El cerebro no tiene sexo

“Si fuéramos todos iguales, como animales, sería de una tristeza infinita”.
Para Catherine Vidal ‘diferenciar entre el cerebro de un hombre y el de una mujer es imposible’.
En cierto sentido, la neurobióloga Catherine Vidal, directora de investigación del prestigioso Instituto Pasteur, es una activista. A lo largo de su carrera (primero observando cerebros en formol y ahora estudiándolos mediante resonancias magnéticas) se ha preocupado por “difundir el conocimiento científico”. Y lo ha hecho para derribar mitos, como los de género.
Ha hablado sobre los vínculos entre ciencia y sociedad, determinismo biológico y cerebro e identidad sexual. En el 2009 fue nombrada Chevalière de la Légion d’Honneur, la orden que Napoleón creó hace más de 200 años.
Desde París, explica: “Lo que defiendo es una imagen positiva de la investigación científica, porque desgraciadamente hay personas que instrumentalizan la ciencia con fines ideológicos”.
La neurociencia vive una “revolución” que está poniendo en duda muchas ideas adquiridas sobre el cerebro. El desarrollo de la tecnología, que permite, desde hace más de una década, estudiar la estructura y las funciones cerebrales en personas vivas, ha llevado a revisar los hallazgos pasados.
“La acumulación de información nueva nos está llevando a desmentir teorías –comenta la experta–. Por ejemplo, se dice que las mujeres son buenas para tareas múltiples, pero que no son capaces de ubicarse en el espacio. Que eso explicaría por qué son eficientes en la casa o por qué no son buenas para las matemáticas y no entran a carreras como la ingeniería. Todo eso es una manera de instrumentalizar la biología, para llevar a creer que las desigualdades sociales entre unas y otros reflejan diferencias biológicas”.
Las investigaciones más recientes, dice Vidal, demuestran que la plasticidad del cerebro humano es permanente. Al momento de nacer, explica, solo están hechas el 10 por ciento de los miles de millones de conexiones entre las neuronas. El 90 por ciento se conectan durante la vida, y lo hacen en función del ambiente familiar, escolar, social y cultural. El desarrollo cerebral es más intenso en la infancia, pero sigue hasta la muerte.
“Pensábamos que el cerebro venía cableado desde el nacimiento, y esa no es la realidad. La gran noticia de las investigaciones es que la plasticidad opera siempre y no solo en casos extremos, como después de lesiones cerebrales. El cerebro fabrica conexiones a diario”, dice.
Distintos experimentos lo han demostrado. Vidal cuenta que se han hecho estudios de resonancia magnética con pianistas: “Vimos que se espesaba su córtex cerebral, en las regiones que controlan la coordinación de las manos y la audición. Ese fenómeno se debe a la fabricación de conexiones adicionales entre las neuronas y es proporcional al tiempo de aprendizaje de piano en la infancia”. Otro experimento consistió en pedirles a estudiantes que aprendieran a hacer malabarismo con pelotas. “Bastaron tres meses para que su córtex se engrosara. Y luego vimos que, en los que perdieron su capacidad de hacer malabares, las regiones del córtex que habían crecido volvieron a achicarse. Eso significa que el cerebro cambia en todas las edades, en función de aprendizajes y experiencias”, insiste.
Para ella, estas nuevas bases científicas tienen fuertes implicaciones. Volviendo al tema del género, afirma que si bien en las resonancias se pueden ver diferencias entre los cerebros de hombres y de mujeres, eso no significa que existían al nacer, ni tampoco que permanecerán. “Hombres y mujeres pueden tener experiencias distintas, por lo tanto no sorprende ver diferencias en sus cerebros –argumenta–. Lo más importante es que, cuando se comparan grandes poblaciones de hombres y de mujeres, las diferencias entre los cerebros de personas del mismo sexo son más grandes que las que se dan entre los dos sexos. Somos 7.000 millones de personas, lo que significa que hay 7.000 millones de personalidades y 7.000 millones de cerebros. Lo que nos muestra la tecnología es una inmensa diversidad”.
Hombre y mujer
Catherine Vidal no dice que no exista diferencia entre hombres y mujeres. De hecho, explica que la reproducción sexual involucra sistemas hormonales y comportamientos sociales controlados por el cerebro, que implican que este órgano no sea idéntico en ambos sexos. Sin embargo, según ella, esas diferencias no existen en el plano cognitivo. “Se decía que las mujeres eran mejores en tareas múltiples, porque los dos hemisferios de su cerebro estaban mejor conectados. Esas afirmaciones se fundaban en la observación de cerebros en formol, en experimentos hechos en 1982. Hoy, observando cerebros vivos por resonancia magnética, vemos que los hemisferios de hombres y mujeres están conectados de la misma manera”, cuenta.
Entonces, ¿cumplir con tareas múltiples se aprende?
Cuando se dice que las mujeres son multitarea, en realidad es que lo son sobre todo en la casa, porque asean, cocinan, ven a los niños. La realidad es que todo el mundo es multitarea. Todos hacemos varias cosas a la vez, pero transformamos una condición a la que se obliga por presión social a las mujeres (trabajar y hacerse cargo de la casa) en una capacidad cerebral, cuando no tiene nada que ver con eso. Es simplemente el resultado de una presión cultural y social por cumplir en los dos ámbitos, que los hombres no sufren.
¿Y eso de que el hemisferio izquierdo corresponde más a las emociones y que está más desarrollado en las mujeres?
Antes se pensaba que funciones como la emoción, la razón, la orientación en el espacio y el lenguaje estaban en una región precisa del cerebro. Ahora sabemos, por ejemplo, que no existen solo dos áreas en el hemisferio izquierdo para el lenguaje, sino que hay una decena de regiones cerebrales del lenguaje a la izquierda y a la derecha. Y sabemos que la producción del lenguaje y su comprensión requieren la movilización de todas esas regiones y que entre estas hay un intercambio de información permanente. Ya no estamos en la visión de que una región equivale a una función. Una función requiere la acción de numerosas regiones cerebrales, así que ya no podemos decir que existe el área de las emociones.
Usted dice que, al observarlos, no se puede distinguir entre un cerebro femenino y uno masculino…
Es imposible. Cuando uno mira la anatomía del córtex, es extremadamente diferente entre todos los individuos, sea cual sea su sexo.
¿Qué opina de la idea de que el instinto materno tiene que ver con la secreción de oxitocina, conocida como la hormona de la lactancia?
El problema de ese discurso es que no está comprobado por observaciones en humanos. Investigaciones con ratones muestran que cuando nacen las crías la hembra se ocupa de ellas. Hay comportamientos de cuidado de la cría completamente programados por la genética y las hormonas. Que eso se dé en roedores, perros y gatos es una cosa, pero también hay que darse cuenta de que existen numerosas especies en que eso no ocurre. No hay una regla universal. Y cuando hablamos del cerebro humano, cambiamos completamente la manera de concebir las cosas, porque es único, con un córtex que se desarrolló enormemente.
Esa evolución excepcional del córtex hace que, aparte de tener funciones cognitivas únicas, el ser humano pueda controlar sus comportamientos más instintivos. “Razonamos mediante representaciones mentales fruto de estrategias inteligentes que no dependen en absoluto de las hormonas”, dice Vidal. Y da un ejemplo: el hambre es instintiva y está regulada genéticamente y por hormonas, para la supervivencia de la especie. “Sin embargo –agrega–, una persona puede hacer una huelga de hambre por ideas políticas. Eso demuestra que controla sus instintos. Con el instinto materno ocurre lo mismo: está controlado por la cultura. No existe una regla universal con hormonas como la oxitocina, que harían que todas las mujeres estén programadas para tener instinto materno. Eso no existe. El comportamiento humano es mucho más rico que el de un ratón”.
La riqueza humana
Cerebro y género han marcado los libros de Vidal. Los dos últimos se titulan Hombres, mujeres: ¿Tenemos el mismo cerebro? y ¿Tienen las niñas un cerebro hecho para las matemáticas? Su fascinación por la neurobiología parece venir de su interés por la diversidad. “El funcionamiento del cerebro es muy complejo. Las explicaciones simplistas, como las que dicen que hombres y mujeres son distintos, solo pueden ser falsas. Lo que muestran la sociología y la antropología es que la identidad sexual se construye en función de las normas de lo masculino y lo femenino que establecen las sociedades. La biología no basta para hacer a un hombre o a una mujer”, concluye.
Dos m² de ‘materia gris’ En humanos es 10 veces más grande que en monos
Catherine Vidal explica que el enorme desarrollo del cerebro humano –único en ese sentido– da razón de su forma, con pliegues y circunvoluciones para poder caber en el cráneo:
“Gracias a la tecnología, hoy podemos extender virtualmente el cerebro. Al hacerlo, nos encontramos con que mide 2 metros cuadrados, con un espesor de 3 milímetros. Es enorme. ¡Es diez veces más grande que en el mono!”.
Esa evolución excepcional del cerebro humano hace que tenga funciones cognitivas únicas, como el lenguaje, el pensamiento y la conciencia de sí mismo.
Con un solo hemisferio basta
Uno de los ámbitos que requieren más investigación, explica Vidal, es el de la relación entre la estructura y las funciones del cerebro. Como ejemplo, habla de los niños con epilepsias que no responden a la droga, quienes pueden tener crisis cada diez minutos. En esos casos, la solución es extirpar el hemisferio donde está el problema. “Cuando se operan a una edad temprana, como a los 5 años, pueden recuperarse, estudiar, tener hijos. Nadie se imagina que tienen un solo hemisferio que se hizo cargo de todas las funciones del cerebro. No entendemos cómo ocurre eso”, dice Vidal. Otro caso, estudiado por ella, es el de un hombre de 44 años con una vida normal, que fue al médico por una molestia en la pierna. Una resonancia mostró que tenía hidrocefalia y que su cerebro, bajo la presión del exceso de líquido, se había aplanado y pegado al cráneo. Sin embargo, las funciones de su cuerpo estaban intactas.

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