El sol se despedía del día, para dejar lugar y obsequiarnos con estampas coloridas del atardecer, cual aguja, el sol va tejiendo entre las nubes sus deslumbrantes colores.
Los amaneceres con su nacimiento del sol son bellos, sí. Pero las puestas de sol me dicen más con sus vibrantes y energeticos colores. Son momentos en los que me gusta reflexionar y pensar mucho, son momentos que me dicen cosas de mí misma, sentir correr en las venas sangre de nueva vida, esa que te hace vagar y pensar miles de cosas, que indirectamente te ayudan espiritualmente.. Invita a meditar, a buscar dentro de nuestros pensamientos, de nuestras memorias para nunca olvidar que estamos vivos y seguimos avanzando hacia el mañana. Un mañana que es incierto, pero esperamos con ansiedad, para alcanzar no se que sueño, en no se que sitio.
El amanecer es como la vida para los jóvenes, para los mas mayores, es un bello atardecer. Lo que al inicio es precioso, al final llega a ser plenamente hermoso. La vida es un instante que pasa y no vuelve. Comienza con un fresco amanecer; y como un atardecer sereno se nos va. De nosotros depende que el sol de nuestra vida, cuando se despida del cielo llamado “historia”, coloree con hermosas tonalidades su despedida. Colores que sean los recuerdos bonitos que guarden de nosotros nuestros papás, hermanos, amigos, nuestro amor o personas que vivieron a nuestro lado, pero principalmente aquellos que han luchado por darnos el alimento, la escuela, la fortaleza y que nos formaron un criterio para no permitir manipulación o influencia de terceras personas que pueda resquebrajar nuestra relación con los que luchan por darnos lo mejor.
El sol se oculta para dejar paso un cálido color rosado o rojizo anaranjado de un crepúsculo, esa luz crupuscular que derrama sobre el borde del cielo su mágica luminosidad . La luz del cielo no es más que el resultado de la interacción de la luz del sol con la atmósfera. Una cantidad de humedad, relativamente pequeña, acompaña de partículas de polvo y de ceniza es suficiente para provocar en el cielo los múltiples manisfestaciones de color.
Cuando el sol comienza a ponerse, sus rayos atraviesan una distancia mucho mayor dentro de la atmósfera. Así, las partículas de mayor tamaño suspendidas en la atmósfera inferior dispersan la luz con tanta intensidad que sólo las longitudes de onda más largas, rojas y amarillas, llegan directamente a nuestros ojos. Es más, si se fijan bien, se darán cuenta que el sol también se ve de un color distinto, algo así como escarlata. Cuando el astro diurno ha desaparecido bajo el horizonte, se observa en el oeste del cielo ese resplandor purpúreo y alcanza su máxima intensidad.
El colorido de un ocaso o también del amanecer depende de la cantidad y del tamaño de las partículas que hay en el aire. Al atardecer, el camino de la luz que recorre dentro de la atmósfera es más largo, los rebotes sucesivos en unas partículas y otras hacen crecer la probabilidad de que la luz acabe chocando con una partícula absorbente y desaparezca, de manera que incluso la parte amarilla es afectada y difundida y solo los rayos rojos, los más direccionales, siguen un camino casi rectilíneo. Eso es cuando existe una cantidad anormalmente elevada de polvo atmosférico, la luz del amanecer y del atardecer es especialmente roja. Sucede generalmente cuando existen presiones atmosféricas elevadas -anticiclón- ya que la concentración de partículas de polvo en el aire es mayor a altas presiones.
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