Medios de EE.UU. han hecho públicos los detalles de un caso impactante: una mujer se despertó en el momento en el que unos médicos estaban a punto de extraerle los órganos para un trasplante después de que se hubiera registrado su muerte.
Era exactamente medianoche cuando Colleen Burns, de Nueva York, abrió los ojos y miró con sorpresa a los médicos que creían que había muerto y estaban a punto de extirparle los órganos para donarlos a pacientes en lista de espera de trasplante.
A pesar de que la historia sucedió hace unos años, los detalles se han conocido hace tan solo unos días, cuando se probó la culpabilidad de los médicos. Según el informe oficial, los peritos del Departamento de Salud y Servicios Humanos de EE.UU. han confirmado que los doctores cometieron una serie de errores muy graves, esencialmente la certificación de la muerte cuando la mujer estaba viva. Los expertos mantienen que los enfermeros ignoraron los signos de recuperación que mostraba Burns tras una sobredosis: apretaba los dedos de los pies y movía la nariz, la boca y la lengua.
“La paciente no sufrió ni una parada cardiorrespiratoria —como se había registrado— ni daño cerebral irreversible. La paciente no cumplía los criterios para la extirpación de los órganos”, concluye el informe.
¿Diagnóstico con fines de lucro?
Según mantiene el columnista de la revista ‘New American’ Mike Adams, “así es como realmente se cosechan los órganos en los Estados Unidos: los pacientes que están al borde de la muerte (pero no realmente muertos) son simplemente ‘declarados’ muertos, después se retiran sus órganos rápidamente, causando la muerte para siempre”. Adams cree que los hospitales tienen un fuerte incentivo financiero para declarar una persona ‘médicamente muerta’: ”El tráfico de órganos es una industria de miles de millones de dólares, (…) un sistema con fines de lucro”.
A pesar de la ‘resurrección‘ milagrosa en una cama hospital, Burns, madre de tres hijos, después de salvarse de la extracción de órganos, se suicidó en 2011 a los 41 años.
El hospital fue obligado a pagar una multa 22.000 dólares en septiembre pasado, la mayor sanción impuesta a un centro hospitalario de Nueva York desde 2002.