A quienes no hayan visto nunca a los personajes que posan para la fotografía que encabeza este artículo: No, no son los monigotes que Steven Spielberg utilizó en 1977 para el rodaje de sus “Encuentros en la Tercera Fase”. Nuestros invitados de hoy tuvieron su estreno bastantes miles de años antes: son las estatuas neolíticas, “fantasmas blancos” me gusta a mí llamarlos, de Ain Ghazal.
Nunca he dejado de estar sorprendido ante la escasa atención que los medios sensacionalistas han prestado a este auténtico tesoro de la Arqueología. Dado lo sugerente de su aspecto uno esperaría todo tipo de especulaciones acerca suya, y que ocupara un lugar de honor en el panteón de dioses de la religión daniquea . Pero no ha sido así. Algún eco se ha hecho del asunto el periodismo-ficción, pero no tan sonoramente como cabría esperarse… Y dicho sea esto con todos los respetos hacia quien desde un juicio crítico sienta atracción por la posibilidad de que seres racionales no humanos, o no del todo terrestres, hayan podido alguna vez visitar nuestros lares e interactuar con nuestros antepasados. No considero dicha teoría falaz, ni sacrílega, ni tan siquiera del todo absurda e inadmisible: sólo sobreaventurada, sobretratada y, lo que más duele, sobrexplotada y acaparadora. Ocupa en mi pensamiento lógico el último lugar en la lista de candidatos a explicar cualquier misterio arqueológico.
No hay mucha bibliografía al respecto de Ain Ghazal y sus “fantasmas blancos”. De hecho, hasta mí no ha llegado noticia de ningún libro dedicado en exclusiva al asunto, aunque sin duda debe haberlo. Todas las referencias que he encontrado, y que no he tenido la oportunidad de leer personalmente, son dos: un capítulo concreto firmado en 1990 por Gary O. Rollefson, “The Uses of Plaster at Neolithic Ain Ghazal, Jordan”, en un estudio de temática más amplia titulado “Archeomaterials 4″; y un artículo, “Ain Ghazal, A Major Neolithic Settlement in Central Jordan”, en el número 240, abril de 1988, de la revista “Science”, firmado también por el mismo Gary O. Rollefson y otros estudiosos.
Así que toda la información de la que dispongo es la que he rescatado de las páginas de diversos diccionarios y libros de Prehistoria y Arqueología de mi biblioteca, y de una voluntariosa odisea a través de la Red en busca de fuentes fiables. Por lo tanto, y como siempre, este artículo está abierto a correcciones, si yerro en algo que es cosa que bien podría suceder, y a aportaciones por parte de los visitantes del Reino.
Ain Ghazal se encuentra en la región central de Jordania, al Nordeste de Ammán y no muy lejos de dicha ciudad. En 1974, las obras para la construcción de una carretera dejaron al descubierto los restos de un poblado neolítico en el lugar. Poco después comenzaron las excavaciones arqueológicas, que dejaron a la luz construcciones de piedra compartimentadas en distintos espacios, con paredes y suelos enyesados, techumbres sostenidas por vigas de madera, y provistas de patios. En ellas se encontraron restos de hogares y de alimentos, instrumentos líticos y pequeñas figuritas de piedra o de arcilla. Aparecieron enterramientos bajo el suelo mismo de las casas, y se identificaron edificios que no eran de habitación y que bien pudieron tener alguna función pública o religiosa.
A día de hoy, en el yacimiento continúan los trabajos arqueológicos. Los estudios realizados durante todo este tiempo han permitido establecer que el poblado estuvo habitado aproximadamente entre el 7250 y el 5000 a.C. Nació pues, y sus restos materiales así lo atestiguan, durante lo que para el Levante proximoriental, o regiones del valle del Jordán, Palestina y Siria, se conoce como PPN-B o Neolítico Precerámico B o Medio. El PPN-B es la segunda fase del Neolítico Arcaico, esto es Precerámico, del área, y también lo podéis encontrar referido, según la nomenclatura propuesta por Walter Moore en 1985, como Neolítico II de Levante. El período se suele ubicar cronológicamente, de forma orientativa y aproximada, entre el 7000 y el 6200 o 6000 a.C.
En sus niveles más arcaicos del PPN-B el poblado de Ain Ghazal, tan sólo una pequeña aldea, presenta generalmente casas aún de un solo espacio, sin compartimentar aunque de dimensiones considerables en comparación a las que son propias del resto de yacimientos del período en el Levante proximoriental. Hasta finales de la etapa los edificios de habitación del lugar no comienzan a tener dos y tres estancias diferentes.
Ain Ghazal parece haber ido creciendo en población y tamaño a lo largo del PPN-B hasta, ya en el PPN-C, alcanzar unas doce hectáreas de extensión. El PPN-C o Neolítico Precerámico C de Levante, también llamado Tardío o Reciente, es una fase de transición al primer Neolítico Desarrollado o Cerámico A. Algunos expertos consideran esta etapa tan sólo un subperíodo terminal del PPN-B. El PPN-C se ubica aproximadamente entre el 6200 y el 5900 a.C: en su transcurso tiene lugar la domesticación definitiva de los bóvidos, se atestigua un aumento considerable de la población y, pese a estar todavía en época precerámica, se comienza a experimentar con la arcilla dando lugar a primitivos ceramios. Entre los yacimientos más importantes de este período deben destacarse Tell Aswad II-B, Tell Ramad II y Munhatta I, pero es precisamente Ain Ghazal el que más información ha procurado de la fase y el lugar donde ésta fue definida inicialmente por los arqueólogos.
El PPN-C en el poblado jordano parece haberse desarrollado entre el 6200 y el 5500 a.C., atestiguándose en su transcurso un proceso de transformación cultural en el que la domesticación de bóvidos, cápridos y suidos se completa y consolida, con más fuerza incluso que en el resto de poblados conocidos, y se pasa a una economía definitivamente más pastoril que agrícola. Las casas de Ain Ghazal en esta fase se compartimentan en numerosas estancias menores dispuestas alrededor de una central de mayores dimensiones.
A partir del 5500 a.C. se evidencia en el poblado el afianzamiento de las artes cerámicas y el perfeccionamiento de las técnicas agrícolas y ganaderas, entrando de pleno en el Neolítico Cerámico A o III de Levante y manifestando influencias del denominado Neolítico de Yarmoukian, con foco en el litoral mediterráneo de Siria. Hacia el 5000 a.C., a las puertas del Neolítico Cerámico B o IV de Levante, Ain Ghazal fue abandonado.
Hecha la presentación formal de Ain Ghazal, pasaré a lo sustancioso. En 1983 tuvo lugar en el yacimiento el más significativo de sus hallazgos: bajo el suelo de un conjunto constructivo que a todas señas no había servido para la habitación, quizá de carácter religioso, se encontró una fosa de un metro y medio de profundidad. En su interior, unos misteriosos personajes aguardaban a los arqueólogos: mis “fantasmas blancos”, cerca de veinticinco estatuas antropomorfas de yeso de singular aspecto, con cuellos largos y cabezas abultadas, casi deformes. Algunas de las piezas eran tan sólo torsos, otras tallas de cuerpo entero y diferentes tamaños.
Las dimensiones de los bustos variaban entre los 35 y los 40 centímetros de altura, las de las estatuas completas más grandes llegaban a casi un metro. Parecían representar a seres andróginos, sin pistas que indicaran su género, si bien algunos arqueólogos han propuesto que sean imágenes de seres humanos de diferente condición sexual y edad, varones y hembras adultos, niños y niñas… Pero la teoría se basa únicamente en la diferencia de alzada y sobre todo en impresiones personales poco rigurosas más que en otra cosa. Muy dañadas algunas piezas a causa de las vibraciones provocadas por las máquinas en su momento empleadas para la construcción de la carretera, fueron delicadamente rescatadas bajo la supervisión de la arqueóloga británica Kathryn Walker Tubb, y trasladadas para su estudio y restauración al Instituto de Arqueología de Londres.
A finales de 1984, bajo el piso de una construcción que tampoco parecía haber servido para habitación, apareció a dos metros y medio de profundidad una nueva fosa del interior de la cual fue recuperado otro grupo de esculturas de yeso prácticamente idénticas a las del primer hallazgo, aunque menos numeroso, tan sólo ocho ejemplares, y de mayores dimensiones. Estaba formado igualmente por estatuas de cuerpo entero, algunas de ellas de más de un metro de altura, y bustos, entre éstos algunos realmente impactantes: eran bicéfalos. En esta ocasión, las labores de rescate estuvieron dirigidas por el conservador estadounidense Lynn Grant. También dañados por las obras de construcción de la carretera, seis de los bustos y estatuas fueron transportados al laboratorio de análisis de la Institución Smithsoniana de Washington D.C. para que los expertos norteamericanos trabajaran en su restauración y conservación en el bautizado como Proyecto Ain Ghazal. Entiendo, aunque no lo sé a ciencia cierta, que los otros dos ejemplares fueron recuperados íntegros y en buenas condiciones, y por tanto quedados al cargo de la Dirección de Antigüedades de Jordania.
Aunque en su momento fueron únicas, desde su hallazgo hasta hoy se han descubierto algunas figuras similares a las de Ain Ghazal en otros yacimientos del PPN-B del Próximo Oriente levantino, si bien mucho menos espectaculares y más toscas, lo cual parece sugerir una cierta uniformidad cultural en la región o al menos un intercambio importante de costumbres y creencias. En la también jordana población neolítica de Jericó se desenterraron dos grupos en sendos depósitos de tres estatuas de yeso, y los fragmentos de otra aparecieron en la cueva israelita de Nahal Hemar.
Las fosas donde aparecieron los dos grupos de “fantasmas” de Ain Ghazal fueron cavadas de forma artificial y expresamente para contenerlos, dando la impresión de haber sido enterradas todas las piezas a un mismo tiempo. Desde el momento de su sellado hasta su descubrimiento por parte de los arqueólogos los depósitos no habían vuelto a ser abiertos, por lo que la datación de las piezas fue posible gracias al estudio de los restos de carbón de leña hallados en su interior, que por análisis de radiocarbono dieron en ambos casos unos resultados oscilantes entre 8700 y 8660 a.P. con un margen de error de +/- 80 años. Los “fantasmas blancos”, pues, fueron enterrados entre el 6800 y el 6500 a.C. aproximadamente, durante el Neolítico Precerámico B.
En total, fueron 33 los fantasmas rescatados de Ain Ghazal. Los bustos, más toscos, consistían tan sólo en un torso con cabeza, sin extremidades, y generalmente, aunque no siempre, sin ninguna ornamentación. Las estatuas íntegras, en cambio, mostraban brazos y piernas definidos, a veces con dedos de manos y pies perfectamente articulados. Tanto en unos como en otras, la tosquedad en el trato de los torsos o cuerpos enteros ofrecía un fuerte contraste con el detallismo de las cabezas: nariz, boca, oídos y ojos estaban representados claramente, con una gran atención en el detalle de su factura.
Las narices, pronunciadas, mostraban las ventanas representadas por dos líneas incisas, las bocas eran una hendidura horizontal simple, y los oídos protuberancias menudas a veces con una pequeña concavidad central. Los ojos, grandes y elípticos, estaban cuidadosamente dibujados, con párpados y pupilas (éstas a veces verticales y de aspecto felino, otras circulares) perfectamente delineados con betún de asfalto natural, y a veces embellecidos con dioptasa verde. Algunas estatuas, además de en los ojos, conservaban restos de pintura en las extremidades, básicamente pigmentos de ocre y carbón negro. El diafragma también se delineaba en ocasiones, como los párpados y pupilas, con betún de asfalto.
Prácticamente se puede decir que las estatuas de yeso contrastan violentamente con el resto de la cultura material de Ain Ghazal, lo que puede ser orientativo acerca de la importancia que pudieron tener para los habitantes del lugar. En las casas y depósitos del poblado han aparecido otras piezas de arte figurativo, pequeñas y tosquísimas figurillas modeladas en arcilla o talladas en piedra, representando cabezas y torsos antropomorfos pero sin características faciales ni ningún tipo de detallismo. Los “fantasmas blancos”, por su tamaño y complejidad, debieron requerir de un precioso tiempo y voluntariosa habilidad para ser fabricados y adornados.
Las estatuas de yeso se modelaron sobre armazones de caña y trenzas de fibra vegetal. El contraste de la simplicidad de sus torsos con lo detallado de sus cabezas, o de los dedos cuidadosamente articulados, ha sugerido a los estudiosos la posibilidad de que hubieran sido cubiertos por ropas: tan sólo las partes no tapadas por éstas habrían necesitado de una especial atención en su apariencia. Dichos ropajes, de haber existido, habrían sido elaborados de algún material perecedero que no sobrevivió al paso de los milenios, pues no se ha hallado en las fosas ningún resto de ellos. También cabe la posibilidad de que las estatuas, después de haber sido utilizadas en algún tipo de rito o culto, hubieran sido desvestidas antes de ser enterradas. El hecho de que uno de los bustos bicéfalos del grupo rescatado en 1984 apareciera quebrado intencionadamente en fragmentos ha hecho pensar en la posibilidad de que hubiera sido utilizado en algún tipo de ritual que incluía su fractura antes de su soterramiento. La forma abultada de las cabezas también se ha explicado conforme a la posibilidad de que hubieran usado pelucas, igualmente de materiales efímeros pues no han dejado huellas, como paño o quizá cabello humano.
La forma en que los fantasmas fueron enterrados muestra algunas similitudes, pero también diferencias, con las inhumaciones de difuntos. En los enterramientos humanos de Ain Ghazal, siempre individuales, los cadáveres se hallaban en posición lateral y encogida, con la parte superior del cráneo arrancada. Algunas de estas calaveras sin quijada eran después cubiertas con máscaras de yeso de ojos delineados con betún negro, de la misma manera que los de las estatuas, y luego enterradas, por separado de su cuerpo, en fosas comunes bajo el suelo de casas y patios, como los sepulcros. Prácticas muy similares se conocen en otros yacimientos del Levante proximoriental durante el PPN-B, como así en Jericó, e incluso en el contemporáneo Neolítico Antiguo de Anatolia en Çayönü Tepesi.
Los “fantasmas blancos” han aparecido en ambos conjuntos, como los cráneos enmascarados, enterrados en grupo y no individualmente. No se encontraban en posición lateral, si no tumbada, y en ocasiones boca abajo. Ninguna de las dos fosas se encontraron, como los enterramientos humanos, bajo el piso de edificios de habitación. Las tumbas muestran señales de haber sido en ocasiones removidas y alterados el estado y posición sus moradores: las estatuas, en cambio, una vez soterradas no volvieron nunca a ser perturbadas, lo que puede ser indicativo del respeto y reverencia que inspiraban en las gentes de Ain Ghazal.Quizá los fantasmas fueron utilizados como objetos de culto y después enterrados con un cuidado especial debido a su posible importancia y significado, un significado que se nos escapa. Es difícil precisar si las estatuas de Ain Ghazal fueron imágenes de seres humanos vivos o fallecidos, de dioses y diosas, o de criaturas mitológicas. Una de la teorías más aceptadas los relaciona con posibles ritos funerarios o de adoración a los ancestros, por lo que es probable que sean representaciones de éstos, de los recién difuntos o de dioses o espíritus de ultratumba, conforme a alguna concepción simbólica de la muerte que ignoramos.
Los bustos bicéfalos han intentado ser explicados como la representación de un dios o diosa de carácter dual, o de dos divinidades mellizas. En el caso de que fueran representaciones de difuntos, también podrían haber sido la imagen de dos hermanos gemelos o, quién sabe, siameses. Todo es pura especulación, y los “fantasmas blancos” siguen ahí, mirándonos impávidos e indiferentes, perteneciendo a un mundo muerto que intentamos rescatar del pasado quizá inútilmente, quizá incluso irreverentemente.
Los “fantasmas blancos” se encuentran hoy dispersos. No tengo muy claro todavía dónde exactamente cada uno de los 33, pues seguirles el rastro uno a uno con mis rústicos medios resulta difícil si más non. Algunos, si no me equivoco, se encuentran todavía en el Instituto de Arqueología de Londres. No sé si la Institución Smithsoniana de Washington D.C. conserva aún algún ejemplar, pero según mis informaciones sus trabajos de restauración acabaron en 1997. Es probable que después fueran devueltos, todos o una parte, a la Dirección de Antigüedades de Jordania. Ésta los habría entregado al Museo Arqueológico de Ammán para su exposición, pues sé que en dicho lugar existen al menos dos “fantasmas blancos”, concretamente dos bicéfalos, aunque puede que se trate de las piezas que en su día no fueron trasladadas a Norteamérica.
También sé que la susodicha Dirección de Antigüedades de Jordania cedió un ejemplar de más de un metro de altura, en calidad de préstamo por treinta años renovables, al Museo del Louvre de París. Disculpad mi desinformación, pero nada más os puedo referir… ¿alguien quiere auxiliarme?.