Se aconseja escuchar eñ vídeo mientras se lee
Piensa en el Amor como semilla que has de esparcir alegre por el jardín de las fértiles tierras de la existencia, piensa en el Amor como la blanca y pura niebla de la noche que ha de elevarse hasta el cielo para amanecer como gotas de rocío por la mañana, piensa en el Amor como los poderosos rayos del sol que acarician los picos más altos y helados de las montañas que, ante su presencia, desprenden como lágrimas de alegría sus hielos convertidos en caudalosos torrentes de agua pura, piensa en el Amor como la suave brisa fresca que da respiro al sofocante calor tropical, piensa en el Amor como la lluvia que alimenta las sedientas y áridas grietas de los desiertos más agrestes, piensa en el Amor como el surco que has de dejar a tu paso, piensa en el Amor como el sello sagrado de la divinidad que has de estampar en cada ser que aclama tu presencia y en cada cosa que haces, piensa en el Amor como el fragante perfume que has de impregnar en los paisajes de tu sendero, piensa en el Amor como el exquisito aroma desinteresado que te regala la rosa después que la has cortado.
Deja que bañe tus costas el mar de amor que fluye intensamente por los océanos de la existencia como buscando desesperado desembarcar en tus puertos. Deja que eche su ancla y en ti descanse, deja que desnude su Alma y te muestre sus intenciones, deja que se pose sobre tus hombros y recite a tus oídos la más dulce melodía con los secretos del mar. Te cantará sus canciones y te hará palpitar, se estremecerán tus días y en un suspiro profundo acallaras todos tus males, te llenarás de su belleza y zarparás junto a él cuando decida invitarte a conocer las maravillas de sus viajes por las lejanías del inhóspito horizonte fulgurante.
Aunque te encuentre dormido tocará fuerte a tu puerta y hará resonar tus campanas y te hará despertar para que en su inmensa paz te puedas regocijar, te seducirá y te enamorará, te hará suyo para siempre y de la fusión más hermosa entre el Amor y tu Alma emergerá un Ser sublime, dotado de la más salvaje belleza, con la sutileza como espada y la belleza como escudo conquistarás los mundos más sublimes, serás libre, porque el Amor naufraga seguro y sereno sobre los mares de la libertad, y en la libertad misma halla la paz, nadie podrá despojarte de él cuando decida envolverte en sus brazos, nada podrá hacerte dudar cuando te acoja en su seno y te tome como hijo, como hijo del Amor.
Será tu brújula y hasta tu mismo Norte, será tu guía y tu estrella, será tu destino, será tu camino, será el Amor el motor que impulse tu corazón por la senda de la existencia, será mágico haberte encontrado, y nunca más te alejarás de él. Vive el amor, y que sea para ti como para el despertar de la mañana es el campanario del sol.
El Amor nunca se acaba, jamás se seca y no puede perecer, haz de él la inagotable fuente de tu inspiración y dalo hasta el cansancio. Aquel que lo da incondicionalmente no se vacía de él, aunque para darlo debe sí primero haberse llenado, y para llenarse de Amor debió también antes vaciarse de las innumerables, banales e innecesarias cosas que ocupaban un lugar en su interior. Comienza amándote a ti mismo como principio basal, no puede darse aquello que no se tiene.
Amarse a uno mismo es conocerse, es aceptar la imagen que devuelve el espejo del Alma y saber que esa imagen colma de alegría nuestros corazones. Quien se ama se libera de los condicionamientos mentales que lo ataron a la rigidez de pensamiento, quien se ama se siente volar mientras la brisa de la sabiduría acaricia su rostro y el sol lo atraviesa de lado cubriéndolo de un manto dorado y proyectando, ahora sobre el suelo, la sombra de su figura, sombra que antes se posaba sobre él opacando su verdadera esencia.
Rumi lo expresó así:
“Excepto el Amor intenso, excepto el Amor,
no tengo otro trabajo.
Salvo el Amor tierno, salvo el Amor tierno
No siembro otra semilla”.
Feliz aquel que siembre la semilla del Amor, pues recolectará frutos tales que al final de su cosecha no tendrá dudas sobre su elección pues verá claramente reflejada delante de sus, ahora intrépidos y brillantes ojos cautivos por el Amor verdadero, la senda que lo conducirá al encuentro más preciado con su destino último, el fin cuyo propósito es fundirse como gota de lluvia en el océano divino de la existencia.
Por Alejandro D. Gatti