Ser un poco egoísta es sano. Así nos lo explicó la filósofa Ayn Rand, refiriéndose al egoísmo razonable.
Y yo también pienso que es sanocuidar de ti, de tu salud, de tus valores y de tus objetivos, dando valor a la persona que eres.
¿Es eso egoísmo? Júzgalo por ti mismo, según la definición de la RAE:
(Del lat. ego, yo, e -ismo).
1. m. Inmoderado y excesivo amor a sí mismo, que hace atender desmedidamente al propio interés, sin cuidarse del de los demás.
Quizás, la línea que separa ese cuidado y consideración por uno mismo del amor excesivo sea muy fina, pero vamos a intentar trazarla.
Lo haremos intentando no enjuiciar a nadie. Supongo que está de más decir que lo que pretendemos es identificar actitudes negativas y positivas, por si podemos ir acercándonos a las segundas (como procuramos hacer siempre que hablamos de estas cosas).
La clave va a estar en la segunda parte de la definición de egoísmo. En ése: sin cuidarse (del interés) de los demás.
La persona que es egoísta (apegándonos a la definición), dándose o sin darse cuenta, da tanta prioridad a su interés personal que no tiene en cuenta el de otras personas.
Ejemplos:
- Hace lo que le da la gana, sin tan siquiera preguntarse sobre los efectos que sus acciones tendrán sobre otros.
- Está tan ocupado con lo suyo, que no escucha a los demás.
- O, si los escucha, no se da el trabajo de ponerse en su lugar, sino que interpreta lo que le dicen teniendo en cuenta únicamente sus propias ideas.
La persona se protege. Atiende a sus necesidades e intereses:Primero yo, luego yo y después yo. Quizás, desde su tierna infancia fue aprendiendo que “cada uno va a lo suyo” y eso mismo es lo que hace.
Esta actitud puede deteriorar las relaciones personales. Porque, ¿a quién le gusta compartir la vida con alguien que sólo puede pensar en sí mismo?
En el fondo, la persona egoísta lo sabe. Y por eso no es raro que, del mismo modo que sigue protegiendo lo suyo a capa y espada, aprenda amanipular el entorno a su conveniencia para no sentirse mal consigo mismo.
El egoísta aprende la habilidad de expresar sus deseos y de justificar sus acciones haciendo creer a los demás (y/o a sí mismo) que también les benefician.
Aunque, tarde o temprano, su verdadera motivación queda al descubierto. Quienes están alrededor se dan cuenta de que el egoísta pide mucho y da muy poco. O, si da mucho, es sólo por su propio interés.
Suena feo. Casi malvado. Pero yo misma he caído muchas veces en esas actitudes. Bueno, yo y también personas cercanas de mi entorno. Y valga la confesión para decir que no somos monstruos, sino personas que cometen errores (a veces graves).
¿Qué sigue? Intentar que ese “egoísmo” de la RAE se acerque alegoísmo razonable, al cuidado por los propios intereses… PERO teniendo muy en cuenta a los demás.
Por eso aquí, en el blog, hablamos de acciones como:
- Ser generosos con los demás, sólo por la satisfacción de hacerlos felices.
- Dedicar tiempo a nuestras relaciones importantes.
- Acostumbrarnos a asumir nuestros errores, sin echar la culpa a otros.
Y muchas más…
Lo que yo he aprendido (y sigo aprendiendo) es que el cuidado de uno mismo (de sus necesidades e intereses) es muy compatible con apreciar y cuidar a los demás. Y que el esfuerzo vale la pena, porque reporta una felicidad tremenda.
¿Cómo lo ves tú?