NO al alcoholismo.
La historia detrás del ‘indigente fallecido’
- Piotr Piskozub, 23 años, cambió su vida en Polonia por la indigencia en Sevilla
- Enfermo de alcoholismo y sin ayuda, se convirtió en un cadáver andante
- Otros indigentes lo llamaban ‘Schwarzenegger’: ”Su brazo era como mi muñeca”
El 17 de abril de 2011, un Piotr Piskozub de la ciudad polaca de Swidnica colgaba en su página de Facebook una foto de él con su novia en un paisaje de casitas junto a un prado y un río del norte de Europa. Ese sonriente Piotr, Pedro en polaco, lucía pelo rapado, colgante raperillo, camiseta Nike y, sobre todo, la saludable lozanía de sus veinte años.
Foto del perfil de Piotr en Facebook.
Dos años y medio después, este miércoles 2 de octubre de 2013, hacia las 14 horas, un joven de 23 años llamado Piotr Piskozub y originario de Swidnica, Polonia, moría desfallecido en un sofá del albergue municipal de Sevilla junto a los compañeros de indigencia que hacían cola para entrar al comedor. Medía alrededor de 1,75 pero al morirpesaba 30 kilos. Como un niño de 7 años. Apenas podía ponerse en pie, destruido por el alcoholismo que padecía, que no era vicio sino enfermedad y consecuencia, quizás, de problemas personales para los que no tuvo terapia.
Quienes lo vieron lo recuerdan como un cadáver andante. Desnutrido y deshidratado. Estaba en los huesos, como los judíos en Auschwitz. Aun así, ese mismo día, a las dos de la madrugada, en el hospital Virgen del Rocío le dieron el alta, apenas dos horas después de que lo llevara allí la ambulancia que acudió a la llamada de vecinos alertando de un joven tirado en estado lamentable en República Argentina.
Del hospital avisaron a los servicios sociales de emergencia del Ayuntamiento para que se lo llevaran al albergue, en vez de ingresarlo, lo que ha abierto una polémica nacional y obligado a la Consejería de Salud y al Defensor del Pueblo Andaluz a abrir sendas investigaciones acerca de si hubo negligencia. El Juzgado de Instrucción 5 ha abierto diligencias. El Gobierno ya ha localizado a la familia en Polonia.
Informe forense
El forense avanza que la causa última de la muerte de Piotr fue unabronconeumonía. Pero es obvio que eso sólo fue la puntilla. Piotr se dejó morir y a Piotr lo dejaron morirse, no el miércoles, cuando lo largaron del hospital, sino todos los días que pasaron desde que hace un año y medio o dos años se vino a Sevilla, tiempo en el que completó su destrucción sin que ni él ni nadie con capacidad para ello lo impidiera.
Hora tras hora, miles de personas lo vieron (o no lo vieron) al pasar a su lado en la acera de soportales de la avenida República Argentina, donde quemaba los días y las noches tirado en el suelo junto a un tetrabik o una botella de tinto. Se solía poner junto al portal del bloque 27 B, entre el supermercado Opencor y el supermercado Día, señalaba este viernes una española que pide a la puerta del segundo. El martes lo recogieron unos metros más allá, junto al Macdonalds y el portal del edificio donde está EL MUNDO, apunta un portero.
Era ayuda, arraigo, cuidados especiales lo que le faltaba, pues la comidaque le daban los que se apiadaban de su cadavérico estado (galletas, un sándwich, leche, dos yogures) la tiraba, la regalaba a otros colegas de calle o la dejaba allí. Era como si ya no pudiera ingerir y asimilar alimentos (en el albergue le ofrecieron papilla de galletas y leche que apenas probó). “La comida que dejaba él, luego iba yo y la cogía para mis niños”, dice la pedigüeña, que vive en una chabola junto al río.
El lugar en la avenida de República Argentina donde solía estar Piotr. | Carlos Márquez
‘Tenía hasta mofletes’
Dentro del Día, varias cajeras y un cajero de la edad de Piotr están conmovidos con la noticia. “¡Si cuando llegó tenía hasta mofletes!”, dice el joven empleado para resumir cómo el zombi de los últimos días llegó hacia el verano de 2012 siendo un chaval de apariencia sana. Cuentan que las monedas que le daba la gente las gastaba en comprar vino. Una encargada recuerda que una de las últimas veces compró una botella de dos litros de vino Castillo de Velasco que vale 2,07 euros, y que se tambaleaba apoyándose en las estanterías, a punto de derrumbarse, no tanto porque estuviera borracho sino porque estaba sin fuerzas. “Le pedí a la gente en la cola que lo dejara pasar porque iba a caerse. Daba pena. ‘Mira cómo está’, decíamos”.
Sentados en el bordillo, un compatriota polaco y su amiga rusa, que piden anonimato, devoran los periódicos que hablan de la muerte de su compañero. La pareja, que también duerme en la calle (anoche en la planta -3 del párking del mercado de Triana, hasta que los echó a las 4.20 el vigilante), explica que Piotr vino porque tenía aquí a su hermano(que se volvió a Polonia) y a un amigo de éste de su ciudad, Gregori. Cuenta que hace dos meses ella misma llamó a emergencias porque Gregori, alcoholizado, sufría un grave trastorno mental y “se hacía caca”. Dicen que a él lo dejaron ingresado en el Virgen del Rocío y de allí lo derivaron a “un centro”. A Piotr, en cambio, le dieron el alta en dos horas. Precisan que Piotr estaba consumido pero “no estaba loco”.
Con una sonrisa recuerdan que ellos y el puñado de indigentes polacos que viven por aquí ganándose su dosis de alcohol como aparcachoches le llamaban Schwarzenegger, en referencia irónica al famoso actor de cuerpo colosal. “Su brazo era como mi muñeca”, dice su compatriota. Y añade que la última vez que lo vio esta semana, Piotr le regaló un sándwich de jamón y queso que le había donado algún viandante.
‘No es Pietr, es Piotr’
El polaco corrige al periodista y aclara que no se llamaba Pietr, como habíamos escrito, sino Piotr, e informa que era de Swidnica. Esos datos permiten localizar al joven sonriente con su novia en su perfil de Facebook, inactivo desde hace dos años. Este Piotr no era de extracción marginal: sus 27 “amigos” de Facebook son la mayoría familiares suyos con aspecto de clase media.
Con la foto en la mano, volvemos a la calle: cuatro empleados lo identifican de inmediato. “Es él”. Reconocen que el cadáver andante que murió sin documentación en los bolsillos seguía siendo, pese a todo, el Piotr de antaño. “Parecía un niño, me recordaba a mi hijo“, dice María José, una trabajadora que lo veía al pasar por la acera. Tras contemplar su foto, reflexiona con amargura: “Ahora pienso que podría haber hecho algo más que compadecerme de él. Y eso lo pensará más gente que lo ha visto ahí tirado día tras día“. Hasta que fue tarde.