La palabra “perfume” se deriva del latín per, que significa por y fumare, que quiere decirhumo, es decir, “producir humo” o “a través del humo”, refiriéndose al humo aromático que se desprendía de alguna sustancia (generalmente un aceite o una planta) que era quemada. Los perfumes y distintas esencias siempre fueron sinónimo de pureza y por ello eran utilizados en distintos rituales de purificación, donde el fuego (otro símbolo de purificación) jugaba también un papel esencial.
El uso del perfume es antiquísimo y no existe un acuerdo de dónde y cómo comenzó a utilizarse. Los registros más antiguos de los que se tiene conocimiento situan al antiguo Oriente como posible hogar del perfume; sin embargo, son los sumerios a quienes se atribuye por vez primera la elaboración de distintos ungüentos y perfumes. Aunque no es sino hasta la llegada de los egipcios que el perfume comienza a ser conocido y ampliamente utilizado durante el proceso de momificación y en los ritos funerarios donde se creía que el aroma de la mirra, el ládano y otros productos ayudaban al cuerpo a mantenerse incorruptible, así como ayudaban al espíritu a entrar el cielo egipcio.
Posteriormente en la India, los Vedas también utilizaron el perfume de Rosa, Loto y Jazmín en sus ofrendas.
En la antigua Roma, durante una boda se acostumbraba a echar gotas de perfume en la casa de la novia y el novio esperando así que éstos tuvieran buena fortuna y un matrimonio duradero.
Los Egipcios no fueron los únicos en relacionar al perfume con sus dioses, en Grecia y también en Roma, el perfume estaba íntimamente ligado a sus dioses y por ende, a la pureza; se creía incluso que el olor a ambrosía era una señal inequívoca de la presencia de alguno de sus dioses, por tal motivo, lo utilizaban a manera de homenaje.
Es quizá por esta relación entre el perfume y los dioses, que poco a poco se le comenzó a relacionar también con la magia. En muchas ocasiones los magos lo utilizaban en distintos rituales para ahuyentar a los malos espíritus a los que por cierto se les relacionaba a su vez con los malos olores, es decir, si el perfume era la señal de la presencia de un dios, entonces era imposible que este diera cabida en el mismo lugar a cualquier otro ser y menos si era uno de naturaleza malvada.
Los cristianos, por su parte, tampoco fueron ajenos al uso del perfume, ampliamente utilizado en las ceremonias litúrgicas donde también estaba relacionado con la pureza. En Éxodo se señala que Moisés encargó a Aarón la quema de incienso, nataf, ónix y gálgano para elaborar un perfume:
30:1 Harás asimismo un altar para quemar el incienso; de madera de acacia lo harás.
30:7 Y Aarón quemará incienso aromático sobre él; cada mañana cuando aliste las lámparas lo quemará.
30:8 Y cuando Aarón encienda las lámparas al anochecer, quemará el incienso; rito perpetuo delante de Jehová por vuestras generaciones.
30:9 No ofreceréis sobre él incienso extraño, ni holocausto, ni ofrenda; ni tampoco derramaréis sobre él libación.
Actualmente, el perfume no ha perdido vigencia y además de ser utilizado como producto cosmético, hay quienes afirman que también tiene propiedades mágicas, por ello no es extraño que en muchos hechizos y amarres se utilice, especialmente las esencias de flores, como la rosa, para ungir vela y pertenencias del ser amado. No es extraño tampoco que se utilice en distintas terapias y también como producto purificador del cuerpo y el alma.
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