A siete semanas de la cumbre de Vilna, Kiev aumenta los signos de buena voluntad para firmar un acuerdo de asociación con la UE. Ironías de la historia, ahora el artífice de esta política es el presidente Yanukóvich, en muchas ocasiones presentado como pro-ruso.
Ante la presión política y económica rusa, el poder ucraniano ha optado por emprender con determinación un acercamiento estratégico hacia la UE. El Gobierno ha confirmado por unanimidad el acuerdo de asociación y libre comercio negociado con la UE. A comienzos de septiembre, el presidente ucraniano Víctor Yanukóvich se dirigió a los parlamentarios para adoptar los textos de las leyes necesarias para firmar y ratificar el acuerdo de asociación con la UE. La Rada suprema se puso de inmediato manos a la obra.
Hace diez años, durante la Revolución Naranja, ¿quién habría pensado que Yanukóvich y su principal apoyo financiero, Rinat Achmetov, el hombre más rico de Ucrania, iban a convertirse en “la fuerza motriz” hacia la UE? Muy pocas personas. Sin duda, el motivo que impulsa a estos personajes a asumir esta función no es ni la adopción de los valores de la civilización europea, ni mucho menos un signo de patriotismo ucraniano, sino más bien unos intereses pragmáticos, combinados con un hábil equilibrio de costes y beneficios.
Se comenta incluso que los grupos de negocios de Rinat Achmetov trabajan intensamente con las grandes empresas europeas influyentes, de modo que a su vez presionen a sus Gobiernos para que no bloqueen la firma del acuerdo de asociación con Ucrania.
La competición con Rusia
Víctor Fedorovitch Yanukóvich ahora tiene un nuevo apodo: Vector Fedorovitch, en referencia a sus discursos en los que afirma sin cesar que Ucrania ya ha elegido el vector de la integración con Europa. Pero ¿cómo explicar la actitud actual del poder ucraniano y de los grandes grupos económicos?
Los empresarios kazajos y bielorrusos hablan de ello cada vez más abiertamente. Dentro de la Unión Aduanera Euroasiática, las empresas rusas, ante la incapacidad de competir con las empresas modernas europeas o estadounidenses en el mercado global, han optado por practicar el proteccionismo interno y por alejar del mercado las empresas de un mismo sector de los demás países miembros de la Unión Aduanera.
La cuestión es muy importante en Ucrania, porque sus empresas son las competidoras directas de Rusia, en especial en los sectores agroalimentario, químico, de la construcción automovilística y de la metalurgia.
Otro factor que disuade a las élites políticas y económicas de integrarse en la Unión Aduanera Euroasiática es la ausencia de garantías legales y políticas del efecto de la adhesión a este bloque comercial en la bajada del precio del gas ruso. Aunque la industria ucraniana sea especialmente dependiente del precio del gas y teóricamente este aspecto pueda constituir un factor de gran influencia para Rusia en sus relaciones con Kiev, es evidente que los documentos de adhesión aduanera no garantizan de ningún modo el suministro de recursos energéticos al precio del mercado interior ruso. Eso puede ser únicamente el resultado de una concesión bilateral de Rusia y no la consecuencia directa de una adhesión a la unión euroasiática.
Confianza mutua
Entonces, ¿cuáles pueden ser las posibles concesiones bilaterales rusas con respecto a Ucrania? La cuestión de la confianza mutua es de gran importancia. En muchas ocasiones, Yanukóvich se ha sentido traicionado por Rusia. Los llamados acuerdos de Karkhiv en 2010 fueron una gran decepción. A cambio de prolongar la ubicación de las bases militares [rusas] de Sebastopol, el presidente ucraniano Yanukóvich, recién elegido, al parecer había logrado negociar una reducción importante del precio del gas. Pero la fórmula de cálculo del precio del gas que presento Gazprom transformó este acuerdo en un fiasco total para el presidente ucraniano. Actualmente, Ucrania paga el precio más elevado de Europa.
En este contexto, la cuestión del respeto de los principios y del amor propio es muy importante. Yanukóvich, traicionado varias veces, e incluso humillado (este verano, el presidente ucraniano esperó a Vladimir Putin durante tres horas y su entrevista cara a cara sólo duró 15 minutos), quiere demostrar al líder ruso que puede tomar decisiones independientes y que no sirvan necesariamente a los intereses rusos. Y sobre todo, que Ucrania no es una nueva Armenia.
También cabe destacar que la actitud pro-europea del presidente refuerza su popularidad en el oeste y el centro de Ucrania, unas regiones en las que por lo general no cuenta con un gran apoyo. Para él es de especial importancia, de cara a las elecciones presidenciales de 2015.
Por lo tanto, la situación es paradójica. Un personaje político que hasta hace poco prometía conferir al ruso el estatus de segundo idioma del Estado, sin ideología ni valores concretos, que no fomentaba la identidad ucraniana ni la memoria histórica que reforzaba la soberanía ucraniana, ahora se puede convertir por casualidad en el hombre que en los libros de historia se presentará como el líder que finalizó la política “multivectorial” emprendida hace 20 años y que marcó el camino de la integración del país.