Una colaboración de Francisco Guanipa
Gandhi nació el 2 de octubre de 1869 en Porbandar, un pequeño estado de la India Occidental. Pertenecía a la casta de los comerciantes. Tuvo gran admiración por su abuelo Uttamchand – a quien definía como un hombre de principios – que logró escalar posiciones hasta desempeñar el cargo de primer ministro del príncipe Khimaji. También sintió admiración por su padre, Kaba, distinguiéndose por su honestidad, su desinterés en cuanto a los bienes materiales y por una inquebrantable energía. Gandhi experimentó una verdadera devoción por su madre, mujer de extraordinaria religiosidad y santidad. Fue ella quien influyó poderosamente en su orientación religiosa y mística, y en su amor por toda la humanidad, en particular por los pobres y los sufrientes. En 1882 contrajo matrimonio, a los 13 años con Kasturbai Makanju, unión de la cual nacerían cuatro hijos.En 1888, tras haberse destacado en la Escuela Media, partió hacia Inglaterra. Los tres años de permanencia en aquel país le sirvieron para varios propósitos: conocer el sistema británico de leyes, conocimiento que utilizaría luego como uno de los instrumentos de la lucha en defensa de la dignidad del indio y la liberación de su patria; la comprensión de las costumbres y carácter ingleses, y la amplificación de su visión del mundo hacia dimensiones universales.
A su retorno le esperaba la noticia de la muerte de su madre.
En mayo de 1893 desembarcó en Natal, Africa del Sur para contribuir como abogado, a la defensa de los intereses de una firma musulmana india.
El joven abogado tomará conciencia de la opresión imperialista, integrará su visión nacionalista dentro de su concepción del mundo, al mismo tiempo nacerá la idea principal de su credo e instrumento muy eficaz para la transformación social y se preparará en todo sentido para la cuarta etapa de su vida, la de su misión de lucha por la dignidad humana y la independencia nacional en la India, cuarta etapa que sólo terminará con su muerte.
En la noche del 30 de enero de 1948, mientras el Mahatma avanzaba entre la multitud para concurrir a un lugar de oración en Nueva Delhi, un hombre, Nathuram Godse, se le enfrentó y le disparó dos veces. Ghandi alcanzó a decir “He Rama!” ( Oh Dios mío! ). El hombre disparó por tercera vez, Gandhi calló y murió.
Así terminó la vida de este hombre que parece una figura legendaria más que un ser histórico de nuestro tiempo.
Quienes se aproximen, mediante las propias palabras de Gandhi al hombre y su mensaje, no les cabrá duda de que él perdurará durante mucho tiempo, y que tiene el raro poder de orientar las vidas por nuevos caminos. |
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Palabras sabias
– No conocemos todas las leyes de Dios, ni cómo actúan. El conocimiento de los más grandes científicos y de los más elevados espiritualistas es como un grano de polvo. Para mi, Dios no es un ser personal, como mi padre terreno. Es infinitamente más: Él me dirige en el más ínfimo pormenor de mi vida. Creo literalmente, que ninguna hoja se mueve sin Su Voluntad. Cada bocanada de aire que respiro depende de su consentimiento.
– La verdad es cual árbol frondoso que , cuanto más cultivado más frutos produce. Cuanto más profunda sea la búsqueda en la mina de la verdad, más rico será el descubrimiento de las gemas allí enterradas, en forma de puertas hacia una siempre variedad de servicios.
– Un investigador de la Verdad, un seguidor de la ley del Amor, nada puede guardar para el mañana. Dios nunca provee para el futuro; no crea más que lo estrictamente necesario para el día. No obstante si confiamos en su providencia, podemos estar seguros de que Él nos dará el pan de cada día, proveyéndonos de todo cuanto precisamos.
– La no violencia es la mayor fuerza a disposición de la humanidad. Es más poderosa que la más potente arma de destrucción imaginada por el ingenio humano. La destrucción no es ley de los hombres. Tanto más libre es el Hombre cuanto mayor sea su disposición de morir – si es necesario- por las manos de su hermano, sin jamás matarlo. Todo asesinato, cualquier ofensa, no importa la causa es un crimen contra la humanidad.
– Hagáis lo que hagáis, sed sinceros con vosotros y con el mundo. No escondáis vuestros pensamientos: si es vergonzoso revelarlos, más vergonzoso aún es pensarlos.
– La oración es la llave de la mañana y el cerrojo de la noche.
– La verdad no necesita más publicidad que ella misma.
– Donde está el amor allí también está Dios.
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