¿Pueden las abejas reconocer rostros humanos?


Adrian Dyer, un científico de la Universidad de Monash, asombró al mundo hace cinco años al demostrar que las abejas, entrenadas con una recompensa de azúcar, eran capaces de reconocer rostros humanos. El insecto a prueba, se dirigía de forma automática hacia la fotografía de la cara que luego le proporcionaría el dulce.

Pero, ¿qué método utiliza un animal con un cerebro casi microscópico para discriminar las caras, cómo puede diferenciar unas de otras? Otro investigador, Martín Giurfa, de la Universidad de Toulouse, se interesó por el caso. Sospechaba que, obviamente, las abejas no podían distinguir a los seres humanos de forma individual, sino que sólo diferenciaban la disposición de unos rasgos que, probablemente, les parecerían extrañas flores. Los resultados de su trabajo han sido publicados en Journal of Experimental Biology.

Para empezar, Giurfa y su equipo probaron con imágenes de rostros muy esquemáticos: dos puntos para los ojos, una raya vertical para la nariz y una horizontal para la boca. Una de las caras tenía los rasgos muy apretados y la otra, muy separados. Las abejas fueron entrenadas para visitar una de las dos imágenes, con una recompensa de azúcar. Una vez retirado el premio, las abejas seguían volviendo a la cara correcta.

Por patrones

El segundo experimento pedía a las abejas un comportamiento algo más sofisticado. Se les mostró cinco pares de diferentes imágenes. Sólo una era un rostro, y el resto un conjunto de puntos y rayas. Las abejas eran recompensadas con azúcar sólo cuando visitaban la cara. Después de entrenarlas, se les mostró un nuevo par de imágenes que no habían visto nunca y reconocieron la que era un rostro. Habían aprendido la disposición relativa y el orden de las características de un rostro.

En realidad, las abejas aprenden patrones que son capaces de reconocer en su entorno, pero no rostros humanos. Para Giurfa, lo sorprendente es que un insecto con un cerebro de ese tamaño sea capaz de realizar ese análisis de imágenes cuando tenemos regiones enteras de nuestro cerebro dedicadas a resolver ese problema.

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