Una colaboración de Vania Gutierrez
Que sí, que sí, que hay una conspiración judeo-masónica de proporciones gigantescas contra la España del torero, el tricornio, la tortura y la asquerosa prensa del corazón, que hasta el Tribunal de Derechos Humanos de Estrasburgo está integrado por verdaderos terroristas, por rojos, por maquis comunistas con rabos y cuernos, que lo único que buscan es sacar de la cárcel a todo bicho viviente, reírse del régimen borbónico, de la ministra gürteliana, Ana Mato, del ministro del catecismo ultra católico, Wert, una horda de marxistas que nos invaden capaces de vacilarse a la infanta Elena, de ridiculizar al estirado yerno real, un tal Urdangarín, siempre con las manos manchadas de dinero podrido.
El tan cacareado “todo es ETA” de la ultraderecha que gobierna la España de la pandereta ya es generalizado, casi nadie escapamos, estamos inscritos en las lista negras de esta gentuza. Nadie se libra y todo aquel, todo aquella que difiera, que diga libremente su opinión puede ser amenazado de muerte, vilipendiado por cualquier cachorro fascista del partido único del régimen en las redes sociales.
¡Agüita! ¡Que nadie se mueva ni diga lo que piensa, que están cagando los próceres! Sus medios de manipulación y ultra reaccionarios tertulianos recuperan el tiempo perdido, el de los atentados, la sangre, los terribles momentos de dónde sacaron tanto rédito político, tantos votos, tan buenos resultados, para acabar llenando sus bolsillos de miles de millones de euros, condenando a la mayoría del pueblo a un progresivo genocidio social de consecuencias imprevisibles.
Que buenos tiempos aquellos donde gran parte de la ciudadanía se creía sus mentiras, que demócratas parecían mientras hablaban tan serios de alimañas, de fascistas, de criminales, de libertades, de terror, de persecuciones, de guardaespaldas… Todo era mentira, hasta las escasas verdades estaban disfrazadas de codicia, de desamor hasta por las propias víctimas, como si de verdad les importaran. Falacias travestidas de un egoísmo atávico, vergonzoso, con un penetrante y detestable olor fétido a dinero fácil.
Como si la aplicación de esta particular y cavernaria “doctrina” de represores, que los presos cumplan 30 o 40 años, interesara a las millones de familias que están pasando hambre en todo el estado español, las que son desahuciadas de sus viviendas por la mafia bancaria y condenadas a dormir en las calles, a las millones de personas desempleadas, a los/as jóvenes que tienen que hacer las maletas para poder garantizarse un futuro sin hambre, a la gente dependiente que mueren sin atención médica, mientras Cospedal disfruta la dolce vita multimillonaria con su marido, más conocido por el “puto amo” de la sanidad privada y otros “asuntillos”, el mismo que se queda con todo lo privatizable. Como si tanta basura interesara a las personas migrantes enfermas que sufren el desamparo, el abandono del estado, sin ser atendidas por una sanidad española en manos de sátrapas insensibles, cuyo único objetivo es privatizar, regalar todo lo público a empresas de amigos y familiares vinculados con el siniestro poder.
Pero claro se trata de distraer la atención de los verdaderos problemas de un estado devastado, ser más patriotas que Mario Conde o que Bárcenas, más listos que Fabra o “El Bigotes”, seguir pisoteando los derechos de las víctimas del medio millón de republicanos/as asesinados/as por el franquismo, para seguir financiando a las asociaciones de las otras víctimas que si son de su agrado. Las del franquismo son apestados/as, eran rojos/as, por lo que hay que dejarlos enterrados/as en las fosas comunes y cunetas, no interesa que se sepa la verdad de los crímenes, del holocausto, por eso ocultan y protegen a los policías torturadores, a los asesinos reclamados por la justicia internacional y buscados por la INTERPOL.
La mierda aflora, todo apesta y la defensa a ultranza de la caduca “Doctrina Parot”, no es más que la perfecta excusa para perfumarse de democracia, para disimular el hedor en medio de un estercolero de banderas y símbolos del terror, el olor a fascismo, que jamás podrán ocultar, que desaparecerá cuando la historia y los pueblos alzados les juzguen por criminales de lesa humanidad.