domi El reconocimiento del Espíritu es La Salvación

“Pido que se me conceda ver un Mundo diferente
y tener pensamientos distintos de aquellos que inventé.
El mundo que busco no lo construí yo solo,
y los pensamientos que quiero tener no son los míos”.

“Nada real puede ser amenazado,
nada irreal existe, en esto radica la Paz de Dios,
No hay nada que temer”.

Ahora cuando sigo siendo feliz y conservo la Paz en mi Mente Santa, reconozco que no soy un Cuerpo,
que soy completamente libre. Por fin Me he dejado invadir por la Verdad, ya no hay límites,
ya nada de lo que parece suceder en el holograma de este mundo, puede cambiar Mi Ser.
Me permito recordar en cada instante mi Fuente, de donde vengo.
Pedí la Sanación de Mi Mente y así sucedió, no pudo fallar.
Mi rendición y mi devoción siempre han sido escuchadas, no sé cómo,
simplemente lo sé, está ahí, está aquí, nunca ha dejado de Existir.

Quizá no sé como considerar al mundo o a mí mismo, sin embargo,
elijo por la Salvación y lo que soy hablará de Sí Mismo.

O bien ves la carne o bien reconoces el espíritu. En esto no hay términos medios. Si uno de ellos es real, el otro no puede sino ser falso, pues lo que es real niega a su opuesto. La visión no ofrece otra opción que ésta. Lo que decides al respecto determina todo lo que ves y crees real, así como todo lo que consideras que es verdad. De esta elección depende todo tu mundo, pues mediante ella estableces en tu propio sistema de creencias lo que eres: carne o espíritu. Si eliges ser carne jamás podrás escaparte del cuerpo al verlo como tu realidad, pues tu decisión reflejará que eso es lo que quieres. Pero si eliges el espíritu, el Cielo mismo se inclinará para tocar tus ojos y bendecir tu santa visión a fin de que no veas más el mundo de la carne, salvo para sanar, consolar y bendecir.

La salvación es un deshacer. Si eliges ver el cuerpo, ves un mundo de separación, de cosas inconexas y de sucesos que no tienen ningún sentido. Alguien aparece y luego desaparece al morir; otro es condenado al sufrimiento y a la pérdida. Y nadie es exactamente como era un instante antes ni será el mismo un instante después. ¿Qué confianza se puede tener ahí donde se percibe tanto cambio? ¿Y qué valía puede tener quien no es más que polvo?

El cuerpo es una cerca que el Hijo de Dios se imagina haber erigido para separar partes de su Ser de otras partes. Cree vivir dentro de esa cerca, para morir a medida que ésta se deteriora y se desmorona. Pues cree estar a salvo del amor dentro de ella. Al identificarse con lo que considera es su seguridad, cree ser lo que ésta es. ¿De qué otro modo, si no, podría estar seguro de que permanece dentro del cuerpo, y de que mantiene al amor afuera?

El cuerpo no perdurará. Sin embargo, para él eso supone una doble seguridad. Pues la temporalidad del Hijo de Dios es la “prueba” de que sus cercas funcionan y de que están llevando a cabo la tarea que su mente les asignó. Pues si su unidad aún permaneciese intacta, ¿quién podría atacar y quién podría ser atacado? ¿Quién podría ser el vencedor? ¿Quién la presa? ¿Quién podría ser la víctima? ¿Quién el asesino? Y si él no muriese, ¿qué “prueba” habría de que el eterno Hijo de Dios puede ser destruido?

El cuerpo es un sueño. Al igual que otros sueños, a veces parece reflejar felicidad, pero puede súbitamente revertir al miedo, la cuna de todos los sueños. Pues sólo el amor puede crear de verdad, y la verdad jamás puede temer. Hecho para ser temeroso, el cuerpo no puede sino cumplir el propósito que le fue asignado. Mas podemos cambiar el propósito que el cuerpo obedece si cambiamos de parecer con respecto a su finalidad.

El cuerpo es el medio a través del cual el Hijo de Dios recobra la cordura. Aunque el cuerpo fue concebido para condenarlo al infierno para siempre, el objetivo del Cielo ha substituido a la , búsqueda del infierno. El Hijo de Dios busca la mano de su hermano para ayudarlo a marchar por la misma senda que él. Ahora el cuerpo es santo. Ahora su propósito es sanar la misma mente para dar muerte a la cual fue concebido.

Te identificarás con lo que pienses que te ha de dar seguridad. Sea lo que sea, creerás que ello es lo que tú eres. Tu seguridad reside en la verdad, no en las mentiras. El amor es tu seguridad. El miedo no existe. Identifícate con el amor, y estarás a salvo. Identifícate con el amor, y estarás en tu morada. Identifícate con el amor, y hallarás tu Ser.

La salvación no te pide que contemples el espíritu y no percibas el cuerpo.
Simplemente te pide que ésa sea tu elección.

Padre Nuestro bendice hoy nuestros ojos. Somos tus emisarios y deseamos contemplar el glorioso reflejo de tu amor que refulge en todas las cosas. Vivimos y nos movemos únicamente en Ti. No estamos separados de la Vida Eterna. La Paz de Dios refulge en Mi ahora. Que todas las cosas refuljan sobre mí en esa paz, y que yo las bendiga con la luz que mora en mí”. Amén.

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