojo y lleva veinte años casada. Cuando el marido decide abandonarla por otra, le dice: “me divorciaré de ti porque dicen que no ves de un ojo”, y ella le responde: “¿Y has necesitado veinte años para descubrirlo?”. Igual ocurre conmigo y con mis chistes.”
Y esta máxima data de entre el 304 a. C. y el 30 a. C:
“El hombre está aún más ansioso que el burro por tener sexo. Lo único que lo detiene es la billetera.”
Bibliografía:

Red Land, Black Land: Daily Life in Ancient Egypt – Barbara Mertz
Cracking Codes: The Rosetta Stone and Decipherment – Richard B. Parkinson
http://www.touregypt.net/featurestories/humor.htm

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