Los pronósticos que decían que la guerra iba a durar como mucho unas semanas estaban en la basura. Habían pasado casi seis meses desde que fuera asesinado en Sarajevo el Archiduque Francisco Fernando, uno menos de la declaración de guerra por parte de Austria-Hungría y 143 días desde que el 4 de agosto de 1914 Inglaterra abriera las hostilidades con Alemania.
Era el día de Navidad, el 25 de diciembre de 1914. Las tropas británicas, en las que había indios que se congelaban porque llegaron de su país sin que nadie les dijera que el frío de Europa podía ser mortal, estaban bloqueadas como las alemanas en los campos helados de Francia. Tras un intenso día de fuego, a las seis de la mañana se hizo el silencio. A las once, un soldado de transmisiones inglés apareció en el puesto de mando con la cara descompuesta. Informó a los oficiales de que las trincheras se habían quedado vacías y que soldados ingleses y alemanes estaban en tierra de nadie celebrando la Navidad.
El 1 de enero de 1915, el diario ‘The Times’ publicaba el relato de un oficial de la Royal Air Force. El primer paso lo dieron los alemanes: “You English, why you don’t come out?”. Alguien le respondió “camarero” porque al parecer los ingleses habían identificado en las líneas enemigas a un alemán que había trabajado en el hotel Savoy de Londres.
Sin embargo, poco a poco, soldados de uno y otro lado abandonaron sus puestos, dejaron sus armas y se desearon feliz Navidad aún sabiendo que en pocas horas se iban a volver masacrar. Los alemanes habían iluminado sus trincheras para darles un aspecto navideño y canciones de Navidad se mezclaron en inglés y alemán.
Asombrados por lo que veía, los oficiales de uno y otro bando se unieron a sus hombres. Saludaron a sus enemigos, algunos recordaron tiempos en los que habían trabajado codo a codo, y se intercambiaron algún regalo (sobre todo tabaco, alcohol y algo de comida). Un alemán que había vivido en los Estados Unidos se convirtió en el traductor del encuentro. Todos comieron juntos. El oficial británico, un Mayor perteneciente al Lecistershire Regiment, narra que el menú fue pudding, paté y de bebida ron y agua caliente para combatir el frío.
Otro oficial, este del cuerpo médico (R.A.M.C) cuenta en el mismo ejemplar de ‘The Times’ cómo las tropas cantaron juntas y que los alemanes no pusieron pega alguna a la hora de entonar el ‘God save the King’, el himno británico. Y tras las canciones y una botella de vino que nadie sabía cómo había aparecido, un soldado británico propuso una idea: un partido de fútbol entre Inglaterra y Alemania en pleno campo de batalla. La victoria fue para los ingleses por 3-2.
La ‘fiesta’ acabó con intercambio de cigarrillos, brindis, con los dos bandos cantando ‘Noche de paz’… y un acuerdo entre los soldados alemanes y e ingleses de no abrir fuegos antes de medianoche.
La Primera Guerra Mundial, que provocó la muerte a uno de cada ocho soldados de casi los 66 millones que participaron en ella, llenó las trincheras de futbolistas. En el Ejército Británico hubo un batallón al que se conocía como el de los futbolistas, el ‘Football Battalion’. Era el 17º del Regimiento de Middlesex. Mister F.J Wall, secretario general de la Federación Inglesa, envió una carta a los equipos del sur del río Trent comunicándoles que el War Office había decidido reclutar futbolistas profesionales. En poco tiempo, más de 100 futbolistas profesionales formaron el que se iba a llamar el Batallón del Fútbol.
Uno de los primeros en incorporarse fue Franklin Buckley, que en febrero de 1914 había estrenado internacionalidad perdiendo 0-3 ante Irlanda del Norte en Ayresome Park y cuya carrera como manager (sobre todo en Wolverhampton y Leeds) iba a marcar una época. A filas se incorporaron Oliver y Bowler (Tottenham), Barnhather, Croydon, Foord y Krug (Chelsea), Pearson, Jonas, Hugall, McFadedn, Dalrymplen y Henry Gibson (Clapton Orient), Ratcliff, Ford, Spittle, Houxton y Albert Butler (Arsenal), Wingrove, Durston y Pannifer (Queen’s Park Rangers), Roberts (Luton Town) o Tull (Northampton). Al mando se colocó el coronel Grantham, antiguo defensa del Munster.
En total, unos 400 futbolistas entre profesionales y amateurs formaron un Batallón cuya fundación fue apoyada por los presidentes de los principales equipos de Londres. Pero también pidieron garantías. Hayes Fishers, cabeza del Fulham, se mostró partidario de ayudar a su país con sus futbolistas a la vez que pidió que la Cámara de los Comunes planteara un sistema de garantías y pensiones en casa de discapacidad o muerte de los jugadores en el campo de batalla.
El 14 de diciembre de 1914 se anunció la decisión del War Office, cuya idea era reclutar a 1.350 soldados entre futbolistas, seguidores de los equipos y personas cercanas a los jugadores. Las aplicaciones había que enviarlas a la sede de la FA (42 de Russell Square) o a la West Africa House. Cuando quedó formado el Batallón de Fútbol, la instrucción se realizó en el cuartel de Richmond Athlette Ground.
El 16 de enero de 1916, el ‘Football Battalion’ llegó a primera línea del frente en la mortífera batalla del Somme (más de un millón de muertos entre ingleses y alemanes). Allí se dejó la vida, entre otros, el teniente Evelyn Lintott, siete veces internacional con Inglaterra. El 18 de septiembre, el batallón sufrió un ataque con gas tóxico que causó la muerte a 14 soldados.
Frank Buckely, que fue herido gravemente al recibir metralla en el pecho y que no regresó al frente hasta enero de 1917 en Argevillers, acabó la Primera Guerra Mundial como Mayor del Ejército Británico. En sus notas escribió que 500 de los 600 hombres que estaban bajo su mando murieron en el frente o a causa de las heridas recibidas.
Entre la víctimas de la Primera Guerra Mundial aparece Walter Tull, jugador del Tottenhamy considerado el primer oficial negro de un Ejército Británico en el que no eran bien vistos los soldados de color. Sobrevivió a la carnicería del Somme, aunque sufrió fuertes fiebres. Una vez recuperado fue incorporado de inmediato pues sus superiores le tenían en alta estima por su arrojo. El 28 de marzo de 1918, Tull recibió la orden de atacar a los alemanes en Favreuil. Una bala alemana le alcanzó nada más iniciarse la ofensiva. Sus hombres, que le adoraban, trataron de recuperar su cuerpo, pero les fue imposible. Nunca se encontraron los restos de un delantero al que quisieron Arsenal y Rangers y del que la prensa inglesa escribió que hizo el ‘partido perfecto’ en un 2-2 contra el Manchester United.