Se aconseja escuchar el vídeo mientras se lee
Duras críticas, insultos, desprecio, infravaloración… A veces somos nosotros mismos los que nos decimos todas estas cosas y luego actuamos como si no pasara nada, como si eso no fuera a ejercer ninguna influencia en nosotros. Pero lo cierto es que influye mucho más de lo que creemos.
Cuando una persona se dice a sí misma este tipo de cosas, lo hace como un modo de castigarse para producir un cambio y no volver a repetir ese error. Por ejemplo, puedes llamarte torpe e incompetente por cometer un error en tu trabajo, como un modo de castigarte para no cometer más errores. O puedes decirte que no vales para nada por no ser capaz de levantarte temprano por la mañana para ir a hacer deporte, como un modo de motivarte para hacerlo.
No obstante, muchas investigaciones en psicología han demostrado que el castigo no es un buen modo de conseguir que alguien cambie, ¿por qué entonces iba a ser un buen modo para conseguir cambiar nosotros mismos?
Aún así, la persona que tiende a castigarse no suele dejar de hacerlo, porque se habitúa a ese modo de empujarse a hacer o dejar de hacer algo. Además, sigue utilizándolo porque tiende a funcionar a corto plazo, sin ser consciente de que, a largo plazo, este modo de actuar te va agotando, te va desmotivando y minando tu energía, y necesitas que el castigo sea cada vez mayor, hasta llegar a sentir un profundo odio hacia ti mismo. Y cuando ese odio se instala en tu interior, ya no solo se dirige hacia ti, sino hacia el mundo, hacia los demás, y hacia todo.
El maltrato hacia uno mismo es como un cáncer que se va extendiendo insidiosamente en tu interior sin que apenas te des cuenta. Hasta que llega un día en que te preguntas por qué te sientes tan mal, por qué tu nivel de estrés en tan alto, porqué te enfadas tan a menudo, por qué sientes esa ira surgir de repente, ya no solo hacia ti, sino también hacia los demás y hacia cualquier cosa. Y no te das cuenta de que el origen puede estar en ese autocastigo y autodesprecio al que te has sometido despiadadamente día tras día y año tras año, durante demasiado tiempo.
Frases como : “no valgo para nada, soy un inútil, jamás lo lograré, soy torpe e idiota, nadie puede querer a alguien como yo, no doy la talla, soy despreciable, me doy asco, cuando me conozcan de verdad no les gustaré…” y tantas otras que las personas se dicen a sí mismas con tanta frecuencia, son frases a las que debes declarar la guerra desde este mismo instante
Qué hacer con los pensamientos autodestructivos?
Por supuesto, con solo proponerte dejar de castigarte no lo vas a lograr. Puede que lleves haciéndolo demasiado tiempo y se haya convertido en un hábito tan automático que surge de repente sin pensar. No obstante, hay varias cosas que puedes hacer:
1. Observa el pensamiento de autocastigo que acabas de tener y descríbelocomo si lo vieras desde fuera. Di: “en mi mente ha surgido un pensamiento que dice que… ” y termina la frase con el pensamiento que has tenido (no valgo nada, soy torpe, etc.). O bien, de un modo más general di: “estoy teniendo pensamientos de autocastigo (o de autodesprecio, de infravaloración, según lo describa mejor). Con esto consigues salir fuera de tu propio pensamiento, verlo desde fuera, como si no estuviera del todo relacionado contigo, de manera que te afecta menos y te ayuda a desprenderte de él más fácilmente.
2. El siguiente paso consiste en dejarlo ir. Es decir, tras observarlo y describirlo desde fuera, dejas que se vaya tal y como vino. Si esto te cuesta trabajo, puedes imaginar que está escrito en una hoja y luego dejas que esa hoja se la lleve un río hasta que desparezca, llevándose el pensamiento con ella. (Encontrarás más información en el artículo La metáfora de las hojas en el río).
3. A veces resulta también útil sustituir ese pensamiento por otro más realista o por una autoinstrucción. Por ejemplo, si has metido la pata al hablar con alguien y consideras que has quedado mal, puede que tu reacción inicial sean pensamientos de autodesprecio. Entonces, tras hacer lo que explico en los puntos anteriores, puedes pensar: “vale, he metido la pata, a veces pasa porque nadie es perfecto y yo tampoco lo soy, mañana mismo hablaré con esa persona y le diré que lo siento”. Si has cometido un error en tu trabajo y perdido información importante, puedes pensar: “bueno, he perdido esto, qué le vamos a hacer, ahora voy a hacerlo de nuevo con calma, es un fastidio pero no pasa nada, puedo hacerlo”.
De este modo, no solo dejas de castigarte, sino que además te das instrucciones más constructivas sobre el modo más adecuado de proceder dadas las circunstancias.
Al cabo del tiempo, cuando hayas conseguido tratarte mejor, verás como tu estado de ánimo general es también mejor, ha disminuido bastante tu enfado con el mundo, y puede que hasta haya desaparecido alguna contractura, dolor de cabeza o algún otro síntoma físico que arrastrabas desde hace tiempo.
Ana Muñoz (Psicóloga y Psicoterapeuta)