Para muchas personas la promesa del infierno –sufrimiento eterno, tortura minuciosa– para castigar sus actos es difícil de tomar en serio. Pero si bien nos resulta difícil pensar, al menos desde la modernidad secular, en una fuerza ultraterrena que somete a un castigo de esta índole, en un futuro tal vez sea posible para el ser humano aplicar castigos en imagen y semejanza del infierno teológico. Ross Andersen, de Aeon Magazine explora la posibilidad de que con la llegada de la tecnología para extender la vida, algunos criminales puedan ser sometidos a penas infernales, acaso como una forma más poderosa de disuadir el crimen.
Andersen cita el caso de Hitler, quien ante su inminente captura y en vista de lo que le ocurrió a Mussolini, decidió tomar su vida tomando unas pastillas para morir relativamente en calma. Algunas personas movidas por la indignación y el coraje (y hasta la impotencia) consideran que las atrocidades deben de ser pagadas con castigos igualmente atroces (este es siempre un campo de complejidad subjetiva). Pero, ¿en verdad alguien merece vivir el infierno?
Algunas compañías de biotecnología consideran que el infierno o su simulación es posible. Incluso antes de que una persona pueda vivir cientos de años, se pueden desarrollar drogas para que el tiempo en el cerebro pase mucho más lento –años en minutos de aflicción. De igual manera se pueden desarrollar drogas para que una persona sienta grandes cantidades de dolor sin que se tenga que realizar una tortura física, estimulando las neuronas indicadas. Se podría diseñar un infierno de realidad virtual completamente inmersivo –y seguir corriendo en la mente la misma tortura por lo que parecería la eternidad.
Rebecca Roache, de la Universidad de Oxford, lidera un equipo que investiga la forma en la que la tecnología podría transformar el castigo. Roache señala que el raciocinio detrás del castigar es hacer que la persona que comete un crimen sufra un castigo equivalente al acto que cometió. En algunos casos morir parece ser una forma de escapar ese castigo, de atenuarlo. Por otra parte un castigo eterno por actos temporales, parece excesivo. Surge entonces la posibilidad de tecnología para extender la vida. Pero existe un argumento filosófico en contra de esta pena: la posibilidad de que aunque el cuerpo pueda vivir miles de años, la identidad no se sostenga por ese mismo periodo: “el cuerpo en realidad estría habitado por una sucesión de personas a lo largo del tiempo y no una sola personalidad continua”. Así que literalmente una persona que cometió un crimen a los 40 no sería la misma persona a los 940 y no tendría por que seguir en prisión, puesto que estaría pagando el crimen cometido por alguien más.
Otra forma novedosa de castigo es la posibilidad de aumentar la capacidad empática de los criminales, lo que algunas personas argumentan sería la forma de castigo más dura y apropiada. Tendríamos criminales hipersensibles viviendo en un agudo remordimiento. Ahora bien este aumento cognitivo, podría también hacer de los criminales una epsecie de maestros zen conversos, que si bien podrían sentir remordimiento por sus actos, también podrían encontrar solaz en la empatía universal y quizás perder todo ego e identificación con sus actos ¿Hasta que punto se puede modular la empatía para que se sienta sólo culpa? Y ya en estos terrenos, si podemos hacer más empáticos a las personas, entonces quizás podríamos eliminar todo crimen con un neurodeterminismo, ajustando el cerebro de las personas, sin necesidad de recurrir al castigo pero, entonces ¿tendría sentido aún la existencia: sin diferencia y sin libre albedrío, en una perfección moral? ¿Seríamos bodhisattvas pero también robots?
Seguramente algunas personas argumentarán que ¿para qué desarrollar tecnología para incrementar nuestra capacidad de castigar, para qué simular el infierno, cuando podemos simular el paraíso? (O incluso, no sólo ¿para que crear mejores castigos, sino para qué castigar en primera instancia? Cuestionar este impuslo corrector me parece quizás más importante que refinarlo)… La tecnología de extensión de vida es uno de los fundamentos que motivan el transhumanismo, la tecnofilosofía que supone que no sólo podremos vivir en la cuasi-inmortalidad sino que la tecnología nos brindará la hiperinteligencia y la posibilidad de vivir en el paraíso, aunque artificial, en la tierra. Este tecno-optimismo parte de una base neuroteológica y deja de lado los problemas biopolíticos que probablemente lleguen a ocurrir. ¿La hiperinteligencia obtenida a través de la nanotecnología, necesariamente significará un aumento proporcional en un sentido ético y empático? ¿Quiénes serán los inmortales? ¿Habrá quienes se reserverán el paraíso digital, o será un derecho universal?
Otros más cínicos argumentarán que extender la vida en en las condiciones actuales del mundo es ya una forma de infierno y no se tiene que estar en prisión o sometido a torturas ex profeso para vivir ese infierno de la vida crónica. En fin, muchas preguntas que por el momento no podemos acercarnos a responder más que con la imaginación.
Twitter del autor: @alepholo