Un milagro es una corrección. No crea, ni cambia realmente nada en absoluto. Simplemente contempla la devastación y le recuerda a la mente que lo que ve es falso. Corrige el error, mas no intenta ir más allá de la percepción, ni exceder la función del perdón. Se mantiene, por lo tanto, dentro de los limites del tiempo. No obstante, allana el camino para el retorno de la intemporalidad y para el despertar del amor, pues el miedo no puede sino desvanecerse ante el benevolente remedio que el milagro trae consigo.
Los milagros son como gotas de lluvia regeneradora que caen del Cielo sobre un mundo árido y polvoriento, al cual criaturas hambrientas y sedientas vienen a morir. Ahora tienen agua. Ahora el mundo está lleno de verdor. Y brotan por doquier señales de vida para demostrar que lo que nace jamás puede morir, pues lo que tiene vida es inmortal.
La Expiación y los milagros
Yo estoy a cargo del proceso de Expiación, que emprendí para darle comienzo. Cuando le ofreces un milagro a cualquiera de mis hermanos, te lo ofreces a ti mismo y me lo ofreces a mí. La razón por la que te lo ofreces a ti mismo primero es porque yo no necesito milagros para mi propia Expiación, pero estoy detrás de ti por si fracasas temporalmente. Mi papel en la Expiación es cancelar todos los errores que de otro modo tú no podrías corregir.
Yo soy el único que puede obrar milagros imparcialmente porque yo soy la Expiación. Tú tienes un papel en la Expiación que yo te dictaré. Pregúntame qué milagros debes llevar a cabo. Ello te ahorrará esfuerzos innecesarios porque estarás actuando bajo comunicación directa. La naturaleza impersonal del milagro es una característica esencial del mismo, ya que me permite dirigir su aplicación, y bajo mi dirección los milagros conducen a la experiencia altamente personal de la revelación.
Los milagros se dan en la mente que está lista para ellos. Dicha mente, al estar unida, se extiende a todos aun cuando el que obra milagros no se dé cuenta de ello. La naturaleza impersonal del milagro se debe a que la Expiación en sí es una, lo cual une a todo lo creado con su Creador. Como expresión de lo que verdaderamente eres, el milagro sitúa a la mente en un estado de gracia. La mente, entonces, naturalmente da la bienvenida tanto al Huésped interno como al desconocido externo. Al invitar adentro al desconocido, éste se convierte en tu hermano.
El hecho de que el milagro pueda tener efectos en tus hermanos de los que ni siquiera eres consciente no debe preocuparte. El milagro siempre te bendecirá. Los milagros que no se te ha pedido que hagas no dejan de tener valor. Siguen siendo expresiones de tu estado de gracia, pero dado mi absoluto conocimiento del plan en su totalidad, yo debo controlar su ejecución. La naturaleza impersonal de la mentalidad milagrosa asegura tu gracia, pero sólo yo estoy en posición de saber dónde pueden concederse.
Los milagros son selectivos únicamente en el sentido de que se canalizan hacia aquellos que los pueden usar en beneficio propio. Puesto que esto hace que sea inevitable el que los extiendan a otros, se suelda una fuerte cadena de Expiación. Esta selectividad, sin embargo, no toma en cuenta la magnitud del milagro mismo, ya que el concepto de tamaño existe en un plano que de por sí es irreal. Dado que el milagro tiene como objeto restablecer la conciencia de la realidad, no sería eficaz si estuviese limitado por las leyes que gobiernan el error que tiene como objeto corregir.
La igualdad de los milagros
El milagro, por lo tanto, tiene una función única, y lo inspira un Maestro único que trae las leyes de otro mundo a éste. Obrar milagros es lo único que puedes hacer que transciende la idea de grados de dificultad, pues los milagros no están basados en diferencias sino en la igualdad.
Los milagros no compiten entre sí, y el número de milagros que puedes obrar es ilimitado. Pueden ser legión y a la vez simultáneos. Esto no es difícil de entender una vez que concibes que son posibles. Lo que más cuesta entender es que la falta de grados de dificultad que caracteriza al milagro es algo que tiene que proceder de otra parte y no de aquí. Desde el punto de vista del mundo, eso es imposible.
El milagro responde siempre de la misma manera ante cualquier petición de ayuda. No la juzga. Simplemente reconoce lo que es y responde consecuentemente. No se detiene a considerar qué petición es más importante, más urgente o más apremiante. Tal vez te preguntes por qué se te pide que hagas algo que no requiere que emitas ningún juicio, cuando todavía eres prisionero de los juicios. La respuesta es muy simple: el poder de Dios, no el tuyo, es el que engendra los milagros. El milagro en sí no hace sino dar testimonio de que el poder de Dios se encuentra dentro de ti. Ésa es la razón de que el milagro bendiga por igual a todos los que de alguna manera son participes en él, y ésa es también la razón de que todos sean participes en él. El poder de Dios es ilimitado. Y al ser siempre máximo, ofrece todo a cualquiera que se lo pida. No hay grados de dificultad en esto. A una petición de ayuda se le presta ayuda
Tienes derecho…
Tienes derecho a los milagros debido a lo que eres. Recibirás milagros debido a lo que Dios. y ofrecerás milagros debido a que eres uno con Dios.
El milagro está siempre aquí. Tu visión no causa su presencia, ni su ausencia es el resultado de que no veas. Es únicamente tu conciencia de los milagros la que se ve afectada. Los verás en la luz, mas no los verás en la obscuridad.
Cuando hayas sentido la fortaleza que mora en ti, la cual pone fácilmente a tu alcance todos los milagros, dejarás de dudar. los milagros que tu sensación de debilidad ocultan se harán patentes de inmediato en tu conciencia una vez que sientas la fortaleza que mora en ti.
Doy los Milagros…
No hay milagro que no puedas dar, pues todos te han sido dados. Recíbelos ahora abriendo el almacén de tu mente donde se encuentran y dándoselos al mundo.
La visión de Cristo es un milagro.
La visión de Cristo es el milagro del que emanan todos los demás milagros. Es su fuente, y aunque permanece con cada milagro que das, sigue siendo tuya. Es el vinculo mediante el cual el que da y el que recibe se unen en el proceso de extensión aquí en la tierra, tal como son uno en el Cielo.
Contempla el caudal de milagros desplegados ante ti para que los des, ¿No eres acaso merecedor de esos mismos regalos cuando Dios Mismo dispuso que se te concediesen?
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