- En las últimas décadas ha surgido una nueva forma de paternidad. Una auténtica conquista, pero también una fuente de conflictos. Analizamos estos cambios y cómo los vivimos.
Los que han tenido un padre que les ha querido tanto como para desear acompañarles en su crecimiento y les ha guiado en las primeras etapas de la vida, saben el tesoro que guardan en su mundo emocional. El padre es el primer hombre en la vida de una mujer y marca la relación que tendrá con los que vendrán después. Para un niño, es el modelo sobre el que se identificará para sentirse firme en el mundo.
Tanto la imagen del padre como la forma de ejercer la paternidad han ido cambiando con el tiempo. Aunque se escuchan quejas sobre el poco espacio que los hombres dedican a las tareas cotidianas del hogar, incluida la educación de los hijos, lo cierto es que los nuevos padres existen y se relacionan con su descendencia de forma distinta a la tradicional. Ahora bien, en esta nueva forma de ejercer la paternidad pueden surgir conflictos. Algunos de ellos llevan su tarea demasiado lejos, colocándose en el lugar de la madre, culpabilizándola o provocando rivalidades. En estos casos su forma de ejercer la paternidad les sirve para expresar sus frustraciones.
Cuando salió de la consulta de la pediatra, Marta se sentía incómoda pese a que le habían dicho que su hija ya no tenía anemia. El malestar procedía de que Pedro, su marido, no le había dejado abrir la boca. Desde que nació su hija, Pedro, que no tenía trabajo, se había hecho cargo de la niña. No la soltaba un minuto y lo que al principio resultaba enternecedor estaba empezando a convertirse en incómodo. Marta agradecía cómo cuidaba de la niña, pero que ella trabajara no significaba que no supiera lo que le pasaba a su hija. Tenía la impresión de ser una madre indigna, pues Pedro la trataba como si no supiera nada de su hija. Marta no conseguía encontrar su sitio cuando llegaba a casa. El matrimonio se separó dos años más tarde y fue entonces cuando Marta pudo establecer una relación normal con la niña. Se sentía liberada y ya no creía que era la peor madre y él el mejor padre.
Según el pediatra francés Patrick Ben Soussan, cuando con su implicación el padre quiere sustituir a la madre se produce el conflicto. Él puede estar muy presente en el cuidado del bebé y esto no plantea ningún problema si se trata de una elección que no intenta escamotear su papel como padre, si lo hace cuando esos cuidados no los promueve un deseo de sustituir a la madre por rivalidad o para ajustar cuentas con su propio padre o por carencias infantiles. Un padre-madre que hace demasiado o que no sabe decir ‘no’ promueve angustia y conflictos en el hijo. Este buscará otros modelos fuera de su familia: un profesor al que admirar o la propia madre, que también puede representar la ley, unas normas imprescindibles para el psiquismo humano en formación y que se refieren a poner los límites adecuados, para que la subjetividad se organice sin demasiados conflictos.
Para Marcel Rufo, psiquiatra infantil francés, los nuevos padres se permiten un lado maternal que favorece la relación. Ahora bien, señala que esto es bueno siempre que sean capaces de asumir la diferencia con la madre. Cuando convierten el cuidado del bebé en una cuestión en la que hay que hacerlo todo a medias (“tú le has dado un biberón, yo le doy otro”), es porque no aceptan que la madre sea ella. Este especialista asegura que este tipo de padres excesivos se ven con frecuencia en los divorcios conflictivos. Para la mujer esta situación es terrible. No solo pierden a su enamorado, sino que ganan un enemigo. El padre debe dar apoyo a la madre en su misión, debe arropar y proteger a los dos, pero sin ocupar el lugar de la madre y confiando en que ella cuidará bien al hijo.
COSA DE DOS
Un hombre puede hacer todo lo que hace una mujer por un hijo, la cuestión es cómo lo hace. Tiene que quedarse en su sitio de hombre. Según Marcel Rufo, si compite con ella, el niño tendrá problemas con su propio cuerpo y es posible que desarrolle comportamientos impulsivos e hiperactivos. Los padres no deben abusar de su recién estrenado poder doméstico y las madres no deben tener miedo a que se invada su espacio. Cuando ello ocurre, si es posible, conviene negociar. De ese modo se ahorrarían muchos conflictos y ambos podrían vivir mejor su nueva función. El esfuerzo que realizan los nuevos padres tiene tanto valor como el de las mujeres que luchan por compatibilizar el trabajo con la maternidad, ambos ganan cuando cada uno respeta la función del otro.
FUNCIÓN PATERNA
EL hombre-padre colabora para separar al hijo de la madre.
- El padre ayuda a la hija a realizar conquistas culturales y a sentirse bien consigo misma. Sirve para ordenar el mundo y afirmar su identidad. Si la función paterna se resuelve bien, la relación con otros hombres será segura y no se crearán vínculos de sometimiento.
- Al hijo, su padre le sirve de soporte para tener una identidad masculina firme, lo que le conducirá en el futuro a mantener con la mujer una relación gratificante porque no le tendrá ni miedo ni odio.
- Cualquier hombre que desee acompañar en su crecimiento a un niño o a una niña puede hacerlo. La paternidad está más cerca de la psicología que de la biología. ISABEL MENÉNDEZ
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