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Carta del autor Ricard Jiménez
No podemos cambiar la sociedad y que todo siga igual. Si queremos un cambio radical nos hemos de basar en un conocimiento profundo de su funcionamiento.
La sociedad, como nuestra forma de ser o de pensar es el resultado de una evolución natural y funciona bajo los mismos principios que lo hace la naturaleza, un “simple átomo” o… el cosmos en su totalidad.
Esta visión no es, ni mucho menos, moderna; Desde los tiempos de los primeros faraones ha funcionado de la misma manera. Ellos aprovecharon tal sabiduría para alterar el patrón y así tener el control. La técnica, muy sencilla: separar el alma del cuerpo creando falsos dioses. Ellos ya sabían que, allá donde fuera ella nuestras creencias la seguirían.
Necesitamos creer: es nuestra naturaleza. Lo que consideramos creencias, aunque no nos demos cuenta, en muchos casos, sólo son dogmas previamente “instalados”. Sólo hace falta entender el Universo, como hicieron nuestros ancestros, para ver en que estamos equivocados, pues sólo conducen al control, la sumisión y el enfrentamiento.
Este procedimiento ha tenido diversos nombres con el tiempo: magia, religión o, en lenguaje actual, indefensión o adoctrinamiento. El sistema no ha cambiado, los romanos ya lo aplicaron: “lo divino y lo humano son mundos separados”. Con el “Renacimiento” una nueva forma de ver el mundo empezó: la “época de la razón“. Ahora bien, en el proceso esa sabiduría innata llamada intuición casi se perdió. Pasamos a la concepción de ser sólo animales evolucionados. El “método religioso”, a pesar de los avatares se transformó, pasó a ser un monstruo con varias cabezas.
Ahora, nuevamente, de la mano de la intuición y el conocimiento, podemos descifrar las claves para volver a conectar alma y cuerpo, recuperar nuestro papel en la evolución y expulsar a los demonios que ocuparon su lugar, después de mucho tiempo.
El punto central es tú mente. Entender como, desde ese punto inicial, todo está entrelazado, nada tiene sentido por separado, como parejas de ceros y unos en lenguaje binario. Quizás aún no lo entiendas, pero en este camino la física cuántica es fundamental, tanto como las leyes de Newton, Einstein o los números primos en su versión espacial.
John Barrow escribió: “Ya es enigmático que el mundo venga descrito por la matemática(…) Pero que además lo sea por matemática simple, de un tipo tal que unos pocos años de estudio nos permite actualmente familiarizarnos con ella, es un misterio dentro de un enigma.
Resolver el enigma es equivalente a resolver una fórmula, esa que a los matemáticos siempre se les resiste: la de los números primos, “su patrón”. Desvelar el misterio es entender porque la religión altera nuestro sentido dimensional; Nos hace renunciar a nuestro plano divino, precisamente el lugar donde reside el tiempo, la luz y la gravedad.
Hubo un tiempo en el que los hombres fueron dioses por sí mismos. Entendieron su conexión con el cosmos, adoraron al Sol como fuente de vida, dominaron la energía y el gran poder que el destino nos concedía: la capacidad colectiva de cambiar la realidad con nuestra mente.
Todo es muy sencillo. Para entenderlo sólo debemos conocer el lenguaje en que el universo se comunica. Un lenguaje simple y elegante. Como Kepler decía: Dios es geometría.
PORTADA DEL LIBRO
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