“Tayapampa”, pues, estaba conmovida por un singular acontecimiento: un viejo peón de tío Dalmacio, de apellido Becerra, “resucitó”, después de cuatros días de haber muerto. Grande era mi deseo de escuchar algún relato de labios del resucitado, como lo llamaban los vecinos.LOS HECHOS
Los hechos ocurrieron de la siguiente manera: Becerra había permanecido durante mucho tiempo enfermo, y ya desahuciado, llamó a su hijo Ruperto para indicarle que fuera a casa de su patrón -tío Dalmacio- y le pidiera la hermosa caja mortuoria de nogal que tenia colgada en su carpintería. Debía ademas decirle que era su deseo ser enterrado en ella, expresamente, y en el mismo cementerio de la pampa donde descansaba la “niña Alicia”.
Después de muchos sufrimientos Becerra murió. Lo velaron durante cuatro días porque tío Dalmacio no llegaba de Chiclayo (Perú) para entregar el cajón. Finalmente llegó, y los vecinos que acompañaban en el duelo se aprestaban a ubicar a Becerra en la fina caja de nogal cuando, instalado este, destrozó el tul que le cubría el rostro y gritó que todavía tenia fuerzas para salir de este encierro. Acto seguido se levantó y caminó ¡por sus propios medios!…Reclamó comida, porque -dijo- ¡estoy hastiado del alimento que me han dado durante tantos días…!
Algunos vecinos corrieron asustados…Otros se arrodillaban diciendo ¡Milagro!…La vieja Joaquina se desmayó… La nuera Rosa fue la única valerosa que le sirvió una taza de café caliente mientras, disimuladamente, le iba sacando la mortaja y lo calzaba, en el escaño de madera, no saliendo de su asombro al contemplar a su suegro mucho mas joven y como iluminado por un extraño resplandor…
Todo esto me lo contó tío Dalmacio. Me propuse entonces, con toda el alma, visitarlo y escuchar de sus propios labios tan increíbles relatos experimentados en lo que él llamaba “el otro mundo”.
Mi buena madre me dio permiso y comencé así mi camino a pie por hermosos valles cultivados de plátanos, papayos, chirimoyos y cañas de azúcar, o por desfiladeros y ríos, muchas veces con puentes de una sola caña de bambú.
Luego de varias horas llegué a la “casa de hacienda” y desde allí subí una empinada cuesta en cuyas verdes alturas se divisaba la casita, semejante a un ópalo engarzado en piedras blancas.
EL RELATO
Muy atento, el “anciano difunto”, como lo llamaban los campesinos, me estrechó la mano, me senté a su lado, y enterado de mis deseos empezó este relato, o lo que él llamaba: “lo que me ocurrió después de mi muerte”.
-”El ultimo día me sentí muy mal. Invadió todo mi cuerpo un dolor terrible y sentí como un atroz golpe que me arrojó de este mundo; empece a flotar -no caminaba- era como si un viento extraño me empujara por los campos donde había mucha gente…Hombres y mujeres jóvenes, que vestían túnicas blancas, de rostros muy alegres y amables, que cantaban y flotaban y no estaban nunca en el mismo sitio, de manera que parecía que volábamos y cantábamos por hermosas campiñas como si esa fuera la finalidad de los que habitaban aquel lugar, si tal es la palabra.
No hay noche sin sol…pero si una claridad como la aurora de la mañana…
Nos servían una especie de jalea transparente y dulzona, y rezábamos siempre cantando…”
Las palabras suaves, tranquilas, que emanaban de la garganta de Becerra eran hermosas…Único el acontecimiento, a mis once años, por el cual estaba como “soldado” al escaño del “resucitado”.
Pero allá lejos, en los peñascos, había algo…como una cúpula con hermosas ventanitas: estas eran quince, en dos porciones divididas por un corte en la roca, es decir, en lo que parecía un balcón.
Creía que allí había niños felices que me invitaban a verlos…Me embargo un raro pensamiento…Me despedí del anciano Becerra y fui corriendo tras Nicanor Vallejos, hombre serio. El podría decirme quienes moraban e semejantes precipicios. Su respuesta fue muy risueña:
-”Allí han vivido indios pobres…ademas…¿cómo llegar a semejantes despeñaderos?…y, ¿para qué?…El negro Gutierrez fue allí una vez, pensando encontrar oro y…¡casi le cuesta la vida!”
Después fui a casa del tio Dalmacio. “Hágame el favor de acompañarme a ‘Las Ventanitas’…
– “¿Estás loco? ¡No vale la pena perder el tiempo visitando lugares donde han vivido indios!…”
Regresé a casa y relaté a mi madre mis impresiones, muy emocionado.
-”Lo de Becerra -me dijo- puede ser un caso de catalepsia…Me dices que deseas con vehemencia conocer ‘Las ventanitas’…No pierdas la esperanza ni desmayes, ¡ya las conocerás!”
Pasaron seis meses en cuyo transcurso siempre proponía a diferentes personas la visita, siendo invariablemente rechazado. Al fin encontré a Rosendo Ajenjo, el que, sabedor de mi propósito, se llenó de alegría y me confió que también él tenia igual deseo y obtenía solamente negativas de las personas a quienes les proponía visitar esas ruinas.
EL VIAJE
Iniciamos el viaje con el magro equipo de una soga para trepar por los barrancos. Fatigados llegamos al fin de “Las Ventanitas. A la entrada de la grieta, que semejaba un balcón de poco mas o menos 17 metros de largo por 50 cm de ancho, efectivamente los buscadores de oro habían realizado una perforación y justo como un obstáculo se encontraba un cubo de piedra rara de 20 cm de lado; quise levantarla, pero fue inútil…¡pesaba demasiado!
Lo que de lejos se ve como ventanitas, realmente lo son, de pequeños departamentos de un metro cúbico, aproximadamente, de superficie, construidos con los cubos de piedra, tan bien talladas que parecían troqueladas…de 20 cm de largo…(pero…¿eran piedras?). En el interior de cada casita había una camita de madera de gualltaco, fosilizada, en la que yacía una momia de unos 60 cm de largo; todas parecían iguales… “¡Son niños!” -exclamó Rosendo- .
Pero una prolija observación nos convenció que eran adultos, es decir:adultos, pero enanos.
Cada casita o nicho estaba separad de la siguiente por 20 cm y recorriendo la especie de balconcito de poco mas o menos 8 metros éste se cortaba, de manera que para cruzarlo tuvimos que improvisar un puente para no rodar al abismo.
Todas, las 15 casitas, eran prodigiosamente iguales, construidas en la grieta de una enorme cúpula pétrea, teniendo como techo una singular pantalla o visera sobresaliente (como techando el abismo) de alrededor de 17 metros de largo por 4 de ancho, en forma semicircular y abovedada, en cuya superficie lisa e interna pudimos admirar estupefactos garbados circulares, es decir como medias esferas huecas de 4 cm de diámetro unas y de 2 cm de diámetro las otros, distribuidas en la siguiente forma: una grande y dos chicas, pero en el centro, justo sobre la octava casita vimos algo similar a la cabeza de un pavo real, como si aquel lugar fuera el centro de un dibujo o el comienzo de un relato. Quedó tan grabado en mi mente que ni el tiempo ni la distancia pueden modificar.
Ese centro comenzaba en la forma que se detalla en el dibujo numero 2; parecía mas luminoso que el resto y estaba grabado en forma de cruz.
“¿Cómo harían esos agujeros a semejante altura?…Si todo es un abismo y no había donde apoyar una escalera…”-me pregunté.
-”Muy fácil -comentó Rosendo- ¡ellos prescindían del punto de apoyo!”.
Un grito de admiración se ahogó en mi garganta…”Lo que me intriga es para qué grabaron tantos huecos, tan perfectos, tan simétricos…¿Con qué precisas herramientas grabaron la cueva, tan dura? ¿Querían representar algo los enanos?”, dijo Rosendo.
“Algún día te sabre contestar -le ofrecí-. Esto que llamamos huecos, son letras, son sabias palabras que nos dejó una primer humanidad”
-”¿A qué primera humanidad te refieres?”
-”Así decía mi abuelo. Yo estudiaré mucho y te doy la palabra que algún día sabré explicarte…”
– “¡Espero que la cumplas! Tu abuelo, si, me habló de la tumba del bosque, donde hay un reloj de rara piedra marcando las ocho y con grabados como pepas (semillas) de caigua (kaigpua).
Mudos, absortos, nos quedamos por mucho tiempo escuchando una extraña sinfonía, sin comprender si emergía del corazón del abismo sobre el cual parecíamos dos signos de admiración, o estaba orquestada en el abismo de nuestro inconsciente…
Con dificultad bajamos y cada cual siguió con su trabajo. Hablar de aquella belleza y cosas raras, para qué…(¡son casitas de indios!). Nos alejamos, pues, de nuestros lares y transcurrió implacable el tiempo…Sí la friolera de 47 años, o sea que en 1972 me encontré con Rosendo en Lima.
-”Dime, “Las Ventanitas ¿todavía existen?”
-”Si, están como las dejamos en aquellos lejanos y hermosos tiempos”.
-”Bien, mañana parto hacia ellas”.
EL SEGUNDO VIAJE
Y llegué a Llama. Desde las cumbres de esos magníficos cerros miré extasiado el sagrado “Cementerio de los Uros”, haciéndome mentalmente esta pregunta: ¿Será un defecto de mi vista o efecto de la distancia? Ya no estaban nítidas ni llenas de atractivos “Las Ventanitas”…
Acompañado de mi buen hermano Ángel hacíamos trotar por las cuestas a los mansos caballos, pero al fin, nuestro camino quedó cortado por una chacra de caña. Divisamos a lo lejos a un hombre, le gritamos que nos guiara, nos atendió amablemente y nos estrechó la mano, presentándose: Ajenjo.
-”¿Hijo de don Rosendo Ajenjo?”
-”Si, él es mi padre y yo cultivo nuestras tierras”.
-”Cuando era niño -repuse- su padre me acompañó a “Las Ventanitas”.
Hoy, en la tarde de mi vida, su joven hijo ¿me acompañará a llegar hasta ellas?”
-”¡Muy gustoso!”, respondió.
Emprendimos, entonces, el viaje por hondonadas y abruptas colinas, atravesamos el río Choloke en cuyas orillas, hallamos impresas en la arcilla huellas de zapatos extranjeros de hombre y de mujer, muy raro en aquellos lugares…Era el mes de Noviembre, las barrancas estaban vestidas de vegetación, especialmente de unas lianas llamadas suros, familiares de la caña de bambú, pero no rígidas como ésta sino flexibles. Por ellas trepamos sin inconvenientes. Mi hermano nos esperó en el llano cuidando los caballos.
Fatigados, cansados por semejante esfuerzo, llegamos al fin a nuestro objetivo. Pero…¡qué atroz decepción! ¿No estaban las casitas de piedra tallada, ni las camitas, ni las momias! ¡No dejaron ni un solo cubito de los que impropiamente he llamadopiedras (cuerpos de gran densidad). ¿Ni una madera, ni un hueso; sin piedad lo robaron todo! Habían profanado el sagrado Cementerio de los Uros…
En su lugar habían construidos un remedo, con piedras toscas, comunes, sentadas sobre barro…La hermosa pantalla o visera pétrea, con sus perfectos tallados que servia como techo también estaba profanada, es decir, carcomida, desfigurada, ¡escoriada por el tiempo!.
Cerré los ojos y reconstruí en mi mente todos los dibujos, todos los detalles que admirara de niño, como muchas veces lo había hecho en lejanas tierras, en procura de descifrar sus enigmas, porque la naturaleza enseña sus secretos a quien humildemente se inclina hacia ella y jamás comercia con lo que es patrimonio de la especie humana.
Y en baja voz, para que pudiera ser escuchada por los profanadores, dije: “lleváis reliquias sagradas para transformarlas en oro, en algún museo extranjero, burlándoos de la buena fe de los nativos, para quienes aparentáis ser grandes señores. Lo habéis destrozado todo, pero nunca podréis arrancar de la faz de la tierra la raíz de sus nombres (UR), porque quedaron impregnados en vocablos relativos al agro, a la ganadería, a la industria, a la construcción, o en los lugares donde extrajeron materias primas, valles, ríos, montañas, en honorables apellidos, etc…
OTROS TESTIMONIOS
En el Desaguadero, en Bolivia, cerca del lago Titicaca, existen todavía representantes de aquella raza, quienes dicen no ser hombres porque se encuentran en la Tierra desde antes que hubiera hombres.
Sabemos, ademas, que llegaron hace un millón de años, como enanos, adquiriendo con el tiempo talla normal. Los uros, pues, cultivaron la vida -hoy salvaje en nuestros bosques americanos- a la que actualmente llamamos vejucos; hibridaron las orquídeas que dan mazorcas de granos rojos y dulces, con la flor de la paja de guinea y obtuvieron el maíz o sabroso chok-llo (choclo).
Con respecto a su escritura comenzaba desde el centro hacia la periferia y viceversa, y según lo que pudimos ver en lo que llamábamos la “Cueva de las Ventanitas”, semejaba un astro irradiando luz. Las esferitas huecas parecían protones y electrones combinándose siempre, en todas direcciones, formando palabras, pero cada vez impulsadas por su centro.
Hay escrituras que empiezan a la izquierda, continuando hacia la derecha, como la nuestra. Otras, de derecha a izquierda o de arriba hacia abajo…Todas estas son pobres, comparadas con tan singular escritura.
Esta nota es al respuesta para ti, Rosendo, ¿acaso no hemos nacido en lares humildes, testigos a la vez de cosas inadmisibles?
…¡Que los cerros Auki y Chaparrí dialogan en el silencio de la noche!…
¡Que Kal-Ur-Marka y Chun-Ran entonan sinfonias que al escucharlas los que durmieren en sus rocas se enloquecen; tal como les sucedió a Dorila y Antero, que se sentaron absortos a orillas de un precipicio durante doce horas, debiendo ser rescatados por medio de lazos!
…Que Chan-Taco, en día claro los campesinos encuentran seres blancos, con velo, ¡que se esfuman de su lado!…
Que los peones de don Felix Samané huían presos de pánico al encontrarse con hombres ¡sin cabeza!…
…Que al cura Olazcoaga se le presentó un Gigante, de Llipta, ¡en plena Iglesia!…Que Juan Chapilko, ser invisible, deshierba en una noche inmensa chacra de maíz (que ni treinta hombres lo hacen en un día), que levanta a Blasita por los aires…y que sería muy extenso narrar tantos sucesos, por los cuales nos tildan de “gente ignorante, enmarañada de perjuicios, primitivos y extremadamente crédulos”, los cultos nacionales y extranjeros, a quienes les contestamos: ¡sabihondos señores! Todo tiene su explicación en esta vida. Los sentidos de los humildes amerikanos están vírgenes, es decir, sin cargas escolásticas y dogmáticas, y difieren de los vuestros, los cultivados por la civilización clásica, e inconscientemente o mejor dicho, el Ser Inteligente que habita en nosotros, no encuentra barreras para inspirarnos sobre el significado y el valor real de todas las cosas.
Esos grabados, hechos en diferentes formas y colores, fueron mensajes de amor que nos dejaron grandes civilizaciones estando próximas a su extinción, el Día de Kamak-Pacha.
Julio Goyén Aguado con un esqueleto Uro en un cementerio en Perú |
restauren las imagenes se los pido
es interesante pero quisiera mas informacion ya que yo soy de Puno y por medio de relatos y esas cosas me contaron que en los cerros aledaños a puno hubo alguna vez gente pequeña que vivio alli pero nadie va esos lugares por que los consideran como sagrados y prohibidos pero yo fui a verificar y efectivamente encontre lo que parecen ser casitas pequeñas de un metro de altura como maximo con una puerta de mas o menos 60 a 70 centimetros pero no puedo sabes si son reales o hechas por alguna persona actual