La teología feminista aboga por que la mujer asuma su pleno protagonismo en las religiones modernas
“Las religiones nunca se han llevado bien con las mujeres. Siempre han sido las grandes perdedoras”, según el teólogo Juan José Tamayo Acosta. En el cristianismo, aunque en la época patrística se valoró su dignidad en la iglesia y existen figuras femeninas importantes, también predominan los criterios discriminadores en relación a la mujer. Tamayo plantea cinco tesis para analizar y profundizar en esta circunstancia, que revisaremos en el presente artículo. Por su parte, la teología feminista actual trata de reivindicar de forma radical la condición plena de la mujer como ser humano, en ningún caso inferior a la condición del varón. Por María Dolores Prieto Santana.
La falta de reconocimiento de la mujer en las religiones no sólo dependió de las mismas religiones, sino del carácter primitivo de las sociedades antiguas; aunque nunca puede olvidarse que las religiones formaban también una parte sustancial de esas mismas culturas y contribuyeron a modelarlas.
La teología feminista actual trata de reivindicar de forma radical la condición plena de la mujer como ser humano, en ningún caso inferior a la condición del varón como ser humano. La teología feminista, por una parte, denuncia la infravaloración del papel de la mujer en el pasado, las formas en que se mantiene todavía en el presente y aboga para que la mujer asuma su pleno protagonismo en las religiones modernas…
Una de las tendencias sociales emergentes en el siglo XXI es la del progresivo “empoderamiento” (permítaseme el anglicismo) de las mujeres en nuestra sociedad, tanto en el barrio rico del planeta como en el tercer mundo. También este proceso está presente en las tradiciones religiosas, tanto de raíces cristianas como en los demás monoteísmos.
En junio de 2013, el profesor Juan José Tamayo Acosta, Director de la Cátedra de teología y Ciencias de las Religiones, de la Universidad Carlos III de Madrid, ha intervenido con una conferencia en la Escuela de Teología Feminista de San Salvador. Esta Escuela tiene un ambicioso programa que se desarrollará de julio a diciembre de 2013. Este programa está estructurado en torno a tres núcleos fundamentales: Historia de la Teología Feminista; Derechos Humanos de las mujeres, un compromiso ético y teológico; sexualidad y Corporalidad.
En estas páginas de Tendencias21 de las religiones hemos publicado recientemente un artículo sobre su intervención en el foro social de Túnez. La conferencia pronunciada por Juan José Tamayo el 28 de junio de 2013 versó sobre reflexiones sobre las mujeres en las religiones y la teología feminista. De ella se han hecho eco diversas publicaciones. Creemos de interés presentarla a nuestros lectores para que tengan ocasión de intercambiar sus puntos de vista.
Para Tamayo, “esta conferencia, de carácter introductorio, analiza críticamente la actitud de las religiones hacia las mujeres y pone las bases para una teología feminista de la liberación elaborada a partir de las categorías de la teoría feminista: género, patriarcado, autonomía, subjetividad, pacto entre mujeres, violencia de género, etc.”
Como se indica en la cabecera de este artículo, el autor propone cinco tesis, cinco formulaciones generales sobre la situación general de las mujeres en el marco de las tradiciones religiosas. Evidentemente, es simplificador querer abarcar todas las mujeres y todas las tradiciones religiosas. Pero en esta simplificación, aunque siempre mutiladora, resaltan más las grandes tendencias sociales de fondo implicadas en esta problemática. Son una muestra de la tendencia constante e imparable a establecer un digno papel para la mujer en el protagonismo histórico, y en especial de las religiones.
1. Las mujeres son las grandes olvidadas y perdedoras de las religiones
Esta es la primera tesis que propone el profesor Tamayo. Tal vez excesivamente asertivo, pero que luego matiza y justifica. La primera constatación empírica, de acuerdo con los datos de la sociología, es que “las mujeres en las religiones no son reconocidas como sujetos morales: se las considera menores de edad que necesitan guías espirituales varones que les conduzcan por la senda de la moralidad, les digan lo que es bueno y lo que es malo, lo que pueden y no pueden hacer, sobre todo en materia de sexualidad, de relaciones de pareja y en la educación de sus hijos. Las normas morales a cumplir por las mujeres –alejadas, cuando no contrarias, la mayoría de las veces, a las orientaciones igualitarias de los fundadores y fundadoras- son dictadas por los varones, que se las imponen como de obligado cumplimiento”.
Mucha carga de profundidad tiene esta afirmación. Ello nos lleva a una cuestión ya abordada porTendencias21: la herencia de la sociedad patriarcal todavía latente en el neolítico tardío. Sigue el texto: “en el imaginario patriarcal religioso, influido por los clérigos, imames, rabinos, lamas, gurús, pastores y maestros espirituales, las mujeres son consideradas tentadoras, ligeras de conducta, amorales, etc. Esa imagen se ha elaborado a partir de determinados textos de algunos libros sagrados escritos en lenguaje patriarcal, considerados válidos en todo tiempo y lugar, y leídos con ojos fundamentalistas y mentalidad misógina”.
Hay una segunda constatación sociológica que apoya la tesis de la deficiente relación de las tradiciones religiosas con las mujeres: “Las mujeres casi nunca son reconocidas como]i sujetos religiosos. En no pocas religiones la divinidad suele ser masculina y tiende a ser representada sólo por varones. De lo que Mary Dalyconcluye, creo que certeramente: “Si Dios es varón, el varón es Dios”. Así, los varones se sienten legitimados divinamente para imponer su omnímoda voluntad a las mujeres y el patriarcado religioso –Dios, en definitiva- legitima el patriarcado en la sociedad. Precisamente porque sólo los varones pueden representar a Dios, sólo los varones pueden acceder al ámbito de lo sagrado, al mundo divino, entrar en el sancta sanctorum; subir al altar, ofrecer el sacrificio, dirigir la oración comunitaria en la mezquita, presidir el servicio religioso en las sinagogas (con algunas excepciones)”.
“Ser cura es cosa de hombres”
Sobre el problema (para algunas teólogas feministas sustancial y para otras accesorio e incluso anecdótico) prosigue: “sólo los varones pueden ser sacerdotes en la Iglesia Católica, imames en el islam y rabinos en el judaísmo ortodoxo, sin que haya texto sagrado alguno que excluya a las mujeres. En la Iglesia católica la ordenación sacerdotal de mujeres es considerada delito grave al mismo nivel que la pederastia, la herejía, la apostasía y se castiga de manera más severa que la pederastia: con la excomunión.
La oración comunitaria de los viernes presidida por mujeres es calificada de profanación de lo sagrado. En la Iglesia católica, las mujeres pueden consagrar su vida a Dios, pero, en razón de su sexo, no pueden representar a Dios. En las mezquitas las mujeres suelen estar separadas de los hombres -¿para no contaminar?-, son colocadas en la parte superior tras una celosía, e incluso a veces tienen que entrar por una puerta distinta de la de los hombres”.
“Las mujeres no son sujetos teológicos”
La tercera constatación que justifica el maltrato que las tradiciones religiosas hacen a las mujeres, prosigue Tamayo: “Las mujeres difícilmente son reconocidas como sujetos teológicos. Las instituciones religiosas suelen poner a las mujeres todo tipo de trabas para el estudio y la docencia de la teología, para la interpretación de los textos sagrados, para la reflexión sobre la fe, etc. Y cuando deciden u osan pensar la fe y hacer teología desde sus experiencias de sufrimiento y de lucha, e interpretar los textos de sus respectivas religiones desde la propia subjetividad, desde sus experiencias vitales, suelen ser acusadas de entrar en un terreno que no les corresponde y de caer en el subjetivismo. ¡Como si los varones no lo fueran en sus lecturas e interpretaciones! En la mayoría de las religiones la teología está escrita con caracteres masculinos”.
Además, “La organización de las religiones se configura la mayoría de las veces patriarcalmente: todos los sacerdotes católicos y todos los imames son varones; el Dalai Lama es varón; la mayoría de los rabinos y de los lamas son hombres. Por ello, las religiones bien pueden definirse como perfectas patriarquías. Hay, con todo, honrosas excepciones en las iglesias de tradición protestante, que ordenan pastoras, sacerdotisas y obispas a las mujeres. Práctica que debería generalizarse para terminar con la discriminación de género en el acceso a los ministerios ordenados”.
La quinta constatación sociológica de que las religiones no valoran a las mujeres es que “las mujeres acceden con dificultad a puestos de responsabilidad en las comunidades religiosas. El poder suele ser detentado por varones. A las mujeres les corresponde acatar las órdenes. Lo que tiende a justificarse por el discurso androcéntrico de las religiones apelando a la voluntad divina: es Dios quien encomienda el poder y la autoridad a los varones. En el caso del cristianismo, se apela a Jesús para cerrar el paso a la ordenación sacerdotal de las mujeres”.
Tamayo corrobora esta afirmación con lo que afirma Benedicto XVI en el libro-entrevista con el periodista Peter Seewald: no es que no queramos ordenar a las mujeres sacerdotes, no es que no nos guste. Es que no podemos, porque así lo estableció Cristo, que dio a la Iglesia una figura con los Doce y, después, en sucesión con ellos, con los obispos y los presbíteros (los sacerdotes). En otras palabras, que sólo ordenó sacerdotes a hombres.
El conferenciante se pregunta: “¿las iglesias cristianas, cada vez más numerosas, que ordenan a mujeres y les reconocen funciones sacerdotales y episcopales, están transgrediendo el mandato de Cristo o aplican en sus comunidades el principio evangélico y democrático de igualdad entre hombres y mujeres?”
Los datos bíblicos son expresivos: “con la Biblia cristiana en la mano y desde una hermenéutica de género hay que decir: a) que lo que pone en marcha Jesús de Nazaret no es una Iglesia jerárquico-patriarcal como la actual, sino un movimiento igualitario de hombres mujeres; b) que Jesús de Nazaret no ordenó sacerdotes ni a hombres ni a mujeres.
Todo lo contrario: eliminó el templo como lugar de culto proponiendo como alternativa la adoración “en espíritu y en verdad”. El cristianismo, como dijera lúcidamente Díez-Alegría, es una religión ético profética, no ontológico-cultural. Con la historia de la Iglesia en la mano y las investigaciones arqueológicas puede afirmarse que durante varios siglos las mujeres ejercieron funciones sacerdotales y episcopales. ¿No es la historia, para la Iglesia, “maestra de la vida”?”
Las formas múltiples de exclusión de las mujeres
Pero existe otra constatación sociológica más grave aún: para Tamayo, apoyado en los datos del Instituto de la Mujer del gobierno de España, muestra “las religiones legitiman de múltiples formas la exclusión de las mujeresde la esfera pública, de la vida política, de la actividad intelectual, del campo científico, y limitan sus funciones al ámbito doméstico, a la esfera de lo privado, a la educación de los hijos e hijas, a la atención al marido, al cuidado de los enfermos, personas mayores, etc. Cualquier tipo de presencia de las mujeres en la actividad política o social es considerado ajeno a la “identidad femenina” (¿?) y un abandono de su verdadero campo de operaciones, que es el hogar., con la consiguiente culpabilización. A lo sumo defienden que la mujer pueda realizarse en el hogar y en el trabajo, lo que no se aplica a los hombres”.
Como conclusión de todo lo dicho, se puede afirmar que: “La mayoría de las religiones niegan a las mujeres el reconocimiento y el ejercicio de los derechos reproductivos y sexuales:
– Las mujeres no son dueñas de su propio cuerpo, que es controlado por los confesores, directores espirituales, esposos, etc.
– A las mujeres no se les permite planificar la familia: deben tener los hijos y las hijas que Dios quiera, los que Dios les mande, no los que ellas libremente decidan.
– No pueden ejercer la sexualidad fuera de los límites impuestos por la religión (matrimonio, heterosexualidad). La práctica de la sexualidad fuera del matrimonio o con personas de otro sexo es prohibida y condenada expresamente.
– Son consideradas impuras por la menstruación.
– Si deciden interrumpir el embarazo, incluso ateniéndose a la ley, son acusadas de pecadoras y criminales y se pide para ellas incluso penas de cárcel. En la condena y criminalización del aborto coinciden los líderes religiosos, por ejemplo, del catolicismo y del islam.
– Las mujeres no pueden utilizar métodos anticonceptivos, porque eso implica poner obstáculos a la vida”.
Tras esta primera tesis, la segunda (apoyada en la primera) va todavía más lejos: las religiones y la violencia. Esta cuestión, ya desarrollada por Martha Nussbaum (ver Tendencias21) a su irracionalidad, sigue muy presente en la sociedad. Según Tamayo, “los textos sagrados dejan constancia de ello. Justifican pegar a las mujeres, lapidarla, ofrecerlas en sacrificio para cumplir una promesa y para aplacar la ira de los dioses, dejarlas encerradas en casa hasta que se mueran, imponerles silencio, no reconocerles autoridad, no valorar su testimonio en igualdad de condiciones que a los varones, etc. Las prácticas religiosas vienen a ratificarlo. A las mujeres no se les reconoce la presunción de inocencia, sino que se las presume culpables mientras no se demuestre lo contrario. Son ellas las que caen en la tentación y tientan a los varones, y por eso merecen castigo”.
Las mujeres, puertas de Satanás
Algunos textos de los llamados Padres de la Iglesia –por referirnos a los ámbitos cristianos- son tremendos: consideran a las mujeres “la puerta de Satanás” y la “causa de todos los males”. Un teólogo tan influyente en el cristianismo como Agustín de Hipona llega a afirmar que la inferioridad de la mujer pertenece al orden natural. Otro teólogo tan decisivo en la teología cristiana como Tomás de Aquino define a la mujer como “varón imperfecto”.
Lutero habla de las mujeres como inferiores de mente y cuerpo por haber caído en la tentación y afirma que las mujeres han sido creadas sin otro propósito que el de servir a los hombres y ser sus ayudantes. Esto son hechos históricos atestiguados.
La violencia de los hombres de Iglesia contra las mujeres, incluidos los santos como Agustín de Hipona, es descrita con toda su crudeza y realismo en una escena de la novela de Jostein Gaarder, Vita brevis, que recoge la carta dirigida por Floria Emilia a Aurelio Agustín, con quien había vivido en concubinato doce años:
“Una tarde, cuando habíamos compartido de nuevo los regalos de Venus, te volviste de pronto airado hacia mí y me golpeaste. ¿Recuerdas que me golpeaste? ¡Tú, precisamente tú que antaño fuiste un respetable profesor de Retórica, me pegaste brutalmente porque te habías dejado tentar por mi ternura! Sobre mí recayó la culpa de tu deseo… Obispo, pegaste y gritaste porque me había convertido de nuevo en una amenaza para la salvación de tu alma. Cogiste una vara y me golpeaste de nuevo. Pensé que querías acabar con mi vida porque eso hubiera sido para mí lo mismo que castrarte. Pero yo no temía por mi vida, sólo estaba destrozada, tan decepcionada y avergonzada de ti que recuerdo claramente que deseé que me mataras de una vez” [Jostein Gaarder, Vita brevis. La carta de Floria Emilia a Aurelio Agustín, Siruela, Madrid, 1997, pp. 112-113].
Tras relatar la agresión con pelos y señales, Floria comenta que no fue a ella a quien golpeó Agustín, sino a Eva, a la mujer, y le recuerda, citando a Publio Sirio, que quien se comporta injustamente con una persona, amenaza a muchas personas. Al final de la carta le confiesa al obispo de Hipona con justificado dramatismo: “Siento escalofríos porque temo que lleguen tiempos en los que las mujeres sean asesinadas por hombres de la Iglesia de Roma” (p. 126).
Y sigue planteado una pregunta escalofriante: “Pero, ¿por qué se las habría de matar, honorable obispo? Porque os recuerdan que habéis renegado de vuestra propia alma y atributos, pensáis. ¿Y en favor de quién? En favor de un Dios, decís, en favor de Él que ha creado el firmamento que os cubre y la tierra sobre la que viven las mujeres que os dan a luz” (pág. 126-127).
La antigua compañera de Agustín dice a los hombres de Iglesia que, si Dios existe, los juzgará por los placeres a los que han dado la espalda y por negar el amor entre hombre y mujer. Floria Aurelia termina la carta comunicando al obispo que si fue él quien se ocupó de hacerle llegar sus Confesiones para que se bautizara, no le va a dar esa satisfacción.
Desde luego, estos textos impresionan. Pero, desgraciadamente reflejan lo que probablemente ha sido la historia y una forma de ver a la mujer que todavía pervive en la mente de algunos.
3. Sin embargo, las mujeres son las más fieles seguidoras de las religiones
La tercera tesis del profesor Juan José Tamayo en la conferencia pronunciada en junio en San Salvador es que, a pesar de todo, las mujeres siguen siendo las más fieles seguidoras de las religiones. ¿Se trata de síndrome de Estocolmo? Sigamos el hilo del conferenciante: “Hay quienes hablan de que la orientación femenina hacia la religión es innata, más aún, genética, que las mujeres son por naturaleza más crédulas y, por eso, son más asiduas a las actividades religiosas. Ninguna investigación genética lo demuestra. Se trata de un estereotipo cuyo objetivo es someter a la mujer a las restrictivas y represivas orientaciones religiosas. Quienes así piensan, se olvidan de que tradicionalmente ha sido a las mujeres a quienes más se ha inculcado el sentimiento religioso. Se trata, por tanto, de un proceso inducido, que responde a una determinada educación y aprendizaje”.
Y concluye: “Las mujeres son las mejores transmisoras de las enseñanzas religiosas a sus hijos en la familia y a los niños y niñas en los espacios religiosos a través de la educación religiosa. Ellas son también las que mejor reproducen la organización patriarcal y la ideología androcéntrica y las que más practican las religiones”. ¿Nos encontramos en un callejón sin salida? ¿En un proceso delicadamente trazado de dominación?
Pero no todas las mujeres son así. Crece el sentimiento profundo derebelión de las mujeres, incluso en el islam, contra esa situación. “En las últimas décadas – prosigue Tamayo – asistimos a una auténtica rebelión de las mujeres en el ámbito de las religiones, tanto a nivel personal como colectivo, tanto en el interior de las religiones como en la sociedad”. Esta rebelión se detecta, a nivel personal, transgrediendo conscientemente las normas y orientaciones en materia de sexualidad, relaciones de pareja, planificación familiar, opciones políticas, etc.
En el interior de las religiones, hay rebelión de las mujeres creando movimientos y asociaciones de mujeres que ejercen su libertad de organización y funcionan autónomamente al margen de los varones e incluso enfrentadas con las autoridades religiosas. Hay quienes piensan que la rebelión de las mujeres será el factor determinante que fuerce al Islam a salir de su fundamentalismo histórico.
Hay rebelión social, participando activamente en los movimientos feministas y en las organizaciones sociales como expresión de la convergencia en las luchas por la emancipación de las mujeres y como forma de comprometerse con los sectores más vulnerables de la sociedad. Concluye Tamayo que “la rebelión de las mujeres dentro de las religiones constituye uno de los hechos mayores y de más profunda significación en la historia del fenómeno religioso, que tiene importantes repercusiones políticas y sociales.
Supone un avance en la lucha por la emancipación de las mujeres y por la liberación de los marginados y excluidos. Por eso la rebelión feminista de las mujeres creyentes debe contar con el apoyo de los colectivos y las personas religiosas, pero también con el de todos los ciudadanos y ciudadanas comprometidos en la lucha por la emancipación de los pueblos sometidos a las distintas formas de opresión. La indignación de las mujeres creyentes constituye la respuesta a la situación de indignidad en que son situadas en el seno de la mayoría de los sistemas de creencias, de las religiones y de los movimientos espirituales”.
5. Teología feminista
La rebelión de las mujeres y de los colectivos de mujeres en la sociedad y en el seno de las organizaciones y tradiciones religiosas se expresa hoy en la construcción social de un pensamiento teológico propio.
“Fruto de esta rebelión – dice Tamayo – ha surgido una nueva manera de vivir y de pensar la fe religiosa desde la propia subjetividad de las mujeres en las diferentes religiones, sobre todo cultivada por mujeres: la teología feminista, que:
a) Parte de las experiencias de sufrimiento, de lucha y de resistencia de las mujeres contra el patriarcado y sus diferentes manifestaciones.
b) Recupera la memoria de las antepasadas que trabajaron por avanzar la historia hacia la libertad de los oprimidos y por la emancipación de las mujeres contra todo tipo de discriminación.
c) Reescribe la historia de las religiones desde la perspectiva de género dando voz y protagonismo a las mujeres silenciadas por el patriarcado religioso.
d) Utiliza las categorías de la teoría de género para analizar críticamente las estructuras patriarcales y los discursos androcéntricos de las religiones y proponer una teología alternativa que contribuya a la emancipación de las mujeres en todos los ámbitos de su existencia”.
Teología feminista global e interreligiosa
La teología feminista no es una teología regional que se ocupe temáticamente de cuestiones relativas a las mujeres, ni que interese solo a las mujeres y sea elaborada por mujeres. Se trata de una teología: a)fundamental, que intenta dar razón de la fe en Dios no sometida al modelo divino patriarcal y en el seguimiento de Jesús conforme al movimiento igualitario de hombres y de mujeres que decidieron seguirle; b) de la liberación, que quiere contribuir a la salvación de todos los oprimidos y a la transformación de las estructuras religiosas del dominio masculino; c) crítica, que recurre a los métodos histórico-críticos y a la teoría feminista y utiliza una hermenéutica de la sospecha para leer los textos fundantes de las religiones en perspectiva de género. La hermenéutica de la sospecha que se extiende también a las traducciones e interpretaciones, en su mayoría hechas desde presupuestos andro-antropo-céntricos; d) que reconoce a las mujeres como sujetos religiosos, morales y teológicos, como interlocutoras directas de Dios sin la mediación de los varones y portadoras de gracia y salvación. Las teologías feministas están desarrollándose en la mayoría de las religiones.
A la revolución feminista, la primera de carácter pacifista de la historia, el patriarcado responde con la violencia de género. A la teología inclusiva de género, muchas religiones responden con la exclusión de las mujeres.
Todas estas son ideas desarrolladas por el profesor Juan José Tamayo en su conferencia en El Salvador en junio de 2013. Son, sin duda, una nueva ocasión para ver cómo reflexiona la teología feminista y para que nosotros mismos nos propongamos una reflexión crítica personal.
Conclusión
Concluimos con las mismas palabras del conferenciante: “En el siglo XIX las religiones perdieron a la clase obreraporque se colocaron del lado de los patronos que los explotaban y condenaron las revoluciones sociales que luchaban por una sociedad más justa y solidaria. Los trabajadores dieron la espalda a las religiones porque se sintieron traicionados por ellas, alejándose, la mayoría de las veces, del mensaje igualitario y solidario de los orígenes. En el siglo XX las religiones perdieron a los jóvenes y a los intelectuales por sus posiciones filosóficas y culturales integristas, alejadas de los nuevos climas de la modernidad. Si continúan por la senda patriarcal por la que ahora caminan, en el siglo XXI las religiones perderán a las mujeres, hasta ahora sus mejores y más fieles seguidoras. Sin la clase trabajadora, sin los jóvenes, sin los intelectuales y sin las mujeres, las religiones habrán llegado a su fin. Y no podrán echar la culpa de su fracaso a nadie. Ellas mismas se habrán hecho el harakiri”. (Para una profundización de estas ideas, cf. Juan José Tamayo. Otra teología es posible. Pluralismo religioso, interculturalidad y feminismo, Herder, Barcelona, 2012, 2ª ed., especialmente el capítulo “Revolución feminista en la teología”, pp. 213-265).
María Dolores Prieto Santana, educadora y antropóloga. Colaboradora de Tendencias21 de las religiones.