“No pienses sobre tus propios actos de bondad, pero nunca olvides la bondad recibida” – Zhu Zi, filósofo chino.
Los antiguos chinos creían que si podemos hacer favores a los demás sin pedir nada a cambio, pero siempre recordar un favor de otra persona, naturalmente ganaremos enormes bendiciones.
Nuestra benevolencia no es pura si hacemos una buena acción pero estamos decepcionados o quejándonos si no vemos una recompensa, o si dudamos del principio de “el bien y el mal serán recompensados”.
Han Xin era un famoso general de la dinastía Han, cuando joven era muy pobre. Un día, no tenía nada que comer y no tuvo más remedio que sentarse en la orilla del río y tratar de pescar para vender con el fin de comprar alimentos.
Muchas mujeres se encontraban en el río lavando ropa. Una notó que Han Xin parecía hambriento y demacrado y le dio su comida.
Por más de 10 días, comió esta comida dada con bondad. Sintió una gran deuda de gratitud y dijo a la mujer: “En el futuro yo te pagaré exhaustivamente tu bondad”.
Sin embargo, ella respondió: “Un hombre de verdad debe ganarse la vida. Te doy comida porque te veo y te compadezco. Yo haría lo mismo para cualquier otra persona. No busco ningún tipo de recompensa”.
Años después, cuando Han Xin regresó a su ciudad natal con gran honor y riqueza, se encontró a la mujer y le agradeció dándole 1.000 monedas de oro.
Este es el origen de la expresión china “yī fàn qiān jīn” (一飯千金), que literalmente significa “una comida, mil monedas de oro”.
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