YO NO QUIERO QUE OTRO DECIDA POR MÍ

Una colaboración de Paco 1954

Una excelente rúbrica para usar tras cada decisión, cada gesto, cada pensamiento, porque tiene una fuerza determinativa, taxativa, que aporta una firmeza de carácter y decisión, y que puede cambiar –indudablemente- el resto de la vida.

Hay muchas personas que están excesivamente dependientes de alguien en concreto -o de todos en general-, y no tienen el carácter suficiente para imponerse, ni la Autoestima necesaria para tomar sus propias decisiones y el control de su vida, y tal vez se hayan dejado arrastrar a lo largo de su vida siguiendo las directrices que les imponían los demás, y no haciendo otra cosa más que sufrir su conflicto interno entre hacer caso a los otros –y no ser capaz de rebelarse- y sus propios deseos que le sugieren hacer otras cosas distintas.

Hay personas a las que les falta el empuje necesario y la decisión animada e imparable para poner en marcha sus propios proyectos. O que tal vez lo que le faltan son sus propios proyectos porque han estado gobernadas por otras personas que se les han impuesto o en las que han confiado ya que no confiaban en sí mismas.

Con mayor o menor intensidad, siempre se presenta una rebeldía que propone salir de ese estado y tomar el mando.

A veces es fácil de aplacarla, porque se argumentan todas las incapacidades e inseguridades que uno tiene, todas las oposiciones e imposibilidades, y con eso se acalla, aunque con un secreto gran dolor y pena.

En otras ocasiones, uno ha reunido ya la suficiente rabia para la insurrección, la revolución se ha puesto en marcha y parece ser imparable, y es entonces el momento de lanzar el grito: YO NO QUIERO QUE OTRO DECIDA POR MÍ.

Dar este paso, y lograr que se respete esta nueva norma, es muy difícil para quien no esté acostumbrado a gobernar su vida, para aquellos a quienes le cueste confiar en sus fuerzas y posibilidades,  para quienes estén habituados a navegar entre inseguridades, o para quienes son miedosos o excesivamente dependientes de la opinión y la aprobación de los otros.

En mi opinión, si es una decisión deseada, y no la rebeldía efímera de un momento de calentón, se convierte en muy plausible, digna, honrosa, merecida, y es algo que se merece todo el esfuerzo que se le dedique porque es un acto muy loable.

Quien ha estado acostumbrado a soportar el yugo implacable de una dictadura que ha marcado su vida y su destino –un padre tirano, un marido opresor, el miedo, las dudas…- y, por fin, se atreve a lanzar el grito y toma la decisión, merece mi apoyo –el apoyo de todos-, mi felicitación, y mi bendición –la felicitación y la bendición de todos-.

Ya he repetido en demasiadas ocasiones que Dios –o el Creador, o quien cada uno considere- entrega la vida junto con la responsabilidad de esa misma vida. Y depende de uno llevarla a buen término. Un buen término que incluye la felicidad, la libertad, la soberanía sobre Uno Mismo, el control sobre las decisiones, y la realización de una vida acorde a sus deseos dentro de sus posibilidades.

Y es conveniente que cualquier persona revise de vez en cuando si hay algún aspecto de su vida que requiera una revolución que comience al grito de YO NO QUIERO QUE OTRO DECIDA POR MÍ.

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