Una colaboración de Pauline
1. Estado de consciencia y dinámica consciencial
1.1. Estado de consciencia
Cada ser humano y en cada momento de su vida se halla con un estado de consciencia determinado. El estado de consciencia es el modo en el que cada uno se ve a sí mismo y a los demás y contempla e interpreta la vida, la muerte, Dios, el mundo, las cosas, los hechos, las situaciones y todo lo que le rodea, así como la escala de valores, las pautas vitales y las prioridades y preferencias con las que experiencia la vida cotidiana. Por poner dos ejemplos extremos: si el estado de consciencia es de armonía, amor y alegría, uno se verá a sí mismo, al mundo y a los demás, de manera muy distinta al supuesto de que el estado de consciencia sea de desarmonía, desamor, ofuscación y tristeza. En el primer caso, el ser que cada uno somos se encontrará alineado y en concordia con la vida, que será percibida como algo maravilloso; en el segundo, en cambio, se vivirá en “des-alineamiento” con la vida, considerándola como una especie de castigo y manteniéndose peleado con ella y con uno mismo. Y usando terminología científica, cada estado consciencial tiene su propia frecuencia vibracional y evidencia como vibramos, cada cual y en cada momento, interiormente, con su consiguiente manifestación hacia el exterior.
El estado de consciencia de cada cual no es estático, sino que puede variar –lo más frecuente es que lo haga- a lo largo del tiempo, sean días, semanas, meses o años. La experiencia humana pone de manifiesto que con el devenir del tiempo vamos observando, mirando y entendiendo al mundo y a nosotros mismos de formas diferentes; es decir: desde distintos estados de consciencia, cada uno con su correspondiente frecuencia vibracional.
La llamada “dinámica consciencial” explica estas variaciones en el estado de consciencia y en su gradación vibratoria y halla su base en el hecho de que, en cada estado de consciencia concreto, vivimos experiencias que tienden a ir modificando nuestra visión de las cosas y a transformar nuestro estado consciencial y, por ende, la frecuencia con la que vibramos. Curiosamente, uno mismo, los otros y el mundo no serán en sentido estricto diferentes, pero en función del estado de consciencia, los contemplaremos de modo muy distinto.
Antes de nacer en cada vida física, tenemos un estado de consciencia resultado de las existencias y experiencias de vidas anteriores. La vida, el cuerpo y el entorno y el contexto (el “yo y mis circunstancias” de Ortega y Gasset) en el que volvemos a nacer contará con el perfil energético y vibratorio pertinente para, a partir de ese grado de consciencia, desarrollar la aludida dinámica consciencial; esto es: vivenciar nuevas experiencias que nos posibilitarán la evolución en el grado de consciencia, accediendo a un nuevo estado de consciencia. Tras ello, desplegaremos nuevas experiencias que nos permitirán evolucionar otra vez en el grado de consciencia. Durante una misma vida física, este proceso se puede repetir “n” veces, sin que exista una regla fija, pues depende de cada uno y su respectiva toma de consciencia. Como consecuencia de todo ello, en el momento del tránsito que erróneamente llamamos “muerte”, disfrutaremos de un determinado estado de consciencia, con su correspondiente gradación o frecuencia vibracional. Éste será el punto de partida en nuestra siguiente vida física y definirá el perfil de la vida, el cuerpo y el entorno y el contexto en el que nos volveremos a encarnar.
1.2. Experiencias e impulso del estado de consciencia
Los seres humanos, la mayoría de ellos, en el momento presente de su proceso consciencial y evolutivo, es decir, en su actual estado de consciencia, buscan el bienestar fuera de ellos mismos. Y en esta búsqueda del bienestar en el exterior se usa como herramienta la experiencia dual, basada en la no aceptación y en juzgar y etiquetar dicotómicamente (“positivo” y “negativo”, “bueno” y “malo”, “agradable” y “desagradable”,…) todo lo que ocurre en nuestra vida y a nuestro alrededor. Pero las experiencias carecen de “color” –no son ni buenas ni malas, ni positivas ni negativas,…-. Simplemente, son experiencias, todas con su porqué y para qué, como se ha reseñado antes, en el impulso del estado de consciencia.
Y cada experiencia -la que sea- tiene su peculiar vibración. Las creamos, generamos y atraemos a nuestra vida desde nuestro interior para que, con su frecuencia vibracional, resuenen con la vibración asociada a nuestro estado de consciencia, impulsando la evolución de este y nuestro proceso consciencial.
Las apariencias de las experiencias -es decir: lo que perciben de ellas nuestros sentidos corpóreos y mentales- no son reales. Lo real en las experiencias es su vibración, que se puede escuchar desde el Corazón, como si se tratara de una melodía musical. Y desde el Corazón -desde nuestro “verdadero ser”- podemos armonizar la vibración de cada experiencia -la que sea- para que resuene en Frecuencia de Amor.
Todo tiene su porqué y para qué en clave del desarrollo de nuestro proceso consciencial y evolutivo. Esto es así y da igual que la experiencia consista en que te toque la lotería o te diagnostiquen un tumor. De hecho toda enfermedad es sanadora: tiene su origen y causa en el interior y limpia y sana en ese interior, impulsando el proceso consciencial y la evolución del estado de consciencia.
Por tanto, el estado de consciencia y su vibración y los posibles cambios en el mismo responden a factores estrictamente interiores. Ciertamente, las experiencias vitales se despliegan en el mundo exterior, pero el cómo las contemplamos, vivenciamos y, finalmente, las hacemos nuestras, se relaciona con el interior de cada cual: en la resonancia entre la frecuencia vibracional de la experiencia que sea y la frecuencia vibratoria del estado de consciencia que se tenga en ese momento concreto. Por ello, la base de cualquier verdadera transformación es puramente interior. Sin embargo, solemos creer que el mundo exterior se cambia desde el exterior. Pero no existe el cambio exterior, sino la evolución consciencial, que es interior. Comprender que no hay cambio sino evolución y la dimensión interior de ésta representa una nueva visión y plasma el despertar consciencial que están empezando a vivencia numerosos seres humanos.a
2. La expansión de la consciencia
(fecha de publicación: 3 de enero)
Más allá de los falaces dualismos que abundan en Tercera Dimensión, no hay dicotomías entre Ciencia y Espiritualidad, que realmente son como la letra y la música de una misma y hermosa canción que armónicamente nos revela que nada está vedado o escondido: que basta con mirar para poder “ver”. De hecho, cada vez son más numerosas las manifestaciones de esta íntima interconexión entre Espiritualidad y Ciencia.
Un bello y potente exponente al respecto lo constituye todo lo relacionado con la consciencia, en general, y con la toma de consciencia y la dinámica de expansión consciencial, en particular. Son temas a los que muchas corrientes espirituales han prestado secularmente gran atención y a los que la ciencia está dando en la actualidad gran importancia de la mano de la Teoría de los Universos y Multiversos Paralelos, las Realidades Supersimétricas, la Ecuación de la Decisión y la Teoría del Principio Holográfico.
Retomando lo recogido por escuelas espirituales de todos los tiempos y culturas y por las últimas innovaciones y aportaciones científicas en los campos reseñados, se puede constatar que la consciencia se expande ondular y fractalmente en el contexto de un proceso de preguntas y opciones en el que tomar consciencia no es hallar respuestas, sino formular preguntas. Y las preguntas no tienen una respuesta concreta, sino que abren opciones que conducen a nuevas preguntas.
La dinámica consciencial planteada en el párrafo anterior puede ser sintetizada en los seis puntos o fases siguientes:
1º) En cada momento presente y con un determinado estado de consciencia, cada persona vive múltiples experiencias cotidianas que le llevan a formularse preguntas. Y hacernos preguntas representa la toma de consciencia.
2º) Las preguntas que nos planteamos no tienen una única respuesta, sino que abren un abanico o haz de opciones, cada una de las cuales tiene su propia gradación vibracional.
3º) Todas las opciones posibles, dentro del haz o abanico de opciones que cada pregunta abre, ocurren y suceden a la vez, creando escenarios vitales distintos entre sí en planos diferentes de realidad.
4º) De todas las opciones que suceden, somos nosotros mismos los que a esta realidad traemos una opción determinada: aquella que por su frecuencia vibracional sintoniza con el nivel de vibración de nuestro estado consciencial.
5º) Con las opciones que traigo a mi realidad, vuelvo a vivir experiencias que pueden modificar mi estado consciencial, expandiendo la consciencia.
6º) Dentro de la tendencia general de expansión consciencial, la consciencia se expande ondular y fractalmente.
Se desarrollan a continuación cada una de estas fases de la dinámica consciencial.
1º) En cada momento presente y con un determinado estado de consciencia, cada persona vive múltiples experiencias cotidianas que le llevan a formularse preguntas. Y hacernos preguntas representa la toma de consciencia.
En cada momento presente y con un determinado estado de consciencia (visión y comprensión de la vida y del mundo, escala de valores, prioridades y preferencias, pautas vitales…) asociado a una frecuencia vibracional concreta, cada persona vive múltiples experiencias cotidianas que le llevan a formularse preguntas. Hacernos las mismas representa la toma de consciencia.
Es verdad que se nos ha educado –más bien, “formado”, que procede del verbo latino “formare”, que en lenguaje moderno puede ser traducido como “formatear” o “dar forma”- en la convicción de que tomar consciencia es obtener respuestas, lo que nos sumerge en un tremendo estrés y se incluye en el culto a la velocidad que profesa con vehemencia la sociedad actual. Pero lo real es mucho más simple y hermoso: tomar consciencia es, simplemente hacerse preguntas.
Una vez que nos hacemos preguntas, las respuestas vendrán (en el punto siguiente se verá exactamente cómo). Lo hemos visto miles de veces en nuestra vida. Cuando nos hemos preguntado por algo y lo hemos encontrado, pareciendo asombroso. Pero de asombroso no tiene nada.
Son numerosos los ejemplos cotidianos que prueban lo anterior. Entramos en una librería y ¡plaf!, allí delante, en el sitio más vistoso y evidente, se halla el libro, desconocido hasta ese instante para nosotros, que responde perfectamente a lo que en ese momento estábamos buscando. O abrimos el correo electrónico y en la bandeja de entrada encontramos un email que se adecua como anillo al dedo a aquello que bulle en nuestro interior.
¿Casualidades? En absoluto. Ese libro o email hubieran pasado desapercibidos si no fuera porque antes, desde nuestro interior, habíamos “desplegado las antenas” que sintonizan con sus contenidos, es decir, si previamente no nos hubiéramos planteado la temática, cuestiones y preguntas que abordan. Y es que son éstas, las preguntas, las que suponen la toma de consciencia.
2º) Las preguntas que nos planteamos no tienen una única respuesta, sino que abren un abanico o haz de opciones, cada una de las cuales tiene su propia gradación vibracional.
Las preguntas que nos planteamos no ofrecen una única respuesta, sino que abren un abanico o haz de opciones conformado por todas las respuestas posibles. Y cada una de las opciones tiene su propio perfil y su propia cualidad o gradación vibracional.
Sirva como botón de muestra, la hipótesis de que en un momento dado nos planteemos si continuamos o no con nuestra pareja. Aparentemente, esta pregunta -¿Sigo con mi pareja?- admite sólo dos opciones o respuestas: “Sí” o “No”. Sin embargo, tanto dentro del “sí” como del “no”, existen muchas opciones posibles, cada una con una frecuencia vibracional diferente.
Verbigracia: en la esfera del “sí”, puedo decidir continuar con mi pareja porque, tras sopesarlo, he sentido que realmente la sigo queriendo y deseo permanecer con ella. O puedo continuar porque, aun sintiendo que ya no la quiero, romper con ella me obligaría a afrontar unos gastos que mi economía no se puede permitir (máxime en tiempos de apuros pecuniarios y sobre todo, cuando hay una hipoteca de por medio) o conllevaría perder unas comodidades (la muy machista necesidad de que alguien me haga la comida o me lave la ropa) a las que no estoy dispuesto a renunciar.
Igualmente, en el ámbito del “no” se abren distintas opciones. Así, puedo romper con quien hasta ahora era mi pareja explicándole cara a cara, con sinceridad, honestidad y cariño, que ya no la quiero y que no deseo basar mi vida en una mentira ni, desde luego, engañarla. O puedo, simplemente, abandonar el hogar sin dar explicaciones, huir sin más: lo que castizamente se recoge en la expresión “Irse a comprar tabaco”.
En ambos casos -“sí” o “no”- se acaban de formular opciones extremas, existiendo otras muchas intermedias. Valgan, no obstante, para explicar lo que se deseaba: las preguntas que nos hacemos no tienen una única respuesta, sino que cada una abre un abanico o haz de opciones; y cada opción tiene su propia frecuencia vibracional (no gozan de la misma vibración, en clave de armonía y amor, el continuar con mi pareja porque la quiero, o hacerlo por motivos económicos o comodidad; o no seguir con ella, afrontando la ruptura desde el afecto y con franqueza y honradez).
3º) Todas las opciones posibles, dentro del haz o abanico de opciones que cada pregunta abre, ocurren y suceden a la vez, creando escenarios vitales distintos entre sí en planos diferentes de realidad.
Aunque nos parezca increíble, todas las opciones que una pregunta abre, son reales y acontecen. La Física Cuántica lo ha explicado tradicionalmente con el ejemplo del dado de seis caras: en el momento en el que lo lanzo, no sale un solo número (verbigracia, el 4), sino los seis números (del 1 al 6, ambos inclusive), aunque, eso sí: cada uno en distintos planos de la realidad. Y esto es lo que nos describe actualmente la Teoría de los Multiversos y Universos Paralelos y las Realidades Supersimétricas: continuando con el ejemplo del dado, los seis números posibles salen, todos y cada uno de ellos, en los distintos Multiversos y Universos Paralelos y Realidades Supersimétricas.
Sliding Doors, película de 1998 titulada en castellano como Dos vidas en un instante y que cuenta con Peter Howitt como guionista y director, escenifica un ameno y sencillo acercamiento a lo que se acaba de enunciar a través de las opciones vitales que se abren a la joven protagonista (papel interpretado por Gwyneth Paltrow) a partir del simple hecho de coger o no el metro a una determinada hora. Y la Teoría del Desdoblamiento del Tiempo (se suele considerar a Jean-Pierre Garnier Malet su mayor y mejor promotor) ofrece la explicación de cómo las distintas opciones plasmadas en distintos planos de realidad (en la película, lo que le pasa a la protagonista tras “sí coger” y “no coger” ese determinado metro) tienden hacia la convergencia en el corto, medio o largo plazo.
Por tanto, ¡todas las opciones posibles, dentro del haz o abanico de opciones que cada pregunta abre, ocurren y suceden! En la realidad física, que es cuántica y subcuántica, todas las opciones que cualquier pregunta abre acontecen a la vez (Multiversos y Universos Paralelos y Realidades Supersimétricas) y crean escenarios vitales distintos entre sí en planos diferentes de realidad, que, no obstante, a corto, medio y largo plazo, sea en esta vida física o en otras, tienden siempre hacia la convergencia consciencial en un escenario y estado de consciencia común.
4º) De todas las opciones que suceden, somos nosotros mismos los que a esta realidad traemos una opción determinada: aquella que por su frecuencia vibracional sintoniza con el nivel de vibración de nuestro estado consciencial.
La mente humana se resiste a aceptar lo anterior y de inmediato lo cuestiona: si esto fuera así y todas las posibilidades acontecen, ¿por qué entonces sólo percibo una? (en el caso del dado, ¿por qué veo sólo en número 4?). La respuesta es sencilla: porque somos co-creadores de la realidad. Es decir: que de todas las opciones que suceden, somos nosotros mismos los que a este Universo y a esta realidad (la de cada uno) traemos una opción determinada (el número 4 en el ejemplo y no ninguno de los otros cinco posibles). ¿Cuál opción, en concreto, es la que traigo a mi realidad? Pues aquélla que por su frecuencia vibracional sintoniza con el nivel de vibración de mi estado consciencial.
Imaginaos que soy un pescador. Estoy sentado con mi caña a la orilla del mar o de un río, a punto de iniciar la pesca. Y sé que bajo el agua, aunque no los vea, hay muchos peces y que alguno de ellos va a morder el anzuelo (estos peces configuran las posibles “opciones”, utilizando la terminología de los párrafos precedentes). Pues bien: cuando efectivamente lanzo el sedal, y el anzuelo se sumerge bajo el agua (es decir, una vez que he realizado la pregunta: toma de consciencia), el pez (la opción) que va a “picar” de entre todos los posibles (abanico o haz de opciones) y que, seguidamente, pescaré e introduciré en mi cesta de pescador (el pez pescado y en mi cesta representa la opción en concreto que traigo a mi realidad), no será uno cualquiera -fruto del azar o la casualidad-, sino que morderá el anzuelo precisamente aquel pez (opción) cuya frecuencia vibracional sintonice con la del pescador (con la gradación vibratoria de mi estado consciencial).
Es así como cada uno de nosotros trae cotidianamente a su realidad aquellas opciones en concreto (de entre todas las posibles que se han abierto en cada caso como abanico o haz de opciones al formularnos las respectivas preguntas) que sintonizan por su frecuencia vibracional con la gradación vibratoria del estado consciencial que tenemos en ese momento de nuestra vida. De instante en instante, a lo largo de los segundos, minutos, días, meses y años de nuestra existencia humana, cada cual crea constantemente su realidad y, por tanto, su vida.
Por esto, la realidad que creamos -cada cual la suya con las opciones que trae a su vida-, es más “virtual” que “real” (hay otras realidades paralelas que también ocurren en otros Universos y Realidades Supersimétricas). Y la ciencia, a la realidad que vemos y percibimos en este plano, empieza a calificarla de “holográfica”, planteando la Teoría del Principio Holográfico.
Específicamente, el llamado “Principio holográfico” tiene su base en la propuestas acerca de la gravedad cuántica promovidas por los físicos Gerard ´t Hooft (científico holandés que recibió el Premio Nobel de Física en 1999) y Leonard Susskind (norteamericano considerado como uno de los “padres” de la Teoría de Cuerdas).
De este modo, todos y cada uno de nosotros somos creadores de nuestra respectiva realidad, que es un holograma configurado y conformado por las opciones que cada uno trae a su realidad de entre de todas las posibles en función de la sintonía de sus respectivas frecuencias vibracionales con la gradación vibracional de nuestro particular estado consciencial.
Y todos, aportando cada uno la realidad u holograma por cada cual creado, somos co-creadores de la realidad global en la que vivimos y experienciamos, perfecta conjunción y entrelazamiento de siete mil millones de hologramas (uno por cada ser humano) que conjuntamente configuran una gigantesca Matriz Holográfica.
En resumen:
+En la medida en la que una opción concreta sintoniza y resuena -por su frecuencia vibracional- con el nivel de vibración que en ese momento tenga nuestro estado consciencial, esa opción es la que experienciamos consciencialmente (en el “interior”) y moldea holográficamente (Teoría del Principio Holográfico) lo que nuestros sentidos físicos perciben como realidad (“exterior”) en Tercera Dimensión.
+La suma de las realidades creadas por cada cual, genera una colosal Matriz Holográfica colectiva en la que se desenvuelven e interaccionan las realidades individuales. Por todo ello, el llamado “mundo exterior”, siendo colectivo, no es sino aglutinación y engarce de todas las realidades creadas individualmente; y siendo exterior, se forma desde el interior (estado consciencial) de cada cual y de todos.
+El corolario final es que, por paradójico que parezca, el cambio del mundo exterior que tanta gente ansía no puede lograrse desde el exterior, sino desde el interior de cada cual: “Ojos nuevos para un mundo nuevo” (como se desarrollará más adelante, adquirir consciencia de esto es la llave del Despertar Consciencial).
5º) Con las opciones que traigo a mi realidad, vuelvo a vivir experiencias que pueden modificar mi estado consciencial, expandiendo la consciencia.
Las opciones que se “traen” a la realidad permiten vivir nuevas experiencias que pueden ir modificando nuestro estado consciencial –lo más frecuente es que así suceda a lo largo del tiempo- y derivarán en nuevas tomas de consciencia y nuevas preguntas, poniéndose otra vez en marcha y repitiéndose el proceso descrito. Es así como la consciencia se expande y va cambiando su frecuencia vibracional, con lo que varían, al unísono, las prioridades y las preferencias (sintonías) por unas u otras opciones.
6º) Dentro de la tendencia general de expansión consciencial, la consciencia se expande ondular y fractalmente.
La expansión de la consciencia representa, por tanto, un avance por distintos estados de consciencia, cada uno de ellos con una frecuencia vibracional mayor que el anterior. Pero dentro de esta tendencia general de crecimiento vibracional, la consciencia se expande ondularmente (ondas que fluyen cual campanas de Gauss) y conforme a patrones de tipo fractal (término inventado en 1975 por el matemático francés B. Mandelbrot y que se aplica a figuras, objetos y elementos y componentes de la Naturaleza cuyas estructuras básicas, fragmentadas o irregulares, se repiten a diferentes escalas sin que cambie su aspecto y distribución estadística cualquiera que sea la escala con la que se observe), por lo que, con independencia del estado de consciencia concreto, se viven lo que San Juan de la Cruz denominó “Noches oscuras”.
Hay que aceptar estas “noches” como lo que son: el invierno que precede a la primavera; la noche que es antesala del amanecer. Y comprender que la noche es guía y espoleta en el proceso consciencial (“¡Oh, noche que guiaste…!”, escribe san Juan de la Cruz en su poema Noche oscura). Tal aceptación y comprensión hace que el tramo de inflexión y caída de la “campana ondular” se reduzca tanto en intensidad como en duración, mientras que la resistencia a la “noche” –la “resistencia” es “persistencia”- aumenta tanto la intensidad como la duración.
Esta expansión ondular natural suele ser contemplada desde la perspectiva de la Tercera Dimensión, tan marcada por los dualismos, como fases de “luz” y fases de “oscuridad”, pero lo cierto es que estas últimas permiten plasmar en una realidad más densa el potencial adquirido en las fases denominadas de “luz”, y son la antesala de éstas. Podría expresarse señalando que, siendo la expansión consciencial (ondular y fractal) la tendencia general en un contexto de Armonía y experiencias conscienciales de Amor, la Creación también contempla e integra la existencia de desarmonía (“caos”). Cuando ésta prima en una experiencia consciencial o movimiento energético-vibracional, se produce un “atasco” en la expansión, lo que ocurre con mayor frecuencia en Dimensiones y contextos de mayor densidad. Y cuando en el sistema se produce tal atasco, desde el “interior” del ser que lo vivencia se generan experiencias conscienciales, con implicaciones e impactos en el “exterior”, que los desestanca.
Los ciclos que rigen la Naturaleza y el Cosmos, de cualquier nivel y duración, apoyan e impulsan de forma natural el proceso expansivo descrito.
3. Creación y co-creación: sus características básicas
(fecha de publicación: 5 de enero)
De la dinámica consciencial examinada en la anterior entrada del blog se deduce que cada persona goza de capacidad creadora, siendo creadora de su realidad (holograma) y co-creadora de la realidad colectiva (Matriz Holográfica). Esta capacidad creadora ostenta estas características principales que se analizan a continuación:
1ª) Genera impactos tanto inmediatos como diferidos.
2ª) La capacidad creadora es individual y colectiva.
3ª? ¿Por qué interaccionamos con unas personas y no con otras, y por qué -según los casos- lo hacemos con más o menos intensidad y de forma que valoramos como “positiva” o “negativa” para nosotros?: Las intersecciones conscienciales.
4ª) Intersecciones conscienciales y atracción.
1ª) Genera impactos tanto inmediatos como diferidos
Cuando, debido a la sintonía entre su frecuencia vibracional y la de nuestro estado consciencial, una opción concreta es traída a nuestra realidad, ello provoca efectos de dos tipos:
+”Inmediatos”: Son los que la opción traída a nuestra realidad produce en ella en el momento presente, en el aquí y ahora (volviendo a un ejemplo anterior, “Irse a comprar tabaco” tiene unas repercusiones en el mismo momento que se lleva a cabo: ruptura con la pareja, alejamiento del hogar…).
+”Diferidos”: Con cada pregunta que formulo y el abanico de opciones que abre, la opción concreta plasmada en nuestra realidad tiene también en ella impactos que van más allá del momento presente y acontecen en el desenvolvimiento del mismo -es decir: en lo que en Tercera Dimensión se describe como corto, medio y largo plazo- en una secuencia o cadena de causa/efectos, como si se tratase de fichas de dominó que se golpean encadenada y sucesivamente (verbigracia: “Irse a comprar tabaco” ocasiona con el devenir del tiempo unas secuelas en las relaciones con los hijos abandonados que pueden tardar años en presentarse en la vida de quien los desatendió).
No obstante, la frecuencia vibratoria (amor, armonía… o todo lo contario) de los efectos diferidos es la misma que la de los inmediatos, por lo que la calidad y gradación vibratoria de la opción traída en el momento presente a nuestra vida, será la que vuelva a plasmarse y repetirse en la cadena de causa/efecto que, partir del momento actual, pueda ponerse en marcha. Por ejemplo: supongamos que mi estado consciencial está lleno de frustración, de ansiedad, que lo estoy pasando fatal, que ando peleado con la vida y todo el mundo me cae mal. En este caso, ante las preguntas que me vaya formulando de instante en instante, las opciones que traeré a mi realidad (los peces que voy a pescar y traer a la cesta de mi realidad) estarán inevitablemente en la misma frecuencia vibracional y, por tanto, llenos de desarmonía y desamor. Y esto tiene, por supuesto, un efecto en el presente. Pero también los tendrá (cadena de causa/efecto) en el desenvolvimiento del momento presente.
En el saber popular hay diversas sentencias y aforismos que lo resumen con claridad: “se recoge lo que se siembra” o “quien siembra vientos, recoge tempestades”. Y estos efectos diferidos a corto, medio y largo plazo pueden incluso extenderse más allá de la presente existencia física a próximas reencarnaciones. En este convencimiento se fundamenta lo que corrientes espirituales orientales denominan “karma”: energía trascendente, invisible e inmensurable que se deriva de los actos de las personas, de modo que, conforme a las “leyes del karma”, cada una de las sucesivas reencarnaciones queda condicionada por las opciones y actuaciones traídas a la realidad en vidas anteriores).
Así, los impactos inmediatos de las opciones plasmadas en la realidad y los diferidos que se darán a partir de ellas en la dinámica causa/efectos, configuran la realidad y la vida de cada ser humano, que por esto es responsabilidad de uno mismo al 100 por 100. Una conclusión que, estando presente en la definición actual de la Ecuación de la Decisión, coincide plenamente con lo indicado por antiguas culturas y tradiciones espirituales, como es el caso de esa práctica milenaria de las islas del Pacífico y los Mares del Sur conocida como Ho´oponopono, que será abordada en los últimos epígrafes del siguiente capítulo).
Si fuéramos capaces de tener en la cabeza y hacer un seguimiento a la cadena de causa/efecto que ponemos en marcha (incluso a lo largo de la cadena de vidas o reencarnaciones) con las opciones que continuamente traemos a la realidad, comprenderíamos bien lo que tanto trabajo cuesta asumir y, sin embargo, esas culturas y tradiciones enseñan y las indagaciones más recientes y vanguardistas sobre consciencia y realidad muestran: cada uno es responsable de su vida al 100%. No al 50, 70, 90, 99 o 99,99 por ciento: ¡al 100 por 100!.
2ª) La capacidad creadora es individual y colectiva
Siendo única, la capacidad creadora del ser humano puede contemplarse en una doble perspectiva:
+La capacidad creadora es “individual”: cada uno crea su realidad y su vida.
+Y, al unísono, es “colectiva”: al crear nuestra propia realidad, co-creamos la realidad global en la que interactuamos con nuestros congéneres.
Cada cual trae a su realidad sus opciones conscienciales, configurando su realidad. Y los demás hacen exactamente lo mismo, conformado igualmente su respectiva realidad. Finalmente, las realidades creadas individualmente se entrelazan e interaccionan entre sí (de inmediato se examinará la función al respecto de las “intersecciones conscienciales”) y generan una “realidad compartida”: la Matriz Holográfica ya mencionada en la que se despliegan las realidades holográficas individuales de todas y cada una de las personas.
3ª) ¿Por qué interaccionamos con unas personas y no con otras y por qué, según los casos, lo hacemos con más o menos intensidad y de forma que valoramos como “positiva” o “negativa” para nosotros?: las intersecciones conscienciales
Dado que cada uno de nosotros está permanentemente creando su realidad, que a su vez es compartida con los demás (que también están generando la suya) en el contexto de una colosal Matriz Holográfica de realidades (la de cada uno) compartidas, las intersecciones conscienciales explican el por qué nos relacionamos e interaccionamos con unas personas y no con otras y por qué, según los casos, lo hacemos con más o menos asiduidad e intensidad y de una forma que ponderamos positiva (agradable, cariñosa, productiva…) o negativa (problemática, frustrante, conflictiva…) para nosotros.
¿Qué son exactamente las intersecciones conscienciales? Para interiorizar su significado hay que acudir inicialmente a las matemáticas y a una de sus ramas conocida como Teoría de Conjuntos, cuyo desarrollo histórico se atribuye al matemático Georg Cantor en la segunda mitad del siglo XIX y que más de un lector recordará de su época colegial. Hoy día es una herramienta básica en la formulación de cualquier teoría matemática. Y dentro de la Teoría de Conjuntos existen unas operaciones básicas que permiten manipular los conjuntos y sus elementos, similares a las operaciones aritméticas, constituyendo el álgebra de conjuntos. Una de tales operaciones es la intersección de conjuntos, sobre la que se nos enseñaba en el colegio: “La intersección de dos conjuntos A y B es el conjunto A ∩ B que contiene todos los elementos comunes de A y B”. Así, la mayor o menor intersección entre el conjunto A y el conjunto B dependerá de que se coincidan, superpongan y solapen más o menos.
Pues bien, contemplándonos a nosotros mismos como un conjunto (por ejemplo, como el conjunto A) y a las personas que nos rodean y aparecen en nuestra realidad como otros conjuntos (conjunto B, conjunto C, conjunto D…), la cuestión a responder sería: ¿Por qué sí se producen las intersecciones con unos (nuestros familiares, amigos, compañeros de trabajo, vecinos…), y no con otros (las personas que viven, por ejemplo, en nuestra misma localidad, pero con las que no tenemos ningún contacto o comunicación?. Y a este interrogante -centrándonos ya en el contexto de los conjuntos (personas) con los que sí mantenemos intersección- se pueden añadir otros dos: ¿Por qué con unos más y con otros menos? Y, ¿por qué en algunos casos, la intersección es fluida y “positiva” para nosotros (verbigracia: las personas que nos dan su cariño y apoyo), y en otros, en cambio, la percibimos como “negativa” y contraria a nuestros deseos e intereses (por ejemplo: aquellas personas que nos hacen la puñeta y nos generan dificultades y problemas)?.
La respuesta a estas cuestiones es sencilla: que las intersecciones con otras personas (conjuntos) se produzcan o no y, en caso de que efectivamente acontezcan, su mayor o menor frecuencia e intensidad y el sentido positivo o negativo que las mismas tengan para nosotros, no es fruto de la casualidad, sino que dependerán exactamente del nivel y grado de “necesidad” y “compatibilidad” con relación a nuestra realidad (la de cada uno, la del conjunto A) de las realidades que esas otras personas (conjunto B, conjunto, C, conjunto D…) están, a su vez, creando con su propia vida. Que yo interactúe o no y con más o menos potencia con otra persona, dependerá de que la realidad que yo estoy creando sea compatible y necesite la realidad que esa otra persona está generando. Y con los términos “necesidad” o “compatibilidad” se hace referencia no sólo a cuando los otros nos apoyan “directamente” en la creación de nuestra realidad (coloquialmente, nos dan palmaditas en la espalda), sino también cuando nos apoyan “indirectamente”; esto es: nos dan codazos y nos originan problemas. Y es que los obstáculos, o son imaginarios, o son reales. Los imaginarios no existen; y los reales son trampolines con los que topamos para que la realidad y la vida que queremos crear se hagan realidad.
4ª) Intersecciones conscienciales y atracción
Finalmente y en consonancia con lo hasta aquí expuesto, las intersecciones conscienciales que se produzcan, así como su intensidad y sentido positivo o negativo (apoyo directo o indirecto, respectivamente, a la creación de nuestra realidad), hallan su base en la “atracción”, desde nuestra realidad (la de cada cual), de las realidades de esas otras personas que interactúan con nosotros y comparten su realidad con la nuestra. Una atracción que opera como si de un imán se tratase y que no es casual, sino que está en función de la necesidad y compatibilidad de esas otras realidades con la que yo estoy creando con mi vida (preguntas, opciones, opción concreta que traigo la realidad por su sintonía vibracional con nuestro estado consciencial, etcétera).
Y las intersecciones conscienciales y la atracción explican igualmente cómo -dependiendo de la evolución (expansión de la consciencia) de los estados conscienciales de cada cual- personas que hoy día están muy cercanas, puede ser que mañana no lo estén: bien porque yo cambie mi frecuencia vibracional consciencial, bien porque lo hagan ellas. De esta forma, se producen distanciamientos de gente hasta ahora muy próximas, y encuentros con personas que antes no conocíamos y compatibilizan ahora con nuestra frecuencia vibracional, pareciendo que las conocemos de toda la vida.
4. “Despertar Consciencial” y desconexión de la Matrix
(fecha de publicación: 7 de enero)
“Despertar Consciencial” y evolución interior
Mediante la dinámica consciencial que ha ocupado las entradas precedentes del blog y a lo largo de una cadena de vidas físicas de múltiples reencarnaciones y miles de años de duración, cada ser humano –la dimensión álmica que ha ido encarnado en los distintos cuerpos y vidas—ha expandido paulatinamente su consciencia, con lo que también lo ha hecho la Humanidad en su globalidad. Esta expansión ha provocado modificaciones graduales en la realidad creada individualmente por cada cual, en la realidad co-creada y compartida entre todos y, por ende, en la reiterada Matriz Holográfica. Así hasta llegar a un punto y un momento clave -precisamente la época actual- en el que la expansión consciencial personal y colectiva ha situado a muchas personas, en particular, y a la raza humana, en general, en disposición de interiorizar y socializar un hallazgo que hay que incluir entre los más importantes y trascendentes de los llevados a cabo por el “homo sapiens”. Nos referimos al descubrimiento -más notable y valioso que el del fuego o la rueda- de que la realidad exterior, la percibida por sentidos físicos, depende y está en función de la realidad interior.
A lo largo de la historia, en todas las épocas y latitudes, multitud de seres humanos han intentado cambiar y mejorar el mundo exterior desde el exterior. ¡Cuántas revoluciones, por ejemplo, se han dirigido a ello! Y, ¡cuánta gente ha dado lo mejor de sí -hasta la misma vida- en pro de ese cambio exterior desde el exterior! (transformaciones políticas, institucionales, económicas, sociales…) Sin embargo, el mundo exterior, lejos de experimentar las transformaciones deseadas, no ha cambiado en lo fundamental. Pero hoy sabemos, por fin y tal como se ha constatado en los epígrafes anteriores, que es desde nuestro interior (estado consciencial) desde donde creamos y moldeamos nuestra propia vida, cada uno la suya, y la realidad compartida colectiva y el mundo exterior. Por lo que la transfiguración del mundo exterior no puede hacerse desde el exterior, sino desde el interior: ojos nuevos para un nuevo mundo.
Este descubrimiento ha abierto las puertas a un gran paso evolutivo por encima y más allá de los límites por los que la Matriz Holográfica ha venido hasta ahora desenvolviéndose. Su envergadura es tal, que puede hablarse de Despertar Consciencial y de un salto dimensional propiciado por todos los seres humanos que desde su interior decidan hacer sus sueños realidad en la consciencia de su capacidad creadora.
En este contexto, muchas personas están empezando a tener la percepción de que la expansión consciencial que experimentan les conduce a la extraordinaria vivencia no ya sólo de transformar conscientemente, mediante el impulso evolutivo de su propio proceso consciencial y estado de consciencia, el mundo exterior y la Matriz Holográfica, sino incluso de desconectarse de la misma, entrando y saliendo a voluntad de ella.
La desconexión de la Matrix
La aludida percepción va comúnmente ligada a la sensación creciente de que, por mucho que se avance en la expansión consciencial, ésta siempre se mantiene y sostiene en el contexto y en el escenario de la Matriz Holográfica, como si se tratase de un “juego virtual” en el que un nivel lleva a otro, y a otro, y a otro… en un proceso sin fin, pero siempre en el seno de la Matriz. Y lo que el Corazón comienza a manifestar es una acuciante necesidad de salir de ese juego, de desconectarse de la Matriz Holográfica.
Cuando esto se siente interiormente, lo que está ocurriendo es que la dinámica consciencial y la expansión de la consciencia han llegado a una especie de “última frontera”. Es el momento sublime en el que una voz interior espolea e incita diciendo: “Todo esto es bello, armonioso… todo encaja y todo tiene su porqué y para qué! Pero ahora que conozco cómo funciona la “realidad” en la que me muevo y nos movemos, así como su esencia holográfica, y una vez pasada la fase de experienciar cómo opera todo ello y hasta de divertirme con este “juego virtual”, ¿tengo que permanecer siempre dentro de la Matriz Holográfica?. Sí, ya sé que ahora soy consciente de su naturaleza puramente aparente e imaginaria y de que, en su seno, mi realidad la creo yo mismo desde mi interior, por lo que mi vida es mi responsabilidad al 100 por 100. Vale: reconozco que no es poca cosa, pero… ¿puedo salirme del juego, al menos de vez en cuando? ¿Es posible abandonar la Matriz Holográfica y experienciar fuera de ella lo Real?”.
Es más: lo que el Corazón ansía en esa “última frontera” es alcanzar lo que Neo consigue en la película The Matrix: entrar y salir de la Matriz Holográfica a voluntad -como el que enciende y apaga un juego de ordenador- y, mientras se halla en su interior, no olvidarse de su carácter virtual y de mera ficción o “maya” (en el hinduismo, “maia” o “maya” es la ilusión, lo ilusorio o irreal).
¿Hay alguna forma de lograrlo? Pues sí: la hay. Y la clave para ello se encuentra al alcance de la mano de cualquiera, en el Aquí y Ahora; en el momento presente. Un Aquí y Ahora que es la vida misma y lo que ciertamente “es”, sin tapujos ni engaños de pasado o futuro, ni de lo que fue o podrá ser. Ahí se halla la clave. Y en el Aquí y Ahora:
1º Conectar con la Quietud que atesoramos en nuestro interior.
2º. Dejar de formularse preguntas.
3º Y ser plenamente consciente de la actitud que en ese Aquí y Ahora se genera, impregnándola siempre de Amor.
Detengámonos en estos tres puntos.
1º Conectar con la Quietud que atesoramos en nuestro interior
Cuando se repasan los escritos sagrados antiguos y las aportaciones místicas de los últimos siglos -da igual la corriente espiritual a la se acuda-, se puede comprobar que hay una referencia reiterada a la dialéctica Quietud/Movimiento como pauta presente en toda la Creación y en cada uno de sus componentes, de lo mayor a lo menor y viceversa. Es también lo que la ciencia contemporánea está haciendo suyo de la mano, por ejemplo, del célebre “Big-Bang”. Y la Quietud -desde la que se genera el Movimiento- suele ser mostrada en tales escritos y aportaciones como atributo y cualidad intrínseca de nuestro ser interior, de nuestro ·verdadero yo”.
En este orden, para salir de la Matrix a voluntad, basta con conectar con esa Quietud que atesoramos interiormente mediante el silencio, la respiración consciente y la meditación. Y en conexión con la Quietud, vivir experiencias íntimas que dentro de la Matriz Holográfica resultan imposibles de disfrutar; y acceder a una Sabiduría -la Sabiduría Innata de la que, junto con la Quietud, goza nuestro ser interior- que en la Matrix jamás se podrá ni siquiera intuir.
Entre los místicos de todas las escuelas espirituales, San Juan de la Cruz plasmó como pocos las vivencias y “saberes” que se alcanzan en conexión con esa Quietud interior que se halla en nuestra esencia. Lo hizo en un bello poema encabezado como Coplas hechas sobre un éxtasis de alta contemplación y que es más conocido a través de su estribillo: toda sciencia transcendiendo.
2º Dejar de formularse preguntas
El ser humano camina por la vida haciéndose constantemente preguntas. Y en la formulación de las mismas –con las opciones que a partir de ellas se abren- se halla en la base, tal como se describió, de la dinámica consciencial. Pero ¿qué sucede si cesamos de enunciar preguntas e interrogantes? Muy simple: en el preciso instante en el que no sólo la mente, sino también el Corazón dejan de formular preguntas, se acabó el “juego”: ya no se abren abanicos de opciones y se corta la dinámica consciencial que ha sido explicada, desconectándonos de la Matriz.
¿Parece extraño o complicado? Veamos por qué la gente se hace preguntas.
Nuestro “verdadero ser”, el de cualquiera, es divino. Dios es yo y yo soy Dios cuando ceso de ser “yo”, esto es, cuando dejo de identificarme exclusivamente con el yo físico mental y emocional.. Y esto no es una percepción intelectual, sino que se siente en el Corazón, aunque a menudo limitamos nuestra experiencia de Dios al estrecho marco de la mente, que es harto insuficiente para abordarla y disfrutarla. Quizá por ello nos cuesta tanto trabajo asumir algo tan hermoso como grandioso y que está inexorablemente unido a nuestro linaje y esencia divinales: el hecho sensacional de que atesoramos en nuestro interior toda la Sabiduría. Una Sabiduría innata y divina: todo lo sabemos ya y basta con que lo recordemos, superando miedos y autolimitaciones mentales.
Siendo esto así, poseyendo toda la Sabiduría, ¿por qué nos hacemos preguntas? Pues sencillamente porque hemos olvidado nuestra divinidad y caminamos por la vida bajo el mando de ese “yo”, del ego. Y es éste -no nuestro auténtico ser- el que realiza preguntas: nuestro ser interior, al gozar de la Sabiduría innata, no precisa preguntar nada; es el ego quien las formula.
Fuera de “maya”, lo real es que cualquier pregunta que nos hagamos es consecuencia de la ignorancia del ego. Y cualquier respuesta, de su vanidad. Lo real es que no necesitamos hacernos preguntas. Nuestro ser divino no despliega la experiencia de la Vida -ni en el plano humano ni en ningún otro plano o Dimensión- para enfrascarse en un incesante batiburrillo de preguntas e interrogantes, sean abrumadores y penosos, o más livianos y lisonjeros, sino para Vivir. Vivir Viviendo en armonía y consonancia con lo que Somos: seres divinos que no precisan preguntarse nada y que sólo, ni más ni menos, experiencian la Vida en una Creación que es Amor y Vida.
Cuando se decide ser coherente con nuestra esencia divina, se comprende la Unidad en la que Somos y estamos y la Paz y la insondable “Quietud” que radica íntimamente en nuestra naturaleza. Y se empieza a dejar atrás la percepción de uno mismo como una identidad individual, sea física, álmica o espiritual, individual y colectiva, y se comienza a ver y sentir no “mi” vida, sino la Vida, y no “mi” consciencia, sino la Consciencia: la Vida Una y la Consciencia Única que en todo fluye y se manifiesta. Entonces, en conexión con esa profunda “Quietud” de nuestra dimensión interior y divinal, la Sabiduría innata se despliega en toda su potencia, y desaparece la necesidad de hacer preguntas, situándonos consciencialmente fuera del juego de la Matriz Holográfica
3º La actitud en el Aquí y Ahora
Ciertamente, en el discurrir del día a día -esto es: en cuando volvemos a la Matriz y desarrollamos nuestro “Movimiento” por ella-, la vida está llena de estímulos, impactos, hechos y sucesos: cuando paseamos, conducimos, trabajamos, disfrutamos del ocio… Pero ante todas estas situaciones y circunstancias cotidianas, si nos mantenemos en conexión activa y consciente con nuestra divinidad, el Movimiento que desplegamos será el radiante resplandor de la divina “Quietud” que brilla en nuestra esencia. Y seremos plenamente conscientes de que el momento presente –el Aquí y Ahora- es un espacio sagrado de libertad donde, desde mi interior, genero –yo y sólo yo- la actitud y las reacciones con las que respondo a cada estímulo o impacto exterior. Y la calidad y frecuencia vibracional de las actitudes que creo y aplico, dependen sólo de mí, pertenecen en exclusiva a mi ámbito de libertad.
No debemos olvidar que las actitudes forjan las emociones y pensamientos que nos llevan, a su vez, a hacer acciones. Éstas, por su parte, terminan siendo repetitivas y se convierten en hábitos. Y son éstos, finalmente, los que modelan y forman nuestro carácter y nuestra visión del mundo, de las cosas, de la vida y de la muerte.
Pero todo tiene su origen en las actitudes que surgen antes los estímulos e impactos que acontecen de instante en instante. Y esas actitudes las generamos en ese espacio sagrado de libertad que es el Aquí y Ahora. Es ahí donde decidimos si respondemos al estímulo e impacto en consonancia con el ser divino que somos -de modo que nuestro Movimiento por la Vida sea resplandor de la Quietud que brilla en nuestro dimensión divinal-, o a instancia de nuestro ego y nuestro pequeño “yo”, convirtiendo, así, el Movimiento, en un incesante repiqueteo carente de armonía y Amor y lleno de desasosiego y estrés.
Observa, por tanto, la frecuencia vibracional y el perfil de las actitudes y reacciones que generas de instante en instante. Y si compruebas que no son de Amor, tampoco te preocupes, pues sólo con darte cuenta de ello, tus actitudes irán vibrando en clave de Amor, Armonía y Paz cada vez con mayor asiduidad y potencia.
Nuestro verdadero ser es Quietud y no necesita saberes, ni deberes, ni quereres, ni quehaceres; nada precisa ni requiere; y la Felicidad es su Estado Natural, por lo que no necesita buscar el bienestar en el exterior. Esto es lo que Somos. Pero por algo estamos encarnados en Tercera Dimensión. Somos seres maravillosos y divinales y nuestra esencia es la Quietud, mas estamos aquí para desplegar el Movimiento en este Aquí y Ahora. Somos jardineros voluntarios de la realidad, para que nuestra Quietud divinal llene y transforme de forma armoniosa esta realidad. Para eso nos movemos en la Matriz Holográfica.
Pero nuestro Movimiento no ha de degenerar en un repiqueteo descontrolado y desarmónico, sino que ha de ser permanentemente resplandor de la Quietud, fruto de ella. Lo que ha pasado hasta ahora con la Humanidad es que el movimiento que generando no es el Movimiento de la Quietud, sino el movimiento del movimiento, del movimiento, del movimiento… ¡Repiqueteo del repiqueteo! No es el resplandor de lo que Somos, sino un repiqueteo que aturde y hace olvidar lo que Somos, llevándonos a ignorar nuestra verdadera dimensión divinal.
Por tanto, es perfectamente posible situarse a voluntad fuera de la Matriz Holográfica conectando con nuestro verdadero ser y la Quietud que se halla en nuestra naturaleza divina. Y lo es igualmente entrar en la Matrix y desenvolverse por ella con un Movimiento que sea el resplandor de esa misma Quietud, de esa misma esencia divina.
Y esto que se está enunciando aquí de manera muy solemne y que a algunos les puede parecer una tarea hercúlea, es lo que, consciente o inconscientemente, están haciendo ya millones de seres humanos. Personas que viven una vida sencilla y que, de forma natural, desarrollan su actividad familiar y laboral, comparten con sus amigos y viven el día a día desde una frecuencia de Amor. Ésta preside su espacio sagrado de libertad, su Aquí y Ahora, y, de instante en instante, generan actitudes plenas de ese mismo Amor.
Por tanto, tu Nueva Vida –y, con ella, tu aportación a una Nueva Humanidad y a un Nuevo Mundo- no dependen de nada exterior a ti mismo. Tu vida la creas tú y sólo tú de instante en instante, en cada Aquí y Ahora, en tu espacio sagrado de libertad en el que generas, de momento presente en momento presente, la actitud y reacción ante cada estímulo, hecho, acontecimiento, suceso, o situación –los estimes mentalmente importantes o no- del día a día y de tu cotidianeidad. Y para que el Amor presida y llene cada actitud ante el Aquí y Ahora y, por medio de la cadena constante de actitudes que fluye en el desenvolvimiento del momento presente, se desparrame en la realidad que creas continuamente –la realidad creada por ti, que es tu vida y tu mundo-, no es preciso esfuerzo alguno, sino que basta con que enciendas la luz de la consciencia y te observes a ti mismo y cuanto te rodea de instante en instante y a lo largo del día.
Sería suficiente, como afirma Anthony de Mello en la Meditación 31 de su obra Una llamada al Amor (Editorial Sal Terrae; Santander, 2009), con que te vieras reflejado en el espejo de la consciencia, del mismo modo que ves tu rostro reflejado en un espejo de cristal; es decir: con fidelidad y claridad, tal como eres, sin la menor distorsión ni el menor añadido, y observando dicho reflejo sin emitir juicio ni condena de ningún tipo, experimentarías los maravillosos cambios de toda clase que se producen en ti. Lo que ocurre es que no puedes controlar dichos cambios, ni eres capaz de planificarlos de antemano ni de decidir cómo y cuándo tienen que producirse. Es esta clase de conciencia que no emite juicios, la única capaz de sanarte, de cambiarte y de hacerte crecer. Pero lo hace a su manera y a su tiempo.
¿De qué debes ser consciente concretamente?, plantea Mello a renglón seguido. Pues de tus reacciones y de tus relaciones. Cada vez que estás en presencia de una persona (la que sea y en la situación en la que sea), tienes toda clase de reacciones: positivas y negativas. Estudia esas reacciones, observa cuáles son exactamente y de dónde provienen, sin reconvención o culpabilización de ningún tipo, incluso sin deseo alguno, y, sobre todo, sin tratar de cambiarlas. Eso es todo lo que hace falta para que brote la santidad.
Ahora bien: ¿no constituye la consciencia en sí misma un esfuerzo? No, si la has percibido aunque no sea más que una vez. Porque entonces comprenderás que la consciencia es un placer: el placer de un niño que sale asombrado a descubrir el mundo; porque, incluso cuando la consciencia te hace descubrir en ti, cosas que te desagradan, siempre ocasiona liberación y gozo. Y entonces sabrás que la vida inconsciente no merece ser vivida, porque está excesivamente llena de oscuridad y de dolor.
Si al principio sientes pereza en esta práctica, no te violentes. Sería un esfuerzo más. Limítate a ser consciente de tu pereza, sin juzgar ni condenar. Comprenderás, entonces, que la consciencia requiere el mismo esfuerzo que el que tiene que realizar un enamorado para acudir junto a su amada, o un hambriento para comer, o un montañero para escalar la montaña de sus sueños; tal vez haya que emplear mucha energía, tal vez sea incluso penoso, pero no es cuestión de esfuerzo; ¡es hasta divertido! En otras palabras: la consciencia es una actividad fácil.
Pero, ¿te va a proporcionar la consciencia, la santidad (espiritualidad, camino Interior…) que tanto anhelas? Sí y no. De hecho, nunca lo sabrás, porque la verdadera santidad, la que no se obtiene a base de técnicas, de esfuerzos y de represión, es absolutamente espontánea. Jamás vas a tener la menor consciencia de que se da en ti. Por lo demás, no debes preocuparte, porque la misma ambición de ser santo, se desvanecerá en cuanto vivas, momento a momento, una vida plena, feliz y transparente gracias a la consciencia.
Te basta con estar vigilante y despierto (“alerta”, se dice en la práctica del Aquí y Ahora), porque así tus ojos verán el Rostro de Dios -el Dios que es yo, tú, todos y todo, sin excepción- y la absoluta y completa perfección de cuanto Es. De que todo es Perfecto. Tanto que ni siquiera cabe otorgarle tal calificativo, pues supondría admitir implícitamente que existe, en algún plano, ámbito o esfera, la imperfección, lo cual, simplemente, no es ni cierto ni Real. Sencilla y naturalmente, todo Es y Acontece y la Perfección es inherente e inmanente a ello, inevitablemente, irreversiblemente. Todo encaja; todo tiene su porqué y su para qué en clave del impulso de los procesos conscienciales y la Evolución; todo fluye, refluye y confluye en el Amor de cuanto Es y Acontece; y ya todo es y nosotros mismos somos todo aquello que nuestro Corazón puede anhelar.
No te hace falta absolutamente nada ni nadie más: ni la seguridad, ni el amor, ni pertenecer a alguien, ni que alguien te pertenezca, ni la belleza, ni el poder, ni la santidad, ni ninguna otra cosa tendrán ya la menor importancia.
5. Desconectado de la Matriz, abro los ojos y veo
(fecha de publicación: 9 de enero)
Mi vida y la realidad son mi creación
Abro y los ojos y veo que todo lo que llamo “mi vida” y todo lo que en ella acontece, es mi creación. No hay excepciones.
Abro los ojos y veo que cada ser humano contempla, concibe y experiencia la vida y la realidad en función de su estado consciencial. De ahí que todo lo que denomino realidad es sólo, ni más ni menos, que “mi realidad”, íntegramente creada por mí. Y mi realidad es intrínsecamente distinta a la de los demás, pues cada cual genera “su vida” y “su realidad”.
Abro los ojos y veo que “mi vida” y la realidad (“mi realidad”) son la manifestación y proyección conscienciales de mi propio interior, de mi estado consciencial -y la frecuencia vibracional a él asociada- en cada momento presente. Por tanto, “mi vida” y la realidad (“mi realidad”) son un holograma proyectado desde mi interior (estado consciencial).
Abro los ojos y veo que exactamente lo mismo le ocurre a cada uno de mis congéneres: la vida (”su vida”) y la realidad (“su realidad”) son la manifestación y proyección de sus respectivos estados conscienciales –con sus respectivas frecuencias vibracionales-. Y ningún estado consciencial es mejor o peor, superior o inferior,… Sencillamente, cada cual vive el estado consciencial –y las experiencias creadas, generadas y atraídas desde él- que le corresponde en función de propio proceso consciencial y momento evolutivo.
Abro los ojos y veo que cada cual genera su holograma (su vida y la realidad tal como la concibe y experiencia) y que la globalidad de hologramas que coexisten en el Aquí y Ahora configuran una gigantesca Matriz Holográfica en la que todos los hologramas interactúan sin merma para ninguno.
No existe una realidad objetiva y única y no hay un “mundo”
Abro los ojos y veo que la pretendida y teórica realidad objetiva y única, no existe, sino que es absolutamente subjetiva y radicalmente múltiple:
+Es subjetiva porque nada existe en ella, aparte de lo que cada cual genera y proyecta desde el interior de uno mismo, hacia la gigantesca Matriz Holográfica. En esta Matriz interactúan todas proyecciones y “visiones” individuales de la vida, la muerte, uno mismo, los demás, las cosas, el mundo, Dios…
+Es múltiple porque existen muchas realidades: tantas, como personas, cada una de las cuales crea su realidad desde su respectiva dimensión interior, desde su estado de consciencia..
Aplicando lo anterior a lo que la Humanidad denomina “mundo” o “mundo exterior”, abro los ojos y veo que tal mundo, como realidad única y objetiva, simplemente no existe: hay tantos mundos como seres humanos, exactamente uno por cada uno, pues lo que cada persona percibe y contempla como mundo exterior, es ella misma, su propia manifestación y proyección desde su estado consciencial y frecuencia vibracional.
Mundo exterior y evolución interior
Abro los ojos y veo que cualquier transformación de la realidad y el mundo exterior pasa inexorablemente por “mi evolución interior”; es decir: por el impulso de mi estado consciencial –y la consiguiente variación de la frecuencia vibracional a él asociada- que haga factible crear esa nueva realidad y ese nuevo mundo.
Abro los ojos y veo que la idea de cambio es una ficción, que todo es Evolución. Y que el cambio exterior realmente no existe, pues es la proyección de la transformación del estado de consciencia: un holograma, como proyección individual; una Matriz Holográfica, como interacción colectica de todos los hologramas individuales. Y tal transformación es puramente interior: ojos nuevos para un mundo nuevo.
Todo es verdad y nada es “Real”
Abro y los ojos y veo que, derivado de lo precedente, en el escenario de la Matriz Holográfica (el Gran Teatro del Mundo) todo es verdad y nada es Real:
+Todo es verdad, porque la realidad creada por cada ser humano -con todo lo que implica, conlleva y representa-, es ineludiblemente verdad para él (en el Gran Teatro del Mundo, cada uno se cree a pie juntillas, firme y hasta vehemente, el papel que decide en cada momento interpretar).
+Nada es “Real”, pues la realidad creada por cada cual es -como se acaba de exponer- subjetiva y múltiple, no existiendo en la Matriz Holográfica ninguna realidad “Real”, sino multitud de realidades holográficas: la de cada uno, que interaccionan y configuran conjuntamente la Matriz Holográfica y el mundo exterior (en el Gran Teatro del Mundo, todo es pura manifestación holográfica y virtual.