En nuestro universo, desde nuestra limitada perspectiva, tenemos la concepción del tiempo como algo que permite separar los acontecimientos que vivimos ordenándolos en una secuencia que podemos recorrer al revisarla en dos direcciones, hacia el pasado o hacia el futuro. Este es el concepto de la línea de tiempo, una secuencia de acontecimientos que pude recorrerse en dos direcciones, hacia el futuro o hacia el pasado, por tanto es una “figura” unidimensional, una línea. Esta concepción se desarrolla a partir de un sentido adimensional del mismo ya que cuando nacemos sólo existe un punto en esa línea imaginaria, que es el presente. Es decir, que cuando la consciencia se expande un poquito, somos capaces de percibir una, llamémosle así, dimensión temporal más y podemos desplazar la esfera de consciencia a través de ella, recordando acontecimientos del pasado o, en ciertos casos, del futuro.
En el momento en que la consciencia se expande un poco más y somos capaces de decidir, entra una dimensión más en juego en esa figura que estamos usando para representar nuestra concepción del tiempo, pues a partir del punto que marca una decisión en una línea temporal la sucesión de acontecimientos puede variar según la opción que tomemos entre las que tenemos disponibles, con lo que se añade una dimensión más a esa figura, que ahora sería bidimensional, al abrirse la línea en varias direcciones formando un plano. Cada una de esas opciones produce una línea temporal diferente en la que sucede el resultado producido por elegirla.
La mayoría de nosotros sólo sabemos desplazar nuestra esfera de consciencia en una única dirección, a partir del punto donde está ubicada, que es hacia el pasado. Con entrenamiento podríamos desplazarla por la línea hacia el futuro, e igualmente está abierta la percepción de las diferentes bifurcaciones de la línea de tiempo. La elección del movimiento de la esfera de consciencia sobre todas las posibles bifurcaciones de esa figura lo rige la ecuación de elección, que decide que opción tomaremos entre las que tenemos disponibles.
Hay que destacar el hecho de que decidimos entre las opciones que tenemos disponibles, por lo que nos vemos afectados por las decisiones que toman aquellos que comparten nuestra línea temporal. Por ejemplo, si alguien conoce a su esposa en un suceso que dependía de la ecuación de elección de ella, por ejemplo acudir a una fiesta en la que se conocen, su vida será muy diferente para el caso en que ella decida no ir a esa fiesta, y su ecuación de elección no le permitirá conocerla en esa línea de tiempo porque no existe la oportunidad de hacerlo.
Si tomamos este ejemplo a gran escala, con el colectivo que forma la humanidad nos daremos cuenta de que existe una línea de tiempo general para ella, que vendría a ser la unión de todas las líneas temporales personales entretejidas formando una superficie en dos dimensiones, una especie de alfombra tejida con todos los hilos que forman todas las posibles opciones de la ecuación de elección de todo el colectivo.
Esa superficie general que constituye la llamada “línea” de tiempo colectiva se comporta igual que cada una de las líneas de tiempo que la componen, en base a las decisiones que tome la consciencia colectiva que la forma se dividirá en superficies (comúnmente llamadas líneas para simplificar) alternativas, que en este caso ya formarían una figura tridimensional para representar el tiempo. Algo así como si esa alfombra imaginada empezara a crecer ramificándose hacia arriba y hacia abajo. La ecuación de elección de un individuo no contemplará como opciones posibles las que no se encuentren en su mismo plano, pues para poder realizar las otras debería haber desplazado su esfera de consciencia a otro de los planos que se forman en base a las decisiones de la consciencia colectiva en donde sí se dan las condiciones para que se realice esa opción.
Así sólo podremos llegar a esas líneas de tiempo colectivas alternativas a través de los puntos de inflexión que surgen cuando la consciencia colectiva puede elegir recorrer una línea u otra, lo que afectará a todas las líneas individuales que la componen pues se hallarán limitadas a las opciones que esa línea más general les permita. Una vez pasado el punto de inflexión, cuando esa decisión colectiva está hecha, no queda otra opción que seguir por la línea de tiempo elegida, sea para bien o para mal, pues nuestras opciones se hallarán limitadas nuevamente a lo que permita esa “línea” (superficie), hasta el siguiente punto de inflexión.
Este es un proceso de naturaleza fractal que no termina en la tercera dimensión de la figura usada para representar el tiempo, pero que acotaré hasta aquí.
Así, con lo explicado hasta ahora, la esfera de consciencia se mueve hasta en tres dimensiones desde su punto adimensional de origen, el presente:
1. En una dimensión, hacia el pasado o hacia el futuro.
2. En dos dimensiones, hacia las posibles opciones de su ecuación de elección dentro de la línea de tiempo colectiva que limita sus opciones.
3. En tres dimensiones, hacia las posibles opciones de su ecuación de elección en base a las opciones de la línea de tiempo colectiva que la contiene.
En cambio el Ser tiene la percepción de todas las dimensiones temporales que forman las líneas de tiempo de los avatares con los que se conecta, al hallarse en un espacio adimensional. Por ello es capaz de percibir simultáneamente lo que nosotros entendemos cómo pasado, presente y futuro, y sus posibles opciones, porque las percibe con la misma naturalidad que nosotros vemos una botella o cualquier otro cuerpo sólido de nuestro universo tridimensional, que sería incomprensible para un ser que habitase en un universo unidimensional y sólo pudiese mirar en una dirección, como nos sucede a nosotros debido a nuestra limitada percepción de las dimensiones del tiempo.
Fuente: http://detrasdeloaparente.blogspot.com.es/2013/10/selecciones.html