“Ahora comprendo que lo que hace tan egoísta a los papalangis [los europeos] es el dinero.” Jefe de las Islas Tonga.
“Ko Maro Kai atu
Ko Maro Kai mai
Ka ngohe ngohe”
“Da tanto como tomas y todo irá muy bien.” Proverbio maorí.
Estudios recientes señalan el incremento de las acusaciones de brujería en zonas de África Central y Sudáfrica. Las acusaciones de brujería parten de la creencia de que una fuerza supranatural y la acumulación de riquezas tienen cierta relación. Pero lo que más motiva estas acusaciones es la quiebra de la moralidad compartida: la negativa de estos nuevos ricos a redistribuir entre sus parientes y vecinos.
En su estudio de la
brujería djambe del Maka, Peter Geschiere describe la
aparición de un nuevo tipo de hechicería como ”sorprendentemente similares a los temas capitalistas“.
“Hablan de las brujas como empresarios que están siempre en alerta y listos para apropiarse de nuevas riquezas y poderes.”
“Los brujos africanos son convertidos en la personificación de los productos caprichosos, las sirenas de los deseos egoístas.”
La gente habla indistintamente de mágicas “brujas” y los ricos “grandes hombres” que “comen” las almas de la gente: la consumición de almas se cree que está impulsada por un apetito por el dinero, un hambre desatada por el colonialismo europeo.
Estas narrativas recuerdan a los cultos cargo melanesios y su necesidad de explicar las razones de todos estos bienes y las desigualdades sociales que acarrea. De hecho, Gerchiere comenta la anécdota de una mujer que confesó a su pastor que los aviones pertenecen al mundo de la brujería negra, y los blancos se lo arrebataron para trasladarlos al mundo real.
Los
melanesios tenían una creencia local en la que los antepasados podían regresar en cualquier momento desde el más allá cuando las cosas iban mal y restablecer justicia terrenal, como grandes hombres
redistribuyendo y compartiendo las riquezas que habían acumulado en el más allá. Con la llegada de distintos pueblos colonizadores se dio lugar a otro nuevo enfoque de esta creencia: eran los blancos los que se apropiaban de todos estos bienes de sus antepasados, y
no los redistribuían como era debido, únicamente lo hacían a través del cargo (palabra pidgin que significa manufacturas comerciales). Con esta creencia, simplemente intentaban buscar la respuesta a esa capacidad de los blancos de obtener bienes sin trabajo y de reinstaurar la moral de la antigua redistribución… que ya desaparecía.
Josep Martí, antropólogo, apostilla: ”No es tan solo en el sentido de querer explicar el porqué de las desigualdades de la riqueza, sino de las fuerzas emocionales: miedo ante el ansia de poder o la desgracia inesperada.(…)”
Lo mismo ocurre con la creencia sobre los zombies. Edwin Ardener, que en 1963
estudió a los bakweri en Camerún, escribió que ”la palabra zombie significa “dar en prenda o empeñar”“. Así, en las nuevas condiciones de una economía de plantación, se creía que los parientes se convertían en peones o prendas para que unos pocos podrían obtener riqueza.
Y cuenta una anécdota sobre esto:
“Se corrió el rumor de que los ancianos habían ordenado que el dinero no debía ser recogido del suelo, ya que estaba dispersa como un señuelo para atraer a los hombres a la orilla del agua. Allí, los “franceses” los usarían para obligarles a trabajar como zombies en un nuevo puerto de aguas profundas, o utilizarlos para apaciguar a los espíritus del agua. Desde hace algunos meses era común ver las monedas y hasta billetes de bajo valor sobre las calles de la capital.”
Otro ejemplo del uso de la brujería con el fin de explicar la extraña riqueza creada por la economía moderna y el egoísmo que causaba, es el que cuenta M. Taussig. Habían innumerables rumores en el valle del Cauca de que algunos jornaleros sin tierra y asalariados de las plantaciones, pactaban con el diablo la productividad y los ingresos, aunque morían prematuramente tras una agonía. Además, con el dinero no se podía comprar tierras o animales, porque la esterilidad del dinero se transmitía a la naturaleza y todo lo que con él se compraba dejaba de ser fértil. Sólo se podía gastar en un consumo inmediato e improductivo de mercancías lujosas, ropas finas, licores o tabaco.
Los campesinos que seguían trabajando sus parcelas nunca hacían pactos con el diablo por no perder las cosechas de una tierra que se volvería esteril; tampoco las mujeres, que dejarían de tener hijos.
Existe otra creencia paralela. Existen algunos padrinos que durante la ceremonia del bautizo, sin que nadie más que ellos mismos sean conscientes, cuando el sacerdote va a imponer el nombre al niño a la niña, oculta en su mano un billete doblado que será quien reciba el nombre. El niño, sin haber recibido el sacramento, nunca irá al cielo si fallece, pero el billete quedará fértil, y siempre retornará al dueño, aportándole mucho más dinero. Para ello, antes de pagar, tendrá que llamarle por su nombre al billete y preguntarle tres veces “¿te vas o te quedas?” sin que nadie lo oiga.
Este
bautizo del billete tiene también como sustrato la nueva idea de un capital que crece y se multiplica. El dinero es estéril, no es parte de la naturaleza, por lo que no se puede crear dinero a partir de dinero.
La fertilidad, el sagrado poder de reproducción, está solamente en la naturaleza, en los animales y las personas, no en un medio de cambio como el dinero.
También según Aristóteles, el dinero es estéril y el interés es una ganancia ilegítima. Es tal la importancia de este planteamiento que, siglos más tarde, Santo Tomás de Aquino lo hizo suyo, y de ahí en adelante la iglesia Católica, la cual rechazó el préstamo de dinero con interés hasta el siglo XIX. Esto permite explicar, además, que hayan sido principalmente los judíos quienes se dedicaron a la actividad bancaria.
Según el pensamiento económico medieval, el interés (obtener dinero del dinero) no es algo natural (porque el dinero es estéril) y no procede del trabajo. Por eso se le considera éticamente reprobable. El beneficio solamente es legítimo si procede del trabajo, no del capital.
Esto recuerda a la explicación de un jefe de las islas Tonga cuando oyó a un
blanco ensalzar las virtudes del dinero:
“Finow respondió que la explicación no le convencía; continuaba creyendo que era una estupidez el que las personas atribuyeran valor al dinero cuando no podían o no querían aplicarlo a una finalidad útil (físicamente).
Dijo: “Si estuviese hecho de hierro y pudiese transformarse en cuchillos, hachas y escoplos, tendría cierto sentido atribuirle valor; pero tal y como es, no le veo ninguno. […] Ciertamente, el dinero es mucho más manejable y más cómodo, pero como no se estropea guardándolo, la gente lo atesora en lugar de repartirlo, como un jefe debiera hacer, y así se vuelve egoísta; mientras que si las provisiones fuesen la principal propiedad del hombre, como tendría que ser, puesto que son lo más útil y necesario, no las almacenaría porque se le estropearían, y así se vería forzado o a intercambiarlas por alguna otra cosa útil o a compartirlas con sus vecinos, jefes inferiores y subordinados, gratuitamente. Ahora comprendo que lo que hace tan egoísta a los papalangis [los europeos] es el dinero.”»
“Felizmente” recordó el antropólogo Marcel Mauss ”no está todavía todo clasificado en términos de compra y venta. Las cosas todavía tienen un valor sentimental además de su valor venal (…). Tenemos otras morales además de la del mercader; todavía hay gentes y clases que se conservan en las costumbres de otros tiempos, costumbres a las que todos nos sometemos, al menos en algunas épocas o en algunas ocasiones.”
Fuentes:
“El bosque de las gracias y sus pasatiempos. Raíces de la antropología económica“ Paz Moreno Feliu.
“An Account of the Tongan Islands in the South Pacific Ocean.” William Mariner,
“Witchcraft, Economics, and the Continuity of Belief”, Edwin Ardener,
“The Modernity of Witchcraft: Politics and the Occult in Postcolonial Africa trans.” Peter Geschiere.
http://digital.csic.es/bitstream/10261/8225/1/Jornades12_Marti%C3%8C%C2%81.pdf
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