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El ego siempre está en guardia contra cualquier posibilidad de verse disminuido. Cuando alguien te culpa o te critica, el ego trata inmediatamente de reparar esta disminución mediante la justificación, la defensa o la culpa, que la otra persona tenga razón o no, le tiene sin cuidado, porque el ego está más interesado en su conservación que en la verdad.
Todos los mecanismos de reparación son lógicos para el ego, aunque son disfuncionales en la realidad. Los más extremos son la violencia física y el autoengaño expresado en fantasías de grandeza.
Pero hay una forma de mantener al ego en su sitio, sin que sea el dueño de nuestra personalidad. Por ejemplo: cuando alguien te critique, te culpe o te ofenda, en vez de defenderte inmediatamente, no hagas nada, permite que tu amor propio quede disminuido y toma conciencia de lo que sientes en tu interior. Lo más probable es que te sientas incomodo durante algunos segundos, sintiéndote como empequeñecido. Pero después sentirás que se amplía tu espacio interno, notaras que no has menguado en absoluto y que en realidad te has expandido.
Cuando te sientas ofendido de alguna manera y te abstengas de reaccionar tanto externa como internamente, te darás cuenta de que al ser “menos” te conviertes en más, al no defender o fortalecer la forma del ego, dejas de identificarte con ella, con su imagen mental. Al ser menos (a los ojos del ego), se produce una expansión y se genera el espacio para que el Ser pueda manifestarse. El verdadero poder, lo que tú eres más allá del ego, podrá brillar a través de la forma debilitada. Claro que esto no significa convertirse en víctima de las personas inconscientes, algunas veces será necesario exigirle al otro con mucha firmeza que “tenga cuidado”.
Pero las palabras tendrán el poder que se obtiene cuando no hay defensividad del ego, cuando están privadas de la fuerza de la reacción, si es necesario, podremos dar un “no” firme y contundente, pero un “no de alta calidad” carente de toda negatividad. Cuando nos sentimos satisfechos de no ser nadie en particular, contentos por no sobresalir, estamos en consonancia con el poder del universo.
Lo que parece debilidad para el ego, es en realidad la única fortaleza verdadera. La verdad del espíritu es diametralmente opuesta a los valores de nuestra cultura contemporánea, condicionando nuestro comportamiento.
En vez de tratar de ser una montaña, enseña el Tao Te Ching“seamos el valle del universo”… De esta forma volvemos a la unicidad y “todas las cosas llegarán”
Entonces sentimos que la vasta profundidad del espacio es nuestra propia profundidad y reconocemos que esa quietud maravillosa es nuestra más profunda esencia, más profunda que cualquiera de las cosas que conforman el contenido de nuestra vida.
Carmen.