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Los residentes de la ciudad de Sevilla que protestan por la construcción de una mezquita más en el territorio de la ciudad inventaron un método extraño para conseguir sus objetivos.
Los habitantes enterraron un cerdo muerto en el lugar donde debería ser construida la mezquita. Acto seguido, informaron a la prensa local sobre la medida emprendida.
Las leyes islámicas prohíben construir mezquitas en un terreno “profanado por un cerdo”. La comunidad musulmana no tuvo otro remedio que renunciar a la construcción y los sevillanos no tuvieron que organizar manifestaciones y protestas.
ech/kg/er
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