Un hijo treintón leía el diario mientras acompañaba a su padre, ya sesentón, ambos sentados en un banco ubicado en el parque jardín de la casa familiar.
De pronto, un hermoso y pequeño pájaro se posa en la rama de un arbusto.
- El Padre lo ve y pregunta ¿Qué es eso?
- El hijo saca la vista del diario y observa el entorno, descubre el ave y responde seriamente: Un gorrión.
– Mientras el pajarito trina, el padre vuelve a preguntar ¿Qué es eso?
– El hijo distrayéndose de su lectura responde: Te lo dije recién papá, es un gorrión, volviendo a su lectura.
– El pajarito emprende el vuelo y se posa en otro lugar del jardín, el padre siguió con la vista los movimientos del pajarito y pregunta nuevamente ¡Qué es eso?
– El hijo ya molesto responde, un gorrión papá, UN GORRIÓN. UN-GO-RRIÓN.
– El padre baja la cabeza y en eso el pajarito comienza nuevamente a trinar, alza su cabeza, mientras el hijo lo mira iracundo, y pregunta por cuarta vez ¿Qué es eso?
– El hijo descolocado por la situación y ya fuera de sí le dice: ¿Por qué estás haciendo esto?
¡Ya te lo dije un montón de veces! Es un gorrión. ¿No lo puedes entender?
– El padre, sin decir nada se pone de pie mientras el hijo pregunta ¿A dónde vas?, sin responder y haciendo un gesto con la mano, como queriendo decir; espera, espera, camina y entra en la casa mientras el hijo lo mira, se acomoda en el banco en una actitud como si se dijera a sí mismo: ¿Cómo lo hago entender?, mientras el avecilla emprende el vuelo trinando.
– Pasado unos minutos, el padre sale de la casa llevando consigo un pequeño libro y se va a sentar al lado de su hijo, mientras este mira hacia el suelo.
– El padre hojea el librito buscando algo, cuando lo encuentra se lo pasa al hijo y le muestra golpeando con el dedo lo que quiere que él vea.
– El hijo, en silencio comienza a leer, pero el padre sin mirarlo le dice: En voz alta.
– El libro en cuestión es un diario de vida del padre y el hijo comienza a leer:
– Hoy, mi hijo menor, que hace unos días cumplió 3 años, estaba sentado conmigo en el parque cuando un gorrión se posó en frente nuestro. Mi hijo me preguntó 21 veces que era eso. Y yo respondí las 21 veces que eso era… (dando vuelta la hoja)… un gorrión. Lo abracé cada vez que me hizo la misma pregunta, una vez y otra vez, sin enojarme y sintiendo afecto por mi pequeño e inocente hijo.
– El hijo queda en silencio y el padre sin decir nada, esboza una sonrisa.
– El hijo sin decir nada, quizás avergonzado, cierra el libro, mira el suelo por unos instantes y procede a abrazar y besar a su padre.