Una colaboración de lalunagatuna
Muchas corrientes filosóficas y religiones afirman que si buscas dentro de ti lo más elevado, después llega todo lo demás. En el Nuevo Testamento, Jesucristo nos decía: “Busca primero el reino de los cielos, y todo lo demás te será dado por añadidura”.
El reino de los cielos no es algún lugar lejano en alguna parte remota, es un estado de conciencia. Como lo es también la felicidad. La mayoría de los seres humanos no saben muy bien porque son felices. Para unos la respuesta está en que tienen una familia, amigos, trabajo, dinero, seguridad, etc… Pero estas razones para ser féliz son como briznas de paja que van y vienen con el aire. Se pueden derrumbar.
Cuando la felicidad nos elude se busca el placer a través de conductas adictivas con la esperanza de encontrar en ellas la alegría. Sin embargo las causas externas de la felicidad nunca generan alegría auténtica. La alegría es un estado de conciencia interno que determina cómo percibimos la realidad e interactuamos con el mundo que nos rodea. La fuente interna de la alegría es nuestro yo, nuestro ser interior, y la alegría es su efecto.
Si la felicidad que sentimos tiene su origen en causas externas a nsostros mismos entonces estamos a merced de cada situación y de cada extraño con el que nos relacionemos. Este tipo de felicidad produce un estado de alegría efímero.
De la misma manera que las nubes ocultan el sol, nuestra alegría y felicidad pueden estar ocultas por las preocupaciones cotidianas. Debemos aprender a elevarnos por encima de las nubes para redescubrirnos a nosotros mismos, a nuestra fuente de alegría que hay en lo más profundo de nosotros. De seguro que si recordamos cualquier imagen de nuestra infancia nos acordaremos de ella.
Al tener de nuevo esa conexión nada puede impedirnos lograr lo que deseemos, y hacer más felices a los que nos rodean. MIGUEL MAYORAL GUIU Historiador. PHF