El mirlo común era originalmente un habitante del bosque, pero desde principios del siglo XIX ha llegado a estar bien adaptado a las condiciones de las ciudades. En la primavera de 2011 y 2012, en ambos casos durante más de 15 semanas, se registraron datos sobre el comportamiento de los mirlos en 215 hectáreas de Leipzig. Además, los científicos utilizaron datos de las estadísticas oficiales para el cálculo de la distribución de la iluminación artificial y los niveles de ruido del entorno.
Los científicos encontraron una relación lineal entre la hora a la que se despertaban los mirlos y los niveles de luz artificial durante la noche, pero que se detenía al llegar a un umbral.
El motivo, explican, es que los mirlos necesitan que sus cantos (que marcan territorio) se oigan, y por ello deben realizarlos en horas del día sin demasiado ruido ambiental. Los pájaros madrugadores madrugan más todavía para no competir con el tráfico, y los que se acuestan tarde, cantan en el anochecer.