Donde antes había la tecnología secreta de Dios, ahora debe de haber la tecnología pública del hombre. ¿Tal vez lo que llamamos historicidad no es más que el tiempo requerido para repetir el truco de Dios a través de la habilidad humana? Esto nos motivaría a concluir que incluso el aliento de vida algún día debe de convertirse en un talento extensamente formulado que pueda ser bajado del cielo a la tierra.
-Peter Sloterdijk, Burbujas.
Aún estamos esperando la Web Semántica y el “Internet de las Cosas”, más allá de algunos atisbos, pero el futuro de la penetración tecnológica es mucho más radical, según quisieran hacernos creer algunos de sus más destacados entusiastas. Actualmente, las máquinas ya están en nosotros —debajo de nuestra piel como aplicaciones médicas—, pero en poco tiempo podrán invadir tejidos, moléculas y átomos, desde donde podrán ejecutar programas y quizás hasta simular universos.
Una de las grandes revoluciones conceptuales, aún en ciernes, que inició en la primera mitad del siglo XX, es la noción o conciencia de que la realidad también en su aspecto material está hecha de información. Todo es reducible a un componente informático —la información es tan fundamental (y quizás más) que la materia y la energía y sólo se transforma, no se destruye. Desde Claude Shannon y Werner Heisenberg hasta las impresoras 3D y la física digital de nuestros días, descubrimos que todos los procesos de la naturelaza pueden ser entendidos como intercambios de información y que los mismos ladrillos que constituyen la materia —los átomos— son mejor vistos no como cosas, sino como tendencias o patrones de existencia. Lo que resulta de esto es sencillamente notable: si los átomos son equivalentes a fluctuaciones de información, entonces si alteramos la información que los compone modificamos la materia. Si conocemos el lenguaje con el cual están hechos, podemos programarlos.
“Presionas el switch: una pared se convierte en una ventana, que se convierte en un generador de hologramas. Cualquier silla se convierte en una supercomputadora, cualquier techo en una planta de poder o en una planta de tratamiento de desechos. Apenas lo notamos pero la materia programable permea nuestros alrededores”, escribe Will McCarthy en la introducción de su libroHacking Matter.
En su reciente conferencia “Injecting Computation Everywhere“, el matemático y físico teórico Stephen Wolfram, conocido por su “motor de respuestas”, Wolfram Alpha, habló sobre las implicaciones de la microcomputación: un futuro en el que las computadoras son tan baratas y pequeñas que están embebidas en todas las cosas y todo se vuelve programable. Wolfram explicó al sitio Venture Beat:
En otras palabras, tomas un tipo de tela o algún material, actualmente sólo está hecho de moléculas. Pero, en el futuro, podrías igualmente hacer algo así de moléculas con computadoras. En ese punto, todo se vuelve programable… En cierto sentido, en ese punto los lenguajes toman control. Lo que importa entonces es la capa de software que has construido sobre el hardware de la cosa.
Lo que ocurre cuando el lenguaje llena toda la materia es que “puedes construir cualquier tipo de universo que quieras”. Wolfram canaliza a su propio demiurgo, entonces: “todo está reducido a una caja con un billón de almas, y todas están corriendo cualquier computación que quieran”. Lo anterior resulta un tanto hermético, pero recordemos que buena parte de la física y las matemáticas están inspiradas en principios neoplatónicos. En un mundo digital la información es el alma: un billón de almas en el seno pletórico de los bits, un caldo cósmico de posibilidades.
El mundo que imagina Wolfram es un mundo totalmente virtualizado, donde todo ha sido transformado a datos y cada objeto está hecho de computadoras y lenguajes de programación. Si esto ocurre no es tan difícil que podamos programar “cualquier universo” que queramos. Sería tan fácil como escribirlo; tan fácil como aquí puedo escribir con palabras algo sobre un mundo, un jardín, una estrella, un caballo, y puedo verlo en mi mente porque sé lo que estas palabras significan.
¿Qué tan probable es que esto ocurra, delira Wolfram? Científicos como Craig Venter, quien ha programado ya vida sintética y Henry Markram, del Proyecto Blue Brain, que se encuentra replicando un cerebro sintético en el cual teóricamente podría asentarse la conciencia, parecen ir en esta dirección con celeridad. Los avances en computación cuántica y nanotecnología serán seguramente definitivos en este sentido. La física por su parte toma con seriedad —aunque a algunos les resulte materia de ciencia ficción— la posibilidad de que nuestro universo sea unaproyección holográfica emitida desde un horizonte de sucesos en un agujero negro. La novedosa rama de la física digital considera que el universo puede describirse a través de información y por lo tanto es completamente computable: tenemos la famosa afirmación de John Wheeler “it from bit”, el ser es un desdoblamiento de una matriz de información. Esto nos podría hacer pensar que no sólo nosotros podríamos llegar a programar un universo, sino que ya vivimos en un universo programado: como si la mente de dios que Einstein quería auscultar en verdad fuera un software que subyace e in-forma a nuestra realidad física.
Nick Bostrom, filósofo de la Universidad de Oxford, en su argumento de la simulación plantea que ya que es posible que en un futuro existan grandes cantidades de poder computacional, quizá estas generaciones futuras realicen simulaciones detalladas de sus ancestros en sus supercomputadoras. Simulaciones realizadas con dichos recursos permitirían personas simuladas conscientes que serían suficientemente nítidas y contarían con conocimientos avanzados del funcionamiento de la mente para simularla. El poder computacional de estas generaciones futuras les permitiría realizar miles y miles de simulaciones, por lo cual se podría suponer que la vasta mayoría de las mentes no pertenecen a la raza original sino a la raza “simulada”.
Bostrom fundamenta su teoría en la idea de la “independencia de substrato”, según la cual, los estados mentales pueden producirse en una amplia clase de substratos físicos. “Si un sistema implementa las estructuras y procesos computacionales correctos puede ser asociado con experiencias conscientes. No es una propiedad esencial de la conciencia ser implementada en una red bioneuronal basada en el carbón dentro de un cráneo: en un principio procesadores basados en el silicio dentro de una computadora podrían hacer el truco”.
La hipótesis de la simulación de Bostrom nos puede ayudar a entender “la caja con un billón de almas” corriendo universos programados de Wolfram, casi como un proceso natural probabilístico en la evolución de la inteligencia. Puede que nos quede más claro al revisar la forma en la que el transhumanista Hugo de Garis imagina la búsqueda de vida extraterrestre dentro de las partículas elementales, inteligencias avanzadas que han empezado a optimizarse con nanotecnología orgánica:
Las hiperinteligencias que tienen miles de millones de años más que nosotros en nuestro universo (que es unas tres veces más viejo que nuestro sol), probablemente se han reducido para alcanzar mayores niveles de performance. Civilizaciones enteras podrían estar viviendo dentro de volúmenes del tamaño de un nucleón o más pequeños.
Podría rayar en la herejía, pero la física se poetiza, o se vuelve mística, cuando descubre cabalmente que el mundo es lenguaje. Llega quizás tarde, pero con un método empírico que puede hacer accesible lo que antes de la tecnología parecía magia: programar la materia. “Al principio fue el Verbo”, el Logos, señala la historia de creación más conocida por nuestra cultura. “Al principio fue la Información”, actualiza Erik Davis. Antes Valery había dicho “Al principio fue la Fábula”, en un guiño a cómo la realidad es una historia que nos contamos: una obra en progreso de literatura fantástica. “El mundo es como la impresión que deja una narración”, se dice en los Vedas. Programar universos con lenguajes informáticos podría parecer un nuevo asalto prometeico, digno del castigo de los dioses. Pero a fin de cuentas quizás no sea más que un reflejo del origen del universo: la reproducción de una imagen, de una analogía. Según la literatura védica,el mundo en el que vivimos es el resultado del hurto del soma de los los Rbhus, quienes a través del artificio del maya lograron copiar la copa divina y beber el licor deificante. Este parece ser el gran pecado original, la causa seminal de la caída, pero a la vez ¿cuál es el pecado de hacer una nueva simulación cuando ya vivimos en una simulación? Toda realidad es virtual, quizás ése sea el fruto del árbol de la sabiduría que estamos por volver a probar.
Twitter del autor: alepholo
http://pijamasurf.com/2014/03/un-futuro-hecho-de-lenguaje-en-el-que-podremos-programar-universos/