Los cambios políticos que vio Egipto el último mes demuestran que la libertad y la democracia no siempre van juntas. A veces son adversarias, considera el columnista del diario ‘Financial Times’ Gideon Rachman.
Según el periodista, los liberales egipcios que apoyaron el golpe de Estado contra el presidente Mohamed Morsi se justificaron diciendo que el Gobierno de los Hermanos Musulmanes (HM), a pesar de haber sido elegido, amenazaba a las libertades fundamentales.
Es cierto que las colas para comprar gasolina, los crecientes precios de los comestibles y la sensación de inseguridad en Egipto son los factores cruciales que llevaron a millones de personas a las calles. Pero cierto es también que el derrocamiento del Gobierno democráticamente elegido recibió un fuerte apoyo por parte de los líderes del movimiento liberal egipcio, escribe Rachman.
Los liberales arguyen que el Gobierno presionaba los tribunales, intimidaba los medios, pasaba por alto la violación de los derechos de las mujeres y de las minorías y establecía un tono islamista cada vez más marcado en la vida pública.
Hubo miedo de que las mismas libertades democráticas que permitieron la llegada al poder de los HM no pudieran mantenerse bajo el gobierno de un partido que cree que recibe instrucciones y autoridad de Dios y no de los votantes
“Hubo miedo de que las mismas libertades democráticas que permitieron la llegada al poder de los Hermanos Musulmanes no pudieran mantenerse bajo el gobierno de un partido que cree que recibe instrucciones y autoridad de Dios y no de los votantes”.
Para el analista el problema egipcio no es único. En Turquía, los liberales seculares se manifiestan contra el Gobierno de Recep Tayyip Erdogan y su Partido de la Justicia y el Desarrollo (AKP). A diferencia de los HM, Erdogan puede señalar ciertos éxitos económicos. Sin embargo, algunas de las quejas de los manifestantes en Estambul son iguales a las escuchadas en El Cairo.
“Acusan al Gobierno turco de erosionar las libertades civiles, socavar el sistema judicial, intimidar a los periodistas y apoyar la islamización, que va acentuándose y amenaza las libertades de los turcos seculares, ya sea el derecho a beber cerveza o a vestirse de ‘manera inmodesta’”, sostiene el periodista.
Igual que los HM, el AKP reaccionó a las acusaciones de liberales alegando su mandato electoral.
Rachman observó que en ambos países, y no solo en ellos, el problema parece consistir en la brecha entre las masas populares y la relativamente rica y culta élite urbana, que cree que tiene potestad sobre los votos emitidos por el resto de la población.
Una vez en el poder, el elegido populista con instintos autoritarios puede pisotear las libertades ansiadas por la clase media urbana, y al mismo tiempo dirigirse a la nación ‘real’, en ciudades pequeñas y pueblos
Una vez en el poder, el elegido populista con instintos autoritarios puede pisotear las libertades ansiadas por la clase media urbana, y al mismo tiempo dirigirse a la nación ‘real’, en ciudades pequeñas y pueblos.
El sufragio no es el remedio
Tales acciones socavan la teoría de Occidente de que la base de todas las libertades es el sufragio. De hecho, la misma historia de Occidente sugiere que votar es la última libertad ganada, y no la primera.
Rachman recalca que, en el Reino Unido, el respeto hacia la independencia de los tribunales y la libertad de prensa se había consolidado ya en el siglo XVIII. Pero no fue hasta 1928 que hombres y mujeres de más de 21 años obtuvieron el derecho a votar.
En la era victoriana, los ciudadanos debían poseer cierta cantidad de propiedades y determinado nivel de educación para poder participar en las elecciones.
Cuando el derecho de voto en el Reino Unido fue ampliado en 1867, un político conservador, expresando la necesidad de una reforma educativa, comentó con tristeza: “Debemos educar a nuestros dueños”.
Aunque en Occidente se considera anticuada y cuestionable, tal opinión puede encontrar una resonancia en las nacientes clases medias en los países en desarrollo.
La democracia y la libertad no son lo mismo, pero derrocar la democracia tiende a llevar en la misma triste dirección
Desde hace mucho los analistas occidentales predicen que la naciente clase media en China pedirá la democracia.
“No obstante, muchos de los chinos adinerados temen que se desate el caos si a sus paisanos se les brinda la oportunidad de votar en la gestión del país”, subrayó el periodista.
Los liberales egipcios pueden verse en una situación semejante en un país donde un 40% del electorado es analfabeto. Dada la influencia de las mezquitas y los canales televisivos religiosos, es muy probable que los egipcios pobres continúen votando por los islamistas.
Aunque el caso de Egipto muestra que la democracia en ocasiones puede socavar las libertades, Rachman advierte que un “golpe de Estado liberal” sería tan erróneo como peligroso.
Según él, conllevaría censura, persecuciones de oponentes políticos y matanzas de gente en la calle.
“La democracia y la libertad no son lo mismo, pero derrocar la democracia tiende a llevar en la misma triste dirección”, concluyó.
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