Hoy hablamos de una experiencia muy conocida. La mayoría de nosotros la ha vivido en primera persona o de modo cercano.
Se trata del cese brusco de una amistad cuando una de las partes manda a la otra a freír espárragos de un día para otro o, quizás, cuando simplemente a una parte no le apetece saber nada de la otra.
En esta situación hay una parte que seguramente no sufre nada: quien ha tirado por su lado ignorando al amigo.
Por lo tanto, vamos a quedarnos con el “abandonado”, a ver qué se puede hacer en esta situación.
Primeramente, hay que tener claro que hay personas en nuestra vida que permanecen durante un tiempo (quizás breve) y luego se van. Vamos conociendo a otras y así, sucesivamente, coincidimos en momentos y lugares compartiendo las experiencias que nos tocan.
El problema es que en esta relación de amistad alguien ha cortado por lo sano, dejando a la otra parte perpleja y sin saber cómo tomárselo.
Si el asunto es irremediable, no queda de otra que hacerse a la idea.
En Psychcentral nos llegan a proponer incluso escribir una carta de despedida. Obviamente, no con el propósito de entregarla, sino para asimilar que la relación ha llegado a su fin.
Después viene el proceso de duelo, que suele ser similar a cuando se pierde cualquier otra relación. Es tiempo de decir adiós y, en este caso, de cortar lazos.
Yo opino que hay que procurar no sufrir demasiado en este caso. A fin de cuentas, la parte que cortó la amistad está ahí, tan campante, haciendo su vida sin necesitarnos. Este simple pensamiento puede ser de ayuda para quitarle dolor al dolor.
Eso sí, hay que expresar la tristeza y vivirla, para que se vaya progresivamente. Que no nos de rabia llorar.
Pero en ese lapso de tiempo en el que nos acostumbramos a la ausencia de ese amigo sería un error darle vueltas a la idea de que nos ha dejado porque valemos poco y ha encontrado a gente que vale más.
Tristeza, sí. Autocompasión, ninguna.
El ex-amigo quizás se relaciona ahora con personas que le aportan más o algo distinto (quizás no), pero eso no le resta al “abandonado” ni un ápice de valor.
La vida no se cae a trozos porque un amigo decida darnos la patada. Hay otros amigos, otras relaciones y mucho que hacer por delante.
Cuando el golpe es reciente, no se ve tan claro, pero el dolor se disipa y… voilà! Un día vemos el panorama despejado.
Salir, entrar, mantenernos ocupados, cuidar de nuestras actuales relaciones, conocer gente nueva… Todo eso compensa más que quedarse en un rincón preguntándose porqué mil veces, llegando cada vez a conclusiones más extrañas, y dándole una paliza a nuestra autoestima.
A ninguno de nosotros nos gusta el rechazo, pero aprender a manejarlo nos conviene porque, de un modo u otro, nos tocará vivirlo. Así es la vida.
http://tusbuenosmomentos.com/2011/08/amistad-rota-sin-razon/