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“Recuerdo” es una palabra muy hermosa. Se corresponde con la atención de Buddha. Hagas lo que hagas, hazlo atentamente. Estate atento cuando hablas, cuando caminas, cuando parpadean los ojos. No hagas nada insensible e inconscientemente…
Cualquier cosa que hagas sin consciencia te apartará de ti; el único método para estar cerca de ti mismo es ser cada vez más consciente. Sean cuales sean las circunstancias, sea cual sea la situación, sujétate fuerte y no dejes que la atención se te escape…, incluso aunque esto supusiera perderlo todo. Incluso si tu casa está en llamas, actúa sólo con consciencia absoluta.
El filósofo y reformador social Ishwar Chandra Vidyasagar ha escrito en sus memorias el siguiente relato.
En una ocasión recibió una invitación del virrey, que deseaba otorgarle una condecoración. Él era un hombre pobre, sus ropas estaban viejas, desgastadas, e iba vestido al estilo bengalí… Sus amigos le aconsejaron que se comprara ropas nuevas acordes a la ocasión, y, aunque al principio rechazó la idea, luego lo pensó mejor y les dejó a sus amigos que las encargaran.
Un día, poco antes de la celebración, según regresaba Vidyasagar de su paseo vespertino, vio que caminaba delante de él un musulmán bien vestido, con un abrigo y pantalón bombacho, haciendo girar un bastón en la mano. Caminaba a su mismo paso, disfrutando del atardecer. De pronto, un hombre -que parecía ser su sirviente- llegó corriendo y le dijo:
– Rápido, señor, ¡su casa está en llamas!
El hombre no cambió el paso, continuo paseando como si nada hubiera pasado. El sirviente, pensando que quizá no le había oído, repitió en voz alta:
– Señor, ¡su casa está en llamas! ¿No me ha oído?
Incluso el sirviente, que nada tenía que perder, temblaba y sudaba de miedo, pero el amo siguió impertérrito.
– He oído -contestó- ¿Debería cambiar mi manera habitual de andar sólo porque la casa se esté quemando?.
Ishwar Chandra se quedó atónito. He aquí a un hombre cuya casa estaba ardiendo, y que no estaba dispuesto a cambiar la manera en que había paseado toda su vida; y él, ¡estaba dispuesto a desprenderse de su atuendo de toda la vida sólo por ir a visitar al virrey!
Ishwar Chandra tenía curiosidad por saber más sobre este hombre tan singular. Siguió detrás de él, y lo vio caminar al mismo paso, haciendo girar el bastón. Cuando llegó a la casa y vio las llamas, tranquilamente dio órdenes para apagar el incendio, lo dirigió todo, pero se quedó a un lado, observando, y sin que su actitud se modificara lo más mínimo.
Ishwar Chandra escribe: “Incliné la cabeza en reverencia a aquel hombre. Nunca me había cruzado con nadie como él”.
¿Qué protegía aquel hombre con tanto celo? Estaba salvaguardando su surati, su consciencia, y no estaba dispuesto a perderla a ningún precio.Lo que ocurre, ocurre. Se estaba haciendo cuanto era necesario para resolver la situación; con eso basta. Bajo ningún concepto se puede hacer un truque con la contemplación; nada en la vida es tan valioso como para que puedas permitirte el lujo de perder el recuerdo de ello.
Tú, en cambio, abandonas tu percepción consciente por cualquier insignificancia. Se te pierde un billete de una rupia y te vuelves loco buscándolo; lo buscas incluso en lugares donde es imposible que esté. Una persona pierde algo y la ves buscando incluso en una caja diminuta, demasiado pequeña para que pudiera caber en ella lo que busca. Siempre estás dispuesto a perder tu consciencia…, o sería más exacto decir que no tienes consciencia alguna que perder, ¡que vives totalmente inconsciente!”.
Osho, El verdadero nombre. La melodía de la existencia