Según opina el analista político Gumer Isáyev, citado por el portal Rodon.org, la primavera árabe no solo conllevó un cambio de regímenes en la región, sino que también debilitó considerablemente a los países que desempeñaban un papel importante en la geopolítica de
Oriente Próximo, en particular, Egipto, Libia y Siria.
Isáyev cree que la “nueva era” en la historia de la región comenzó con el plan de George W. Bush de “democratización del Gran Oriente Medio” que, según el experto, no fue más que un intento de establecer la hegemonía estadounidense en esta zona. La Casa Blanca solo necesitaba deshacerse de los “restos” de la guerra fría como Irak, Libia, Siria e Irán. La guerra en Irak fue uno de los primeros ataques a la antigua estructura de Oriente Próximo y marcó el inicio de una nueva etapa en su historia.
‘Auge y caída’ de Irán
Por su parte, Irán fue capaz de utilizar este factor desestabilizador en sus fronteras para su propio beneficio. Varias autoridades estadounidenses exigían la continuación de la guerra en Irak a través de un ataque contra Irán. Pero las fuerzas de
EE.UU. para un conflicto a gran escala no eran suficientes en aquel momento, considera Isáyev. Irán, no obstante, aprovechó la operación estadounidense en Irak para avanzar en el liderazgo regional.
Los iraníes ya habían contribuido en 1979 a la creación de la organización chií de Hezbolá, que se convirtió después de la guerra en el Líbano en 2006 en un símbolo de la resistencia contra Israel. Irán también comenzó a intervenir en el conflicto palestino prestando apoyo a Hamás en Gaza. En aquel entonces, la influencia iraní en la región alcanzó un nivel sin precedentes.
Pero la reconfiguración geopolítica de Oriente Próximo emergió en un lugar diferente: en las calles de Túnez, donde el joven vendedor de frutas Mohamed Bouazizi se suicidó en el acto que dio origen a la primavera árabe. La posibilidad del cambio de régimen en otros países árabes (especialmente en
Siria) amenazaba con una transformación importante del equilibrio de poder en la región.
Si los acontecimientos en Túnez, Egipto y Libia no tuvieron un impacto directo en Irán, el conflicto sirio se ha convertido en un punto de inflexión para la república islámica. Isáyev subraya que el apoyo a Bashar al Assad comenzó a convertirla en el enemigo principal del “despertar árabe”.
Asimismo, el comienzo de los disturbios en Siria provocó la disputa entre Hamás e
Irán, ya que parte de los líderes del movimiento islamista palestino, que llevaban mucho tiempo en Damasco, expresaron su respaldo a la oposición siria. Por lo tanto, Irán dejó de ser el principal defensor de los palestinos.
La estratagema turca
Isáyev indica que tal vez el único país dispuesto a desafiar el liderazgo regional de Irán es Turquía. El primer ministro, Recep Tayyip Erdogan, logró mejorar la economía turca y duplicar el PIB del país. Ankara estableció cooperación económica con los países árabes, y su política de “cero problemas con los vecinos” dio excelentes resultados, por ejemplo, las relaciones hostiles con la vecina Siria fueron reemplazadas por una estrecha cooperación en diversos campos.
Turquía también sustituyó a Irán en la posición de principal defensor de los palestinos: en 2009 en Davos, Erdogan se permitió criticar públicamente a Israel.
Sin embargo, la
primavera árabe resultó una prueba importante para Turquía. Ankara acogió con satisfacción la dimisión de Ben Ali y Mubarak, pero los acontecimientos en Libia, donde Turquía tiene grandes contratos, provocaron ciertas dudas a Erdogan. A pesar de todo, Turquía decidió aliarse con los rebeldes. Cuando el ‘fuego revolucionario’ estalló en la vecina Siria, Ankara también apoyó a la oposición.
El ‘abandono’ de su aliado Al Assad fue visto por las autoridades de Turquía como un ‘sacrificio necesario’, ya que gracias a esa decisión Turquía esperaba afianzarse aún más en un Oriente Próximo renovado. Sin embargo, Isáyev califica ese comportamiento de “grave error de cálculo” por parte de Ankara, dado que el presidente sirio actualmente no parece ceder sus posiciones, mientras que la guerra requiere que los turcos gasten grandes cantidades de dinero para mantener a los refugiados sirios y apoyar a los rebeldes.
El experto también señala que es evidente que la participación de Turquía en el conflicto sirio socavó la reputación del partido gobernante y que fue una de las causas de los disturbios en el parque Gezi.
Primacía temporal de Catar
Hace unos 15 años pocos expertos podrían haber imaginado que
Catar, pequeño Estado gasífero en el golfo Pérsico, fuera capaz de alcanzar el nivel de influencia sobre los procesos políticos en Oriente Próximo del que goza hoy en día. Pero la primavera árabe convirtió a este país en uno de los arquitectos de los proyectos políticos en la región. En los acontecimientos de Libia, Catar tuvo unos de los papeles principales. Además, la llegada al poder de los Hermanos Musulmanes en Túnez, Egipto y Marruecos también se debe a Catar.
La entonces unión entre Hermanos Musulmanes y Catar podía considerarse una de las alianzas más exitosas de la región: la organización musulmana más grande de Oriente Próximo necesitaba un patrón rico, al tiempo que Catar buscaba una plataforma para su expansión regional.
Pero el éxito del país no duró mucho. Turquía, aliado de Catar en la cuestión siria, se quedó atrapada en las manifestaciones antigubernamentales, mientras que su aliado clave, los Hermanos Musulmanes egipcios, no fueron capaces de mantenerse en el poder y lo perdieron tras
el golpe militar del pasado julio.
Arabia Saudita, ¿fuera del juego?
Arabia Saudita tenía suficientes razones para estar descontenta con la política de Catar. Pero lo que colmó la paciencia de las autoridades saudíes fueron las actividades cataríes durante la primavera árabe.
Los saudíes vieron una amenaza ideológica en el crecimiento de la influencia de los Hermanos Musulmanes ya que Arabia Saudita tenía miedo de perder su monopolio sobre el islam político, una de las razones por las que el país acogió con beneplácito el golpe militar en Egipto y el arresto del presidente egipcio Morsi.
Aunque las autoridades saudíes tratan de utilizar las consecuencias de la primavera árabe para consolidar su posición en la región, Isáyev opina que será muy difícil para el país avanzar en ello, ya que
Arabia Saudita todavía no tiene un proyecto político como Irán o Turquía y no puede ofrecer un modelo alternativo de desarrollo. Arabia Saudita, a pesar de su riqueza y estrechos vínculos con EE.UU., tiene una estructura política muy arcaica y engorrosa que no permite que el Gobierno sea lo suficientemente flexible para la promoción efectiva de sus intereses.
El caos sin fin
Últimamente, expertos en la geopolítica de Oriente Próximo hablan de la pérdida de la posición dominante de EE.UU. en la región, por lo que ya han empezado a aparecer varias especulaciones sobre quién se convertirá en el siguiente líder regional después de la ‘salida’ inminente de los estadounidenses de Oriente Próximo.
Isáyev concluye que la estrategia actual solo contribuye al mantenimiento de los persistentes
conflictos de baja intensidad en la región, donde ninguna de las partes puede superar a la otra. Todo este “caos controlado” puede durar décadas, con una sola condición importante: el mantenimiento de las posiciones de EE.UU. como el principal proveedor de armas y el mayor importador de petróleo y gas y, por lo tanto, como un cierto punto de referencia para los principales actores geopolíticos del mundo