Desde hace más de noventa años -pero no más de eso-, se viene enseñando que la Tierra es una especie de bocha maciza, con una sucesión de núcleos incandescentes compuesto de silicio y hierro, otro de níquel y hierro, un manto o costra silícica, etc.. En general, una misma teoría con algunos matices. Pero esa teoría expuesta desde 1907 en cada manual escolar y en las documentales cinematográficas y televisivas, no es otra cosa que una burda teoría. Y ésta afirmación no es una opinión personal, sino que para enseñar algo como una verdad absoluta e indiscutible, es necesario tener las pruebas suficientes, o por lo menos -para defender una tesis- ésta debe ser razonable desde todos los puntos de vista posible. La teoría de la tierra maciza es demostradamente imposible desde el punto de vista de la física y de la astrofísica, pues tendría una masa tal que atraería a todos los planetas del sistema, y posiblemente sería más pesada que el sol. Pero los astrofísicos con más posibilidad de dar a conocer estas cosas al público, se hallan comprometidos con los intereses que manejan económica y políticamente al mundo. Esos intereses no desean que el hombre de esta civilización encuentre otras alternativas de vida, otras formas políticas que no estén basadas en el dominio de unos pocos, otras sociedades donde no exista el dinero como instrumento de ese dominio, y menos aún desean que el hombre considere que existen otros hombres -ya sean intra o extraterrestres- con los cuales convenga relacionarse, dejando de obedecer a los gobernantes de pesos y políticos terrestres. Tampoco la Tierra puede ser maciza desde el punto de vista más elemental de la física, pues además de que la gravedad sería suficiente como para que fuésemos más chatos que una mantaraya, el hecho de ser incandescente y maciza, habría causado -millones de años atrás- que se partiera, convirtiéndose en un montón de guijarros dispersos.
En Europa los mercaderes conocían América desde hace muchos milenios, pero guardaban silencio para mantener el monopolio de maderas como el palo Drassil o Urundaí (de allí proviene el nombre de Brasil), y que es la madera más dura conocida. Se empleaba para hacer las vigas y mástiles más resistentes, tanto en edificios como en barcos. Ya en 1583, el explorador maderero Ignacio de La Cortada se quejaba en “Memoria de Andares” de que “los indios lugareños o los bárbaros que vinieron antes, llevaronse toda la madera buena de cerca de la orilla de la mar y fáciles estradas, entonces me gasto luna y media para llegar hasta donde otros no hayan talado drasiles”. Cabe agregar que los mapas adjuntos a estas crónicas abarcan casi toda la costa caribeña desde Yucatán hasta la Guyana. Y cuando menciona a los bárbaros, no está refiriéndose a ellos con un adjetivo, sino como sustantivo gentilicio. En aquella época los bárbaros, vikingos, ostrogodos y galos, conocían América, pero no lo ocultaban expresamente, sino que cualquiera que les atendiese o divulgase sus narraciones sobre “Vinland” (territorio de Norteamérica donde ellos mismos habían sembrado grandes extensiones con vides) era tratado como loco, delirante y hasta blasfemo.
Los Templarios conocían América y ese era su Gran Secreto. Crecían financieramente de un modo espectacular, porque compartían con algunos otros “elegidos”, ese conocimiento y su contenido en metales, maderas y toda clase de riquezas. Pero no crea el Lector que todo ésto está descolgado. Por el contrario, pues se relaciona con nuestro tema de muchas maneras. Las grandes y las pequeñas cosas se pueden establecer muchas veces mediante analogías, pero si tales analogías son obligadas por una causa común, más claro es el panorama. La cosa es que América existía y muchos la conocían, pero se ocultaba su existencia a la masa europea por varios motivos relativos y un motivo absoluto.
Veamos: Los Templarios lo ocultaban porque era su secreta fuente de oro y plata, ya que a los Inkga Virgötch (vikingos o Inkas) les cambiaban buenas espadas españolas por esos metales, que en la economía imperial Inka -como en la de los Imperios mesoamericanos, europeos y asiáticos antiguos- no tenían más valor que el de la utilidad práctica. Pero más que ocultar la existencia de América como origen de sus riquezas, lo que debían ocultarle a la Europa post-románica, era la realidad de que otra gente vivía sin necesidad alguna de dinero, que era ya el instrumento de poder, impuesto con siglos de sacrificios de los banqueros que secretamente manejaban la política, la religión y propiciaban el oscurantismo científico. La economía de los Imperios americanos estaba basada en la producción y el tributo. Es decir que los pueblos aportaban para el Imperio todo lo que producían, dejando para su consumo interno lo que les era menester. Pero tal tributo era repartido entre los demás pueblos según las necesidades y costumbres de consumo que hubieran. Así se aseguraba la abundancia de bienes. Pero en Europa y Oriente Medio, ya existía la finanza, es decir la economía de mercado manejada por pequeños grupos, de los cuales los Templarios eran el instrumento político-militar. Algo así como los cascos azules pero con motivos religiosos, políticos y económicos unificados visiblemente. Hoy los poderes militares están diferenciados en apariencia, con pretextos humanísticos para sus intervenciones.
En aquellos tiempos -hasta hace sólo cinco siglos- se divulgaba una teoría “científicamente aceptada”, y algunas más que la contradecían, a fin de quitar los ojos del asunto real. La teoría “oficial” era que la Tierra era una especie de gran meseta cilíndrica que sobresalía del Maremagnum Infinitum (un océano infinito habitado por monstruos gigantescos) de cuyas propiedades y aguas se discutía profusamente. Por algún mescanismo artesiano, el agua surgía del Mediterráneo y se volcaba en los océanos, y de éstos, al maremagnum. Entonces, internarse en los océanos era acercarse al abismo del que nadie regresaba. Esta idea machacada por siglos no surtió efecto en algunas pocas personas que se aventuraron a comprobar si aquello era verdad. Temerarios los hubo -hay y habrá- siempre, de modo que no bastaba con la idea mentirosa inculcada, sino que había que excomulgar, asesinar o quemar por brujo a quien hablara de estos asuntos. Si se dejaba hablar de la tierra esférica, los marineros descubrirían muchas tierras y se acabaría el secreto y el monopolio. Los frailes temían que se acabara la Iglesia, si se descubría que había contribuido tan grandemente al engaño, condenando a los científicos que en nada atentaban contra principios teológicos. Nada más -y nada menos- atentaban contra los intereses mezquinos. Mientras tanto, la Tierra como una bandeja sostenida por tres elefantes -o por cuatro-, o la Tierra con forma de disco en medio del Universo, con el Infierno en la otra cara (cosa que nadie se anime a acercarse a las orillas), etc., agregaban condimento a la entretenida discusión. Cualquier cosa era considerada oficialmente como posible, excepto la estúpida, infundamentada, absurda y blasfema idea de que fuera esférica y estuviera flotando en el espacio, girando alrededor del sol.
Los poderosos de hace quinientos años decidieron que era el momento de “abrir” América y largarse públicamente a su conquista, porque ya tenían el control financiero de Europa, y por lo tanto el control político, a pesar de que aún existían las monarquías. Pero ya por ese entonces, el dinero mandaba. Los banqueros usaron su poder para presionar a la Corona Española, porque ellos mismos no podían financiar a Colón. No porque no tuvieran recursos -todo lo contrario-: 1) No debían exponer públicamente su poder. 2) Necesitaban que un Gobierno cargara oficialmente con la responsabilidad por las tropelías de los enviados, y 3) Que en lo futuro pusiera a su disposición los ejércitos necesarios para la Gran Conquista del “mercado americano”.
Los sucesores de hoy no pueden largarse abiertamente a la conquista del interior terrestre por varias razones de gran peso. Pero al menos se las han ingeniado muy hábilmente para ocultar esa realidad a la masa mundial, con las mismas estrategias que sus ancestros. A ello han servido millones de imágenes de la tierra maciza, en libros, revistas, diarios, documentales televisivas, etc.. Es decir que la cuestión pasa por realidades políticas, más que por discusiones científicas. Es difícil que un científico más o menos completo, como un físico con nociones claras de química, astronomía, topografía y geología, se trague el anzuelo de la tierra maciza, pero si lo pone en duda públicamente, la “conspiración del silencio” -denunciada ya en muchas publicaciones- le pone en la calle, ridiculizado y cerradas sus puertas en todas las universidades, observatorios, proyectos, etc.. Pero es peor aún la reacción de la familia que tanto lo quiere, pues igual le considerarán loco. Quien haya leído los libros de Héctor Picco (Argentino), Raimond Bernad (Estadounidense), Eduardo Elías (Peruano), -por nombrar a algunos de los más completos referidos al tema-, comprenderán que sobran elementos referenciales (históricos), físicos, químicos, astronómicos, oceanográficos, y geológicos para aceptar la realidad de la Tierra Hueca, mientras que los argumentos supuestamente científicos de la tierra maciza, adolecen de contradicciones que para un joven estudiante de física saltan a la vista.
Varios diarios y revistas de 1956, se hicieron eco de las palabras del Almirante norteamericano Richad Evelyn Byrd: “E.E.U.U. deberá enfrentar una gran amenaza que se cierne desde los polos”.
Este hombre había ingresado en 1947, a una tierra que calculó el doble del territorio de su país, sobrevolándola en un gran cuatrimotor, cuando lo que pretendía era sobrevolar el Polo Norte. No se trataba de ninguna parte de Siberia ni de Canadá. Nueve años más tarde (1956), encabezó el Proyecto “Hig Hump” (“Salto Alto”), que supuestamente consistía en una expedición científica a la Antártida. Pero el móvil no era otro que comprobar dos cosas de máxima importancia para el establishment, y especialmente para el gobierno norteamericano: A) Localizar las bases alemanas que se establecieron en los oasis polares desde 1939, y B) Comprobar la forma de los huecos polares. Por la primera cuestión, la “expedición científica”, constaba de catorce barcos de guerra, aproximadamente 2.700 soldados y ningún civil. El equipo contaba -para la segunda cuestión- con cinco grandes aviones.
En la página:
http://ovnis.esoterica.pt/espanhol/Principesp/antarctidaesp/antarctidaesp.htm
puede comprenderse con más datos este asunto.
Claro que tras la gran cantidad de vidas perdidas (nunca se publicó realmente el total de bajas), el regreso de la expedición fue convertido por la prensa oficial, en una fiesta, en el fin de una “maravillosa excursión” que muchas personas han visto por televisión en la década del ’60. Oasis polares con temperaturas casi subtropicales, ríos de aguas tibias, extensos bosques, etc..
Quienes hemos visto esa hora y media de documental en la Antártida, nos preguntamos: ¿Cómo es que no se organizan expediciones turísticas a tan bellos lugares?, ¿Cómo es que los gobiernos se han apresurado tanto en “proteger ecológicamente” a los polos, desalentando todo intento de exploración y explotación? (incluso hay normas internacionales de aeronavegación que prohiben sobrevolar las regiones polares). Mientras tanto, estos gobiernos no tienen la menor preocupación por proteger ecológicamente el Amazonas o los bosques del resto del mundo, y menos por proteger la vida humana. No escatiman esfuerzos para inventar argumentos pseudocientíficos para confundir, o utilizar argumentos menores -fundados o no- para desviar la mirada de las masas hacia todo lo que se pueda cocinar dentro de esta civilización. Uno de esos argumentos, muy escasamente fundado, es el agujero de ozono, que ha existido siempre, acompañando la topografía propia de los polos, como lo indican las láminas adjuntas. Otro elemento de distracción, es el de los extraterrestres, que aunque existen y vienen a visitarnos muy a menudo, los gobiernos usan el asunto para que sólo miremos para arriba o “afuera”, y no veamos lo que se oculta abajo, o sea “adentro” de nuestro propio planeta. En todo es igual: mientras nos entretenemos con el brillo multicolor de los carteles, la televisión, el internet, la pornografía, los escándalos del jet-set y el fútbol, ocurre que las realidades importantes -cuyo conocimiento definiría nuestros pensamientos en otra orientación más libre y amplia- quedan en el terreno de lo increíble, lo ridículo o “lo interesante”.
Es que el hombre “promedio” de la superficie externa de la Tierra está extrapolado en todo sentido. No se ve a sí mismo. No ve sus pensamientos y sentimientos a menos que algún desorden económico o emocional lo ponga contra la pared. Allí reacciona, pero ya tan conformado por pasiones edonistas y egoístas, que no piensa más que en sí mismo. Entonces es relativamente fácil para los gobiernos, mantener a la masa entretenida en “competir” para obtener más confort y seguridad económica, lujo, placer y poder sobre otros.
Imagínese el Lector cuántas ganas pueden tener los habitantes del interior terrestre, o los extraterrestres, de contactarse con nosotros y decir ¡Aquí estamos!. Seguramente tendrán hasta leyes que lo prohiban, así como nosotros tenemos -¡aún entre nosotros!- leyes de inmigración. En este caso las diferencias deben ser tan grandes -o mayores- como las que hay entre los jíbaros amazónicos y el resto de la superficie externa del mundo. Los jíbaros tienen una disposición legal muy terminante: Matar a toda persona que ingrese a su territorio sin las insignias y contraseñas que sólo sus amigos conocen. Puede parecernos terrible, pero si esa consigna no se respetara, ya no habría jíbaros en el Amazonas. Estarían como esclavos de tercera en las fábricas de la civilización, y sus mujeres, que siempre han vivido desnudas, estarían semi-vestidas en los burdeles de “nosotros, los civilizados”.
Hasta hace unos doscientos años, era posible acercarse a los jíbaros sin miedo alguno. Cualquier presencia humana extraña era motivo de una gran fiesta. Pero los buscadores de oro y diamante, y los tratantes de mujeres, fueron suficiente motivo para dictar esa consigna que hoy hace impenetrable ciertos lugares. A pesar de no tener tecnología, se defienden. Prefieren morir antes que caer esclavos, pues no es otro el destino que puede darles nuestra sociedad. Si en el interior de la Tierra viven los dioses de las crónicas -tomadas como leyendas- nórdicas, y de las crónicas de la Grecia antigua, no deben ser tan fáciles de conquistar como los inocentes (casi ingenuos) aborígenes americanos de cinco siglos atrás, que no entendían la maldad, la usura, el esclavismo, los vicios y todas esas características de una civilización que, encima de destruirlos, los calumnió con supuestos ritos brutales de sacrificios humanos. Varios millones de aborígenes se salvaron de las masacres de la conquista porque desaparecieron. Los conquistadores hallaron cientos de poblaciones y grandes ciudades vacías, recientemente abandonadas. ¿Se los tragó la tierra?.
Estos dioses -para aquellos creyentes en las Sagradas Escrituras- también figuran en el Génesis Bíblico. El padre de Adán dijo “Hagamos al hombre a nuestra imagen y semejanza”, y luego de la desobediencia dijo “Ahora echémosles de aquí, puesto que han comido del Arbol que les prohibí comer, no sea que también alarguen su mano y coman del fruto de conservar la vida, vengan a ser como nosotros y vivan para siempre”. Es más: La Biblia dice que el Edén es el Paraíso Terrenal (no celestial), y dice que les echaron “fuera”… Siga el Lector con la Biblia más antigua y completa que pueda hallar. También el salmo 82 se halla dentro de “El Juicio de los Dioses”. Si vamos a darle crédito a las Escrituras, pues démosle también comprensión.
Si los que habitan en el interior terrestre son como el genetista que hizo al clon adánico, mejor nos quedamos con nuestras propias miserias, que para maldiciones y desgracias ya tenemos bastantes con las nuestras, pero lo que me parece, es que -mejores o peores que nosotros-, no son mansos.
Para empezar a tener una idea de cómo son, analicemos ésto: Cuentan los últimos macuxíes (del norte del Amazonas), que hasta el año 1907 entraban por una caverna y andaban entre trece y quince días, hasta llegar al interior. Allí, “del otro lado del mundo”, viven los “hombres grandes”, que miden entre tres y 3,5 metros. Son muy buenos pero hay que respetar sus indicaciones. La consigna de los macuxíes del lugar, era custodiar la entrada de la caverna, impidiendo el acceso a todo otro ser que no fuera alguno de los autorizados de la tribu. Cuando el gran viento que recorría el enorme túnel empezaba a soplar hacia afuera, (tenía ritmos de cinco días hacia afuera y otros tanto hacia adentro) podían comenzar a descender las escaleras (de 82 cm. de altura cada escalón), y las escaleras terminaban al tercer día (contaban los días con el estómago y los períodos de sueño, lo que resulta sumamente exacto). Allí dejaban también los breos (antorchas hechas con palos embebidos en brea de afloramientos petrolíferos cercanos), y continuaban iluminados por luces que simplemente estaban colocadas allí, grandes como una sandía y claras como una lámpara eléctrica. Cada vez andaban más rápido, puesto que iban llevando menos peso e iban perdiendo el peso corporal. Atravesaban cinco lugares que estaban muy bien delimitados, en medio de unas cavidades enormes, cuyo techo no era posible ver. Allí habían -en una de las salas- cuatro luces como soles, imposible mirarlos, pero que seguramente no era tan altas como el sol. En ese sector crecían algunos árboles de buenos frutos, como cajúes, nogales, mangos y plátanos, y plantas más pequeñas. Por la descripción comparativa con ciertos lugares de la zona macuxí, esa sala tendría unos diez kilómetros cuadrados de superficie “transitable” y vegetada, y otros sectores inaccesibles y muy peligrosos, con piedra hirviendo, así como unos arroyos de azogue (mercurio, que los macuxíes conocieron en el presente siglo su uso para amalgamar el polvo de oro, merced a los garimpeiros que hoy contaminan con él las aguas amazónicas). Luego de estas cinco grandes cavidades, en un punto situado más allá de medio camino, debían tomarse de las paredes, y con cuidado impulsarse porque “volaban” (es decir que estaban ingrávidos como un astronauta).
El viento que había comenzado a soplar hacia afuera, no era obstáculo al iniciar el descenso, pero si lo intentaban al revés, la violencia del remolino les podía arrastrar al abismal túnel, y el cadáver -golpeado mil veces- no se detendría hasta un día de marcha, cueva adentro. Respetando este ciclo, iniciando la marcha con viento en contra (que era a favor de su seguridad) bajaban tres días por escaleras; y luego de dos días de marcha por túnel angosto, ya sin escaleras, el viento volvía hacia adentro, de modo que cuidaban los pasos desde el día de la partida, para no dejar arena removida o guijarros sueltos que luego se estrellarían en sus espaldas. Aún con viento a favor -ya en el séptimo u octavo día de marcha-, llegaban a la zona “donde todo vuela”, es decir al medio de la costra del planeta (el medio de la masa, magnéticamente hablando, que no es el centro geométrico de la Tierra, sino cualquier punto en medio del espesor de la corteza). A veces el viento era muy fuerte, y en vez de tomarse de las paredes para impulsarse, debían hacerlo para frenarse y no ser golpeados. Generalmente duraba desde poco menos de un día hasta día y medio, la travesía sin gravedad. Algunas veces debieron aferrarse a las salientes pétreas o a hierros que habían “desde antes” clavados en la roca, y esperar dos días a que amainara el viento. Luego seguían el camino caracterizado por arroyos con aguas muy frías que atravesaban la caverna, y entraban a una especie de gran vacía, mayor que las anteriores, donde habían unas cosas brillantes, de forma similar a los panales de abejas, de unos diez metros de diámetro, situados sobre un vástago, como un tronco de árbol, a una altura imprecisable por la memoria de los últimos macuxíes que viven recordando aquello, aún con cierto temor a las represalias de “los hombres grandes”.
Los viajeros iban recobrando el peso, pero no llegaban a recobrarlo totalmente, porque aparecían en “la tierra del otro lado”, donde todo es un poco más liviano, el sol es rojo y siempre es de día, sin noche, ni estrellas ni luna. Allí permanecían unos días, disfrutando de unas playas cercanas, volviéndose más jóvenes. (Lo que recuerda a Apolo, que iba al Olimpo a rejuvenecerse) Los macuxíes conocían muy bien el Atlántico, pues estaban -”afuera”- a unos trescientos kilómetros de la costa, y no era éste el mar). Los gigantes les daban unos peces muy buenos y grandes, cuya carne no se descomponía hasta dos o tres meses de haber sido pescados. Con esa preciosa carga, manzanas más grandes que una cabeza y uvas del tamaño de un puño, además de mucha energía corporal, volvían acompañados de algunos gigantes que les ayudaban con el enorme peso que traían. El viaje de vuelta se iniciaba con viento a favor, para volver a tenerlo a favor también en la última etapa, al subir los tres últimos días por las escaleras, cuyos últimos restos existen actualmente.
La creencia -o conocimiento- de los macuxíes, es que si respetan las pautas dadas por los gigantes, luego de morir aquí afuera, nacerán entre ellos, allá adentro. Cuentan que algunos macuxíes no morían, sino que se transformaban (¿transfiguraban?) en casi-gigantes y se quedaban en el interior. Esto requería principalmente, no tener hijos aquí afuera.
La tragedia para los macuxíes sucedió en 1907. Tres exploradores ingleses, llegaron en nombre de su reina, buscando diamantes. La zona macuxí es aún actualmente un poco diamantífera, pero ya se la ha explotado desde 1912 tan intensamente que casi no hay diamante, siendo poco o nada rentable su búsqueda. Cuando llegaron los ingleses, había lo suficiente como para conformar a la reina y a muchos ambiciosos que se enriquecieron luego, explotando a los nativos, pero uno de aquellos “viajeros autorizados al Centro de la Tierra” cometió la terrible imprudencia de violar la consigna de secreto, e indicó el lugar de entrada a los extranjeros. Uno de ellos envió una carta a Su Majestad, repitiéndole una narración como ésta, con algunos detalles más. En las arenas de las playas interiores, abunda el diamante, al igual que en algunos enormes bloques carboníferos de mineral de serpentina, de antiguos calderos volcánicos, que hoy son, justamente, esos túneles hacia el interior del mundo.
Los tres hombres salieron -o mejor dicho entraron- de expedición, pero no regresaron jamás. En vez de ello, salieron los gigantes, reprendieron a los macuxíes y les prohibieron para siempre el ingreso al interior. Luego de dos años de angustia y pobreza (esa zona, en esta superficie externa tenía diamantes -sin valor entonces para ellos-, pero no mucha fruta ni muchos peces), decidieron intentar un nuevo contacto con los gigantes, a pesar de la prohibición. Viajaron esperanzados durante dos días, pero llegaron a un punto del camino donde el viento venía de otra caverna que ellos no conocían. El camino original estaba derrumbado. Algunos volvieron inmediatamente, pero otros decidieron seguir el nuevo y desconocido túnel. Varios meses después, uno de ellos regresó y dijo al resto que podían entrar; los gigantes les autorizaban, pero sería para no volver nunca afuera, porque otros ingleses irían al territorio y les dañarían. Algunos se negaron a partir, porque el lugar asignado era una de aquellas grandes vacuoides. Otros aceptaron irse y no regresaron jamás.
Unos años después, comenzaron a llegar garimpeiros, a enturbiar los ríos con zarandas, resumidoras y mercurio, y a enturbiar los cerebros de los macuxíes que se quedaron “afuera”, con caña, caipiriña y macoña (droga). También les enturbiaban las espaldas -con látigos- y la raza, violando a sus mujeres. En junio o julio de 1946 hubo un enorme derrumbe en el túnel, cayendo casi toda la escalera. Hoy sólo quedan algunos escalones del inicio, y un enorme precipicio inescalable, donde el viento sopla con ritmos diferentes. Algunos viejos macuxíes que escaparon al látigo inglés, y aún viven contando su edad por lunas, no se resignan totalmente a olvidar el Paraíso Perdido. Nunca mejor expresado, pues ellos lo conocieron… Y lo perdieron.
Pero no termina allí esta tragedia. Un hombre llamado Alone Moore, fue enviado por el gobierno inglés en 1909 para cumplir dos objetivos. El primero, asegurarse que la narración recibida por la reina era verídica. El segundo: “Silenciar todo lo relativo a grandes cantidades de diamante, y si fuera hallada una excesiva cantidad, molerlo todo y asegurarse que se pierda para siempre”. Las averiguaciones de Moore fueron muy metódicas y escrupulosamente delicadas: torturó primero a algunas mujeres y luego a los pocos niños que habían quedado “afuera”. Quería saber dónde estaban los demás aborígenes, los tres exploradores, y sobre todo: dónde estaban esas grandes cantidades de diamante que preocupaban a la reina. Este segundo objetivo difícilmente me lo pudieran haber aclarado los aborígenes, ni los historiadores. Las crónicas y cartas que un aborigen conserva, tampoco aclaran la aparente contradicción de esta orden. Supuse que alguien saboteaba al gobierno inglés, o algo muy grande se tramaba a nivel financiero mundial, pues ya había visto unas órdenes semejantes dadas a unos soldados ingleses, que en 1934 buscaban a un alemán que decía haber encontrado un filón con de oro grande como toda una montaña.. La orden -consta en el libro de “Lendas e Tradições da Roraima Velha”, de Francisco Lacerna Gambidez- no era quitarle el oro ni embarcarlo a Inglaterra, sino “hacerlo desaparecer, o eliminar todo rastro que permita encontrarlo alguna vez”.
Muchos historiadores, antropólogos, y lectores en general, habrán hecho las mismas suposiciones que naufragaron en mi cerebro durante un par de años, sin comprender la cosa. Pero un buen día le cuento ésto a un joyero amigo, y él me dice lo siguiente. “¿Te imaginas lo que nos pasaría a los joyeros de todo el mundo, a los bancos, a los gobiernos, al Sindicato del Diamante, si así, de un día para otro, aparece un inconsciente con toneladas de oro y diamantes?. No valdrían nada, porque su valor se relaciona con su escasez o su rareza”. Creo que allí -por fin un poco menos ingenuo- comprendí porqué nunca sabemos realmente lo que pasa. En ese momento me di cuenta que a nadie que tenga su vida y su alma apostada a algún plazo fijo, le conviene que se descubran las galería subterráneas cuyos inicios ciertamente son conocidos por muchas personas que callan. En ese momento comprendí definitivamente porqué, mientras exista el actual orden económico mundial, no podremos nunca relacionarnos con extraterrestres ni con intraterrestres. Como tampoco podremos andar en plato volador; no porque no se pueda hacer un “avión electro-magnetodinámico platiforme antigravitacional”, como lo llamó uno de los tantos inventores, sino que se acaba el mercado. Se acaba el valor del combustible, y el control de unos pocos sobre los muchos, se acaba todo lo que el Lector seguramente deducirá que se acaba. Pero lo que se está acabando es esta civilización, que de tanto engañarse a si misma, se queda ya sin argumentos para seguir engañando. Otra civilización nacerá, tras la caída de las bolsas. Para entonces los brazos protectores de la bestia estarán listos y todo estará en orden. Todos creerán que el mundo del control financiero es más macizo y sólido que nunca. Al enfriarse se partirá, como toda cosa rígida, y después de eso, quizá los dioses vuelvan.
Si a los seis años hubiera pensado que todo lo que decía mi Maestra eran “creencias”, hoy no sabría nada de nada. Aún así, muchas cosas resultaron ser puras “creencias interesadamente fabricadas”. Yo preferí creer y buscar. Pero ya no puedo simplemente “creer”, porque hay muchas pruebas materiales, y mucho de ello han visto mis ojos, aunque ellas ya no son lo importante. Lo importante es transformar nuestra propia “civilización”, para que realmente lo sea, y ello empieza en cada uno de Nosotros.
LA TIERRA ES HUECA (2)
No es necesario ser geomorfólogo para comprender la cuestión de la Tierra Hueca, pero sí es necesario comprender el asunto desde todos los puntos de vista posible: histórico, antropológico, físico y geológico -principalmente- pero sin olvidar que, como he explicado en el documento anterior, que el desconocimiento de tan importante asunto es fundamentalmente político. Ahora veremos el ángulo físico, para tomar una idea clara de las superficies y volúmenes de la Tierra, así como de sus procesos de formación, porque de lo contrario, estaremos sometidos a la imposición de “teorías” que convienen a los mercaderes en vez que a los investigadores o a la humanidad en general. Para eso contamos con el aporte de diversas materias en las que cada especialista tiene lo suyo que decir.
Si vemos la teoría de formación planetaria bajo la más tajante de las materias, como es la física, tenemos sólo un desarrollo posible, y cualquier otra “teoría” caerá en errores en un momento un otro del desarrollo. La teoría de la Tierra Maciza, por ejemplo, cae en un montón de errores, como el hecho del origen mismo de la masa -supuestamente homogénea en un principio- que luego no podría desarrollar una dinámica hídrica, química, volcánica, etc., porque sería como adjudicar esas dinámicas a una masa de piedra volcánica que arrojásemos al espacio. ¿Acaso esa masa podría desarrollar volcanes, cambios morfológicos, etc., a medida que se enfría?.
Aparte de eso, una masa como la de la Tierra, si fuera maciza, se partiría en millones de pedazos a medida que se enfriase, si fuese así el petróleo, que sale de varios de kilómetros de profundidad (unos 20 Kms, en las últimas perforaciones) saldría hirviendo o se habría quemado y descompuesto, y un largo etcétera de cosas objetivamente conocidas, completamente incoherentes con la teoría de la Tierra Maciza. Y la verdad es que desde el absurdo teórico-físico, es imposible seguir una teoría cualquiera sin caer en más absurdos. Describiré el proceso elemental acompañado con imágenes.
1) Una estrella (pondremos nuestro sol) explota, cumpliendo un ciclo que se conoce parcialmente, pero que sin caer en especulaciones extremas, sabemos que cada unos cuantos miles de millones de años, se reinicia o renace, surgiendo de él un nuevo sistema solar (también tenemos claro que no todas las estrellas se “reinician”, porque algunas estallan para convertirse en una nebulosa desparramada y sin vida propia). El resultado de esa explosión, en el caso de una estrella que “se reinicia”, es la formación de una nebulosa planetífera. Algunos cientos o miles de núcleos de plasma estelar, vuelven a formar un núcleo central que llamamos Sol. Pero quedan, por una compleja regla matemática, y en proporción a la intensidad de la explosión, una cantidad “X” de núcleos de una masa que ronda las milésimas o a lo sumo centésimas de la masa del sol original, dando vueltas en la periferia.
Mientras que el “nuevo sol” se cohesiona y reactiva, esos núcleos más distantes se mantienen en órbita. Luego una fracción de la materia plasmática dispersa de la nebulosa, se convierte en “materia química”, es decir que cambia su “estado alquímico”, pasando a formar átomos de helio, hidrógeno, etc., que son atraídos por esos núcleos dispersos. Ahora veamos un núcleo en particular, al que llamaremos “sol interior”, pero aunque nos refiramos a la Tierra, cabe la explicación para todos los planetas. Resulta que los átomos de materia que ahora es “química” y no plasmática, por efecto de cambios de tensión magnética, relaciones de temperatura intrínseca y el frío absoluto del vacío externo, se han agrupado alrededor de los núcleos que serán “soles internos”, que giran a millones de kilómetros del Sol Central. Han formado una burbuja alrededor de los mismos, porque resulta que entre la materia plasmática y la materia química hay tales diferencias que se pone en juego la Ley de Interacción, es decir que se atraen mutuamente hasta un cierto punto, pero las tenciones de repulsión las mantienen allí, atrapadas en una órbita, pero sin poder acercarse más.
Lo mismo ocurre con otros guijarros que andan por ahí, sueltos en el espacio, meteoritos de diverso origen, y con los “nuevos guijarros”, que se van formando por procesos de cohesión molecular y combinaciones diversas, entre todas las partículas reunidas, las cuales -partículas y guijarros- van formando lo que llamaremos “costra”.
Así tenemos un núcleo central de plasma estelar (un pequeño sol), al cual se le va formando una “costra”, blanda y maleable, muy gaseosa, la cual, por estar sujeta a una rotación en el espacio, empieza desde su mismo origen, a evidenciar un par de huecos en sus polos de rotación. Entre la superficie de este “sol interior” y la superficie interna de la costra existe una distancia equivalente a seis o siete veces el diámetro del “sol interior”. Ello obedece a una serie de constantes físicas, y vería según el tipo de masa que acumula como “costra”, así como las características del plasma estelar, que también puede variar en función del tipo de estrella que le da origen.
La materia dispersa por el cosmos se sigue acumulando al paso del nuevo planeta en órbita, y la costra se va consolidando. Pero también ocurre que se va encontrando con otros pequeños núcleos de plasma que no han alcanzado a formarse como planetas o planetoides. Así que algunos son atraídos por el núcleo central del planeta, por ser de la misma consistencia alquímica. Pero la masa medianamente formada, retiene a estos pequeños núcleos, que alcanzan en ella diversos grados de profundidad. Generalmente no pasan de la mitad de la costra ya formada. Pero al encontrarse entre dos poderosas fuerzas -atracción y repulsión- a nivel molecular se produce un curioso efecto ya descrito en algunos libros de alquimia y observado en procesos de metalurgia moderna. La materia plasmática produce la fusión de gran parte de los componentes de la costra -especialmente del sílice-, originando lo que conocemos como “magma”. Es decir, piedra volcánica en su estado incandescente.
Entonces tenemos en el interior de la costra, unos núcleos de plasma prisioneros, que generan enormes presiones no sólo en el sentido nomalmente conocido por la física, sino que hay fenómenos “alquímicos”, que tanto físicos como químicos actuales parecen desconocer, en su mayoría, salvo los físicos cuánticos que están más familiariarizados con el mundo de las partículas y las teorías sobre el origen de la materia, así como los procesos arqueométricos.
Tenemos -en síntesis- un hornito formado por un núcleo de plasma estelar y la masa pétrea que lo retiene. Ese horno llamado también “panela” u “olla” magmática, tendrá en la mayoría de los casos, una serie de válvulas de escape, o las producirá por las enormes presiones, en los puntos más débiles de la corteza terrestre, originando un volcán. Pero otros puntos de esta geomorfología dinámica, se relacionarán con formaciones donde se ha concentrado algo de agua, y esto generará -a modo de caldera- una hidrodinámica planetaria, que hará circular esas aguas por diversos puntos de la costra, algunos de los cuales serán vistos en la superficie en forma de géiseres, pero la mayoría darán origen a corrientes subterráneas que influirán en las grandes corrientes marinas. También estas “panelas” darán origen a procesos químicos como la formación de actínidos (elementos pesados como el uranio, etc.) los cuales derivrán tras un largo proceso, en la formación de diversos elementos químicos.
Estas explicaciones nos sirven para entender a “grosso modo” la dinámica de la corteza o costra terrestre, pero recordemos que ésta tiene dos superficies: una interna y la otra externa, en la que vivimos nosotros.
La superficie interna es en realidad la que lleva la mejor parte en los procesos de desarrollo biológico, porque su gravedad siempre será menos que la gravedad externa. Mientras aquí tenemos 9,8 metros sobre segundo como coeficiente de aceleración, en el interior esta medida es de aproximadamente 6,7. O sea que mis 100 kilos de aquí, se convertirían en unos 67 de “adentro”. Además, nunca veré la noche, y si el precio por no ver las hermosas estrellas acompañando a la poética Luna, se me compensa con semejante diferencia de gravedad, un día permanente, -con todas las energías magnéticas armónicas que produce un sol que desde su génesis es el más adecuado para la genética humana, bien vale dejar de ve el “abismo sideral”, para conocer las maravillas de una tierra donde todo es perfectamente adecuado a la vida.
Las temperaturas internas varían entre los 26 grados centígrados en cercanía de los polos, y los 46º en las zonas del ecuador interior, así que el promedio es el más adecuado para la vida basada en el carbono. Pero ésto no es cosa exclusiva de la Tierra, sino que se desprende de un conjunto de Leyes Universales, -algunas de las cuales llamamos “leyes físicas”- y son tan válidas aquí como en la más lejana galaxia. O sea que no podemos hablar sólo de “La Tierra Hueca”, sino que huecos son todos los planetas, del mismo modo que no hace un pájaro un nido macizo, para vivir en la intemperie, ni hacemos casas macisas para vivir en el tejado. Ninguna matriz de vida es maciza; todas las matrices son huecas y es “adentro” donde se desarrolla la vida. Ningún fruto -salvo el cajú que es una evidente manipulación genética muy antigua- produce la semilla afuera. ¿Sería la Naturaleza Divina tan tonta de hacer incontables mundos inhabitables?.
Porque la superficie externa de los planetas es realmente una “intemperie cósmica inhabitable”. Y nosotros tenemos unas condiciones realmente excepcionales, pero a la vez evidentemente antinaturales: Temperaturas de entre -80º hasta +52º y sobrevivimos merced a una gran capacidad de adaptación con ayuda de la inteligencia, pero jamás podríamos habernos desarrollado desde un punto de vista “evolutivo” en estas condiciones.
Libros antropológicos extraordinarios, como La Biblia, que las religiones han manipulado y adulterado “a piacere” para darle un uso de dominio psíquico de masas, nos dicen, sin embargo, unas cuantas claves: Por ejemplo, el Paraíso Terrenal. No nos dice en ningún momento que haya un Paraíso Celestial. Ni siquiera en el Nuevo Testamento tenemos una Paraíso que no sea el Terrenal, aunque las iglesias hayan extrapolado mediante imágenes el lugar de futuro “estado post-mortem” del hombre a un aburrido cielo con nubes y angelitos.
Siguiendo con la cuestión física, parece que nuestro Sol Interior o núcleo tiene unos 500 kilómetros de diámetro, según cálculos estrictamente fisico-matemáticos, pero si consideramos la descripción de Nicolá Jansen, de Vito Dumas (el Navegante Solitario), de los Macuxíes de Roraima y de los últimos Mongulas del Ecuador (estuve a punto de entrar por la caverna que custodiaban éstos últimos hasta hace una década, pero de eso hablaré en otra parte) ese sol interno es de algo menos de un “salto de pulgar”. Sacando la proporción teórica de unos 500 kilómetros de diámetro, ubicándolo a unos 3100 kilómetros de la superficie interna, pues nos da esa medida “a ojo”: casi, un salto de pulgar.
(El salto de pulgar es la medida relativa que se obtiene mirando al objetivo con un ojo, colocando el pulgar sobre él o sobre uno de sus bordes, y cambiando de ojo tenemos esa “distancia ocular” relativa)
Ni los Macuxíes, ni los Mongulas, ni Nicolas Jansen leyeron a Julio Verne, y hasta este profeta, del cual se han cumplido todas sus “pseudonovelas” hasta ahora (en realidad, predicciones científicas basadas en conocimiento esotérico), describe en “Viaje al Centro de la Tierra” el sol interior. Don Julio estaba muy relacionado con científicos diversos de su época, y además es mentira que nunca salió de su pueblito natal, porque anduvo por buena parte del mundo, y por si fuera poco, y era miembro del Votivvm Hermeticvs y de la Orden de Thule, así que lo que escribía no eran meras “imaginaciones”.
Para facilitarme la tarea de continuar con estos artículos, les ruego a los queridos lectores que hagan preguntas, ya que ello me permitirá exponer las cosas que -por parecerme obvias tras tantos años de dedicación al tema- aclararán mejor estos “misterios”. Pueden hacer sus preguntas o aportes en la lista de correo: askasis-alta@elistas.net. Y seguiremos investigando y divulgando, pero siempre con una tendencia “hacia la derecha”. Es decir hacia el lado de lo real, evitando el otro lado, que es el de la ficción, porque la REALIDAD, es mucho más maravillosa que cualquier ficción, y hasta los más grandes visionarios se suelen quedar cortos en cuanto al potencial de la realidad ¿No se quedó corto Julio Verne en su “De la Tierra a la Luna”?. Si hubiera escrito que 500 millones de personas verían el alunizaje en una caja cuadrada que se parece a una “bola mágica”… Quizá su editor le habría dicho que más que delirante, estaba rematadamente loco..
LA TIERRA ES HUECA (03)
La división subtemática del tema «Tierra Hueca» es algo importante de tener en claro antes de seguir con estos artículos. Hasta aquí hemos visto la teoría general, cosmogenética, y algunas cuestiones referenciales. En adelante las veremos ordenadamente porque el asunto irá poniéndose de aguachento a caldoso espeso.
1) Teoría Geomorfológica
2) Teoría Cosmogenética
3) Teoría Física
4) Análisis histórico y referencial (I)
5) Análisis histórico y referencial (II)
6) Teoría conspiranoica
7) Demostración de la Teoría Conspiranoica
8) Documentación de todos los asuntos
Como ya llevamos dos artículos anteriores, la teoría física es lo que continúa, y aquí me gustaría dejar lugar a la opinión de los físicos para continuar este asunto, que -antes de pasar al punto 4- lo dejaré abierto con estos simples ejemplos:
Si una masa como la de la Tierra, cuya estimación varía según los teóricos de las diferentes posibles constituciones y formas, en el espacio está sometida a una traslación de 30 Kms por segundo, con una rotación de medio kilómetro por segundo… Pero esa masa está en estado «nebuloso», «blando», o simplemente «fragmentado» en bloques de materia en proceso de organización… ¿Qué pasaría en los polos?.
¿No pasaría lo mismo que cuando revolvemos un pocillo de café?. ¿No ocurriría lo mismo que podemos observar en una masa cualquiera sometida a la rotación?.
Hay un par de libros que todos los interesados en este asunto deberían conocer, especialmente porque sus autores no han hecho «el gran negocio» con sus ediciones, sino que les ha costado sangre, sudor y lágrimas, poder hacer algunas ediciones a costa de sus propios bolsillos, sabiendo los riesgos que corrían, siendo éstos bastante mayores que lo meramente económico. Hoy, gracias a valientes como éstos, el tema ya no puede seguir en la censura secreta.
Se trata de «La Tierra es Hueca» de Eduardo Elías: http://www.kier.com.ar/resul_busq_1.php3?269
y de «Las Pruebas Materiales de la Tierra Hueca» (I y II) de Héctor Picco: http://members.nbci.com/tierrahueca/libro.htm
Especialmente el «II» de Héctor Picco abunda en detalles físicos fáciles de entender por cualquier persona.
Por otra parte, rescato algo que encontré en la web hace tiempo:
Se me ha ocurrido pensar que habría dicho Newton sobre el tema, y fijaos en lo que dice esta proposición, incluida en los “Principia Methematica”, que copio textualmente:
SECCIÓN XII
Sobre las fuerzas atractivas de cuerpos esféricos
PROPOSICIÓN LXX. TEOREMA XXX
Si hacia cada punto de una superficie esférica tienden fuerzas centrípetas iguales que decrecen como el cuadrado de las distancias desde esos puntos, afirmo que un corpúsculo situado dentro de tal superficie no será atraído por esas fuerzas en ningún sentido.
Supongamos que HlKL sea esa superficie esférica y P un corpúsculo situado dentro. A través de P trácense hasta esa superficie dos líneas HK y IL, interceptando arcos muy pequeños HI y KL;
como (por el Corolario III, Lema VIl) los triángulos HPI y LPK son semejantes, esos arcos serán proporcionales a las distancias HP y LP; y cualesquiera partículas en HI y KL de la superficie esférica determinada con rectas que atraviesan P, serán como el cuadrado de esas distancias. En consecuencia, las fuerzas de esas partículas ejercidas sobre el cuerpo P son iguales entre sí. Pues las fuerzas son directamente como las partículas e inversamente como el cuadrado de las distancias. Y esas dos razones componen la razón de igualdad, 1:1. Como las atracciones son iguales pero ejercidas en direcciones opuestas, se destruyen una a la otra. Y por un razonamiento semejante todas las atracciones de la superficie esférica son destruidas por atracciones contrarias. Por lo cual el cuerpo P no será en ningún sentido impelido por tales atracciones. Q.E.D. (Quod Erat Demostrandum)
Pero eso no es todo. Por si os quedaba alguna duda de la inexistencia de la gravedad central, Newton hace una aclaración al final de la definición VIII del primer libro:
«El lector no debe imaginar que atribuyo fuerzas en un sentido físico y auténtico a centros (que son sólo puntos matemáticos) cuando aludo a centros dotados de capacidad atractiva.»
Para tener más clara idea de la naturaleza de la costra, debemos considerar más asuntos que lo que admitiría este artículo, pero las imágenes son más claras que las explicaciones. Abajo vemos un esquema de la constitución de la corteza terrestre, y aunque tenemos algunas disidencias sobre los números, especialmente en el grosor, que varía en los cálculos de varios investigadores entre los 1000 y los 1300 kilómetros, estamos de acuerdo en casi todo el resto. Lo más interesante es que varios nos hemos encontrado, habiendo llegado a las mismas conclusiones por muy diversos caminos. Respecto a los cálculos físicos, los he comprobado referencialmente por los aborígenes macuxíes, de Roraima (al norte de Brasil) y por los Mongulas, que hasta antes de 1995 iban al Interior, por una caverna que ahora seguramente estará cerrada, ya que la guerrita que armaron (vaya uno a saber quién), entre Perú y Ecuador, está en esa zona. Ellos tardaban 14 días en llegar al interior, y otro tanto en volver. Al descender, a algo más de mitad de camino, como se ve en la imagen, debían sortear una parte en la que debían tener especial cuidado porque se hallaban ingrávidos, debiendo avanzar impulsándose tal como los astronautas lo hacen en un túnel espacial. Eso me lo explicaban aborígenes que jamás han visto más avance tecnológico que algún avión que les sobrevuela de tanto en tanto.
En los polos, tenemos aproximadamente esta situación…
lo cual muchas veces queda confirmado entre los defectos y chapuzas de los montajes fotográficos de los organismos oficiales -especialmente de la propia NASA (que monopoliza casi toda la tecnología satelital, especialmente en cuanto a control) y las reacciones excesivas en intentar tapar el asunto.
También cabe aclarar que existen en la costra, de unos mil kilómetros de espesor, muchísimas vacuoides habitadas por otras civilizaciones. Al final de ésta página hallarás más información al respecto.
ANÁLISIS HISTÓRICO Y REFERENCIAL
Una lectura libre de los nubarrones de la religiosidad, sobre los libros antiguos, nos dará cantidad de datos sobre la existencia de la Superficie Interior de la Tierra. Para empezar, veamos uno de los libros más difundidos mundialmente y prácticamente al alcance de cualquier persona: La Biblia. El GENESIS nos habla de un Paraíso Terrenal, un Edén. Dice «Terrenal», no «celestial». Allí, en ese Paraíso Terrenal, un dios (que incluso ha sido representado antropomórficamente hasta hoy), tiene que hacer una serie de experimentos, para ver que «todo era bueno». Digamos que simplemente «funcionaría de alguna manera», porque los grandes saurios no me parecen obra de un Dios Universal, Eterno y Perfecto, sino producto de experimentos de un ¿inexperto? en genética. Y no crea el lector que nos vamos del tema, porque el asunto de «nuestro creador», está íntimamente ligado a la cuestión geomorfológica.
Tenemos unas curiosas frases de este «dios» que revelan el hecho de que no era ni remotamente el Dios Universal: «…Ahora hagamos al hombre a nuestra imagen y semejanza», o «…He aquí que el hombre que he creado ha comido del fruto del Arbol que le prohibí comer (de la Ciencia del Ciencia del Bien y del Mal) y sus ojos se han abierto para siempre. Ahora echémosle de aquí, no sea que alargue su mano y cama del Arbol de la Vida, y viva para siempre, y venga a ser como nosotros.»
Además de tratarse de un dios egoísta, irrespetuoso del sufrimiento ajeno (o mejor dicho productor de sufrimientos), simplemente vemos que sus «atributos» nada tienen que ver con el Dios Creador de la Naturaleza, el Cosmos, las Leyes Universales. Resulta que nosotros, los mortales, tenemos origen real allí, en ese Paraíso Terrenal. Cuando Adán y Eva son expulsados, primero les vistió con unas pieles, lo que indica que no irían a un lugar precisamente caluroso. Dejo a los lectores el asunto bíblico, que merece aunque más no sea, una leída analítica del Génesis.
Otro libro de gran importancia para comprender la historia de la Humanidad, es la Edda Nórdica, de la cual actualmente sólo se hallan algunos fragmentos, y muchas versiones «modernas» bastante distorsionadas. En nombre de las actuales ideologías dominantes, se destruyó en los últimos siglos todo lo germánico, todo lo nórdico y ario, llegando la manipulación ideológica al punto de hacer sentir vergüenza a los arios, de serlo, y hasta generando en las masas arias una repulsión a la palabra que más sano orgullo debiera proporcionarles. En resumen, la Edda cuenta la misma historia que el Génesis, pero «con pelos y señales»; incluso varios nombres están bien claramente relacionados con La Biblia.
También el Popol Vuh, uno de los libros mayas, que se refiere precisamente al génesis, ubica a los creadores del hombre mortal en el interior de la Tierra, y llegando a tal creación por una serie de experimentos. Algunas otras referencias «míticas» nos dan pautas interesantes, aunque no muy puntuales, como el caso de Apolo, que debía irse al Olimpo para rejuvenecer, porque le afectaba estar entre los mortales. El nombre ya llama la atención, pero la ubicación del Olimpo, claro está que no era en Grecia, sino que era en «Hiperbórea», lo cual significa «más allá de la Tierra de Boreas», y ésta es el continente helado del norte.
Un poco más cerca de nuestros días, tenemos una cartografía que echa por tierra todos todas las tonterías que dicen los manuales de historia sobre la Antártida.
Hay varios otros antiguos mapas como éstos, que me ha sido imposible fotografiar o fotocopiar, pero revolviendo en las bibliotecas -desde las más importantes hasta las pequeñas bibliotecas de los pueblecitos-, se encuentran.
Muchos de los navegantes que han hecho mapeos, han desaparecido sin dejar más rastro que su obra, tanto en las oficinas navales de las Coronas (Portugal, España, Francia, Holanda e Inglaterra, principalmente), como en algunas Órdenes Esotéricas. Lamentablemente, todo ese material forma parte de secretos de Estados desde muy antiguo (prácticamente desde el momento en que los servicios de inteligencia lo localizan), así que resulta dificil de conseguir, porque la metapolítica -como ya hemos hablado en el primer artículo- se maneja especialmente a partir del control de la información. Y la información geográfica es la más importante de todas en cuanto a estrategias políticas, tanto por razones estratégicas bélicas como económicas.
Antes del «Circo del Descubrimiento de América», muchos europeos cruzaban el Atlántico, especialmente los Templarios. Pero era un secreto guardado a sangre y fuego, porque representaba el monopolio de muchas riquezas, especialmente la plata. En aquella época, la plata valía mucho más que el oro, y era el fundamento para la acumulación espúrea de riquezas territoriales y poder político.
De todos modos, la represión violenta no era suficiente, así que se hacían campañas de “difusión errónea” que hoy llamamos «desinformación». Se divulgaba la idea de la Tierra Plana, con forma de cilindro, flotando o sobresaliendo del «Maremagnum Infinitum». Si alguien se animaba a acercarse a sus orillas, navegando océano adentro, caería a ese mar lleno de monstruos. Esa y otras «teorías» por el estilo acallaban las mentes de los pueblos a los que se había privado de los conocimientos que ya los turcos y griegos tenían desde antes de Cristo, sobre la esfericidad de la Tierra, tanto por análisis matemático, geométrico y físico, como por referencias de navegantes. Incluso en el Runemandag y algunos Vedas, hay dibujos y descripciones que científicamente interpretadas, nos dicen claramente la forma y campos de densidad de la Tierra.
A pesar de que no habían los multimedios actuales, habían servicios de inteligencia tanto o más eficaces, porque el obscurantismo preparado por siglos se sumaba a la imposibilidad de los más despiertos para viajar y cambiar información.
En base a datos referenciales diversos, hemos hecho esta imagen aproximada de la Antártida sin hielos:
Regiones Subterráneas
( y sus posibles accesos)
Existen en la Tierra innumerables regiones subterráneas desconocidas. Algunas cavernas han sido apenas exploradas, otras -la gran mayoría- no son siquiera conocidas. En algunos sitios del mundo, con o sin cavernas visibles, hay indicios muy claros de actividad inteligente ajena a esta poco inteligente civilización. Intentaremos desde estas páginas aclarar algo de esta cuestión misteriosa, descartando todo aquello que sea producto de fantasías de “profetoides” y personajes por el estilo, ateniéndonos a las pautas más claras posibles de investigación.
Los aportes sobre éste o cualquier tema esotérico o digno de investigarse, pueden dirigirse a la lista Askasis, dándose de alta en askasis-alta@elistas.net
REGIÓN DE ISIDRIS
Se ubica en la Pcia. de Mendoza en Argentina. Existe un punto de reunión de esoteristas, religiosos, cuenteros, curiosos, profetoides, misticos y misticoides, investigadores serios y gente un tanto especial, situado a unos 32º 47′ Lat. Sur y 69º 02′ Long. Oeste. Se le denomina la “Piedra de Isidris”, y está enclavada en un cañadón llamado “Quebrado del Durazno” (durazno es el melocotón). Para ver mapa, pulse la imagen:
(NOTA: Las indicaciones de los pequeños cuadrados con símbolo de explosión, indican los lugares de caída de los misiles que provocaron el terremoto del 26 de enero de 1985. Ver artículo)
En la región existe una gran vacuoide interior, una cavidad natural enorme y vacía, cuyo techo se halla, según testeos de YPF en la década de los setenta, a unos treinta kilómetros de profundidad, y su piso estaría a unos cincuenta o sesenta Kms. El largo mayor es de algo más de cien kilómetros, y el ancho de unos 48 kms en la parte más holgada. O sea que tenemos bajo tierra una región detectada pero no conocida.
Sin embargo, en el exterior, en toda esa zona, se detectan innumerables fenómenos de diversas características, aunque posiblemente tengan casi todos un mismo origen. Cabe suponer que allí vive gente. Hay muchos testimonios y hasta varios libros escritos, aunque poco recomendables por las infantilidades que contienen, cuando no, tendencias religiosas y pseudomísticas que nada tienen que ver con esa cuestión.
Ver mapa de la región subterránea (la parte más contrastada, en amarillo y naranja):
En la zona, los acampantes nocturnos pueden ver muy a menudo, fenómenos extraordinarios, como luces zigzagueantes, encuentros con “Hombres de Negro”, Ovnis, etc. Quien ésto escribe, en varios centenares de noche, ha sido testigo de uno de esos encuentros, junto a tres personas más. Pero las observaciones de extrañas luces del tipo “foot-fighters”, Ovnis y otros fenómenos anómalos, han sido demasiados como para llevar una cuenta. Lamentablemente, ha sido rara la vez que he llevado cámara fotográfica, porque no me interesaba documentar estas cuestiones. Hoy lo lamento y no me separo de mi cámara, pero igual me suelen pillar las observaciones interesantes, lejos de ella. Un ejemplo es esta fotografía, sacada aproximadamente en 1988 por unos amigos. No presencié la observación porque me fui a refugiar de la lluvia unos minutos antes, pero la foto es indudablemente auténtica. Mis amigos no vieron la figura humanoide que aparece en la foto, sino la pequeña bola de luz verde intenso que se movía con extrema rapidez en el aire, y una mancha anaranjada que permanecía casi estática a unos quince o veinte metros de ellos.
Próximamente, incluiremos más fotos de la región yde estos fenómenos.
La parte subterránea, según los testeos geológicos sería algo como puede verse en el dibujo de abajo (pulse para agrandar). El lago y río, así como la vegetación y las construcciones, son hipotéticas.
https://sites.google.com/site/galeriademisterios/home/tierra-hueca