domi La niña del pelo rojo

De Chesterton ya se ha hablado aquí alguna vez, pero no está de más recobrarlo con cualquier pretexto. Hace unos días, el astrónomo y sin embargo filósofo y sin embargo novelista y sin embargo amigo, Juan Arnau, nos mandaba a unos cuantos un mensaje en el que con el exagerado pero ecuánime título “El párrafo más lúcido de la literatura política”, nos recomendaba, y nos encomendaba un libro de Chesterton: Lo que está mal en el mundo. Es un Chesterton temprano, aún no se ha hecho católico pero ha abandonado su agnosticismo para saludarse cristiano. Entre otros muchos asuntos que el Chesterton periodista utilizaba de trampolín para hacer sus maravillosas piruetas verbales y filosóficas, ataca en un texto una ley promulgada en aquel periodo en el Reino Unido según la cual, para evitar las epidemias de piojos en los barrios pobres, los niños de la clase obrera deberían llevar las cabezas rapadas. “Los pobres”, escribe Chesterton, “se encuentran tan presionados desde arriba, en submundos de miseria tan apestosos y sofocantes, que no se les debe permitir tener pelo, pues en su caso eso significa tener piojos. En consecuencia, los médicos sugieren suprimir el pelo. No parece habérseles ocurrido suprimir los piojos”. “Sería largo y laborioso cortar las cabezas de los tiranos; es mas fácil cortar el pelo de los esclavos”. En el razonamiento que hila la conclusión de este libro formidable, Chesterton sostiene que “la lección de los piojos de los suburbios es que lo que está mal son los suburbios, no el pelo”. Y dice una cosa verdaderamente sorprendente: “Sólo por medio de instituciones eternas como el pelo podemos someter a prueba instituciones pasajeras como los imperios”.

 

Gilbert Keith Chesterton.

Todo Chesterton esta en esa frase memorable. Arnau dice en su mensaje: “Chesterton lleva todo el libro pensando un punto de partida

sobre el que construir todo un orden social, un mínimo más allá del cual no tiene sentido defender nada. Y comienza así el último párrafo del libro, el más bello que yo haya leído en mi vida sobre el tema de la revolución: hay que empezar por algún sitio”. Y Chesterton empieza “por el pelo de una niña. Cualquier otra cosa es mala, pero el orgullo que siente una buena madre por la belleza de su hija es bueno. Es una de esas ternuras que son inexorables y que son la piedra de toque de toda época y raza. Si hay otras cosas en su contra, hay que acabar con esas otras cosas. Si los terratenientes, las leyes y las ciencias están en su contra, habrá que acabar con los terratenientes, las leyes y las ciencias. Con el pelo rojo de una golfilla del arroyo prenderé fuego a toda la civilización moderna. Porque una niña debe tener el pelo largo, debe tener el pelo limpio. Porque debe tener el pelo limpio, no debe tener un hogar sucio; porque no debe tener un hogar sucio, debe tener una madre libre y disponible; porque debe tener una madre libre, no debe tener un terrateniente usurero; porque no debe haber un terrateniente usurero, debe haber una redistribución de la propiedad; porque debe haber una distribución de la propiedad, debe haber una revolución. La pequeña golfilla del pelo rojo, a la que acabo de ver pasar junto a mi casa, no debe ser afeitada, ni lisiada, ni alterada; su pelo no debe ser cortado como el de un convicto; todos los reinos de la tierra deben ser mutilados y destrozados para servirle a ella. Ella es la imagen humana y sagrada; a su alrededor la trama social debe oscilar, romperse y caer; los pilares de la sociedad vacilarán y los tejados más antiguos caerán, pero no habrá de dañarse un pelo de su cabeza”. No sé si es la mas formidable reflexión política de la literatura, pero sí se que es un poema muy emocionante. Este Chesterton revolucionario y febril y convincente nos insta ahora mismo a buscar a esa mítica nina del pelo rojo porque, en efecto, hemos de partir de algún sitio. Y, en efecto, el pelo es una institución más eterna y poderosa que instituciones tan pasajeras como Europa.

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