Una colaboración de Juan Manuel Mas Candela
Hay momentos en la vida en los que no sabes por qué, recuerdas días en los que vimos cosas que nos maravillan y que más adelante en la vida ya no podemos saborear igual que en aquellos momentos, son instantáneas de lugares, de paisajes, de situaciones que nos marcaron especialmente y cuando los rememoramos nos invade una nostalgia y lejanía en el tiempo que hasta nos duele recordarla.
Cuando era niño las farolas de mi pueblo tenían todas una luz blanca característica que le daba a las calles una palidez que recuerdo con nostalgia por las noches, pues ahora se han cambiado por otras bombillas amarillas que alumbran menos y a las calles les dan un aspecto más siniestro por la noche.
Me gustaba pasear en las tardes-noche de invierno por todo mi barrio, notando el frío que por aquel entonces solía hacer en los meses de enero y febrero, me gustaba pasear desde mi casa a casa de mi abuela y solía alzar la vista hacia el firmamento que se veía entre las calles, y veía muchas estrellas, porque en aquel entonces aún se veían estrellas en las calles de las ciudades, hoy ya es casi imposible por la contaminación atmosférica y lumínica, pero en los 80 aun se veían.
Un día me quedé maravillado cuando a las siete de la tarde, acababa de llover y estaba despejando, ya de noche, hubo un apagón eléctrico justo cuando estaba viendo una serie de dibujos animados en la tele. Entonces salí a la calle, en casa de mi abuela y lo que vieron mis ojos jamás se me olvidará, a pesar de verlo después en otros sitios, contemplé la maravillosa visión de un cielo estrellado, limpio como nunca lo había visto, con la vía láctea surcando la mitad del firmamento y millones de estrellas a su alrededor.
Sé que puede parecer una tontería, pero esta imagen me impactó al ver por primera vez en mi vida la magnitud del cielo y la inmensidad y belleza del mismo. Ya nunca he vuelto a verlo tan claro como aquella vez, no sé por qué. Recuerdos de la niñez.
También recuerdo una mañana que iba al colegio en un día de primavera, recuerdo que no hacía calor, ni frio, la luz del sol era brillante como nunca, el cielo azul como nunca lo había visto y al entrar al colegio veía el ir y venir de las golondrinas en sus nidos, sus cantos, los pájaros, la brisa y la fragancia de la mañana primaveral me hizo grabar aquella imágen en mi mente que hasta hoy en día la recuerdo, porque me parecío un día perfecto, quizás la armonía del momento y la inocencia de mi infancia me hizo disfrutar de ese momento como deberíamos disfrutar todos cada momento que vivimos, sintíendolo único y especial y reteníendolo para siempre, porque en realidad cada momento que vivimos es irremplazable, todos lo sabemos cuando somos niños, luego lo olvidamos y dejamos perder la magia de la vida, vale la pena retenerla y ser niños siempre, a pesar de ser adultos.