La carrera de Alexander Bogdanov desafía cualquier caracterización. Fue escritor de ciencia ficción, doctor, ideólogo marxista, pionero de la cibernética y un hombre que se alimentaba de utopías para vivir por siempre; mismas que ultimadamente acabaron con él.
En su libro Red Star, Bogdanov imaginaba un ideal techo comunista en el cual las labores manuales eran hechas por autómatas y las personas pasaban su tiempo trabajando para mejorar su cultura o contemplando el progreso que esa cultura había logrado. Y mientras otros estaban intentando convertir a Marx en una revolución, él estaba tratando de convertir a Marx en ciencia.
Escribió ensayos sobre tectología (término que él inventó), que proponían ver el mundo como un sistema de redes interrelacionadas gobernadas fundamentalmente por las matemáticas de la naturaleza. Algunos han sugerido que la tectología fue el prototipo para la cibernética moderna y la teoría de sistemas; una especie de influencia marxista oscura en las ciencias generalizadoras. Sin embargo, Bogdanov nunca pudo reunir los recursos necesarios para desarrollar y probar sus teorías. En lugar de ello, de dedicó a experimentar con la entonces desconocida ciencia de la transfusión de sangre, que ultimadamente lo llevaría a su muerte.
El ruso estaba convencido de que la vida podría ser radicalmente prolongada mediante el intercambio de sangre entre camaradas de distintas edades. En esta utopía vampírica y socialista, la nueva sangre reemplazaría literalmente a la vieja. Así, Bogdanov creía que, si se transfería a sí mismo suficiente sangre de personas jóvenes, podría hacerse inmortal.
Después de la muerte de Lenin pudo de alguna manera convencer a Stalin de patrocinar su programa de experimentos, y, en 1928, después de llevar a cabo un “intercambio entre camaradas” con un estudiante enfermo de malaria, murió.
Para nosotros, hoy en día, es obvio que sus experimentos estaban destinados a la ruina. Bogdanov ideó la técnica de transfusión, pero esta rebasó por mucho sus habilidades para analizar la sangre. No tuvo el mismo cuidado que los vampiros eternos de Only Lovers Left Alive, que beben sólo la mejor sangre y se intoxican de la vida de personas sanas. Sin embargo, sus muy pretenciosas teorías socialistas-vampíricas hicieron que la Unión Soviética se convirtiera en la primera nación en implementar un sistema centralizado de bancos de sangre. Nada mal para un hombre que, mientras los revolucionarios de todo tipo tenían la cabeza en las nubes, él la tenía en un planeta tectólogo donde la vida se lee en sistemas y puede ser alargada para siempre.