domi Sobre libros encuadernados con piel humana

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Un reciente artículo de Los Angeles Times me ha hecho buscar otro artículo que leí hace tiempo sobre un macabro tema en el que, por lo general, se suele mezclar la ficción y lo real. Se trata de los libros encuadernados con piel humana que, a decir de los bibliófilos entendidos en tan exquisita como minúscula región del amor a los libros, no se distinguen al tacto de los volúmenes vestidos con piel animal. Sobre esto se ha escrito ya bastante en muchos lugares, por lo que no repetiré tópicos y fantasías, sencillamente desgranaré algunas curiosidades expuestas por Holbrook Jackson en uno de sus magníficos artículos, publicado en Litterae en 20041.

George Holbrook Jackson fue editor, periodista, escritor y, sobre todo, el bibliófilo más destacado de su tiempo, lo que es igual a decir, sin exagerar, que su pasión por los libros no conoció rival durante la primera mitad del siglo XX. En el artículo citado, el bueno de George menciona algunos episodios fascinantes en los que la piel humana y los libros fueron de la mano y, aunque mi estulta persona no puede si quiera atreverse a poner en duda lo que el gran erudito legó en sus escritos, sí llamaré a cierta prevención sobre todo ello pues, por mucho que se desee limpiar lo real de lo imaginario, en temas que bordean lo prohibido, como es el caso, tal tarea se convierte en algo muy complicado.

Tómese como algo exótico, una perversión propia del erotómano más refinado o un fetiche de retorcido significado, el hecho es que las leyendas sobre libros encuadernados en piel humana han corrido de boca en boca, y de tintero en tintero, a lo largo de los siglos. Sin embargo, teniendo en cuenta la pulcritud y rigor con que tomaba cada dato que llegaba a sus manos el gran Holbrook, afirma éste que existen indicios claros que permiten estimar que la piel humana ha sido curtida en diversas épocas. Y es, precisamente, la documentación manejada por el bibliófilo lo que nos puede ayudar a separar el grano de lo verdadero de la paja imaginativa. Así, se afirma que la piel humana resulta muy dócil para el curtido, como si fuera cuero animal, pero es muy variable en cuanto a comportamiento dependiendo de la persona a la que perteneciera. Algunas pieles se mostrarían desagradecidas al tacto, muy rugosas, mientras que ciertos indivíduos poseerían piel muy dada a encuadernaciones de gran suavidad. En cuanto su textura, algunos autores citados por Holbrook estimaban que sería similar a la encuadernación con cuero procedente de ovejas, otros prefieren emparentar tales macabros libros con el tacto de la porosa piel del cerdo. El hecho es que, para ir más allá de lo escrito por unos y otros, el bibliófilo se empeñó en comprobarlo por sí mismo y, así, tuvo acceso a un pedazo de cuero humano. Su propia experiencia le hizo afirmar, sin duda alguna, que un libro encuadernado con esa piel, poseería un tacto similar al de una piel de cerdo muy suave. La piel humana, para ser transformada en cuero, tendría que pasar por un proceso muy similar al que se emplea con pieles animales, previa saturación en soluciones salinas y de alumbre durante varios días, tras lo cuales se secaría y se comenzaría el proceso de curtido.

Holbrook cita diversos casos de libros presúntamente encuadernados con piel humana, sobre todo ciertos episodios, no confirmados por completo, sobre libros cubiertos por cueros procedentes de infortunados condenados a muerte. Siempre en el terreno de lo dudoso, no cabe duda de que algunas historias de este tipo son especialmente emotivas. He aquí, por ejemplo, un sorprendente relato de tinte romántico a modo de colofón:

El astrónomo francés Camille Flammarion felicitó en una ocasión a una bella condesa por el encanto de la piel de sus hermosos hombros. Cuando ella falleció, dispuso que curtieran la piel de sus hombros y espalda y se la enviaran a Flammarion en recuerdo de la admiración que sintió por su dueña. El astrónomo empleó una parte para encuadernar uno de sus libros más famosos, Cielo y tierra.

http://www.alpoma.net/tecob/?p=1174

 

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