Kissinger es categórico: «una guerra entre India y Pakistán se ha vuelto más probable». su juicio, una clave para impedirla radica en «un proceso internacional (sic)» que «genere suficientes restricciones (sic) para que Pakistán no se sienta cercada por India y tampoco vea al talibán como su reserva estratégica». Se pregunta malignamente a sí mismo «si eso es posible». Y se contesta : «No lo sé». ¡Qué cómodo!
Obligado por la trascendente entrevista de corte nihilista a Henry Kissinger por el historiador Simon Schama –Financial Times, 21/5/11–, tuve que dejar en el tintero la nueva correlación de fuerzas en el FMI (ver Bajo la Lupa, 18/5/11), así como la excepcional entrevista a Emmanuel Todd por Der Spiegel (20/5/11) sobre las revueltas árabes.
No sólo el tiempo histórico aceleró su ineluctable marcha, sino que, por encima de todo, se nota el nerviosismo disfuncional de los tomadores globales de decisiones cuando se percatan de su catatonia frente a la mayor crisis multidimensional desde la Gran Depresión que refleja la decadencia de » Occidente», al unísono de su inservible «civilización» que acabó en montajes hollywoodenses y en la instalación de regímenes policiaco-judiciales maquillados de «democráticos» por el neototalitarismo orwelliano de los multimedia y su flamante extensión de «redes sociales» controlados por Estados Unidos (EU).
George Soros, prototipo del megaespeculador financiero y presunto hombre de paja de los esclavistas banqueros Rothschild, acudió insólitamente a consultar al ilustre historiador marxista Eric Hobsbawm sobre el devenir.
Para ser oráculo moderno se necesita saber profundamente la historia de largo alcance transmilenario, amén de exhibir una notoria humildad humanista, como el británico alejandrino Hobsbawm a sus 93 años, quien instruyó al vilipendiado megaespeculador que dos totalitarismos se habían derrumbado (el soviético y el de la globalización neoliberal) y que era probable que el mundo se dirigiese a un modelo mixto entre capitalismo(no neoliberal) y socialismo (no leninista): » una mezcla diferente de lo público y lo privado, de libertad y acción estatal y control» (The Guardian, 16/1/11). Dejamos pendiente ahondar tanto sobre su entrevista, que coloca en relieve el resurgimiento del marxismo, así como su reciente libro Cómo cambiar al mundo: cuentos de Marx y el marxismo.
Aparte de ser un personaje repulsivo debido a sus etnocidios seriados en el planeta, tampoco se puede desdeñar que el israelí-alemán-estadounidense Heinz Alfred (alias Henry) Kissinger, presunto títere de los banqueros sionistas Rockefeller, ha negociado con Rusia y China en la cúpula del poder geoestratégico.
Kissinger considera correctamente que China constituye «un elemento indispensable para cualquier estabilización de las situaciones peligrosas en Corea y Afganistán». Sin su «participación activa, cualquier intento de inmunizar Afganistán contra el terrorismo (sic) sería fútil».
El casi nonagenario Kissinger es un adicto consumado de la narrativa propagandística y de los montajes hollywoodenses de la tripleta israelí-anglosajona sobre el terrorismo religiosamente «islámico», una postura totalmente rebasada, a nuestro juicio, por tres consideraciones: 1) su fracaso global; 2) la muerte «oficial» de Bin Laden, y 3) la inminente retirada humillante de EU de Irak y Afganistán.
En forma maligna, Kissinger recuerda que la «contención del jihadismo» en Asia Central y Xinjiang de parte de EU ha beneficiado a «la seguridad de Rusia y China». ¿No será al revés?
El manual de guerras religiosas, Choque de las civilizaciones, de Samuel Huntington, otrora funcionario del Consejo de Seguridad Nacional de EU, desestabilizó a toda Eurasia durante una generación, en particular, al RIC (Rusia, India y China).
Defensivo respecto a la guerra de Indochina que perdió EU, Kissinger rememora el trauma de la retirada de Vietnam comparativamente a su similar en Afganistán, «donde la ausencia o presencia de Al Qaeda será el menor de los problemas», ya que “lo que puede suceder es una balcanización de facto (nota: la añeja tesis de Bajo la Lupa), con India y Rusia reconstituyendo la Alianza del Norte, y Pakistán enganchado (sic) al talibán como respaldo frente a su propio cerco (¡supersic!)”.
A raíz del deceso «oficial» de Bin Laden, las relaciones sadomasoquistas de EU y Pakistán han entrado en una fase ominosa, las cuales, a nuestro juicio, pueden arrastrar a Arabia Saudita, la cual empieza a alejarse de Washington mientras se acerca a China como su primer abastecedor mundial de petróleo.
El entrevistador, el israelí-británico Schama, comenta que «el prospecto de Sarajevo planea en el centenario de la Primera Guerra Mundial mediante una reactuación medio-despierta».
Schama suena a déjà vu (ver Seymour Hersh, The New Yorker, 16/11/09) y saca a relucir la literatura de los «estados fallidos» con la «paranoia del cerco», los «atestados arsenales nucleares» y, los «nerviosos paquistaníes acorralados atacando debido a su inseguridad pasiva-agresiva».
Kissinger es categórico: «una guerra entre India y Pakistán se ha vuelto más probable».
A su juicio, una clave para impedirla radica en «un proceso internacional (sic)» que «genere suficientes restricciones (sic) para que Pakistán no se sienta cercada por India y tampoco vea al talibán como su reserva estratégica». Se pregunta malignamente a sí mismo «si eso es posible». Y se contesta : «No lo sé». ¡Qué cómodo!
EU creó el problema –lo que denominamos el Caostán– y con su retiro de Afganistán ahora deja una bomba de tiempo en sus respectivas fronteras incandescentes: Irán, Pakistán, India, China y Asia Central. ¡A ver cómo se las arreglan sin la «nación indispensable» que es EU!
Advierte que «si se dejan que las cosas naufraguen, esto (sic) se pudiera convertir en los Balcanes de la próxima guerra mundial». Repite la tesis añeja de Zbigniew Brzezinski sobre «los Balcanes euroasiáticos».
Se infiere que la guerra entre Pakistán e India remolcaría a sus respectivos aliados (China y Rusia), lo cual sería magnífico para que EU, retirado a tiempo del teatro de acción, contemple a la distancia la mutua destrucción asegurada del fracturado (B)RIC.
Sin adentrarnos en los orígenes étnico-religiosos de Kissinger y Schama, ni en el control bancario global por el financierista sionismo jázaro en búsqueda de una nueva guerra mundial con el fin de resarcir su insolvencia, no se puede soslayar la proclividad neomalthusiana, amén de etnocida, de Kissinger, quien publicó en 1974 el macabro «Memorando 200 del Consejo de Seguridad Nacional» con el fin de aniquilar de hambre, mediante el control alimentario global, al subcontinente indio (específicamente a India, Pakistán y Bangladesh) que ostenta la mayor densidad poblacional del planeta.
Con el fracaso de la implementación del Memorando 200 y el derrumbe de la globalización neoliberal, ahora Kissinger, al unísono del financierista sionismo jázaro y de sus correligionarios neoconservadores straussianos, levanta la puja en el subcontinente indio con la amenaza de una nueva guerra mundial para destruir al (B)RIC.
Se entiende en retrospectiva la razón por la cual el gran geoestratega ruso y anterior primer ministro Yevgeny Maksimovich Primakov, consideró que Pakistán es el punto más peligroso del planeta.
Hasta ahora me percaté de que mi artículo «El cuadrángulo de la muerte: India-Pakistán-Afganistán-Cachemira» (Bajo la Lupa, 3/12/08) no sólo resultó premonitorio sino que, además, tuvo gran aceptación en los principales centros estratégicos del mundo.
Tan anciano y todavía guerreando… ¿dónde está la sabiduría de la edad, y, sobre todo, el amor hacia la humanidad? ¿No será que antes de irse desearía ver fraguado su más íntimo deseo de que todo estalle en una tercera mundial?
Menos mal que a éstos también les toca su fin, un día u otro…