La rápida sucesión de acontecimientos en Ucrania que han desembocado en la materialización de un golpe de estado contra el hasta ahora presidente Viktor Yanukovich abre las puertas a lo que algunos quieren presentar como la transición a un nuevo régimen. Sin embargo, todo parece indicar que una vez más asistiremos a la sustitución de unos actores por otros, pero los hilos de la realidad ucraniana seguirán en manos de los grupos oligarcas que controlan el país desde hace años. En este nuevo teatro todos los actores, tanto locales como internacionales, están intentando asentar sus posiciones para defender mejor su propia agenda y sobre todo sus propios intereses.
La población ucraniana, cansada en su mayor parte de la corrupción sistemática que se reproduce en el país desde hace tiempo, no vería con malos ojos un nuevo rumbo que corrigiese esa situación, sin embargo, los acontecimientos de estas semanas no van en esa dirección. Desde un primer momento se percibió que las protestas no tenían ni de lejos el peso que alcanzaron las de la llamada Revolución Naranja, y a diferencia de aquella, en esta ocasión la presencia de violentos grupos de extrema derecha ha condicionado sobremanera el devenir de los acontecimientos. La mayoría de la población quiere un escenario donde puedan prosperar social y económicamente. Para unos esa solución vendría de unos mayores lazos con la Unión Europea, mientras que para otros la solución se asienta en una alianza en torno a la unión económica con Rusia, Bielorrusia, Kazajistán y otros estados del antiguo espacio soviético.
Todo parece indicar, que mientras se ha querido silenciar a los que apostaban por esta última solución, se ha utilizado interesadamente a los primeros para que los grupos oligarcas puedan salir nuevamente bien parados ante el nuevo escenario. Yanukovich y el Partido de las Regiones se enfrentan a un complejo escenario. La reciente aparición de Yanukovich en televisión anunciando que está dispuesto a luchar para recuperar su puesto en Kiev contrasta con la desbandada que se ha producido dentro de su propio partido, una alianza de diferentes grupos e intereses sobre los que también dominan los grupos oligarcas. Además son muchas las voces que acusan directamente al propio Yanukovich y su incapacidad para afrontar la crisis como una de las claves de los acontecimientos que han tenido lugar en Ucrania.
Y por otro lado, el auge que había experimentada la llamada “Familia”, el clan oligarca en torno a la familia de Yanukovich podría haber situado contra él a los demás grupos de la oligarquía ucraniana que recelaban del aumento de poder y riqueza del mismo.
La oposición no atravesaba sus mejores momentos hace unos meses, dividida, con decenas de parlamentarios pasándose al partido de Yanukovich. No obstante, estas semanas hemos visto como se asentaban al calor de las protestas las figuras del antiguo boxeador Vitaly Klitschko (el elegido por Alemania), Arseniy Yatsenyuk (primer ministro en funciones y el favorito de EEUU), el dirigente del partido extremista Snovoda, Oleh Tyahnybok, y el presidente interino Olexander Turchynov. De momento han formado un gobierno donde tienen cabida todas las corrientes opositoras, incluidas las de formaciones neonazis y de extrema derecha, sin embargo, las dudas que la posible pugna entre esos dirigentes generan, puede haber motivado que desde Occidente se haya pretendido “rescatar” en un primer momento a Yulia Timoshenko, quien no fue muy bien recibida en su primera aparición ante los manifestantes en Maidan.
A pesar de sus supuestas diferencias ideológicas, todos ellos comparten un mismo interés, agradar a sus amos locales e internacionales y al mismo tiempo enriquecerse a través de una carrera en la política.
La oligarquía ucraniana, que está compuesta por diferentes grupos que en ocasiones compiten y pugnan por los mismos sectores, es sin duda la que realmente controla todos los hilos de la vida en el país. Y para defender sus intereses no duda en utilizar cualquier actor, en ocasiones a través de manifestaciones populares, otras por medio del ejército o las fuerzas de seguridad. Y al mismo tiempo puede estar buscando en un momento dado un acercamiento hacia Moscú, y al día siguiente preferir que el socio prioritario sea La Unión Europea o Estados Unidos.
En la actualidad el acuerdo que le ofrecen estos últimos parece que es el más beneficioso para sus intereses, aunque ello signifique que la situación de la mayoría de la población del país empeorara sustancialmente tras la aplicación de las medidas de esos actores occidentales.
Estados Unidos llevaba décadas invirtiendo enormes cantidades de dinero para lograr un régimen “amigo” en Ucrania y estos días parece que se le abre nuevamente la oportunidad de lograr su meta.
Aunque su estrategia pueda coincidir coyunturalmente con la de la Unión Europea, sus objetivos no son los mismos. Desde Washington se busca a corto plazo debilitar el evidente auge que ha mostrado Moscú en la esfera internacional desde hace varios meses (caso Snowden, Siria, Irán…), y sobre todo, pretende evitar que el control regional de Rusia siga aumentando. Para los dirigentes norteamericanos cualquier escenario en Ucrania, incluidos los más violentos, es asumible si con ello logar debilitar cualquier colaboración económica o política entre Ucrania y Rusia.
La Unión Europea por su parte no se encuentra en su mejor momento, azotada por una crisis política y económica, y con un peso cada vez menor en la esfera mundial. Por ello en Ucrania ha encontrado la oportunidad para abrir un nuevo mercado para sus productos, al tiempo que algunos de sus miembros también buscan un debilitamiento de Rusia.
La UE ha utilizado todo tipo de manipulaciones mediáticas para esconder las verdaderas razones de su apoyo a las violentas protestas de estos días. Ha tenido que soportar, eso sí, las despectivas declaraciones hacia ellos por parte de los representantes diplomáticos de EEUU, y sobre todo ha permitido que se extienda la sensación entre parte de la población ucraniana de que se le estaban abriendo las puertas para entrar al club de la UE. Cuando es de sobra conocido que eso no se ha planteado en ningún momento.
La oferta de un acuerdo comercial, de la aportación de importantes sumas de dinero, todo ello va acompañado de una serie de medidas muy severas que desmontarán el estado de bienestar que con todas sus limitaciones disfruta la población ucraniana. Unas recetas que se han venido aplicando con toda su crudeza a los llamados países PIGS [cerdos en inglés y acrónimo de países empobrecidos: Portugal, Italia, Grecia, ‘Spain’] de la UE y que evidentemente se aplicarían sin compasión en el futuro escenario ucraniano.
Los medios de comunicación occidentales también han desempeñado su propio papel estas semanas. Mostrando desde el principio un apoyo incondicional a los manifestantes, al tiempo que ocultaban la existencia de una mitad del país que se oponía a los mismos. Esta manipulación mediática ha ido acompañada del uso del manido doble rasero, utilizando una terminología complaciente ante la violencia de los manifestantes y tratando de ocultar en todo momento la presencia cuantitativa de elementos de extrema derecha y el discurso racista y xenófobo de los mismos.
Mientras que extrapolaban los deseos de los manifestantes de Maidan a los de todo el país, presentaba la figura del presidente Yanukovich como un déspota y un tirano, ocultando el triunfo de éste en las últimas citas electorales.
Rusia también tiene sus propios intereses y su estrategia en torno a lo que acontece en Ucrania, y no permitirá fácilmente que EEUU y sus aliados europeos se salgan con la suya. No parece que la opción militar esté sobre la mesa, a pesar de las recientes escenificaciones con las maniobras militares o el conflicto de Crimea. Por un lado a Moscú le interesa que el país siga unido y sobre todo que se mantenga en la órbita de la propuesta de colaboración comercial que mantienen varios países en la llamada zona Euroasiática.
Además, los dirigentes rusos cuentan con un amplio abanico de medidas para buscar un escenario propicio a sus intereses. Rusia podría retirar su oferta de apoyo económico y cerrar su mercado a los productos ucranianos como ya hizo en agosto, castigando la ya de por sí maltrecha economía del país. También puede subir el precio del abastecimiento de gas [Gazprom ya ha amenazado con retirar las rebajas con las que compra gas Ucrania, debido a la falta de pago]. Y además podría poner en práctica la concesión de pasaportes rusos a los residentes en el este del país y en Crimea así como apoyar a políticos que mantengan una sintonía mayor con los intereses rusos.
Ucrania tiene ante sí dentro de poco tiempo una serie de retos que marcarán el rumbo de los acontecimientos en una u otra dirección. Así, en los planes de los hasta ahora opositores se plantea que se deberá elegir un nuevo gobierno y mantener el equilibrio entre agendas e ideologías diferentes. También se elegirá a un nuevo presidente, y se buscará una reforma constitucional que limite los poderes presidenciales, uno de los deseos de los oligarcas.
En esa batalla electoral los hasta hoy socios de aventura pueden volverse cerrados enemigos, como ya ocurrió en el pasado reciente y dar un toque de inestabilidad aún mayor a la ya de por sí delicada situación de Ucrania.
Habrá que seguir de cerca también la ubicación de las formaciones de extrema derecha en ese escenario y la capacidad de las nuevas autoridades para desmovilizar y desarmar a las bandas extremistas que han impuesto la violencia y el caos en las últimas semanas.
La crisis económica es otro factor a tener en cuenta. La actual situación puede entrar en un callejón sin salida. Si la sucesión de las protestas y la violencia desatada ha supuesto importantes pérdidas para la economía del país, las posturas que adopten los actores extranjeros también la condicionará. Si Rusia decide utilizar las cartas antes mencionadas la economía ucraniana entrará en un túnel sin salida.
Pero al mismo tiempo si finalmente se apuesta por seguir los “consejos” de la UE y del FMI la situación de la mayor parte de la población se encaminará a la pobreza más severa, perdiendo los subsidios y las asistencias que a día de hoy sigue otorgando el estado ucraniano, y todo ello al tiempo que la mayor parte del dinero que ingrese en el país acabará en el bolsillo de los oligarcas. No hay que olvidar que tanto la UE como EEUU no desean una transformación de la situación, sino que el gobierno de turno, controlado por la oligarquía local, acceda a sus pretensiones y objetivos.
Otro aspecto a tener en cuenta es lo que algunos analistas han definido como “deriva estratégica”, que puede traer un escenario, remoto todavía, de guerra civil e incluso de la partición del país, algo que casi nadie desea. Cada día es más evidente la presencia de las llamadas fuerzas centrífugas que desde el sur y este del país rechazan a las nuevas autoridades a las que definen como una camarilla de golpistas.
Estos días ha tenido lugar un congreso en Kharkiv donde han asistido centenares de representantes de las oblast (regiones) de Kharkiv, Luhansk, Dnipropetrovsk y Donetsk, que son además las más industrializadas del país y las que más aportan a la economía ucraniana; de la República Autónoma de Crimea y de la ciudad con estatus especial de Sebastopol.
En el mismo se ha mostrado la firme voluntad de organizar esas zonas del país con instituciones y fuerzas armadas que no reconocen la legitimidad de los actuales gobernantes de Kiev.
Crimea: el conflicto más serio en la coyuntura actual
[Ucrania en amarillo, Crimea en rojo, apenas separada físicamente de Rusia por un brazo del Mar Negro, y a la derecha Rusia en gris]
En estos momentos el conflicto más serio y peligroso que se vislumbra tiene lugar en torno a Crimea. Calificado como el paraíso perdido de Rusia, fue cedido a Ucrania en los años cincuenta por Nikita Khrushchev, algo que todavía rechazan buena parte de los rusos.
La presencia de una población rusófila, cerca del 59%, está acompañada de una 25% de ucranianos y un 12% de tártaros, la población que vivió durante siglos en Crimea y que fue deportada en su totalidad tras la Segunda Guerra Mundial, acusada de colaborar con los nazis.
El regreso de la población tártara tras la desaparición del espacio soviético ha estado acompañada de litigios sobre la propiedad de las tierras y sobre el proyecto político de la República Autónoma.
Además, en Crimea se encuentra la Flota Naval Rusa que opera en el mediterráneo y en el Mar Negro, y que contiene buena parte de las tropas de élite del ejército ruso. Gracias a un acuerdo firmado entre Moscú y Kiev, se permitía la permanencia del ejército ruso hasta 2017. En campañas electorales algunos políticos ucranianos pretendieron derogar el acuerdo, sin embargo lo que finalmente se produjo fue un nuevo acuerdo que extendió otros 25 años más el anterior. Uno de los apartados del acuerdo hace mención a que Rusia deberá ofrecer un precio “de amigo” a Ucrania por el gas y el petróleo rusos, lo que tal vez pueda ser utilizado por el actual gobierno en Kiev para intentar anular el acuerdo si Rusia sube el precio acordado.
La presencia grupos de cosacos, que no dudan en desarrollar organizaciones paramilitares, también añade un nuevo foco de desestabilización en la península, ya que éstos no dudan en enfrentarse a los tártaros.
El paraíso turístico que durante mucho tiempo ha sido Crimea puede estar a las puertas de convertirse en una nuevo centro de violentos enfrentamientos, cuyas consecuencias pueden ir más allá de un conflicto interno ucraniano y alcanzar a algunos de los actores internacionales aquí mencionados.
* Analista Internacional
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